¿COMO MANTENER LA FE CUANDO SUFRIMOS? LO QUE JOB NOS ENSEÑA!
Introducción:
- PREGUNTA AL PUBLICO: ¿Cual ha sido el momento mas difícil en el que sintieron que Dios estaba ausente? (Comparte con la persona de al lado)
- Contexto del libro de Job: Job es un hombre justo que enfrenta un sufrimiento inexplicable. Sus amigos lo acusan de pecado, pero Job mantiene su integridad y busca respuestas de Dios.
- Tema central del capítulo 23: Job expresa su deseo de encontrar a Dios para presentar su caso y defender su inocencia. Aunque se siente abandonado, su fe en la justicia divina permanece firme.
- Aplicación para nosotros: En medio del sufrimiento, ¿cómo buscamos a Dios? ¿Cómo mantenemos nuestra fe cuando sufrimos?
I. Buscando a Dios (Job 23:1-5)
Actividad: (se le pide a cinco personas distintas que lean el pasaje, una cada versículo)
1. Job desea presentar su caso ante Dios:
- Job siente que Dios está ausente en su sufrimiento (v. 3).
- Anhela un encuentro directo con Dios para defender su inocencia (v. 4-5).
2. La importancia de la comunicación con Dios:
- Job no busca justificarse ante sus amigos, sino ante Dios.
- Aplicación: En nuestras luchas, ¿buscamos primero a Dios a tus amigos, o a ti mismo? ¿A quien buscamos cuando sufrimos? (pedimos a la gente que levante la mano según sea el caso)
3. Textos de apoyo:
- Salmo 42:1-2 – "Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía."
- Jeremías 29:13 – "Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón."
4. Frase celebre: "Si Dios nos parece lejano, ¿quién se ha alejado?." — A.W. Tozer
II. Manteniendo la fe (Job 23:6-9)
Actividad: (se le pide a cuatro personas distintas que lean el pasaje, una cada versículo)
1. Job confía en que Dios lo escuchará:
- Cree que Dios no lo oprimirá con Su poder, sino que lo escuchará con justicia (v. 6-7).
- Aunque no puede ver a Dios, confía en Su omnisciencia y justicia (v. 8-9).
2. La fe en medio de la oscuridad:
- Job no encuentra a Dios en su búsqueda, pero sigue creyendo en sus atributos
- Aplicación: ¿Sigues creyendo en la persona y atributos de Dios en medio del sufrimiento?
- Completa la frase: (se proyecta en la pantalla: Aunque no vea a Dios, confió en que el es: ....
3. Textos de apoyo:
- 2 Corintios 5:7 – "Porque por fe andamos, no por vista."
- Hebreos 11:1 – "La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve."
4. Frase celebre: "Nunca dudes en la oscuridad lo que Dios te mostró en la luz." — V. Raymond Edman
III. Confiando en el propósito (Job 23:10)
Antes de explicar el punto pedimos a los hermanos que escriban en un papel que han aprendido de sus pruebas pasadas, esto mientras se explica el punto al finalizar se recogen y se leen
1. El propósito de las pruebas:
- Job compara su sufrimiento con el refinamiento del oro (v. 10).
- Cree que, al final, saldrá purificado y vindicado.
2. El sufrimiento como herramienta de crecimiento:
- Aplicación: ¿Cómo podemos ver nuestras pruebas como oportunidades para crecer en nuestra fe y carácter?
3. Textos de apoyo:
- Romanos 8:28 – "A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien."
- Santiago 1:2-4 – "Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia."
4. Frase celebre:
- "El sufrimiento es el cincel con el que Dios esculpe nuestra alma." — Charles Spurgeon
Conclusión: Cuando Dios Guarda Silencio, Nuestra Fe Habla
Job 23 nos muestra que incluso los más justos pueden atravesar temporadas de silencio divino. Job clamó, buscó y anheló respuestas, pero Dios no le habló en ese momento. Sin embargo, en su angustia, Job eligió seguir confiando. No porque sintiera a Dios, sino porque sabía quién era Dios.
El sufrimiento no es una señal de abandono, sino una oportunidad para fortalecer nuestra fe. A veces, Dios permite que pasemos por el fuego no para destruirnos, sino para refinarnos. Como el oro, nuestra fe se purifica en la prueba.
Escribe en un papel una acción concreta que harás basado en este mensaje, por ejemplo: "Voy a confiar en Dios aunque no entienda" o voy a buscar a Dios en oración cada día"
Llamado a la acción:
Cuando enfrentes sufrimiento, ¿buscarás respuestas o buscarás a Dios? ¿Seguirás confiando, aunque no entiendas el propósito de tu dolor? ¿Permitirás que esta prueba te acerque más a Dios o te aleje de Él?
"Dios está más cerca de ti en la prueba de lo que crees. El silencio de Dios no es Su ausencia; es Su forma de trabajar en lo invisible." — Charles Spurgeon
VERSIÓN LARGA
¿Como mantener la fé cuando sufrimos? Lo que Job nos enseña.
Hay momentos en la vida, tanto en lo personal como en la trayectoria de una comunidad de fe, en los que el alma se siente como un barco a la deriva en un océano sin estrellas. Son esos instantes en los que el cielo parece haberse vuelto de plomo y la voz de Dios, que una vez fue un faro de guía, se ha disuelto en un silencio sepulcral. Son las temporadas de prueba, de dolor inexplicado, de noches largas en las que las oraciones parecen rebotar en un vacío. En esos abismos del espíritu, la pregunta no es si el dolor existe, sino si Dios está ahí, en medio de él. Si alguna vez te has sentido en ese lugar, si el eco de tu clamor ha regresado a ti sin respuesta, entonces la historia de Job no es una reliquia antigua; es un mapa para tu alma.
Imaginemos a Job. No como la figura arcaica de un libro polvoriento, sino como un hombre de carne y hueso. Un hombre que lo tenía todo: riqueza, familia, prestigio, una reputación de justicia que se extendía por toda la tierra. Su vida era un testimonio de la bendición de Dios. Y de un momento a otro, en un abrir y cerrar de ojos, lo perdió todo. Su prosperidad se hizo polvo, su familia se desvaneció en el viento de una tragedia, y su cuerpo, que antes rebosaba de salud, se vio consumido por la agonía. Es fácil, desde la comodidad de nuestra distancia, juzgar a Job. Pero si nos atreviéramos a vestirnos por un momento con el manto de su sufrimiento, entenderíamos el clamor de su corazón.
En el capítulo 23 de su historia, encontramos a Job en la cúspide de su tormento. Ha agotado sus palabras con sus amigos, quienes, en su limitada sabiduría humana, han llenado su dolor de falsas acusaciones y teologías vacías. Ha llegado a un punto en el que su alma ya no busca la justificación de los hombres, sino la vindicación de su Dios. "¡Oh, si supiera dónde encontrarlo!", clama su corazón. Su deseo no es el de un rebelde que busca pelear, sino el de un hijo que anhela un encuentro cara a cara con su Padre, para presentar su caso, para defender su inocencia no por orgullo, sino por la sed de que su Creador lo comprenda. "Si pudiera llegar hasta Su trono", dice, "le presentaría mi caso y llenaría mi boca de argumentos". Este es el primer y más crucial paso en medio de la adversidad: la búsqueda. No buscar justificaciones, no buscar excusas, no buscar la compasión vacía de los que nos rodean, sino buscar a Dios mismo.
Job, a pesar de su dolor, no busca respuestas en el clamor de sus amigos ni en la voz de sus propias dudas. Él anhela el encuentro con la Persona Correcta. Su clamor revela una fe profunda que ha pasado por el fuego. A pesar de sentir que Dios está ausente, él anhela un encuentro con el único que puede comprender su dolor y el único que tiene el poder de sanarlo. Es una lección vital para nosotros hoy. En nuestras luchas, ¿a quién acudimos primero? ¿Buscamos a nuestros amigos, que a menudo ofrecen consuelo temporal o, peor aún, consejos llenos de juicio? ¿O buscamos en nosotros mismos, tratando de encontrar respuestas en nuestra propia sabiduría limitada? El camino que se nos traza es claro y sin atajos: cuando el alma está en agonía, el primer paso es buscar a Aquel que es el único y verdadero consuelo, a la fuente de toda sabiduría.
Como el ciervo que brama por las corrientes de las aguas, nuestra alma debe clamar por Dios en los desiertos del sufrimiento. Es en esa búsqueda desesperada donde la fe se hace real, donde el deseo por Él supera cualquier otra necesidad. "Me buscaréis y me hallaréis", nos ha prometido el Señor, "porque me buscaréis de todo vuestro corazón". Esta no es una promesa para los que buscan casualmente, sino para los que persisten, para los que se niegan a soltar la mano de Dios, incluso si no pueden ver el rostro de Él. El gran teólogo A.W. Tozer, en su profunda sabiduría, nos lo recordó con una frase lapidaria: “Si Dios nos parece lejano, ¿quién se ha alejado?”. El sufrimiento no es una barrera para la presencia de Dios; es una oportunidad para buscarla con una intensidad que nunca antes habíamos conocido.
Sin embargo, a medida que el relato de Job avanza, nos encontramos con la paradoja más dolorosa y hermosa de la fe. Job busca, clama y anhela, pero no encuentra a Dios. “Voy al oriente, pero no está allí; voy al occidente, pero no lo encuentro. Tampoco lo encuentro cuando obra en el norte ni cuando se esconde en el sur. No lo veo en ningún lado.” La oscuridad se hace más densa, el silencio se hace más pesado. Este es el momento en el que el corazón humano se rinde, en el que la fe se quiebra. Pero el alma de Job, forjada en el horno de la justicia, se aferra a una verdad más grande que sus circunstancias. Aunque no puede ver a Dios, él confía en Su omnisciencia y en Su justicia. Su fe no depende de una sensación, de una visión o de una respuesta audible. Su fe se mantiene en pie en lo que sabe que Dios es, no en lo que sus ojos ven.
Esta es la segunda gran lección de Job: mantener la fe en medio de la oscuridad. Es fácil creer cuando el sol brilla, cuando las bendiciones nos rodean, cuando las respuestas a nuestras oraciones son tan claras como la luz del día. Pero la fe verdadera se prueba en la noche, en la tempestad, en el silencio. El apóstol Pablo nos lo recordó en su carta a los Corintios: “Porque por fe andamos, no por vista.” Y la Escritura nos define la fe con una claridad que nos corta el aliento: “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” La fe no es ciega; simplemente no se basa en lo que es tangible. Se basa en una certeza que trasciende lo visible. Se basa en el carácter de Dios. Job, al no encontrar a Dios, se aferró a la certeza de que Él es justo y poderoso, y que el poder de Él nunca lo oprimiría, sino que lo escucharía con justicia.
La vida de un creyente, entonces, no es un camino de respuestas instantáneas y de cielos abiertos. A menudo, es un sendero de preguntas sin respuesta inmediata. Pero es en esa senda donde nuestra fe se purifica. Nos invita a llenar la frase: "Aunque no veo a Dios, confío en que él es…". Y la respuesta debe ser: "Él es fiel. Él es bueno. Él es justo. Él es soberano. Él es amor." A.W. Tozer, con la sabiduría que el sufrimiento le había dado, nos dejó otra gema preciosa: “Nunca dudes en la oscuridad lo que Dios te mostró en la luz.” El recuerdo de las victorias pasadas, de las bendiciones recibidas, de las promesas cumplidas, debe ser el ancla de nuestra alma cuando la tormenta ruge y Dios parece estar en silencio.
Finalmente, Job se levanta en un acto de fe sublime que es la culminación de toda su prueba. Él mira a su sufrimiento no como un castigo, sino como un proceso. “Pero Él sabe mi camino; me probará, y saldré como oro.” En una de las declaraciones más profundas y hermosas de la literatura bíblica, Job compara su tormento con el refinamiento del oro. El oro, para ser puro, debe pasar por el fuego. El calor intenso derrite el metal, permitiendo que las impurezas se separen y sean removidas. Al final del proceso, el oro emerge con una pureza y un brillo que antes no tenía. Job, en medio de la agonía, se aferró a la certeza de que su sufrimiento tenía un propósito, un propósito que él no podía entender, pero en el que podía confiar. Él creía que su Dios, el mismo que había permitido que pasara por esa prueba, lo sacaría al otro lado purificado, vindicado y glorificado.
El sufrimiento, para el creyente, no es una señal de abandono; es, a menudo, una herramienta de crecimiento. Es el cincel con el que Dios, como un escultor paciente, moldea nuestro carácter. Es el fuego que elimina la escoria del orgullo, de la autosuficiencia, de la superficialidad de nuestra fe. Romanos 8:28 nos asegura que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. Esta no es una promesa de que todo lo que nos sucede es bueno, sino que Dios, en Su infinita sabiduría, puede usar incluso nuestras peores tragedias para tejer un bien mayor. Y Santiago 1:2-4 nos invita a un acto radical de fe: “Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”.
Cuando la prueba nos golpee, en lugar de preguntar: “¿Por qué yo?”, podríamos empezar a preguntarnos: “¿Qué quieres enseñarme, Señor?”. El sufrimiento es una escuela. Es el aula donde el carácter se forma, donde la empatía florece, donde la confianza en Dios se hace inquebrantable. Como Job, podemos creer que, al final del camino, saldremos de la prueba como oro purificado, con un carácter que no se habría podido forjar en la comodidad.
La historia de Job nos muestra que incluso los más justos pueden atravesar temporadas de silencio divino. Job clamó, buscó y anheló respuestas, pero Dios no le habló en ese momento. Sin embargo, en su angustia, Job eligió seguir confiando. No porque sintiera a Dios, sino porque sabía quién era Dios. En medio de la prueba, su fe dejó de ser una convicción intelectual para convertirse en una relación personal, en un acto de amor y de confianza que no necesitaba palabras para ser real. El sufrimiento no es una señal de abandono, sino una oportunidad para fortalecer nuestra fe. A veces, Dios permite que pasemos por el fuego no para destruirnos, sino para refinarnos. Como el oro, nuestra fe se purifica en la prueba.
Por lo tanto, la próxima vez que enfrentes un sufrimiento que no entiendas, hazte las preguntas de Job: ¿Buscaré respuestas o buscaré a Dios? ¿Seguiré confiando, aunque no entienda el propósito de mi dolor? ¿Permitiré que esta prueba me acerque más a Dios o me aleje de Él? El silencio de Dios no es Su ausencia; es Su forma de trabajar en lo invisible. Es en esos momentos en los que nuestra fe, despojada de todo lo demás, puede hablar con una voz más poderosa que cualquier palabra.
"Dios está más cerca de ti en la prueba de lo que crees. El silencio de Dios no es Su ausencia; es Su forma de trabajar en lo invisible." — Charles Spurgeon
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