Por: Pastor Edwin Guillermo Nuñez Ruiz
✝️ LAS BIENAVENTURANZAS ✝️: 8 Claves Para Ser Feliz (Dios lo Promete) 🙌
INTRODUCCIÓN
1. Cuando empezamos a ver más de cerca “El Sermón del Monte,” lo primero que observamos es la sección conocida como Las Bienaventuranzas” - Mateo 5:3-12
a. La palabra “bienaventuranza” significa “bendición o felicidad suprema”
b. Encontramos a Jesús disertando las bendiciones de aquellos que poseen ciertas cualidades
2. Es así como Jesús estaba contestando dos preguntas que la gente pudiera estar haciendo:
a. ¿Quiénes son los ciudadanos de “el reino de los cielos”?
b. ¿Qué beneficios reciben?
3. Mi aplicación de este pasaje será algo diferente de lo usual
a. La mayoría enfoca este pasaje para examinar cada bienaventuranza en detalle antes de ir a la siguiente
b. Pero observaremos la sección entera en un doble enfoque total
1) Observándola desde dos diferentes perspectivas
2) Tomando dos lecciones al hacerlo así
4. En esta lección, consideremos “Las Bienaventuranzas” desde el punto de vista de la pregunta: “¿Quiénes serán los ciudadanos del reino?” [En otras palabras, ¿cuál es el carácter requerido de los ciudadanos del reino?]
I. SU CARÁCTER INVOLUCRA CUALIDADES RELACIONADAS ENTRE SI
A. ELLOS POSEERÁN LA TOTALIDAD DE ESTAS GRACIAS...
1. Solo aquellos que poseen la totalidad de las cualidades descritas verdaderamente serán ciudadanos del reino
2. Porque debe ser evidente que algunos pudieran ser...
a. “Pobres en espíritu,” pero no “hambrientos y sedientos de justicia.”
b. “Entristecidos,” pero no “limpios de corazón”
c. “Mansos,” pero no “pacificadores”
d. “Perseguidos,” pero no “por causa de la justicia”
Como las cualidades están relacionadas entre si viene a ser obvio como consideramos que...]
II. SU CARÁCTER INCLUYE OCHO CUALIDADES
A. ELLOS SON “POBRES EN ESPÍRITU”... (Ver 3) “Bienaventurados los pobres en espíritu”
1. “Ser pobres en espíritu es tener una opinión humilde de sí mismo; ser sensible a que somos pecadores, y no confiar en la rectitud de nosotros mismos; ser de buena voluntad para ser salvos tan sólo por la gracia y la misericordia de Dios” (Barnes)
2. Por ejemplo, convencido de nuestra propia carencia espiritual a. Ejemplificado por el recaudador de impuestos en Luc 18:13 “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.”
3. Lo opuesto de “pobre en espíritu” sería “orgulloso de corazón” y aquellos que son de esta manera son más semejantes a:
a. Los fariseos de Luc 18:9-14.
b. Los laodicenses de Apoc 3:17-19: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.”
B. ELLOS “LLORAN”... (Ver 4) “Bienaventurados los que lloran,”
1. Llorar, ¿por qué? Porque reconocemos que hemos pecado en contra de Dios que es santo. Reconocemos que hemos deshonrado su nombre y hemos lastimado su corazón.
a. Como lo hizo David después de su adulterio con Betsabé - Sal 51:3-4: “Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio”
2. Observe la relación entre estas dos primeras características
a. A menos que alguien sea primero “pobre en espíritu”
b. Ellos no “llorarán” por su pobreza espiritual
C. ELLOS SON “MANSOS”... (Ver 5) “Bienaventurados los mansos,”
1. No significan "cobarde", ni "tímido", ni "pasivo". Manso en el griego “praus” se utilizaba para referirse a animales domesticados. Específicamente caballos y bueyes los cuales son poderosos. Estos enseñados y disciplinados obedecen al humano.
2. Manso en Mt. 5:5 se refiere a una persona que voluntariamente se sujeta a Dios. El manso está sumiso a Dios, obediente, nunca rebelde ni desobediente. No resiste a Dios. Siempre dice, "Hágase tu voluntad y no la mía". Todos sus deseos, pensamientos, instintos, e impulsos están sujetos a la voluntad de Dios.
3. También se refiere a las personas de comportamiento gentil y humilde, 1PD 3:23.
Conclusiones:
Las Bienaventuranzas muestran que la verdadera felicidad y bendición provienen de tener un carácter humilde, arrepentido, manso y justo. Estos atributos, interrelacionados, definen a quienes pertenecen al reino de los cielos. Ser ciudadanos del reino requiere cultivar todas estas virtudes, no solo algunas, para reflejar el carácter de Cristo en nuestra vida diaria. La integración de estas cualidades nos prepara para vivir en paz y justicia, y nos acerca a la bendición divina.
✝️ LAS BIENAVENTURANZAS ✝️
Cuando comenzamos a estudiar “El Sermón del Monte”, una de las primeras secciones que captan nuestra atención es la conocida como Las Bienaventuranzas, que se encuentra en Mateo 5:3-12. La palabra “bienaventuranza” significa “bendición o felicidad suprema”. En esta parte del sermón, Jesús presenta las bendiciones que corresponden a aquellos que poseen ciertas cualidades que son esenciales para ser parte del reino de los cielos. Este pasaje no solo es un conjunto de declaraciones, sino una respuesta a preguntas fundamentales que la gente se hacía en ese momento: ¿Quiénes son realmente los ciudadanos del reino de los cielos? ¿Qué beneficios obtienen?
Es interesante notar que mi enfoque en este pasaje será algo diferente al habitual. La mayoría de las interpretaciones se centran en examinar cada bienaventuranza de manera individual antes de pasar a la siguiente. Sin embargo, en esta ocasión, observaremos toda la sección desde una doble perspectiva, considerando dos lecciones simultáneamente. Comencemos nuestra reflexión sobre las bienaventuranzas planteándonos la pregunta: “¿Quiénes serán los ciudadanos del reino?” En otras palabras, debemos indagar en cuál es el carácter que se exige de los ciudadanos del reino de Dios.
El carácter de los ciudadanos del reino implica cualidades que están interrelacionadas. Es crucial entender que aquellos que verdaderamente son parte del reino poseen la totalidad de las cualidades descritas por Jesús. Esto quiere decir que no basta con cumplir con algunas de ellas. Por ejemplo, puede haber alguien que sea “pobre en espíritu”, pero que no esté “hambriento y sediento de justicia”. Otra persona puede estar “entristecida”, pero no ser “limpia de corazón”. También hay quienes pueden ser “mansos”, pero no “pacificadores”. Además, hay quienes son “perseguidos”, pero no lo son “por causa de la justicia”. Al considerar que estas cualidades están interrelacionadas, se hace evidente que la verdadera ciudadanía del reino de Dios requiere la presencia de todas ellas.
Las bienaventuranzas se componen de ocho cualidades que caracterizan a los ciudadanos del reino. La primera de estas cualidades es que son “pobres en espíritu” (Mateo 5:3). Ser “pobre en espíritu” implica tener una opinión humilde de uno mismo. Es reconocer nuestra condición de pecadores, ser sensibles a nuestra necesidad de salvación y no confiar en nuestra propia rectitud. Esta humildad nos lleva a aceptar la gracia y la misericordia de Dios. Un ejemplo claro de esta actitud se encuentra en la parábola del recaudador de impuestos, quien, en Lucas 18:13, se presenta ante Dios reconociendo su condición: “Dios, sé propicio a mí, pecador”.
El opuesto de ser “pobre en espíritu” es ser “orgulloso de corazón”. Aquellos que son orgullosos se asemejan a los fariseos de Lucas 18:9-14, quienes se creían justos y despreciaban a los demás. También se pueden comparar con los laodicenses de Apocalipsis 3:17-19, que afirmaban ser ricos y no tener necesidad de nada, sin darse cuenta de su verdadera pobreza espiritual. La segunda cualidad es que “lloran” (Mateo 5:4). ¿Por qué lloran? Porque reconocen que han pecado contra un Dios santo. Este llanto es el resultado de entender que hemos deshonrado el nombre de Dios y que hemos herido su corazón. Un ejemplo de esto es el rey David, quien, tras su adulterio con Betsabé, expresa su dolor en Salmos 51:3-4: “Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí”.
Es fundamental observar la relación entre estas dos primeras características. A menos que alguien sea primero “pobre en espíritu”, no experimentará el llanto por su pobreza espiritual. La tercera cualidad es que son “mansos” (Mateo 5:5). Ser manso no significa ser cobarde, tímido o pasivo. En el griego, la palabra “praus” se utilizaba para describir animales domesticados, como caballos y bueyes, que aunque son poderosos, son enseñados y disciplinados para obedecer a los humanos. Ser manso implica que una persona se somete voluntariamente a Dios, es decir, está dispuesta a obedecer y no es rebelde. Esta actitud se traduce en un corazón que dice: “Hágase tu voluntad y no la mía”. Además, la mansedumbre también se refleja en el comportamiento gentil y humilde, como se menciona en 1 Pedro 3:4.
La cuarta cualidad que Jesús menciona es que son “hambrientos y sedientos de justicia” (Mateo 5:6). Esto significa que los ciudadanos del reino tienen un deseo profundo y ardiente por la justicia de Dios. No se conforman con lo que el mundo ofrece, sino que anhelan vivir de acuerdo con la voluntad divina. Este anhelo es lo que motiva a los creyentes a buscar la justicia en todas las áreas de sus vidas, tanto personales como comunitarias. La búsqueda de la justicia debe ser una característica distintiva de aquellos que han sido transformados por el amor de Cristo.
La quinta cualidad es que son “misericordiosos” (Mateo 5:7). La misericordia está íntimamente relacionada con la compasión hacia los demás. Aquellos que han experimentado la gracia de Dios son impulsados a extender esa misma gracia a quienes los rodean. La misericordia no solo se trata de sentir compasión, sino de actuar en consecuencia, buscando aliviar el sufrimiento de los demás y ofreciendo perdón. La promesa es clara: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”.
La sexta cualidad es que son “limpios de corazón” (Mateo 5:8). Esto implica tener un corazón puro, libre de impurezas y maldad. La limpieza de corazón se refiere a la autenticidad y sinceridad en la relación con Dios y con los demás. Aquellos que son “limpios de corazón” tienen la capacidad de ver a Dios de una manera más clara y profunda. La pureza no solo se refiere a la conducta externa, sino que comienza en el interior, en los pensamientos y motivaciones del corazón.
La séptima cualidad es que son “pacificadores” (Mateo 5:9). Los pacificadores son aquellos que trabajan activamente por la paz en sus relaciones y en su comunidad. No son solo personas que evitan conflictos, sino que buscan restaurar la paz donde hay discordia. Este papel de pacificador refleja el carácter de Dios, quien es conocido como el Príncipe de Paz. Aquellos que buscan la paz son llamados “hijos de Dios”, porque reflejan la naturaleza de su Padre celestial.
Finalmente, la octava cualidad es que son “perseguidos por causa de la justicia” (Mateo 5:10). Esta bienaventuranza revela que ser parte del reino de Dios a menudo conlleva sufrimiento y oposición. Aquellos que se comprometen a vivir según los principios del reino enfrentarán persecución, pero esta persecución es un indicativo de que están en el camino correcto. La promesa de Jesús es que su recompensa será grande en los cielos.
En conclusión, las bienaventuranzas muestran que la verdadera felicidad y bendición provienen de tener un carácter humilde, arrepentido, manso y justo. Estos atributos, interrelacionados, definen a quienes pertenecen al reino de los cielos. Ser ciudadanos del reino requiere cultivar todas estas virtudes y no solo algunas, para reflejar el carácter de Cristo en nuestra vida diaria. La integración de estas cualidades nos prepara para vivir en paz y justicia, y nos acerca a la bendición divina.
Al meditar en estas enseñanzas, es fundamental que cada uno de nosotros examine su corazón y su vida. ¿Estamos cultivando estas cualidades en nuestra vida diaria? ¿Estamos dispuestos a ser “pobres en espíritu”, a llorar por nuestros pecados, a ser mansos y a buscar la justicia de Dios? La invitación de Jesús a experimentar la verdadera bienaventuranza es clara, y el desafío es nuestro: vivir de acuerdo con los principios del reino, reflejando su luz y amor en un mundo que tanto lo necesita. Al hacerlo, no solo nos convertimos en ciudadanos del reino, sino que también somos instrumentos de paz y esperanza para aquellos que nos rodean. La vida de cada creyente está destinada a ser un testimonio del amor y la gracia de Dios, y las bienaventuranzas son el marco que guía nuestro caminar en esta jornada de fe.
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