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BOSQUEJO
Tema: Adoración – profeta Isaías. Título: ¿Tus LABIOS, MENTE y MANOS agradan a Dios? | Isaías 59 lo expone TODO Texto: Isaías 59: 1 – 7. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz.
Introducción:
A. Cuando en el versículo 5 se usa la expresión “huevos de serpientes y telas de araña” el profeta resume el mensaje que está dando en este texto, como lo dice la TLA: “Ustedes sólo planean maldades, y traen la muerte a todos. Viven haciendo el mal, y están enredados en la violencia”. El profeta en este texto está dando un diagnostico muy puntual del estado espiritual del pueblo de Israel, diagnostico que también tiene que ver con nosotros:
I. LABIOS (Ver 3).
A. Por otra parte, en los labios de ellos había MALDAD y aunque el texto menciona específicamente la mentira sabemos por esta expresión que no solo era ello. MALDAD es otra de las palabras principales para describir el pecado en el A.T., se refiere específicamente a cualquier cosa que se desvía de la forma correcta de hacer las cosas.
B. Todos los pecados de la lengua son particularmente habituales en nosotros, son muy difíciles de dominar, aun los cometemos sin darnos cuenta. Entre ellos contamos: la mentira, el chisme, la gritería, las malas palabras, las maldiciones etc.
II. MENTE (Ver 7).
A. Los pensamientos de estas personas por su parte eran de iniquidad, esta palabra iniquidad que se usa aquí es distinta a la que ya habíamos visto en el versículo 3, esta palabra denota “la ausencia de todo lo que tiene valor verdadero”, lo que no tiene valor moral (VINE A.T.), dirige, esta expresión hacia pensamientos de vanidad, vacíos.
B. Si la lengua es difícil de domar ni que decir de los pensamientos. Todo el día pensamos y en ocasiones muchos de estos pensamientos son descritos en el versículo que leemos ¿de que está llena su mente?
III. PIES (Ver 7).
A. Los pies de los israelitas “corren al mal” y entre esa maldad a asesinar inocentes. La palabra MAL “representa el mal en un sentido absoluto y negativo” (Wordstudy). La palabra correr en hebreo indica urgencia, extrema preocupación. La palabra APRESURARSE indica hacer algo de afán con mucha prisa. Entonces el texto pone énfasis en la diligencia, la urgencia que tienen los israelitas para cometer maldades.
B. Muchas veces también nos apresuramos a hacer el mal, es más muchas veces somos más prestos para la maldad que para la bondad ¿será que somos igual de diligentes para la santidad que para el pecado?
VI. MANOS (Ver 3).
A. Los israelitas tenían las manos y dedos. “contaminadas de sangre” y los dedos “de iniquidad”. En la segunda expresión hagamos énfasis en la palabra iniquidad: La palabra iniquidad en hebreo “es una de las cuatro palabras principales que indican el pecado en el Antiguo Testamento. Esta palabra indica pecado que es particularmente malo, ya que transmite fuertemente la idea de torcer o pervertir deliberadamente” (Wordstudy). La primera expresión quiere decir “manos manchadas de asesinato”. El punto es que a parte del asesinato los israelitas estaban cometiendo toda una serie de pecados deliberadamente.
B. ¿Qué tipo de pecados cometes deliberadamente? El creyente se caracteriza por no estar cómodo nunca en su vida con el pecado, al cristiano lo caracteriza una seria lucha contra el pecado, el cristiano descubre que es pecado y batalla contra ello con tal de agradar a Dios.
Conclusión:
La exhortación de Isaías nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vida. La adoración a Dios debe manifestarse en cada aspecto de nuestro ser: palabras, pensamientos, acciones y decisiones. Si nuestras manos están manchadas, nuestras mentes vacías y nuestros pies apresurados hacia el mal, necesitamos un cambio radical. La verdadera adoración implica un esfuerzo consciente por alejarnos del pecado y acercarnos a la santidad, buscando siempre agradar a Dios en todas nuestras acciones. ¿Estamos realmente adorando a Dios con todo nuestro ser
VERSION LARGA
La adoración a Dios es un tema profundamente arraigado en la vida espiritual, y el profeta Isaías, en el capítulo 59, nos confronta con una pregunta crucial: ¿Estamos realmente agradando a Dios con nuestros labios, mente y manos? Este pasaje, especialmente en los versículos 1 al 7, nos ofrece un diagnóstico claro sobre el estado espiritual del pueblo de Israel, un diagnóstico que resuena con la realidad de muchos creyentes en la actualidad. Isaías expone de forma contundente cómo la maldad, la iniquidad y la violencia han permeado la vida del pueblo, y esta es una advertencia que también debemos considerar en nuestras propias vidas.
En el versículo 5, encontramos la expresión “huevos de serpientes y telas de araña”, que resume el mensaje que el profeta está transmitiendo. La traducción en lenguaje actual nos ayuda a entender que el pueblo solo planeaba maldades y traía muerte a todos a su alrededor. Este diagnóstico es contundente y revela una profunda crisis espiritual. La preocupación de Isaías no es meramente por los actos externos, sino por el estado del corazón del pueblo, que se ha desviado de la voluntad de Dios.
Cuando nos adentramos en la primera parte de este diagnóstico, encontramos que los labios del pueblo de Israel estaban llenos de maldad. Isaías 59:3 menciona específicamente la mentira, pero al considerar el término “maldad”, entendemos que abarca mucho más. La maldad, en el contexto del Antiguo Testamento, se refiere a cualquier desviación de la forma correcta de hacer las cosas. Los pecados de la lengua son comunes y pueden ser difíciles de dominar. A menudo, hablamos sin pensar, dejando que la maldad se manifieste a través de la mentira, el chisme, la gritería, las malas palabras y las maldiciones. El uso de nuestros labios debe ser un reflejo de nuestro amor y respeto hacia Dios y hacia los demás. La pregunta que debemos hacernos es: ¿están nuestras palabras edificando o destruyendo?
La lengua, aunque pequeña, tiene un poder inmenso. Santiago 3:5-6 nos recuerda que, así como un pequeño fuego puede incendiar un gran bosque, nuestras palabras pueden causar un daño significativo. Si nuestros labios están manchados de maldad, es un indicativo de que nuestro corazón también lo está. Por lo tanto, debemos esforzarnos por utilizar nuestras palabras para glorificar a Dios y para edificar a quienes nos rodean. Esto requiere un compromiso consciente de hablar con verdad y amor, evitando caer en la tentación de la maldad.
En segundo lugar, Isaías aborda el estado de la mente del pueblo. En el versículo 7, se menciona que sus pensamientos estaban llenos de iniquidad. La iniquidad, en este contexto, se define como la ausencia de lo que tiene valor verdadero, lo que implica que sus pensamientos carecían de valor moral. Esto nos lleva a reflexionar sobre lo que realmente ocupa nuestra mente. Los pensamientos son la base de nuestras acciones, y si nuestra mente está llena de vanidad y vacío, nuestras acciones inevitablemente seguirán este patrón.
Controlar nuestros pensamientos es un desafío constante. La mente tiende a divagar y a llenarse de pensamientos negativos, preocupaciones y tentaciones. Filipenses 4:8 nos exhorta a pensar en todo lo que es verdadero, digno, justo, puro, amable y honorable. Al llenar nuestra mente con pensamientos que reflejan los valores del Reino de Dios, podemos cultivar una vida que agrada a Dios. Debemos ser intencionales en dirigir nuestros pensamientos hacia lo que es bueno y edificante, reconociendo que lo que pensamos influye en nuestras decisiones y acciones.
El tercer aspecto que Isaías expone son los pies del pueblo, que “corren al mal”. La urgencia y la diligencia en la práctica del mal son alarmantes. En el versículo 7, se enfatiza que los israelitas se apresuran a hacer el mal, lo que sugiere que tienen una preocupación extrema por realizar actos malvados. Esta imagen es poderosa, ya que nos invita a preguntarnos: ¿cuán diligentes somos en hacer el bien en comparación con lo rápido que podemos caer en el pecado? La cultura en la que vivimos a menudo fomenta la práctica del mal, y puede ser fácil dejarnos llevar por esa corriente.
Nuestra naturaleza humana tiende a buscar lo fácil y lo inmediato, lo que puede llevarnos a tomar decisiones que no honran a Dios. Como creyentes, debemos esforzarnos por ser diligentes en hacer el bien, en buscar la justicia y en actuar con amor. La urgencia que los israelitas mostraban al hacer el mal es un recordatorio de que debemos ser igual de urgentes en nuestra búsqueda de la santidad. Romanos 12:21 nos instruye a no dejarnos vencer por el mal, sino a vencer con el bien.
Finalmente, Isaías menciona las manos del pueblo, que estaban “contaminadas de sangre” y llenas de iniquidad. Aquí, la imagen es clara: sus acciones estaban manchadas por el pecado. La iniquidad, en este contexto, se refiere a un pecado deliberado y premeditado. Esto plantea una pregunta importante para nosotros: ¿qué tipo de pecados estamos cometiendo deliberadamente? Un verdadero creyente no debe sentirse cómodo en el pecado. La vida cristiana es una lucha constante contra la tentación y el pecado, y el cristiano debe estar en una batalla constante para agradar a Dios.
Es fácil caer en la trampa de la complacencia, pero el llamado de Isaías es un recordatorio de que debemos vivir en constante vigilancia y arrepentimiento. Si nuestras manos están manchadas de pecado, debemos buscar la purificación a través del arrepentimiento genuino. 1 Juan 1:9 nos asegura que si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad.
La exhortación de Isaías nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vida. La adoración a Dios debe manifestarse en cada aspecto de nuestro ser: palabras, pensamientos, acciones y decisiones. Si nuestras manos están manchadas, nuestras mentes vacías y nuestros pies apresurados hacia el mal, necesitamos un cambio radical. La verdadera adoración implica un esfuerzo consciente por alejarnos del pecado y acercarnos a la santidad, buscando siempre agradar a Dios en todas nuestras acciones.
La pregunta que debemos hacernos es: ¿estamos realmente adorando a Dios con todo nuestro ser? La adoración no es solo un acto que realizamos en un lugar específico o en un momento determinado; es un estilo de vida. Cada palabra que decimos, cada pensamiento que albergamos y cada acción que tomamos son parte de nuestra adoración a Dios. Si queremos ser verdaderos adoradores, debemos asegurarnos de que nuestras vidas reflejen nuestra fe.
La adoración genuina surge de un corazón transformado. Cuando permitimos que Dios trabaje en nuestro interior, nuestras palabras, pensamientos y acciones comienzan a alinearse con Su voluntad. Esto no significa que seremos perfectos, pero sí que estaremos en un proceso continuo de crecimiento y transformación. Dios está más interesado en la actitud de nuestro corazón que en los rituales que podamos ofrecer.
Por lo tanto, al considerar el mensaje de Isaías, se nos recuerda que la verdadera adoración implica un compromiso con la verdad, la justicia y el amor. Debemos ser intencionales en nuestra búsqueda de agradar a Dios en todas las áreas de nuestra vida. Esto nos llevará a un lugar de mayor intimidad con Él y nos permitirá ser instrumentos de Su paz y amor en el mundo.
En conclusión, el desafío que presenta Isaías es claro y relevante para nosotros hoy. Debemos revisar nuestros labios, nuestra mente, nuestros pies y nuestras manos. La verdadera adoración requiere una dedicación integral de nuestro ser a Dios. Si encontramos áreas en nuestras vidas que necesitan cambio, no debemos desanimarnos, sino más bien acercarnos a Dios en arrepentimiento y fe. Él está dispuesto a limpiarnos y a transformarnos, para que podamos ser verdaderos adoradores que lo honren en espíritu y en verdad. La adoración es más que un acto; es una forma de vida que debe reflejar la santidad y la gloria de Dios en cada aspecto de nuestra existencia.
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