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BOSQUEJO - SERMÓN: ELISEO Y LA VIUDA - EXPLICACIÓN 2 REYES 4: 1 - 7.

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BOSQUEJO (VERSION RESUMIDA)

Tema: 2 Reyes. Titulo: Eliseo y el aceite de la viuda. Texto: 2 Reyes 4: 1 - 7. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz.

Introducción:

A. Hoy nos encontramos frente a otro milagro del profeta Eliseo este milagro nos recuerda el pasaje de Elías y la viuda de Sarepta, ambos tiene similitudes marcadas.

B. Hallamos en este texto tres palabras claves para comprender el mensaje:

(Dos minutos de lectura)

I. DEUDA (ver. 1).

A. Nos encontramos en este texto con una mujer viuda, su esposo en vida era un profeta como Eliseo. No sabemos porque motivo el hombre adquirió una deuda que al momento de su muerte había quedado sin pagar, como era la costumbre los acreedores podían hacerlos esclavos y pagarse de esta manera. Esta era una situación muy difícil y delicada para esta mujer, la ocasión la hacia aun mas vulnerable de lo que ya era.

B. Esto me hace pensar en los problemas a los que nos lleva el hecho de no administrar bien los recursos económicos que Dios nos da, si lo recuerda uno de ellos es: !EVITAR LAS DEUDAS!.



II. CASA (ver. 2 - 4)

A. La mujer acude a Eliseo en busca de ayuda, ahora se trata de resolver el problema y para empezar es llamativa lo que Eliseo le dice a la viuda: "¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa" . La mujer le responde que lo único que tiene es una vasija de aceite. Eliseo entonces le ordena ir a las casas de sus vecinos y conseguir prestada cuantas vasijas pudiera conseguir, una vez hecho esto debía encerarse con sus hijos y usando su vasija de aceite debía empezar a verter en las demás del mismo hasta que se acabara.

B. Los problemas económicos deben ser resueltos y la declaración de Eliseo a la viuda nos invita a pensar en nuestros recursos. Cuando de solucionar problemas económicos se trata debemos preguntarnos: "¿que tengo en casa?" y usar aquello para salir adelante económicamente.



III. CESÓ (ver 5 - 7).

A. Con obediencia la mujer y sus hijos hicieron lo que el profeta les dijo, para su sorpresa de aquella única vasija de aceite alcanzo para llenar todas las demás que habían conseguido (no olvidemos que las vasijas no debían ser pocas según la orden que se le había dado a la mujer). El aceite alcanzo hasta donde hubieron vasijas, si hubieran conseguido mas vasijas, el aceite hubiera alcanzado para todas las demás también, !TODO UN MILAGRO DE DIOS!

La viuda busco a Eliseo y le conto lo que había sucedido, el profeta entonces le ordena vender el aceite y con el dinero pagarle a los acreedores pero no solo eso, también podían vivir del excedente con sus hijos.

B. Notemos que Dios realizo el milagro. Sin embargo, La mujer y sus hijos debían trabajar para venderlo. Debemos confiar en la provisión de Dios para nuestra vida, debemos creer que Dios se manifestara en nuestras finanzas con milagros y respaldo divino, debemos recordar que el respaldo económico de Dios para nosotros lo activa nuestra generosidad pero jamás debemos olvidar que Dios nos manda a trabajar, a ser emprendedores.



Conclusiones:

A. En conclusión, el relato de Eliseo y el aceite de la viuda en 2 Reyes 4:1-7 nos ofrece valiosas lecciones sobre la fe, la administración de los recursos y la obediencia a la voz de Dios. La situación de la viuda, marcada por la deuda y la vulnerabilidad, nos recuerda la importancia de manejar sabiamente nuestras finanzas y evitar caer en la trampa de las deudas. Además, nos invita a reflexionar sobre lo que realmente tenemos en nuestras manos y a utilizar esos recursos para enfrentar nuestros desafíos. El milagro del aceite, que se multiplicó conforme a la disposición de la viuda para actuar y trabajar, nos enseña que la provisión de Dios está ligada a nuestra obediencia y esfuerzo. Que este relato nos inspire a confiar en la generosidad divina mientras asumimos la responsabilidad de nuestras acciones, buscando siempre el respaldo de Dios en nuestras vidas y finanzas. Oremos para que seamos guiados a ser buenos administradores de lo que Él nos ha dado, confiando en Su capacidad para proveer abundantemente.


VERSION LARGA

Permítanme invitarlos a una historia que se encuentra en las páginas sagradas de 2 Reyes, un relato que, a primera vista, parece simple, pero que encierra verdades tan profundas como el océano y tan eternas como la promesa de Dios. Nos sumergimos en el capítulo 4, versículos del 1 al 7, y allí nos encontramos con un milagro del profeta Eliseo, un eco divino de aquel prodigio que su maestro, Elías, obró con la viuda de Sarepta. Ambos pasajes, como dos faros gemelos en la noche, nos señalan principios que son vitales para cada uno de nosotros que caminamos por fe.

En este texto, desentrañaremos tres palabras clave, tres pilares que sostienen el mensaje central de este pasaje: Deuda, Casa y Cesó. Y cada una de ellas, mis queridos amigos, nos hablará directamente al corazón y al alma.

La Sombra de la Deuda

Nos encontramos, al inicio de esta narrativa, con una mujer. Una viuda. Y esa sola palabra ya carga el peso de la vulnerabilidad en aquel tiempo. Su esposo, un hombre que había servido a Dios como uno de los profetas, había partido de este mundo, dejándola con un legado inesperado: una deuda. No sabemos el motivo exacto de esta obligación impaga. Quizás fue una necesidad imperiosa, un mal cálculo, o simplemente las circunstancias ineludibles de la vida. Pero la realidad era cruda y amenazante: los acreedores no solo exigían su pago, sino que, según la costumbre de la época, tenían el derecho de tomar a los hijos de la viuda como esclavos para saldar la cuenta. Imaginen por un instante el nudo en la garganta de esta madre, la desesperación que oprimía su pecho. Sus hijos, la única luz que le quedaba, estaban a punto de ser arrancados de su lado. Su situación era más que difícil; era una trampa, una agonía.

Esta escena nos golpea con una verdad innegable, una verdad que a menudo preferimos evitar: la importancia de una sana administración de los recursos que Dios, en Su infinita bondad, nos confía. Nos recuerda, con dolorosa claridad, las consecuencias que pueden derivarse de no manejar con sabiduría lo que se nos ha dado. Uno de esos principios fundamentales, que la misma sabiduría divina nos grita desde las Escrituras, es el de ¡EVITAR LAS DEUDAS! En un mundo donde el crédito fácil y el consumo desmedido son la norma, donde se nos bombardea con mensajes que nos invitan a vivir más allá de nuestras posibilidades, el testimonio de esta viuda es un grito de advertencia. La deuda puede ser un yugo, una cadena invisible que nos ata, que nos quita la paz y que, en casos extremos, puede amenazar lo más preciado que tenemos. No estoy diciendo que toda deuda sea mala, hay deudas para emprendimiento, para vivienda, pero la deuda excesiva, la que no podemos manejar, la que nos esclaviza, esa es la que Dios nos llama a evitar. La obediencia en nuestras finanzas es un acto de fe tanto como la oración. Es confiar en que Dios proveerá de maneras que no nos esclavicen, sino que nos liberen.

Lo Que Tienes en Casa

En medio de su angustia, esta viuda hace lo que todo creyente debería hacer: acude al hombre de Dios, al profeta Eliseo, buscando una intervención divina. Y la respuesta de Eliseo es, a primera vista, desconcertante, pero en realidad, es una joya de sabiduría celestial. Él no le ofrece una solución mágica inmediata, no le da dinero, ni le dice que espere por un milagro sin su participación. En cambio, le hace una pregunta que se clava en el alma, una pregunta que resuena a través de los siglos hasta llegar a nosotros hoy: "¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa."

¡Qué desafío! La mujer, en su desesperación, responde que lo único que tiene es una vasija de aceite. Una sola vasija, un poco de aceite, algo insignificante ante la magnitud de su problema. Pero la sabiduría de Eliseo y la dirección de Dios no se basan en la cantidad, sino en la disponibilidad.

Entonces, el profeta le da una orden que parece ridícula en su simplicidad y grandiosa en su implicación: "Ve y pide prestadas vasijas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. Luego, entra en tu casa con tus hijos, cierra la puerta, y empieza a verter de tu única vasija de aceite en todas las demás hasta que se llenen".

Aquí, mis amigos, se nos revela un principio de provisión divina. Cuando se trata de resolver nuestros problemas, especialmente los económicos, debemos detenernos y preguntarnos con honestidad: "¿Qué tengo en casa?" Es fácil lamentarnos por lo que no tenemos, por lo que nos falta, por las puertas que parecen cerradas. Pero Dios, en Su infinita sabiduría, a menudo comienza Su milagro con lo que ya poseemos, por insignificante que parezca. ¿Tienes un talento? ¿Una habilidad? ¿Una pasión? ¿Un pequeño recurso? ¿Una relación? ¿Un poco de tiempo? Dios puede tomar ese "poco de aceite" que tienes en tu vasija y multiplicarlo de maneras que van más allá de tu imaginación.

Los problemas económicos, o cualquier problema que enfrentemos, no se resuelven solo con quejas o parálisis. Se resuelven con fe y acción, usando aquello que Dios ya ha puesto en nuestras manos. La viuda no tenía una alacena llena de víveres, ni una cuenta bancaria abultada. Tenía una vasija de aceite y la obediencia para ir a pedir más vasijas vacías. A veces, nuestro milagro está escondido en la simple obediencia a lo que Dios nos dice que hagamos con lo poco que tenemos. Ese es el punto de partida.

Hasta Que Cesó

Y así, con una fe que debió haber sido un acto de pura valentía, la mujer y sus hijos hicieron exactamente lo que el profeta les había dicho. Se encerraron en su casa, un lugar de privacidad y obediencia. Y comenzaron a verter. De aquella única vasija, el aceite fluyó, llenando una vasija tras otra. Y para su asombro, para el nuestro, el aceite no se detuvo. Fluyó y fluyó hasta que llenó todas las vasijas que habían conseguido. Y aquí hay un detalle glorioso, un punto que subraya la magnificencia del milagro: "Y cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otra vasija. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite."

El aceite no cesó porque se hubiera agotado la fuente divina. ¡Cesó porque no hubo más vasijas para llenar! Si hubieran conseguido cien, doscientas, mil vasijas más, el aceite habría seguido fluyendo. ¡Esto es el milagro de Dios en acción! Su provisión no tiene límites, solo los límites de nuestra fe y nuestra obediencia. La mujer, radiante y con el corazón rebosante de gratitud, fue a contarle a Eliseo lo sucedido. Y la instrucción final del profeta fue tan práctica como divina: "Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede."

Aquí hay una lección dual, profunda y transformadora. Primero, Dios realizó el milagro, un acto sobrenatural de provisión que desafía toda lógica humana. Él es el Dios de lo imposible, el que multiplica lo poco en abundancia. ¡Podemos y debemos confiar en Su provisión para nuestra vida! Debemos creer que Dios se manifestará en nuestras finanzas con milagros y respaldo divino, que Él es capaz de suplir todas nuestras necesidades según Sus riquezas en gloria. Su respaldo económico no es solo para nuestra comodidad, sino a menudo, como en el caso de la viuda, para liberarnos de ataduras y permitirnos vivir con dignidad y generosidad.

Pero, y este es el segundo punto crucial, el milagro no terminó con el aceite. La mujer y sus hijos debían trabajar para venderlo. La provisión de Dios, aunque milagrosa en su origen, a menudo requiere de nuestra participación activa, de nuestro esfuerzo. Dios nos manda a trabajar, a ser emprendedores, a usar la sabiduría y la diligencia para administrar lo que Él nos ha dado. La fe sin obras es muerta, y la provisión sin administración se desvanece. El milagro de Dios no nos exime de la responsabilidad; al contrario, nos capacita para cumplir nuestra parte.

En conclusión, mis queridos amigos, el relato de Eliseo y el aceite de la viuda en 2 Reyes 4:1-7 es mucho más que una hermosa historia antigua. Es un manual divino para la vida, un mapa para la fe, una guía para la administración y una invitación a la obediencia. La situación desesperada de la viuda, marcada por la deuda y la vulnerabilidad, resalta la importancia crucial de manejar sabiamente nuestras finanzas y de evitar caer en la trampa de las deudas que pueden esclavizarnos y robarnos la paz. Es un llamado a la prudencia y a la responsabilidad.

Pero, más allá de la precaución, esta narrativa nos lanza una pregunta poderosa, que nos obliga a mirar hacia adentro: "¿Qué tienes en casa?" Nos invita a reflexionar sobre los recursos que ya tenemos en nuestras manos, por pequeños o insignificantes que parezcan, y a activarlos con fe para enfrentar nuestros desafíos. Dios no necesita que tengamos mucho; solo que seamos fieles con lo poco. Él es el multiplicador, el dador de la abundancia.

Y el milagro del aceite, que se multiplicó hasta que no hubo más vasijas, es un testimonio rotundo de que la provisión de Dios no tiene límites. Pero esa provisión está intrínsecamente ligada a nuestra obediencia audaz y a nuestro esfuerzo diligente. La fe y el trabajo van de la mano. Dios nos respalda, pero nos llama a ser socios activos en Su plan. Él hace el milagro, y nosotros somos llamados a administrar y a trabajar con lo que Él nos da.

Que este relato nos inspire, nos conmueva y nos impulse a confiar en la generosidad divina con una fe inquebrantable, sabiendo que Él es el Dios que provee abundantemente. Pero que también nos impulse a asumir la responsabilidad de nuestras acciones, a ser diligentes, creativos y sabios en la administración de cada recurso que Él nos ha confiado. Oremos fervientemente para que seamos guiados por Su Espíritu para ser buenos y fieles administradores de todo lo que Él nos ha dado, confiando siempre en Su infinita capacidad para manifestar milagros en nuestras vidas y en nuestras finanzas, para Su gloria y para nuestra bendición. Amén.

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