Tema: 40 Días de ayuno y oración. Título: Razones para ayunar. Texto: Isaías 58: 1 - 12. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz.
Introducción:
A. El ayuno es primariamente abstenernos de alimentos con el fin de buscar a Dios, pero también ayunar es la negación del yo, es abstenernos de todo aquello que pueda obstaculizar nuestra comunión con Dios. Existen ayunos totales donde nos abstenemos de todo alimento y bebida y ayunos parciales donde solo tomamos agua, o solo frutas o solo verduras, existen ayunos de un día, ayunos de tres días, ayunos de 21 días, de 40 días y más en al Escritura . en cuanto a los requisitos de un ayuno efectivo tenga en cuenta las cosas que ya hablamos la semana pasada sobre la oración eficaz. Después de este repaso muy general sobre el ayuno, nos centraremos hoy en contestar la pregunta: ¿para qué ayunar? O ¿cuáles serían los propósitos del ayuno?
I. AYUNAMOS PARA DIOS (Isaías 58:3b)
A. Es importante aclarar que al ayunar nos debe mover un motivo superior al de la satisfacción propia, ayunamos principalmente para agradar a Dios. El señor recrimina a su pueblo con las siguientes palabras de Isaías: “He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto” (Isaías 58:3), por ello la pregunta del versículo 5: “¿es tal el ayuno que yo escogí?”. Por ello las palabras de Jesús en el sermón del monte Mateo 6: 16 – 18, palabras que atacaban la actitud de los hipócritas fariseos quienes ayunaban para su propio orgullo confírmese esto en Lucas 18: 11, 12, allí se encuentra un ejemplo de lo que es ayunar no para Dios sino para uno mismo.
B. Entonces, si vamos a ayunar lo haremos en primer lugar como un acto de adoración a Dios donde pretendemos agradarle, no lo hacemos por motivos egoístas, para la auto gratificación personal, ni para pretender ganar con ello la salvación, ni para ser visto por los hombres. Cuando ayunamos una buena pregunta inicial es: ¿lo hago para Dios? (Zac 7:5).
II. AYUNAMOS PARA LA SANTIFICACIÓN. (Isaías 58:3a)
A. Hemos aprendido ya antes que una de las definiciones de santificación en la Biblia es: aquel proceso por medio del cual el creyente se hace más y más parecido a cristo este comienza en nuestra conversión continuando durante toda la vida del creyente. En este proceso es muy importante la humildad y a través del ayuno voluntariamente nos humillamos ante Dios para reconocer nuestra dependencia de él y expresar nuestro pesar por el pecado. (1 Samuel 7:6; Nehemías 9: 1 – 2).
B. Así pues, en el acto de ayunar le decimos a Dios: “Señor, dependo de ti y los pecados que cometo contra ti me afligen y vengo a suplicarte que me ayudes a vencerlos”.
III. AYUNAMOS PARA HACERNOS OIR (Isaías 58:4, 9).
A. Estos textos nos muestran que uno de los propósitos del ayuno es que: Nuestra voz sea oída, es que Jehová nos oiga, que el Señor diga: heme aquí. El ayuno es un potenciador de la oración por cuanto demuestra la intención de buscar a Dios con todo el corazón (Joel 2:12), cuando hacemos esto entonces hallaremos a Jehová (Jeremías 29: 13 – 14).
También muchas veces nuestra oraciones tiene el estorbo de las fuerzas satánicas y se requiere no solo de oración sino también de ayuno para vencer tales oposiciones (Daniel 10: 2 – 3 comp. 10 – 12) (Marcos 9: 28 – 29).
IV. AYUNAMOS PARA SER ILUMINADOS.
A. Hay evidencia bíblica que nos permite afirmar que el ayuno agudiza nuestros sentidos espirituales. Por ejemplo comparemos Daniel 1: 8, 12, 17, 19. Daniel se propone no contaminarse con la comida del rey, tal vez porque era comida prohibida a un judío o porque estaba preparada de manera inadecuada para un judío o porque había sido sacrificada a ídolos como resultado de esto obtuvo una agudización de sus sentidos espirituales para comprender “visiones y sueños”. (Daniel 9: 2 – 3). Esto podemos complementarlo con Daniel 10: 1 – 3 donde se nos habla del ayuno de 21 días del profeta que como fruto trajo sobre su vida la visión que se nos relata del versículo 5 en adelante.
B. Si requerimos de parte de Dios guía, sabiduría, dirección etc. nada mejor que el ayuno para potenciar la agudización de nuestros sentidos espirituales que nos permitirá discernir el plan y la voluntad de Dios.
Conclusiones.
Ayunar no es solo abstenerse de alimentos, sino un acto de adoración que nos transforma. Nos permite acercarnos a Dios, reconocer nuestra dependencia, ser escuchados y agudizar nuestra percepción espiritual. Al hacerlo con la intención correcta, encontramos propósito y dirección en nuestras vidas, fortaleciendo nuestra relación con el Creador.
VERSIÓN LARGA
El ayuno es una práctica espiritual que ha sido parte de la vida de los creyentes a lo largo de la historia. Se trata, en su esencia, de una abstención de alimentos y, en algunos casos, de otras actividades, con el fin de dedicarse a la búsqueda de Dios. Sin embargo, es fundamental entender que el ayuno no es solo un ejercicio de autocontrol o un intento de ganar favor divino, sino un acto profundamente espiritual que implica la negación del yo y la búsqueda de una mayor comunión con el Creador. En la Escritura, encontramos diferentes tipos de ayuno: hay ayunos totales, donde se prescinde de todas las comidas y bebidas, y ayunos parciales, donde se consumen solo ciertos alimentos, como frutas o verduras. También hay ayunos que pueden durar un día, tres días, 21 días, 40 días o incluso más. Cada uno de estos ayunos tiene su propósito y lugar en la vida espiritual de un creyente.
Es importante aclarar que el ayuno no debe ser visto como un medio para obtener lo que queremos, sino como una manera de acercarnos a Dios, de conocer Su voluntad y de alinearnos con Sus propósitos. A medida que profundizamos en el tema del ayuno, nos enfocaremos en responder a la pregunta: ¿para qué ayunar? O, más específicamente, ¿cuáles son los propósitos del ayuno según la Escritura?
El primer propósito del ayuno es que ayunamos para Dios. En Isaías 58:3b, encontramos que el Señor lamenta que Su pueblo ayuna con motivos egoístas. “He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto”. Esta declaración nos lleva a reflexionar sobre nuestras propias motivaciones al ayunar. Es fundamental que nuestros motivos sean superiores a los deseos de satisfacción personal. Al ayunar, debemos tener como objetivo principal agradar a Dios. La actitud de los fariseos, quienes ayunaban para recibir reconocimiento y alabanza de los hombres, es un claro ejemplo de cómo no debemos proceder. Jesús, en el Sermón del Monte, nos instruye sobre la importancia de la sinceridad en nuestra relación con Dios y nos advierte sobre los peligros de la hipocresía. En Mateo 6:16-18, nos dice que no debemos ayunar como los hipócritas, que demuestran su tristeza para que los demás los vean. En cambio, debemos hacerlo en secreto, buscando la aprobación de Dios y no de los hombres.
Si vamos a ayunar, lo haremos como un acto de adoración a Dios, buscando agradarle y no buscando la auto-gratificación. La pregunta inicial que debemos hacernos es: “¿Lo hago para Dios?”. Esta introspección es vital para asegurarnos de que nuestro ayuno sea genuino y espiritual. Un ayuno que no busca glorificar a Dios se convierte en un ejercicio vacío y sin propósito.
El segundo propósito del ayuno es la santificación. Isaías 58:3a nos recuerda que el ayuno es una oportunidad para humillarnos ante Dios y reconocer nuestra dependencia de Él. La santificación es el proceso mediante el cual el creyente se convierte en una imagen más fiel de Cristo. Este proceso comienza en nuestra conversión y continúa a lo largo de toda nuestra vida. A través del ayuno, expresamos nuestro deseo de ser transformados y renovados. Es un acto de humildad que nos permite reconocer nuestras faltas y nuestro pecado, así como nuestra necesidad de la gracia y el perdón de Dios. En 1 Samuel 7:6 y Nehemías 9:1-2, encontramos ejemplos de cómo el pueblo de Dios se humilló en ayuno, reconociendo su dependencia de Él y lamentando sus pecados.
Cuando ayunamos, le decimos a Dios: “Señor, dependo de ti, y los pecados que cometo contra ti me afligen. Vengo a suplicarte que me ayudes a vencerlos”. Este acto de rendición y dependencia es esencial en nuestro caminar cristiano. El ayuno nos ayuda a despojarnos de nuestro orgullo y a acercarnos a Dios con un corazón contrito y humillado. La humildad es un ingrediente vital en el proceso de santificación, y el ayuno es una herramienta poderosa para cultivar esa humildad en nuestras vidas.
El tercer propósito del ayuno es que nos hace oír. Isaías 58:4 y 9 nos muestran que uno de los objetivos del ayuno es que nuestra voz sea escuchada por Dios. El ayuno es un potenciador de la oración, ya que demuestra nuestra intención de buscar a Dios con todo nuestro corazón. En Joel 2:12, se nos invita a volver a Dios con todo nuestro ser, y el ayuno es una expresión tangible de ese deseo. Al hacerlo, podemos esperar que Dios responda, tal como lo promete en Jeremías 29:13-14: “Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”.
A veces, nuestras oraciones pueden verse obstaculizadas por fuerzas satánicas y espirituales que buscan impedir nuestro acceso a Dios. En tales situaciones, el ayuno se convierte en una herramienta poderosa para romper esas cadenas. En Daniel 10:2-3, el profeta ayuna para buscar la revelación de Dios, y en Marcos 9:28-29, Jesús enseña que algunos demonios solo pueden ser expulsados a través de la oración y el ayuno. Así, el ayuno se convierte en un medio para intensificar nuestra búsqueda de Dios y fortalecer nuestras oraciones.
El cuarto propósito del ayuno es que nos ilumina. La evidencia bíblica sugiere que el ayuno agudiza nuestros sentidos espirituales. En Daniel 1:8, 12 y 17, vemos cómo Daniel se niega a contaminarse con la comida del rey, lo que resulta en una mayor claridad espiritual y entendimiento. A través de su ayuno, Daniel recibió visiones y revelaciones divinas. Esto se complementa con Daniel 10:1-3, donde su ayuno de 21 días lo llevó a recibir una visión impactante y un mensaje de Dios.
Cuando buscamos dirección, sabiduría y claridad en nuestras vidas, el ayuno puede ser una de las herramientas más efectivas. Al despojarnos de las distracciones físicas, podemos concentrarnos mejor en Dios y en su voz. El ayuno nos ayuda a sintonizar nuestros corazones y mentes con la voluntad de Dios, permitiéndonos discernir su plan para nuestras vidas de manera más clara. Es en este estado de búsqueda y humildad que a menudo encontramos la sabiduría y la guía que necesitamos.
Adicionalmente, el ayuno puede ayudarnos a desarrollar una mayor sensibilidad hacia las necesidades de los demás. A menudo, cuando nos dedicamos a la oración y al ayuno, nuestros corazones se abren a las cargas y sufrimientos de aquellos que nos rodean. Esto nos lleva a un lugar de compasión y acción, donde no solo oramos, sino que también buscamos ayudar a los que están en necesidad. Isaías 58:6-7 nos recuerda que el verdadero ayuno no es solo una cuestión de abstenerse de alimentos, sino de actuar con justicia y amor hacia los demás. Cuando ayunamos, debemos recordar que el propósito no es solo nuestro crecimiento espiritual, sino también ser un canal de bendición para aquellos que nos rodean.
El ayuno también puede ser un tiempo de renovación y avivamiento espiritual. A lo largo de la historia, hemos visto cómo períodos de ayuno y oración han conducido a despertar espiritual en las comunidades y naciones. La iglesia primitiva practicaba el ayuno como una forma de buscar la dirección de Dios y experimentar Su poder en sus vidas. En Hechos 13:2-3, encontramos que los líderes de la iglesia en Antioquía estaban ayunando y orando cuando el Espíritu Santo los guió a apartar a Pablo y Bernabé para la obra misionera. Este tipo de avivamiento, que surge de una búsqueda sincera de Dios, es un testimonio del poder del ayuno.
Finalmente, al reflexionar sobre las razones para ayunar, recordemos que este acto nos acerca a Dios y nos permite experimentar Su poder y Su gracia de maneras profundas. Al ayunar, estamos afirmando nuestra fe y nuestra dependencia de Él. Estamos abriendo nuestros corazones a Su dirección y a Su voluntad. Al final de estos 40 días, podemos anticipar el impacto que tendrá este tiempo en nuestras vidas, en nuestras familias y en nuestras comunidades.
El ayuno es una disciplina espiritual que nos invita a profundizar en nuestra relación con Dios. Nos recuerda que no estamos solos en nuestras luchas y que Él está siempre dispuesto a escucharnos y guiarnos. Al comprometernos a este tiempo de búsqueda, podemos esperar ver la mano de Dios mover en nuestras vidas y en las vidas de aquellos que nos rodean.
A medida que avanzamos en estos 40 días de ayuno y oración, anhelemos un encuentro significativo con Dios. Busquemos Su rostro, rindamos nuestras vidas a Su voluntad y permitamos que este tiempo de dedicación transforme nuestros corazones y mentes. Al hacerlo, encontraremos la fuerza y la dirección que necesitamos para vivir como verdaderos discípulos de Cristo, llevando Su luz y Su amor a un mundo que tanto lo necesita.
En este viaje espiritual, es crucial recordar que el propósito del ayuno es acercarnos a Dios. Que cada día de este tiempo de ayuno nos acerque más a Su corazón y nos permita experimentar Su presencia de manera más profunda. Al hacerlo, encontraremos la fuerza y la dirección que necesitamos para vivir como verdaderos discípulos de Cristo, llevando Su luz y Su amor a un mundo que tanto lo necesita.
A medida que nos dedicamos a este tiempo de 40 días, es esencial que mantengamos una perspectiva correcta sobre el ayuno. No se trata de una mera actividad ritual, sino de un compromiso sincero de buscar a Dios con todo nuestro corazón. El ayuno es un medio para experimentar la transformación espiritual, y debemos abordarlo con seriedad y reverencia.
La historia del pueblo de Israel está llena de ejemplos de cómo el ayuno ha sido utilizado por Dios para llevar a cabo Su plan. Desde el ayuno de Moisés en el monte Sinaí hasta el ayuno de Esther cuando buscaba la salvación de su pueblo, el ayuno ha sido un elemento clave en la vida de aquellos que han buscado a Dios con fervor. Estos ejemplos nos inspiran y nos recuerdan que el ayuno no es solo una práctica antigua, sino una herramienta viva y activa que Dios utiliza para traernos más cerca de Él.
En conclusión, el ayuno es una práctica espiritual que tiene un propósito profundo y significativo. Al ayunar, buscamos agradar a Dios, humillarnos ante Él, ser escuchados y recibir dirección divina. También nos ayuda a desarrollar una mayor sensibilidad hacia las necesidades de los demás y nos invita a un tiempo de renovación y avivamiento espiritual. Al embarcarnos en este viaje de 40 días de ayuno y oración, que cada uno de nosotros se comprometa a buscar a Dios con todo nuestro ser, confiando en que Él nos guiará y transformará nuestras vidas a medida que nos acerquemos a Su presencia. Que este tiempo sea un tiempo de bendición, crecimiento y avivamiento, tanto en nuestra vida personal como en nuestra comunidad. Al final de este periodo, podremos mirar atrás y ver cómo Dios ha obrado en nuestras vidas, y cómo nos ha llevado a un lugar más profundo de relación con Él. El ayuno es una oportunidad para ser transformados, y al entrar en este tiempo, preparemos nuestros corazones para recibir todo lo que Dios tiene para nosotros.
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