✝️Tema: Ministerio. ✝️Titulo: Llamado y misión del profeta jeremías. ✝️Texto: Jeremías 1: 4 – 10. ✝️Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz.
I. EL PROPÓSITO DE DIOS (Ver 5) ✨
II. LAS EXCUSAS A DIOS (Ver 6) 🙅♂️
III. LA RESPUESTA DE DIOS (Ver 7-10) 💬
Imaginen la carga, el peso que llevó sobre sus hombros. Jeremías no tuvo un camino fácil; su vida fue un testimonio de persecución y dolor. Soportó arresto en su propia casa, se le prohibió hablar en público, fue arrojado a una cisterna vacía para morir, enfrentó la hostilidad y el rechazo de sus propios paisanos de Anatot, e incluso fue tildado de traidor y derrotista en medio de los conflictos más desesperados de Judá con las naciones extranjeras. Lo despreciaron, lo calumniaron, lo abandonaron. ¿Cómo es posible que un hombre soporte tanto, que persevere en un ministerio tan lleno de dolor y desprecio? Aun así, en medio de todo ese sufrimiento, nunca, jamás, renunció a su llamado.
Pero, ¿cómo comenzó este ministerio tan extraordinario, tan persistente, tan lleno de fruto a pesar del sufrimiento? No con una estrategia elaborada, no con un plan de marketing sofisticado, no con un ejército de seguidores. Comenzó, como todo lo verdaderamente grande en el reino de Dios, con un llamado. Un llamado divino, personal e ineludible. Es precisamente ese llamado, narrado en el libro de Jeremías, capítulo 1, versículos 4 al 10, lo que quiero que exploremos hoy. Y al hacerlo, descubriremos principios eternos que resuenan directamente en su vida, en mi vida, en la vida de cada creyente. Prepárense, porque lo que vamos a ver es una revelación que puede transformar su perspectiva de su propio propósito y su relación con el Dios viviente.
El Propósito de Dios: Un diseño divino preexistente
En el corazón de este encuentro entre el Creador y Su siervo, encontramos una verdad que corta a través de toda duda y toda inseguridad humana. Dios le revela a Jeremías verdades asombrosas sobre su propósito de vida, verdades que nos abrazan a cada uno de nosotros también.
En el versículo 5 de Jeremías 1, leemos estas palabras que deberían grabarse en el centro de nuestra alma: "Antes que te formase en el vientre, te conocí; y antes que nacieses, te santifiqué, te di por profeta a las naciones."
Detengámonos un momento en la profundidad de esto. Dios le dice a Jeremías que, incluso antes de que existiera, antes de que una sola célula se uniera para formar su ser, ya lo conocía. La palabra hebrea utilizada aquí para "conocer" es yada. Esta no es una palabra para un conocimiento superficial, una mera familiaridad. Es una palabra que indica un conocimiento íntimo, profundo, personal, una relación ya establecida en la eternidad. Dios no solo sabía de Jeremías; Él lo conoció en un sentido relacional, una relación de amor y propósito, incluso antes de que su existencia comenzara. Piensen en la implicación: Dios no solo te ve en el presente; Él te vio en la eternidad, antes de la fundación del mundo. Él te conoce de una manera que ni tus padres, ni tu cónyuge, ni siquiera tú mismo puedes alcanzar.
Y no solo eso. El texto continúa diciendo: "y antes que nacieses, te santifiqué, te di por profeta a las naciones." Esto significa que, antes de su nacimiento, Jeremías ya había sido apartado o santificado para un propósito sagrado. Dios le había destinado un diseño, una misión específica: ser un profeta a las naciones, un portavoz de Dios, aquel que declararía Su Palabra y Su voluntad a un mundo que se había extraviado. Jeremías no eligió ser profeta; Dios lo eligió. Su identidad estaba ligada a su llamado antes incluso de dar su primer aliento.
Y aquí viene la parte que nos estremece el alma, amigos: con nosotros sucede exactamente lo mismo. Esta verdad no es exclusiva para los profetas bíblicos; es una revelación para cada uno de ustedes que me escuchan hoy.
-
Antes de que nuestros padres siquiera pensaran en nosotros, ¡Dios ya sabía de nosotros! Él ya nos conocía íntimamente. Esto nos revela dos verdades gloriosas, dos pilares sobre los que podemos construir nuestra identidad y nuestra seguridad en un mundo que constantemente nos dice que no somos suficientes:
- Así de especiales somos para Él. No somos un número en una estadística, no somos una cara en la multitud, no somos un producto del azar. Somos el objeto de Su conocimiento íntimo y eterno, un conocimiento que solo Él puede tener. Somos singularmente valiosos para el Creador del universo.
- No somos un accidente; fuimos cuidadosamente planeados. Tal vez la vida de nuestros padres no fue perfecta, tal vez nuestra concepción no fue planeada por ellos, tal vez hemos cargado con la herida de sentirnos "no deseados". Pero para quien más importa, para el que te dio la vida, para Dios, fuiste un pensamiento deliberado, un diseño amoroso, una creación intencionada. No eres un error. Eres una obra maestra de Su propósito.
-
Y en segundo lugar, antes de nacer, Dios ya había dado un propósito a nuestras vidas. Sí, seguramente tenemos propósitos seculares, roles que cumplir en el mundo, profesiones que ejercer, familias que cuidar. Pero mucho más seguro, mucho más profundo, es que Él tiene propósitos espirituales para cada uno de nosotros. Y uno de los más fundamentales y trascendentes de ellos es servirle a Él. Servirle con nuestros dones, con nuestro tiempo, con nuestro amor, con nuestra vida entera. No estamos aquí por casualidad; estamos aquí por designio. Y ese designio incluye una misión para Su gloria. El conocer este propósito divino es el primer paso para vencer el miedo a la insignificancia, a la falta de dirección, a la soledad existencial.
Las Excusas a Dios: La voz del temor y la inseguridad
Ahora, después de esa revelación gloriosa del propósito divino, podríamos esperar una respuesta inmediata de obediencia y gozo. Pero Jeremías, un ser humano como tú y como yo, nos muestra una reacción profundamente relatable, una reacción que resuena con la experiencia de muchos que han sentido el toque de Dios en sus vidas. Ante el llamado tan sublime de Dios, Jeremías no salta de alegría; en cambio, reacciona de una manera que muchos de nosotros reconoceremos al instante.
En el versículo 6, la Escritura nos lo presenta con una honestidad desarmante: "Y yo dije: ¡Ah, ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño."
-
Primero, Jeremías se asusta. La expresión "ah, ah" no es una exclamación casual. Proviene de la palabra hebrea ajaj y es una palabra que expresa dolor, lamento, consternación profunda. Es el sonido de una persona abrumada por la magnitud de lo que se le pide. Es el grito silencioso del corazón que se siente inadecuado, el reconocimiento de la propia debilidad frente a la inmensidad del llamado. Este es el miedo que todos hemos sentido: el miedo a no estar a la altura.
-
Y luego, Jeremías se excusa. Su excusa es doble: "no sé hablar" y "soy niño". Probablemente, Jeremías se sentía inadecuado e incapacitado para un llamado tan trascendente, dada su edad. Los teólogos sugieren que tendría entre 20 y 25 años en ese momento, lo que en esa cultura era considerado "niño" en el sentido de inexperto o inmaduro para roles de autoridad pública. Según la costumbre de la época, las personas jóvenes no debían hablar en público, sino más bien callar y escuchar en presencia de los mayores. Su excusa no era desobediencia deliberada, sino una manifestación de su inseguridad, de su falta de confianza en sí mismo, y del peso de las expectativas culturales. Es el miedo a la crítica, a la falta de aceptación, a la inexperiencia percibida.
Y, mis amigos, esta es la reacción común de muchas personas cuando sienten que Dios las está llamando a un ministerio, a un servicio, a un propósito que va más allá de lo ordinario. Se asustan, se sienten inadecuados, y se excusan. ¿Les suena familiar?
- "Que Dios me hable más claro", decimos, cuando ya nos está susurrando al corazón.
- "No siento servir", cuando la necesidad es evidente.
- "Déjeme orar primero", posponiendo lo que ya sabemos que debemos hacer.
- "No creo que sea el tiempo de Dios", cuando en realidad es nuestro tiempo de dudar.
- "Tengo muchas ocupaciones", como si Dios no fuera el Señor de nuestro tiempo.
- "Me da miedo", confesando el paralizador.
- "Estoy quemado", una excusa para la inacción.
- "Primero tengo que prepararme", una procrastinación disfrazada de humildad.
Estas excusas, mis amigos, no son más que manifestaciones de nuestro miedo: miedo a lo desconocido, miedo al fracaso, miedo a la crítica, miedo a la incomodidad, miedo a salir de nuestra zona de confort, miedo a no ser suficientes. El miedo nos habla con nuestra propia voz, con nuestras propias inseguridades, y nos convence de que somos incapaces.
Pero permítanme ofrecerles un contraste, una actitud que deberíamos emular. La actitud de la Virgen María. Cuando el ángel Gabriel le anunció que sería la madre de Jesús, ¿qué dijo ella? Con asombrosa humildad y fe, respondió en Lucas 1:38: "He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra." No hubo excusas, no hubo lamentos, no hubo miedo a la incomprensión de los demás. Solo una rendición gozosa a la voluntad de Dios. Esa es la actitud que desarma el miedo y abre las puertas al propósito divino. Esa es la actitud que desarraiga las excusas y planta la semilla de la obediencia.
La Respuesta de Dios: Confrontación, Confort y Dotación
Y entonces, llega la respuesta de Dios. Una respuesta que no solo silencia las excusas de Jeremías, sino que también nos provee el antídoto para nuestras propias objeciones y miedos. La respuesta de Dios a nuestra vacilación es una mezcla de confrontación amorosa, consuelo inquebrantable y empoderamiento divino.
-
Confrontación (Ver 7): Dios no acepta las excusas de Jeremías. Le dice: "No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande."
Por la manera en que se lo dice, casi puedo escuchar la voz del Señor con una autoridad amorosa, pero firme: "¡No me saques excusas, Jeremías! No me digas 'no puedo' o 'soy muy joven'. Como ves, no te lo estoy pidiendo como un favor; te lo estoy ordenando. Esto es un mandato. Mi plan para ti es inquebrantable, y tú lo cumplirás." Es un recordatorio de la soberanía de Dios y de la seriedad de Su llamado. Esta confrontación no es para avergonzar, sino para reafirmar Su autoridad y el propósito inmutable que Él ha establecido. Es una confrontación que nos saca de nuestra autocompasión y nos empuja hacia la obediencia.
-
Confort (Ver 8): Inmediatamente después de la confrontación, llega el consuelo, la promesa más poderosa que un siervo de Dios puede recibir. "No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová."
El Señor le asegura a Jeremías su presencia constante y su respaldo incondicional. Él le dice: "No tengas miedo de la gente, de sus reacciones, de su hostilidad." Pero presten atención: esta promesa de presencia no quiere decir que Jeremías no tendrá problemas, que no enfrentará persecución, o que todo le saldrá bien según sus propios planes. ¡Su vida fue un testimonio de lo contrario! Lo que sí significa es algo mucho más profundo, mucho más valioso: significa que Dios estará con Jeremías, a través de todo. En la cisterna, en la prisión, en el rechazo, en la soledad. La promesa de Su presencia es la garantía de nuestra liberación, no de la ausencia de dificultades. Es el antídoto contra el miedo a lo desconocido, a lo que nos depare el futuro. La presencia de Dios es nuestra fortaleza inexpugnable.
-
Dotación (Ver 9): Y finalmente, después de la confrontación y el confort, viene el empoderamiento, la capacitación divina. "Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca."
El Señor toca la boca de Jeremías, un gesto físico que simboliza una transferencia espiritual de poder y autoridad. Él no solo lo llamó; lo dotó con lo necesario para cumplir el llamado. Puso Su palabra en sus labios. El llamado de Jeremías no consistía en el simple acto de ser llamado; conllevaba una capacitación especial, sobrenatural, de Dios para que pudiera cumplirlo eficazmente. No era su elocuencia natural o su experiencia lo que lo capacitaba, sino la palabra de Dios misma. Y en el versículo 10, Dios le da la autoridad y la misión: "Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar." Un profeta no solo para su nación, sino para naciones y reinos, con una autoridad que se extiende sobre los destinos de civilizaciones enteras. ¡Qué poder!
Y, mis amigos, hoy debemos entender que estas verdades resuenan poderosamente en nuestra vida:
-
Este mismo sermón, este mensaje que escuchan, es un llamado de Dios para nosotros a servirle. No es un favor que Él nos pide; es un mandato. El Señor no admite ninguna excusa de nuestra parte cuando nos llama a cumplir el propósito por el cual fuimos formados. Él no te pregunta si te sientes calificado; Él te califica porque te ha llamado. Él no te consulta sobre tu edad, tu experiencia o tus miedos; Él te ordena ir. Si Él te ha puesto en este mundo con un propósito espiritual, y lo ha hecho, entonces Él espera tu obediencia.
-
Tenemos que entender que Dios no nos va a mandar solos. Si Él nos está llamando a un ministerio, a un servicio, a cualquier tarea para Su reino, es porque Su presencia irá con nosotros. No te enviará a la batalla sin Su compañía, sin Su respaldo. ¡Él es el "Emmanuel," Dios con nosotros! La promesa de Su presencia es la armadura que nos protege del miedo y la espada que nos da la victoria. Es la garantía de que, aunque el camino sea difícil, nunca estaremos solos.
-
Ya hemos sido dotados por Dios para realizar el ministerio. No necesitamos buscar una capacitación externa que Dios no nos haya provisto. La Biblia nos dice en 1 Corintios 12:4-11 que el Espíritu Santo distribuye dones a cada creyente "como Él quiere." Tú tienes dones, talentos, habilidades que el Espíritu Santo te ha dado para el servicio. No hay excusa de "no estoy preparado", porque la preparación viene de Él. No se trata de cuántas habilidades posees, sino de cuán dispuesto estás a dejar que el Espíritu Santo use las que ya te ha dado.
Conclusión: Respondiendo al Llamado Eterno
Así que, mis amigos, hemos visto con una claridad meridiana que Dios tiene un propósito específico para cada uno de nosotros desde antes de nuestro nacimiento, un diseño amoroso que precede a nuestra misma existencia. Él nos ha conocido íntimamente, nos ha apartado para un propósito sagrado, y nos ha llamado, en Su infinita soberanía, a cumplir Su voluntad y a servirle con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas.
Como Jeremías, es natural que podamos sentir miedo. Es natural que el temor nos susurre al oído que no estamos preparados, que somos demasiado jóvenes o demasiado viejos, demasiado inexpertos o demasiado quemados. Pero Dios nos asegura, con Su voz autoritativa y reconfortante, Su presencia inquebrantable y nos dota con todo lo necesario para cumplir el llamado que Él mismo nos ha dado.
No debemos excusarnos ni temer. En cambio, debemos adoptar la actitud de fe y obediencia de la Virgen María. Su respuesta humilde y poderosa debe ser la nuestra: "He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra." Recordemos siempre que el Señor nos ha conocido íntimamente desde la eternidad, nos ha dado un propósito glorioso que trasciende este mundo, y nos acompaña, momento a momento, en cada paso del camino, en cada desafío, en cada victoria.
Ahora, mientras estas verdades resuenan en su corazón, quiero hacerles un llamado a la acción, a una profunda reflexión personal.
Reflexiona hoy mismo sobre las excusas que has dado a Dios para no aceptar Su llamado, para no sumergirte en el propósito que Él tiene para ti. Sé honesto contigo mismo. ¿Qué es lo que realmente te impide decir "sí" a Su voluntad divina? ¿Es el miedo al fracaso? ¿Es el miedo a la crítica? ¿Es la comodidad de tu vida actual?
Nos encantaría escuchar tus pensamientos, tus luchas y tus victorias. Por favor, tómate un momento. Permite que estas palabras echen raíces en tu corazón. Comparte tus reflexiones y experiencias. Este es un viaje que hacemos juntos, una comunidad de creyentes que busca crecer en nuestra fe y en nuestra obediencia a un Dios que nos ama y nos llama a un propósito mayor que nosotros mismos. ¡Que el Espíritu Santo los guíe y los fortalezca para decir "Sí, Señor" hoy! Amén.
CLICK EN PLAY PARA OÍR EL AUDIO DEL SERMÓN
2 comentarios:
Lo importante de responder al llamado y entender q no vamos a estar solos que Dios será quien estará hay para guiarnos fuimos llamados a cumplir una misión aquí en la tierra no hay q sacar escusas debemos hacer la voluntad de Dios
Amén, gracias por el comentario
Publicar un comentario