Tema: Primero de Reyes. Título: Falsos Profetas: ¡Detecta la Mentira y Protege Tu Fe Ahora! Texto: 1 Reyes 13: 11 - 34. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruíz.
Introducción:
A. El Señor nos sigue guiando en estas ultimas enseñanzas a meditar sobre la falsa religión y sus consecuencias. Hoy nos hallamos ante la historia de un extraño hombre que nos muestra las características de un falso mensajero de Dios.
B. Estas son:
(Dos minutos de lectura)
I. UN FALSO PROFETA ES DILIGENTE (ver. 12 - 14).
A. Se dice en el texto sobre este falso profeta que al enterarse de lo que el profeta de Judá había hecho se apresuró en su búsqueda y montado en un asno hallo al profeta descansando debajo de un árbol.
B. Los falsos profetas por lo general son gente muy diligente en buscar personas para engañar, como es claro esto no se da por amor a las almas de los mismos sino porque entre mas gente les siga mas dinero, fama y poder acumulan.
II. UN FALSO PROFETA MIENTE (ver. 16 - 19).
A. Al hallarlo el falso profeta le invita a su caso a departir con él, profeta de Judá le indica que no le es posible dado que Dios le prohibió comer, beber y volver por el mismo camino por el que había llegado a Bethel, no debía el entablar amistad con nadie del lugar. Armado de astucia y mentiras el viejo profeta inventa que ha recibido de Dios una palabra en la cual le da permiso al profeta de Judá para ir con él a su casa.
B. El falso profeta tiene una frase con la que convence a muchos incautos, esta es: "Dios me dijo", esta es una frase con la cual debemos tener sumo cuidado pues ha destruido iglesias, familias e individuos a mas no poder.
III. UN FALSO PROFETA MEZCLA LA VERDAD (ver. 20 - 23).
A. Sucede que estando sentados comiendo en al casa del falso profeta Dios le habla al mismo y le indica un juicio sobre el profeta de Judá por cuanto ha desobedecido la palabra que Dios le había dado.
B. ¿Cómo puede Dios usar a personas así? Una verdad que tenemos que saber es que fruto y dones van separados en muchos casos, el hecho de que Dios use a una persona, como en este caso para trasmitir un mensaje de Dios no implica de por si que esta sea una persona aprobada de Dios en su moral, en este caso esta persona solo es un instrumento de Dios.
C. Por otro lado, precisamente es la mezcla de la mentira y la verdad lo que hace tan penetrante la mentira y esta es una de las características mas sobresalientes del falso profeta, es esta su mayor artimaña y la forma como logra engañar a la mayor cantidad de personas.
IV. UN FALSO PROFETA LLEVA AL JUICIO (ver. 24 - 30).
A. El profeta de Judá fue muerto por un león quien no lo devoro ni a él, ni al Asno para mostrar con esto que lo que ocurría venia de Dios y no era una casualidad. El mismo falso profeta reconoce en el texto que el profeta de Judá había sido muerto por no haber obedecido la palabra que Dios le había dado.
B. Por cuanto un falso profeta nos llevara a desviarnos de Dios debemos esperar el juicio de Dios. Este es el peligro de caer en estas cosas, no es sencillamente desviarnos y ya es saber que al escucharlos y seguirlos nos exponemos al juicio de Dios. Es mas en ocasiones el falso profeta solo es la expresión del juicio de Dios para aquellos que han cerrado sus oídos a la verdad de la predicación.
Conclusiones:
La historia del falso profeta en 1 Reyes nos advierte: su diligencia, sus mentiras ("Dios me dijo"), y la sutil mezcla de verdad con error son trampas letales. Ignorar la verdad por su voz expone al juicio divino. Es crucial discernir, aferrarnos a la Palabra y evitar la falsa seguridad que desvía del camino de Dios.
VERSION LARGA
En este tiempo que se escurre entre los dedos, el Señor nos sigue susurrando verdades. Nos guía, con una paciencia inquebrantable, a meditar sobre esa sombra persistente: la falsa religión. Y sus consecuencias. Hoy, nos detenemos en una historia que emerge de las páginas de Primero de Reyes, capítulo 13, versículos 11 al 34. Un relato que no es cómodo. Habla de un hombre extraño. Un mensajero. Que nos revela las características, tan sutiles como devastadoras, de lo que es un falso profeta. No es una simple fábula antigua. Es una advertencia. Un eco que resuena en nuestros días, en nuestras iglesias, en nuestros propios corazones.
Lo primero que emerge de este relato es una cualidad que, a primera vista, podría engañar: un falso profeta es diligente.
El texto nos dice, con una frialdad casi mecánica, que este viejo profeta de Bet-el, al enterarse de lo que el profeta de Judá —ese mensajero fiel que había desafiado al rey Jeroboam— había hecho, se apresuró. No dudó. No esperó. Montado en un asno, fue tras él. Lo encontró. Descansando. Bajo un árbol. Una imagen de vulnerabilidad. El profeta de Judá, agotado de su misión, de su obediencia rigurosa, se había detenido. Y el otro, el falso, actuó con una rapidez calculada.
Los falsos profetas. Son, por lo general, personas de una diligencia asombrosa. No hay pereza en su búsqueda. Son incansables en la tarea de encontrar, de rodear, de atraer a sus posibles engañados. No se detienen ante la fatiga. Pero esta diligencia, esta energía que desprenden, no nace del amor. No es el amor por las almas perdidas lo que los impulsa. Es otra cosa. Una ambición fría. Una sed insaciable. Cuanta más gente les siga, más se acumulan sus reservas: dinero, esa seguridad tan efímera; fama, ese aplauso vacío; poder, esa ilusión de control sobre otros. Son constructores de imperios sobre arenas movedizas. Su afán no es el reino de Dios, sino el suyo propio. Y en esa búsqueda, no escatiman esfuerzos. Su diligencia es una trampa. Una fachada.
Y de la diligencia, pasamos a la herramienta principal de su oficio: un falso profeta miente.
Cuando el viejo profeta de Bet-el halló al profeta de Judá, le hizo una invitación. Simple. Mundana. Ven a mi casa, le dijo, a comer. A beber. A departir. El profeta de Judá, que había recibido un mandato claro de Dios —no comer, no beber, no volver por el mismo camino, no entablar amistad con nadie de ese lugar idólatra— le indicó que no. Con la voz de la obediencia, explicó su prohibición divina. Era una prueba. Una obediencia radical.
Pero el falso profeta. Armado. No con la verdad, sino con astucia y mentiras. Inventa. Se fabrica una revelación. Una palabra de Dios. Que es una contradicción directa de lo que ya había sido dicho. "Un ángel me ha hablado por palabra de Jehová, diciendo: Hazle volver contigo a tu casa para que coma pan y beba agua." Una frase que suena a verdad. Que apela a la autoridad divina. Y con esa frase, con esa fabricación, el profeta de Judá cede. Entra en la casa del mentiroso. Come. Bebe. Rompe el mandamiento.
Aquí reside el peligro más grande, el arma más letal del falso profeta: la frase "Dios me dijo". Es una frase que convence a muchos incautos. Una afirmación que, pronunciada con convicción, puede mover montañas de fe y obediencia mal dirigida. Debemos tener sumo cuidado con esa frase. Porque ha sido, y sigue siendo, una herramienta de destrucción. Ha destrozado iglesias, dividiéndolas, sembrando cizaña donde debería haber unidad. Ha quebrado familias, enfrentando a padres contra hijos, esposos contra esposas, bajo el pretexto de una "palabra profética" que viene del engaño. Ha arruinado individuos, llevándolos por caminos de ruina financiera, moral y espiritual, todo justificado por un supuesto "Dios me dijo". Es una frase que exige discernimiento. Un examen riguroso a la luz de la Palabra escrita de Dios. Porque el Padre no se contradice. Su Espíritu no susurra lo opuesto a lo que ya reveló. La mentira, vestida de "revelación divina", es el veneno más potente.
Y lo más perturbador, lo que hace al falso profeta tan peligroso, es que mezcla la verdad.
La historia se retuerce en el versículo 20. Están comiendo. Sentados en la casa del mentiroso. Y entonces, ocurre lo impensable. Dios mismo. Le habla. Al falso profeta. Le indica un juicio. Sobre el profeta de Judá. Por cuanto había desobedecido la palabra que Dios le había dado. Una verdad. De la boca de un mentiroso. ¿Cómo es posible?
Esta es una verdad difícil de tragar, una que debemos grabar en lo más profundo de nuestra conciencia: fruto y dones van separados en muchos casos. El hecho de que Dios use a una persona, como en este caso, para transmitir un mensaje de Él, un mensaje que es verdad, no implica, por sí mismo, que esa persona sea aprobada por Dios en su moral, en su carácter, en su vida. En ocasiones, esa persona es solo un instrumento. Una boca. Usada por el Soberano, en Sus misteriosos designios, para llevar a cabo un propósito específico. Dios puede usar una vara torcida para escribir recto. Esto no valida la vara.
Precisamente, es esta mezcla de la mentira y la verdad lo que hace que el engaño sea tan penetrante. Tan difícil de desenmascarar. Es la gota de veneno en un vaso de agua cristalina. Es la semilla de error sembrada entre hilos de verdad. Y esta es, de hecho, una de las características más sobresalientes del falso profeta. Su mayor artimaña. Su estrategia maestra. Es la forma como logra engañar a la mayor cantidad de personas. El incauto no detecta la falsedad porque viene envuelta en algo que parece real. Una profecía que se cumple. Un consejo que suena sensato. Una emoción que parece genuina. Pero en el corazón, el propósito es el engaño. La desviación. La destrucción. El verdadero peligro no es una mentira descarada, sino una verdad adulterada.
Y el desenlace, el final de esta historia sombría, nos lleva al punto más crítico: un falso profeta lleva al juicio.
El profeta de Judá, el obediente pero engañado, fue muerto. Por un león. Pero no fue un ataque al azar. No fue una tragedia sin sentido. El león no devoró al profeta. Ni siquiera al asno. Permaneció allí, inmóvil, junto al cuerpo. Un signo. Una señal clara para que todos vieran que lo que ocurría venía de Dios. Que no era una casualidad. Incluso el mismo falso profeta, el anciano de Bet-el, lo reconoce en el texto: el profeta de Judá había sido muerto por no haber obedecido la palabra que Dios le había dado. La desobediencia, nacida del engaño, tuvo una consecuencia. Fatal.
Y aquí, la verdad nos golpea con la fuerza de un rayo. Por cuanto un falso profeta nos llevará, inexorablemente, a desviarnos de Dios, debemos esperar el juicio de Dios. Este es el peligro. La terrible consecuencia de caer en estas cosas. No es sencillamente un pequeño desvío. No es un error sin trascendencia. Es saber que al escucharlos y seguirlos, al poner nuestra fe y nuestra obediencia en sus palabras torcidas, nos exponemos. Nos colocamos voluntariamente bajo el juicio de Dios. La gravedad es inmensa. Es una cuestión de vida o muerte eterna.
Es más. En ocasiones, el falso profeta, esa figura engañosa, es solo la expresión. El instrumento. Del juicio de Dios mismo. Para aquellos que han cerrado sus oídos a la verdad. A la verdad de la predicación pura. A la Palabra de Dios sin mezcla. Cuando el corazón se endurece, cuando la verdad es rechazada una y otra vez, Dios permite, en Su soberanía y justicia, que el engaño florezca. Que los que aman la mentira sean entregados a ella. Es una advertencia solemne para cada uno de nosotros.
La historia del falso profeta en 1 Reyes nos advierte. Nos grita, en un susurro gélido, desde el pasado. Su diligencia, que parece celo. Sus mentiras, disfrazadas de "Dios me dijo". Y, sobre todo, la sutil mezcla de verdad con error. Son trampas. Letales. Ignorar la verdad de la Palabra de Dios, el fundamento inmutable, por la voz seductora del engañador, expone. Nos expone al juicio divino. Es crucial. Absolutamente vital. Discernir. Desvelar las artimañas. Aferrarnos, con uñas y dientes, a la Palabra de Dios. A la Escritura que es lámpara y lumbrera. Y evitar, a toda costa, la falsa seguridad que desvía. Que conduce lejos. Lejos del camino. Lejos de la vida. Lejos de Dios.
¿Cómo, entonces, discernimos en medio de tanto ruido? ¿Qué voz escuchamos? ¿A quién seguimos en este laberinto de voces? La respuesta sigue siendo la misma. La que ha sido siempre. ¿Volvemos a las Escrituras? ¿O buscamos el camino fácil de una "nueva revelación" que nos acaricie los oídos, aunque nos desvíe el alma?
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