Tema: Servicio. Título: "¿Cómo Servir a Dios con Pasión y Propósito? Los Secretos de Pablo para un Ministerio Poderoso" Texto: 2 Corintios 6: 4 – 6.
Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz
Introducción:
A La última vez que hablamos de este tema hicimos una feria de ministerio y me alegro mucho ver como muchas personas se animaron a servirle al Señor aquel día y de hecho ya lo están haciendo, después de comenzar existe una pregunta muy importante y es: ¿de qué manera le sirvo a Dios en el ministerio que Él me llamo a hacer? ¿Cómo lo hago? ¿Qué espera Él de mí? ¿Cuáles deben ser mis cualidades?
B. Quien mejor para responder estas preguntas que el apóstol Pablo, el personaje que para mí sencillo juicio es el cristiano más “grande” que ha existido, tal vez uno de los que más le sirvió al Señor, de los que más se preocupó por extender el reino de Dios en la tierra. La segunda carta a los Corintios es de sus cartas la más autobiografía, donde él cuenta mucho de su vida y de su ministerio. En el texto que acabamos de leer descubrimos una lista de lo que le caracterizo como siervo de Dios (En todo lo que hacemos, demostramos que somos servidores de Dios….TLA), esta lista sigue hoy vigente para todo aquel que trabaja para Dios, un siervo de Dios:
I. TRABAJOS (Ver 5)
A. La palabra usada aquí en griego es Kopos respecto a ella se dice: “kopos (κόπος, G2873) denota primariamente un golpe, azotamiento (relacionado con kopto , golpear, cortar); y de ello trabajo duro que resulta en cansancio, en desazón” (Vine NT).
Al igual que la virtud anterior después de mencionarla extiende el concepto especificando en que cosas se ha evidenciado este duro trabajo:
1. Desvelos.
2. Ayunos.
Para complementar esto leamos 2 Corintios 11:27, el texto es importante por que aclara que estos desvelos, que estos ayunos fueron muchos y además agrega el frío y la desnudez.
También 1 tes 2:9; 1 Corintios 4: 11 - 12 donde nos dice que el hecho de ser bi-vocacional era parte de su gran fatiga y abundancia de trabajo.
Siguiendo la línea del significado de Kopos la cual dice que el trabajo están extenuante que resulta en cansancio y desanimo podemos pensar en las innumerables veces que el apóstol se sintió así.
B. La obra del Señor demanda de los que se involucran en ella una fuerte carga de trabajo, la obra del Señor no es para los perezosos, la obra de Dios no es para aquellos que no están dispuestos a trabajar hasta sentirse muy cansados no solo un día sino las veces que se requiera.
II. MUCHA PACIENCIA (Ver 4).
A. La palabra paciencia aquí en griego es Hupomone. Según el erudito Barclay: “es casi imposible encontrar un vocablo que exprese toda la plenitud del significado….”. Sin embargo, se ha traducido como perseverancia, soportar y constancia. Luego, el texto pasa a enumerar una serie de experiencias acaecidas a Pablo en las cuales él ha debido ejercitar esta virtud y que demuestran su paciencia:
1. Sufrimientos.
2. Problemas.
3. Necesidades.
4. Azotes.
5. Cárceles.
6. Tumultos.
Complementemos esto con 2 Corintios 11: 23-25 que nos especifica aun mas la frecuencia con la que estas cosas le sucedían
B. Quien se involucra en el servicio ha de esperar estas cosas. Quien decide servirle al Señor será más probado que quien no lo hace, el trato de Dios, sus mismas imprudencias, el ataque del diablo hace que las pruebas sean muchas, pruebas inherentes al servicio, pruebas espirituales, familiares, laborales, estudiantiles, sentimentales etc. Por ello el siervo de Dios, si desea ser fiel, si desea no fracasar debe tomar aire y disponerse a enfrentar estas cosas.
C. Surge la pregunta: ¿de donde salió entonces la fuerza y la entereza para tanta paciencia y trabajo? Ella salió de varias convicciones que encontramos a lo largo de las epístolas:
1. La convicción de la resurrección (Fil 3:10- 12). Alrededor de esto gira todo en el ministerio de Pablo, ya que Cristo resucito, vale la pena servirle y sufrir por el.
2. La convicción del sacrificio. Hacer la obra de Dios por encima de cualquier otra cosa, de mis propósitos, deseos, sueños, metas, menospreciarme a mi mismo y aun de mi propia vida (Hechos 20: 23 – 24)
3. La convicción de la fortaleza (1 Tim 4:8). Una fuerte convicción de ser fortalecidos por Dios en cualquier cosa que pudiera ocurrir, Dios me dará la fuerza para soportar el sufrimientos.
4. La fortaleza del resultado (1 Tes 3:7). Fuente de animo en medio del duro trabajo es los resultados, los frutos de lo que hemos hecho para Dios. Los resultados del trabajo.
5. La convicción de la recompensa (2 Tim 4: 7- 8). Si Cristo resucito hay otra vida y en ella el recompensara todo sufrimiento y trabajo que pase por servirle.
Conclusiones:
Servir a Dios demanda esfuerzo, resistencia y fe en las promesas divinas. La perseverancia en medio de dificultades, motivada por convicciones como la resurrección y la recompensa eterna, fortalece al siervo. La fidelidad en el servicio produce frutos y recompensa en la eternidad.
VERSIÓN LARGA
La última vez que hablamos sobre el tema del servicio, realizamos una feria de ministerio y me alegró mucho ver cómo muchas personas se animaron a servirle al Señor aquel día; de hecho, ya están involucrándose en diversas actividades. Una vez que comenzamos a servir, surge una pregunta crucial: ¿de qué manera le sirvo a Dios en el ministerio al cual Él me ha llamado? ¿Cómo lo hago? ¿Qué espera Él de mí? ¿Cuáles deben ser mis cualidades como siervo? Estas interrogantes son esenciales para aclarar nuestra misión y nuestro enfoque en el servicio a Dios.
¿Quién mejor para responder a estas preguntas que el apóstol Pablo? Para mí, él es uno de los cristianos más grandes que ha existido; su vida estuvo marcada por un intenso deseo de servir al Señor y por una profunda preocupación por extender el reino de Dios en la tierra. La segunda carta a los Corintios es particularmente autobiográfica, en ella Pablo narra mucho sobre su vida y ministerio. En el texto que acabamos de leer, descubrimos una lista de características que lo definieron como siervo de Dios. En todo lo que hacemos, no solo en el ministerio, debemos demostrar que somos servidores de Dios.
El primer aspecto que Pablo menciona es el trabajo. En 2 Corintios 6:5, la palabra utilizada en griego es “kopos”, que se refiere a un trabajo duro que resulta en cansancio y desazón. Este término no solo implica esfuerzo físico, sino también una carga emocional y espiritual. Al profundizar en este concepto, Pablo especifica en qué se ha evidenciado su arduo trabajo: menciona los desvelos y los ayunos. En 2 Corintios 11:27, Pablo aclara que estos desvelos y ayunos fueron muchos, y también menciona el frío y la desnudez que experimentó a lo largo de su ministerio.
En 1 Tesalonicenses 2:9 y 1 Corintios 4:11-12, Pablo menciona que ser bi-vocacional fue parte de su gran fatiga y abundancia de trabajo. Esto nos recuerda que la obra del Señor demanda un esfuerzo significativo y que no es para los perezosos. Aquellos que se involucran en el servicio a Dios deben estar dispuestos a trabajar hasta sentirse cansados, no solo un día, sino tantas veces como sea necesario. La obra de Dios requiere dedicación, esfuerzo y, a veces, sacrificios personales.
Pasando al segundo aspecto que Pablo menciona, encontramos que, además del trabajo arduo, se requiere mucha paciencia (ver 2 Corintios 6:4). La palabra en griego que se utiliza aquí es “hupomone”, que se traduce como perseverancia, soportar y constancia. El erudito Barclay señala que es casi imposible encontrar un vocablo que exprese toda la plenitud del significado de esta palabra. En el mismo versículo, Pablo enumera una serie de experiencias que le han exigido ejercer esta virtud, incluyendo sufrimientos, problemas, necesidades, azotes, cárceles y tumultos.
Es importante destacar que quien se involucra en el servicio debe estar preparado para enfrentar estas dificultades. Servir al Señor implica ser probado de maneras que quienes no se dedican al ministerio no experimentan. El trato de Dios, nuestras propias imprudencias y los ataques del enemigo generan pruebas numerosas y variadas: espirituales, familiares, laborales, estudiantiles, sentimentales, entre otras. Por ello, el siervo de Dios, si desea ser fiel y no fracasar, debe estar preparado para enfrentar estas adversidades con determinación y fe.
Ahora bien, surge la pregunta: ¿de dónde proviene la fuerza y la entereza para soportar tanto trabajo y tantas pruebas? Esta fortaleza surge de varias convicciones que encontramos a lo largo de las epístolas de Pablo. Primero, está la convicción de la resurrección (Filipenses 3:10-12). Para Pablo, todo gira en torno a la resurrección de Cristo; si Él resucitó, vale la pena servirle y sufrir por Él. Esta convicción le daba sentido a su sufrimiento y le proporcionaba motivación en medio de las dificultades.
La segunda convicción es la del sacrificio. Pablo entendió que hacer la obra de Dios requiere ponerla por encima de cualquier otra cosa, incluso de sus propios deseos, sueños y metas. En Hechos 20:23-24, Pablo expresa su disposición a menospreciarse a sí mismo y a su propia vida por el avance del evangelio. Esta mentalidad de sacrificio es fundamental para cualquier persona que desee servir a Dios de manera efectiva.
La tercera convicción es la fortaleza que Dios proporciona. En 1 Timoteo 4:8, Pablo afirma que Dios le dará la fuerza necesaria para soportar cualquier sufrimiento. Esta confianza en la fortaleza divina es esencial para mantenernos firmes en medio de las pruebas.
Además, Pablo también se apoyaba en la fortaleza que proviene de los resultados de su trabajo (1 Tesalonicenses 3:7). Los frutos de su ministerio, las vidas transformadas y las iglesias establecidas eran una fuente de ánimo en medio del duro trabajo. Ver los resultados de nuestro servicio puede ser un poderoso motivador para continuar en la obra de Dios, incluso cuando enfrentamos desafíos.
Por último, la convicción de la recompensa es fundamental en el ministerio. En 2 Timoteo 4:7-8, Pablo nos recuerda que si Cristo resucitó, hay otra vida en la que Él recompensará todo sufrimiento y trabajo que hayamos realizado por servirle. Esta perspectiva eterna nos impulsa a perseverar en el servicio a Dios, sabiendo que Él valora nuestro esfuerzo.
A lo largo de su ministerio, Pablo evidenció que servir a Dios demanda esfuerzo, resistencia y fe en las promesas divinas. La perseverancia en medio de las dificultades, motivada por convicciones como la resurrección y la recompensa eterna, fortalece al siervo. A medida que enfrentamos pruebas en nuestro camino, recordemos que cada desafío es una oportunidad para crecer en nuestra fe y en nuestra dedicación al servicio de Dios. La fidelidad en el servicio produce frutos y recompensas no solo en esta vida, sino también en la eternidad.
En conclusión, servir a Dios es un llamado a la acción que implica trabajo arduo, paciencia y una profunda convicción en Su fidelidad y promesas. El ejemplo de Pablo es un modelo a seguir para todos nosotros. Su vida y ministerio nos enseñan que, aunque el camino del servicio puede estar lleno de desafíos, también está repleto de oportunidades para experimentar la gracia y la provisión de Dios. A través de la obediencia y el compromiso, podemos llevar a cabo la obra que Él nos ha encomendado y, al mismo tiempo, ser testigos de Su poder transformador en nuestras vidas y en las vidas de aquellos a quienes servimos.
Como servidores de Dios, es crucial que mantengamos una actitud de entrega y disposición para trabajar en Su obra. Esto implica ser proactivos en buscar maneras de servir, estar dispuestos a sacrificar nuestro tiempo y recursos, y ser pacientes en medio de las pruebas. La obra de Dios no se realiza sin esfuerzo y dedicación; es en la entrega y la pasión donde encontramos el verdadero propósito en nuestro servicio.
Además, es vital que en nuestro servicio mantengamos una relación íntima con Dios. La oración y el estudio de la Palabra son herramientas esenciales que nos fortifican y nos guían en nuestro camino. A medida que nos acercamos a Dios, Él nos revela Su voluntad y nos da la fuerza necesaria para seguir adelante. La relación personal con Dios es la fuente de nuestra pasión y propósito en el ministerio.
Por otro lado, también es importante rodearnos de una comunidad de creyentes que comparta nuestra visión y pasión por servir a Dios. La iglesia es el cuerpo de Cristo, y juntos podemos apoyarnos, animarnos y exhortarnos en nuestro caminar. La unidad en el cuerpo de Cristo es fundamental para llevar a cabo la obra de Dios con efectividad. Compartir experiencias, orar unos por otros y trabajar en equipo nos ayuda a mantener el enfoque en nuestro llamado.
En este camino, no debemos desanimarnos ante las dificultades. Las pruebas son parte del proceso de crecimiento y madurez espiritual. Cada desafío superado nos hace más fuertes y nos prepara para enfrentar los retos futuros. Cuando miramos hacia atrás y vemos cómo Dios ha estado con nosotros en cada paso del camino, nuestra fe se fortalece y nuestra pasión por servir se renueva.
Finalmente, al reflexionar sobre cómo servir a Dios con pasión y propósito, recordemos que nuestra motivación debe ser el amor. El amor a Dios y a nuestros prójimos debe ser el motor que impulsa nuestro servicio. Cuando servimos desde un lugar de amor, nuestro ministerio se convierte en un reflejo del corazón de Cristo. Debemos buscar oportunidades para mostrar ese amor a través de nuestras acciones, nuestro tiempo y nuestros recursos.
El llamado a servir a Dios es un privilegio y una responsabilidad. Sirvamos con alegría, con gratitud y con la certeza de que cada esfuerzo cuenta en Su reino. Al final del día, nuestro deseo debe ser escuchar las palabras de nuestro Señor: "Bien hecho, buen siervo y fiel". Que cada uno de nosotros se comprometa a servir a Dios con pasión y propósito, sabiendo que nuestro trabajo no es en vano. La obra del Señor es grande, y hay mucho por hacer. Confiemos en Su guía y en Su fortaleza, y estemos listos para ser usados por Él en la expansión de Su reino en la tierra.
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