Tema: 1 Samuel. Título: SAMUEL: El Profeta que lo ARRIESGÓ TODO (y lo que Dios exige hoy de ti) Texto: 1 Samuel 1: 11 – 21. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz.
I. MANIFIESTA TODO (Ver 18).
II. SE SOMETE (Ver 18b).
III. ES RESPALDADO (Ver 19).
IV. ES FIEL A JEHOVA (Ver 20).
V. ES UN INSTRUMENTO (Ver 21).
Hoy, vamos a mirar con lupa a Samuel, no solo al niño que escuchó la voz de Dios en la oscuridad de la noche, sino al hombre que se convirtió en el faro de una nación. En 1 Samuel 1:11-21, y a lo largo de los primeros capítulos de este libro, descubrimos las características inconfundibles de un verdadero profeta de Dios. Y, ¿sabes qué? Estas no son cualidades que solo Samuel poseyó. Son atributos que Dios anhela ver en cada uno de nosotros, especialmente en aquellos a quienes ha llamado a guiar, a hablar Su verdad en un mundo sediento.
La primera cualidad que salta a la vista en Samuel es que manifiesta todo. Imagina el peso sobre los hombros de un niño que escucha la voz de Dios revelando un juicio terrible sobre la casa del sacerdote Elí, el hombre que lo crio y a quien respeta profundamente. El texto nos dice que Samuel tenía miedo. ¿Quién no lo tendría? Revelar una verdad tan dura a una figura de autoridad, a un padre sustituto, es una tarea que quiebra el espíritu. Pero, motivado por Elí, el viejo sacerdote que presiente la mano de Dios en lo que sucede, Samuel se arma de valor y manifiesta todo lo que Dios le ha dicho, sin encubrir ni una sola palabra. No edulcora el mensaje, no lo disfraza para hacerlo más palatable, no omite los detalles incómodos. Simplemente, lo derrama tal cual lo recibió del cielo.
¿No es esto un desafío para nosotros hoy? Vivimos en una cultura que a menudo prefiere la comodidad a la verdad, la conveniencia a la convicción. Se nos tienta a diluir el mensaje, a suavizar los bordes ásperos de la verdad de Dios para no ofender, para ser "populares". Pero un profeta de Dios, un verdadero comunicador de Su corazón, no tiene ese lujo. Debe decir todo. Debe declarar la palabra de Dios, sea esta de consuelo o de confrontación, de esperanza o de juicio, sin encubrir nada. Porque la verdad de Dios, completa y sin adornos, es la única que tiene el poder de transformar vidas. No somos los autores del mensaje, solo los mensajeros. Y un buen mensajero no altera la carta que le ha sido confiada.
Luego, el segundo rasgo que vemos, quizá de forma sutil pero poderosísima, es que Samuel se somete. Aunque el versículo 18b no son palabras directas de Samuel, sino de Elí aceptando el juicio, la vida de Samuel está impregnada de esta actitud de sumisión. Un hombre de Dios, un verdadero profeta, sabe en lo más profundo de su ser que Dios tiene razón, y él no. No alterca con el Todopoderoso. No pelea con Su voluntad, ni intenta negociar los términos de Su plan. Se somete, no solo en lo que le ocurre personalmente, en las duras asignaciones que recibe, sino también en lo que debe predicar, incluso si el mensaje es impopular o le causa dolor.
Esta es una cualidad rara y preciosa en nuestro tiempo, donde la autonomía personal es el rey y la sumisión es vista como una debilidad. Pero para el que camina con Dios, la sumisión es la fuente de la verdadera fuerza. Es la libertad de no tener que llevar la carga del mundo sobre tus propios hombros, sino de descansar en la sabiduría y el poder de un Dios que lo sabe todo. El profeta se rinde a la verdad que se le ha dado, no importa cuánto duela o cuánto lo cuestione. Se somete a la voluntad de Dios, incluso si no la entiende completamente. Y esa humilde sumisión es lo que abre las puertas para que Dios lo use de maneras extraordinarias. ¿Hay áreas en tu vida donde te resistes a la voluntad de Dios? ¿Momentos en los que tu propio "yo" quiere imponerse sobre lo que sabes que es correcto? El camino del profeta, el camino de la bendición, es el de la rendición.
La tercera característica, y esta es la que da peso y autoridad al ministerio profético, es que Samuel es respaldado por Dios. El versículo 19 nos dice que "Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras". ¡Qué frase tan poderosa! Todas las profecías que Dios le dio a Samuel se cumplieron. El mensaje de Dios, transmitido por la boca de Samuel, se manifestó en la realidad del pueblo de Israel. Esto no es coincidencia; es la evidencia tangible de que la mano de Dios estaba sobre su siervo.
Un verdadero profeta de Dios no habla por su propia autoridad, sino con el respaldo divino. Las vidas son confrontadas por su mensaje, cambian radicalmente, encuentran dirección. Lo que predice se cumple, no porque tenga un don de adivinación personal, sino porque es un simple portavoz de la verdad de Dios. Cuando un hombre o una mujer se pone en la brecha y habla la Palabra de Dios con fidelidad, Dios mismo se encarga de respaldar esa palabra. Si tus palabras están alineadas con las Suyas, Él las hará poderosas. No necesitas artificios humanos; necesitas el respaldo del cielo. Y ese respaldo se ve en vidas transformadas, en problemas resueltos, en la voluntad de Dios manifestada en el aquí y el ahora. ¿Buscas el aplauso de los hombres o el respaldo del Cielo? El verdadero profeta anhela este último, pues sabe que solo ahí reside la verdadera autoridad.
Cuarto, y fundamental para la autenticidad, Samuel es fiel a Jehová. El versículo 20 dice que "todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era profeta de Jehová". Esta no es una verdad que se ganó en un solo día, sino a lo largo de una vida de constancia. La palabra hebrea para "fiel" es aman. Y aman significa mucho más que simplemente "ser leal". Implica "estar seguro", "ser duradero", "confiar", "estar firme", "aguantar", "aferrarse". Cada una de estas palabras describe a la perfección lo que hace un verdadero profeta de Dios.
Un profeta no es un meteorito que brilla intensamente por un momento y luego se desvanece. Es una estrella fija en el firmamento. Es duradero en su compromiso, incluso cuando los tiempos son difíciles. Confía plenamente en Dios, incluso cuando el camino es incierto. Se mantiene firme en la verdad, incluso cuando el mundo a su alrededor se derrumba. Y se aferra a la promesa de Dios, incluso cuando la desesperación amenaza con consumirlo. La fidelidad no es una emoción; es una decisión, un compromiso diario de permanecer arraigado en Aquel que es inmutable. Si queremos ser como Samuel, debemos aspirar a esta fidelidad inquebrantable, esa constancia que solo es posible cuando uno se apoya completamente en la fortaleza de Jehová.
Finalmente, y quizás la característica que engloba a todas las demás: Samuel es un instrumento (Ver 21). Recordemos que, por mucho tiempo, la Palabra de Dios había sido "rara" en Israel, como se menciona en 1 Samuel 3:1. Era un tiempo de silencio divino, de poca revelación. Pero ahora, con el surgimiento de Samuel, la palabra de Dios regresa, y a través de Samuel, Dios se manifiesta a Israel de nuevo, con claridad, con autoridad. El profeta no es el mensaje; es el canal. No es el origen de la voz; es el eco. No es la luz; es el cristal a través del cual la luz divina brilla.
El profeta es, en esencia, la persona a través de la cual Dios elige manifestarse a su pueblo, hablándoles directamente, guiándolos, confrontándolos, animándolos. Es un instrumento, un vaso escogido, no para su propia gloria o beneficio, sino para el propósito supremo de Dios. Esto significa que un profeta debe estar vacío de sí mismo para ser llenado por Dios. Debe ser transparente, para que la luz de Dios no encuentre obstáculos. Debe ser humilde, para que la gloria sea siempre para el Dador de la Palabra.
Las marcas de un verdadero profeta son claras y nítidas: su honestidad radical al manifestar todo lo que Dios le ha dicho, sin reservas ni miedos; su humilde sumisión a la voluntad de Dios, incluso cuando esta es dolorosa o incomprensible; el respaldo divino evidente en la confirmación de sus palabras y la transformación de las vidas; su inquebrantable fidelidad a Jehová, que lo mantiene firme y duradero a través de las pruebas del tiempo; y su papel esencial como instrumento transparente de la voz de Dios.
Estas características no son solo para los "grandes" profetas del Antiguo Testamento. Son esenciales hoy, en nuestro propio tiempo, para discernir la verdad de la impostura en el liderazgo espiritual que nos rodea. En un mundo lleno de voces, ¿cómo sabemos cuál es la voz de Dios? Observando estas marcas. Y, más importante aún, si Dios te ha llamado a hablar por Él en cualquier capacidad, en tu hogar, en tu trabajo, en tu iglesia, en tu comunidad, estas son las cualidades que debes cultivar con pasión y perseverancia. ¿Estás dispuesto a ser un instrumento así en las manos de Dios, que manifieste todo, se someta, sea respaldado y permanezca fiel? Porque el mundo está esperando la voz de Dios, y Él quiere que la tuya sea una de ellas.
CLICK AQUÍ PARA DESCARGAR EL AUDIO DEL SERMÓN
CLICK EN PLAY PARA OÍR EL AUDIO DEL SERMÓN
No hay comentarios:
Publicar un comentario