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Tema: Amargura. Título: Amargura de Noemi. Texto: Ruth 1. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz.
Introducción:
A. La próxima semana
tendremos nuestro congreso de mujeres. Hoy les compartiré sobre una de las
razones por las cuales hacemos este tipo de eventos.
B. Tenemos en nuestra historia a Noemí, hubo una época en al cual
Noemí era feliz, muy feliz, tenía esposo e hijos a quienes amaba. Sin embargo,
la tragedia visito su vida, primero fue su esposo Elimelec quien falleció, diez
años después sus dos hijos Mahlon y Quelion, este hecho la lleno de una profunda
amargura.
Hoy hablaremos de la amargura, este es un malsano sentimiento que afecta
a muchas mujeres hoy día. Veremos hoy como se evidencia la amargura.
I. SE EVIDENCIA EN EL HABLAR.
A. Varias frases dichas por Noemí, entre otras, nos indican esto:
1. “Pues la mano de Jehová ha salido contra mi” (Ver 13).
2. “Porque en gran amargura me ha puesto el todopoderoso” (Ver 20).
3. “Pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías”, “Ya que Jehová ha
dado testimonio contra mí, y el todopoderoso me ha afligido” (Ver 20, 21).
B. Estas frases indica varias cosas:
1. Noemí no deja de creer en Dios.
2. Aun así, piensa que Él sea puesto en su contra.
3. Piensa también que fue el quien le envió todas esas desgracias y la
ha amargado.
4. Siente que Dios le quito todo.
C. La amargura se nota en las palabras, la persona en amargura de espíritu
dice frases como estas ¿Cómo habla usted? ¿ha notado últimamente su hablar?
II. SE EVIDENCIA EN EL ASPECTO.
A. En el versículo 19 se evidencia esto, note la pregunta de los
moradores de Belén: ¿no es esta
Noemí? Según entendemos a pesar de los años ellos estaban acostumbrados a otra
Noemí, no a esta que ven hoy. Ahora, note que ella no ha dicho ni una sola
palabra, por tanto, todo lo que ellos pueden ver en ella es su aspecto y de su aspecto deducen que algo
muy malo le sucede.
B. La persona en espíritu de amargura no solo lo hace ver por sus
palabras sino también en su aspecto. Algunos se les nota en el descuido en su
ornato, en su aseo, en su presentación personal, en los gestos de la cara ¿se
ha fijado en su presentación personal? ¿Es así de costumbre o porque
sencillamente ya no le nace arreglarse? ¿ha notado el aspecto de su rostro?
III. SE EVIDENCIA EN LA PERSONALIDAD.
A. En el verso 20 ella dice: “No me llaméis Noemí, sino llamadme
Mara…”. El nombre Noemí quiere decir dulce, el nombre Mara quiere decir amarga.
No solo esto, sabemos que estos cambios de nombre en la Biblia evidencian algo
más, evidencian todo un cambio en la forma de ser de una persona
(Ejemplos Bíblicos de ello). Hubo una época en que todo para ella era dulce, aun
su forma de ser, más hoy en día todo a su alrededor es amargura: sus actitudes,
sus pensamientos, sus comportamientos, en fin, su carácter y personalidad.
B. La amargura cuando no es tratada es tan dañina que llega a afectar
a la persona total. Hay un cambio en todo su entorno y aun dentro de si misma,
pierde la esperanza, hace pacto con la muerte, vienen pensamientos de suicidio,
sus pensamientos son permeados por el pesimismo y sus actitudes para con otros
son agrias.
Conclusiones:
A. Resumen, confrontación, desafío y oración.
A. La historia no termina allí, la historia tiene un final feliz:
Cuando nació el niño, las
mujeres de Belén le decían a Noemí: «Bendito sea Dios que hoy te ha dado un
nieto para que cuide de ti. Dios quiera que cuando el niño crezca llegue a ser
muy famoso en todo Israel. Él te hará muy feliz, y te cuidará en tu vejez,
porque es hijo de tu nuera Rut. Ella vale más que siete hijos, porque te ama
mucho y ha sido muy buena contigo». Noemí abrazó al bebé con mucho cariño, y
desde ese día se dedicó a cuidarlo. Las vecinas buscaron un nombre para el bebé
y lo llamaron Obed; y a todos los amigos les decían: «¡Noemí ya tiene un hijo!»
Rut 4: 14 – 17
Así termina
la historia y ¿sabe por qué? Porque Dios restaura.
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La Amargura de Noemí
Ruth 1
Introducción:
La próxima semana, estaremos celebrando un evento muy especial: nuestro congreso de mujeres. Este es un momento de unión, de crecimiento espiritual y de reflexión. A menudo, en la vida, es importante detenernos y considerar las razones por las cuales realizamos estos eventos significativos. Hoy quiero compartir con ustedes una de esas razones fundamentales, que está enraizada en la historia de Noemí, un personaje bíblico que refleja las profundidades de la alegría y la tristeza en su vida.
Noemí vivió en una época en la que la felicidad parecía ser su compañera constante. Era una mujer que disfrutaba de la vida, rodeada de su esposo, Elimelec, y de sus dos hijos, Mahlon y Quelion, a quienes amaba profundamente. Sin embargo, como suele ocurrir en nuestra existencia, la tragedia no tardó en llegar. Primero, su esposo Elimelec falleció, y después, diez años más tarde, sus dos hijos también perdieron la vida. Esta serie de pérdidas sumió a Noemí en una tristeza profunda y en una amargura que transformó su vida por completo. Hoy, en esta reflexión, nos enfocaremos en la amargura, un sentimiento malsano que afecta a muchas mujeres hoy en día, y veremos cómo se evidencia en la vida de Noemí y puede resonar en nuestras propias vidas.
I. La amargura se evidencia en el hablar.
Uno de los aspectos más evidentes de la amargura es cómo se manifiesta en nuestras palabras. Las palabras tienen un poder inmenso y son un reflejo directo del estado de nuestro corazón. En la historia de Noemí, encontramos varias frases que revelan su dolor y sufrimiento. Por ejemplo, ella dice: “Pues la mano de Jehová ha salido contra mí” (Ruth 1:13). Este tipo de afirmaciones no solo nos muestran su profundo sufrimiento, sino también su percepción de que Dios estaba actuando en su contra. En su mente, la amargura que experimentaba era una especie de castigo divino.
Además, en otro momento, Noemí expresa: “Porque en gran amargura me ha puesto el Todopoderoso” (Ruth 1:20). Aquí, vemos que ella no solo está sufriendo, sino que también siente que no tiene control sobre lo que le sucede. Esta sensación de impotencia es un signo claro de la amargura. Cuando una persona se encuentra en este estado emocional, puede sentir que Dios le ha dado la espalda, lo que lleva a un distanciamiento espiritual.
Al analizar sus palabras, podemos deducir varias cosas importantes. En primer lugar, Noemí no ha dejado de creer en Dios. Su fe sigue presente y activa, aunque está marcada por el sufrimiento y la tristeza. Sin embargo, su visión de Dios ha cambiado; ahora lo ve como un adversario. En su dolor, ella piensa que Dios le ha enviado todas estas desgracias y que la ha amargado. Esta es una de las trampas más peligrosas de la amargura: distorsiona nuestra percepción de Dios y de nuestra relación con Él.
La amargura se manifiesta de manera clara en las palabras que usamos. Aquella persona que vive en un estado de amargura suele pronunciar frases cargadas de dolor y resentimiento. Por lo tanto, es fundamental reflexionar sobre cómo hablamos y cómo nuestras palabras pueden estar reflejando nuestro espíritu. Debemos preguntarnos: ¿Cómo habla usted? ¿Ha notado últimamente un cambio en su forma de expresarse? La amargura puede hacer que nuestras palabras se conviertan en un eco de nuestro sufrimiento, y es crucial ser conscientes de ello para poder buscar ayuda y sanación.
II. La amargura se evidencia en el aspecto.
Otra manifestación de la amargura se puede observar en nuestra apariencia física. En el versículo 19 de Ruth, los moradores de Belén reconocen a Noemí, pero lo hacen con sorpresa: “¿No es esta Noemí?” Esto sugiere que, a pesar del paso del tiempo, la comunidad estaba acostumbrada a ver a una Noemí llena de vida y alegría, no a la mujer que se presenta ante ellos ahora, marcada por el sufrimiento. Es evidente que su dolor ha dejado una huella visible en su apariencia. Noemí no ha pronunciado ninguna palabra en ese momento, pero su aspecto habla por ella. Los demás pueden deducir que algo muy malo le ha sucedido.
La amargura no solo afecta el estado emocional de una persona, sino que también se refleja en su aspecto físico. Las personas que viven en un estado de amargura a menudo descuidan su cuidado personal, su presentación e incluso su higiene. La tristeza puede llevar a una falta de interés en cómo nos vemos y en cómo nos presentamos ante el mundo. Es importante preguntarnos: ¿Cómo estamos cuidando de nosotros mismos? ¿Es habitual que nos presentemos de una manera descuidada, o simplemente hemos perdido el deseo de arreglarnos?
La amargura puede llevar a una persona a descuidar aspectos que antes eran importantes en su vida. Esto puede manifestarse en la falta de cuidado personal, en la forma en que nos vestimos, o incluso en la expresión de nuestro rostro. La tristeza y la amargura pueden hacer que una persona se aísle y se aleje de la comunidad, lo que a su vez puede intensificar su dolor. Por lo tanto, es vital tomar conciencia de nuestro aspecto y de cómo este puede estar relacionado con nuestro estado emocional. Debemos recordar que nuestra apariencia puede ser un reflejo de lo que estamos sintiendo por dentro, y es esencial buscar ayuda para sanar esa angustia interna.
III. La amargura se evidencia en la personalidad.
En el verso 20, Noemí hace una declaración significativa al decir: “No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara…” Este cambio de nombre es un indicador profundo de su estado emocional. El nombre Noemí significa dulce, mientras que Mara significa amarga. Este cambio no solo es un simple cambio de nombre; en la cultura bíblica, los nombres reflejan la esencia de la persona. Al cambiar su nombre, Noemí está señalando un cambio profundo en su identidad y su forma de ser. En su pasado, su vida estaba llena de dulzura y alegría, pero ahora todo a su alrededor está impregnado de amargura. Sus actitudes, pensamientos y comportamientos han sido transformados por su dolor.
La amargura, cuando no se trata adecuadamente, puede tener efectos devastadores en la persona. Puede afectar no solo el entorno que rodea a quien la padece, sino también su propia identidad. La amargura puede llevar a la desesperanza, hacer que una persona pierda la alegría de vivir e incluso provocar pensamientos oscuros de autolesionarse. Estos pensamientos pueden surgir de la sensación de que la vida no tiene sentido y de que el dolor es insuperable. El pesimismo se convierte en una sombra constante, afectando la forma en que se relaciona con los demás y generando actitudes negativas.
El carácter y la personalidad de una persona amargada se convierten en un reflejo de su dolor, y es crucial que quienes se encuentran en esta situación busquen ayuda y sanación antes de que este sentimiento consuma por completo su vida. La amargura no solo afecta la relación de una persona con Dios, sino también con su entorno. Las relaciones interpersonales pueden deteriorarse, y la amargura puede crear un ciclo vicioso de dolor y soledad.
Conclusiones:
En resumen, hemos explorado cómo la amargura se manifiesta en diferentes áreas de la vida de una persona. Hemos examinado su efecto en el hablar, en la apariencia y en la personalidad. Esta reflexión nos confronta y nos desafía a examinar nuestras propias vidas y actitudes. Es fundamental reconocer que la amargura, aunque puede ser un sentimiento natural ante el dolor y la pérdida, no debe definirnos ni controlarnos.
A pesar del dolor que experimentó Noemí, la historia no termina en la amargura. Hay un mensaje de esperanza en su relato. Cuando nació el niño, las mujeres de Belén le decían a Noemí: “Bendito sea Dios que hoy te ha dado un nieto para que cuide de ti. Dios quiera que cuando el niño crezca llegue a ser muy famoso en todo Israel. Él te hará muy feliz y te cuidará en tu vejez, porque es hijo de tu nuera Rut. Ella vale más que siete hijos, porque te ama mucho y ha sido muy buena contigo” (Ruth 4:14-17). Esta parte de la historia muestra que Dios puede restaurar lo que ha sido perdido y traer alegría nuevamente a nuestros corazones.
La historia de Noemí es un poderoso recordatorio de que la amargura no tiene la última palabra en nuestras vidas. Es posible que enfrentemos momentos de dolor y sufrimiento, pero a través de la fe en Dios y el apoyo de nuestra comunidad, podemos encontrar sanación y restauración. Noemí experimentó un cambio radical en su vida, y también nosotros podemos tener la esperanza de un nuevo comienzo. Dios tiene el poder de transformar nuestra amargura en alegría y de renovar nuestras esperanzas. Si nos acercamos a Él con un corazón sincero, encontraremos el consuelo y la paz que necesitamos para seguir adelante.
Al final del día, la historia de Noemí nos enseña que, aunque la vida puede ser dura y llena de desafíos, la esperanza siempre está presente. Debemos buscar ayuda en Dios y en nuestra comunidad, ya que juntos podemos superar la amargura y encontrar la redención. La vida está llena de altibajos, pero con la guía divina, podemos aprender a sobrellevar nuestras cargas y encontrar la luz incluso en los momentos más oscuros. Es un llamado a la resiliencia, a la fe y a la esperanza, recordando que Dios siempre está dispuesto a restaurar nuestras vidas y a hacernos nuevos.
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