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BOSQUEJO - SERMON: LOS HIJOS DE ELI - EXPLICACION 1 SAMUEL 2: 12 - 26

VÍDEO 

BOSQUEJO

Tema: 1 Samuel. Titulo: Los hijos de Eli. Texto: 1 Samuel 2: 12 – 26. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz.

Introducción: 

A. El texto nos dice que los hijos de Eli eran hombres impíos (lit, hijos de Belial) y que además de ello no tenían conocimiento de Jehová (ver 2), ellos se llamaban Ofni y Finees.

B. Acto seguido nos muestra cual era la conducta que caracterizaba a estos jóvenes, lo que quiere decir que al descubrir dichas características podemos llegar a saber como son los hombres impíos y sin conocimiento de Dios.

(Dos minutos de lectura)

I. MENOSPRECIAN LAS COSAS DE DIOS (ver 17).


A. Los sacerdotes que servían en el templo tenían el derecho de tomar ciertas partes de los animales que se sacrificaban como parte de su manutención. Sin embargo, los hijos de Eli no tomaban dichas partes sino lo que se les antojaba.

El versículo 17 nos dice que ellos MENOSPRECIABAN LAS OFRENDAS DE JEHOVA. Es decir, estos hombres no tenían respeto por Dios.

B. La principal característica del hijo de Belial es que no tiene temor de Dios, por ello tiene las cosas de Dios como algo despreciable, Dios no es su primer lugar, ni en sus prioridades esta su servicio o propender por una vida santa.


II. SON TROPEZADERO (ver 15 – 16).


A. El israelita venia a Silo con mucha devoción y con el propósito de adorar a Dios con sus ofrendas, al mismo tiempo parecían los sirvientes de los sacerdotes (hijos de Eli) para interferir con su propósito.

B. Los hijos de Belial son piedra de tropiezo para otros e impiden su correcta adoración (Lc 17: 1 ss).


III. TIENEN PROBLEMAS CON EL SEXO (Ver 22).


A. No contentos con ello estos hombres “dormían” o tenían relaciones sexuales ilícitas con las mujeres que servían en el templo.

B. El hijo de Belial es piedra de tropiezo porque impide la correcta adoración de otros sino también porque les instiga al pecado sexual, a través de coqueteos, insinuaciones, la manera de vestir, proposiciones; como es claro el mismo tiene problemas en esa área.


IV. SON MALOS HIJOS (ver 25).


A. Su padre trato de persuadirlos para que se corrigieran, más la Biblia dice que ellos no prestaron atención a sus palabras, estos eran hijos rebeldes y desobedientes.

B. El hijo de Belial también es un hijo rebelde y desobediente con sus padres.

C. Según la Palabra, la razón por la cual estas personas no prestaron atención y se mostraron rebeldes fue porque así lo había querido Dios, estas personas habían llegado tan al colmo de su maldad que al igual que al Faraón de Egipto Dios había resuelto endurecerlos.

D. Este es un peligro al que están expuestos los hijos de Belial y es ser endurecidos por Dios.


Conclusiones.

A. Si puede notarlo mientras la Bibia nos describía la actuación de estos hombres, hasta tres veces (Ver 18, 21, 26) nos informa sobre Samuel y su informe no es para nada malo, se dedica a mostrarnos como este era un joven que agradaba a Dios.

Debemos dedicarnos, no a ser como Ofni y Finees sino como Samuel.

VERSION LARGA

El relato bíblico sobre los hijos de Elí en 1 Samuel 2:12-26 nos presenta un cuadro profundamente aleccionador sobre los peligros de la decadencia espiritual, particularmente en aquellos que han sido llamados al servicio sagrado. Este pasaje no es simplemente un registro histórico, sino una advertencia atemporal que resuena con especial fuerza en nuestro contexto contemporáneo, donde con frecuencia vemos cómo lo sagrado es trivializado y el ministerio reducido a mero profesionalismo religioso.

La descripción inicial que el texto hace de Ofni y Finees es sumamente reveladora: son calificados como "hombres impíos" - en el hebreo original, "hijos de Belial" - y se añade que "no tenían conocimiento de Jehová". Esta doble caracterización establece desde el comienzo la raíz profunda de su comportamiento aberrante. No se trataba simplemente de errores ocasionales o debilidades momentáneas, sino de un patrón de vida que evidenciaba una completa desconexión espiritual. La expresión "hijos de Belial" los identifica como personas sin principios, sin temor de Dios, mientras que la frase "no conocían a Jehová" muestra que su problema no era falta de información teológica, sino ausencia de una relación viva con el Dios al que supuestamente servían.

El primer ámbito donde se manifestó su corrupción fue en su trato hacia las ofrendas sagradas. El sistema de sacrificios establecido en la ley mosaica disponía con claridad qué porciones de los animales sacrificados correspondían a los sacerdotes para su sustento (Levítico 7:28-36). Sin embargo, estos hombres no se contentaban con lo prescrito. Su codicia los llevaba a violar el orden establecido, exigiendo carne cruda incluso antes de que se hubiera ofrecido la grasa a Dios (1 Samuel 2:15-16). Pero más allá del acto en sí, lo que el texto enfatiza es su actitud interior: "menospreciaban las ofrendas de Jehová" (v. 17). Este menosprecio revelaba una falta total de reverencia hacia Dios mismo, tratando lo sagrado como si fuera algo común y corriente, algo que podían manipular según sus propios apetitos.

Esta actitud hacia las cosas de Dios no era un asunto privado; tenía consecuencias comunitarias devastadoras. Los israelitas que llegaban con sincero deseo de adorar y ofrecer sus sacrificios se encontraban con estos sacerdotes que distorsionaban el culto y ponían obstáculos en su relación con Dios. El texto describe cómo los sirvientes de los hijos de Elí interrumpían el acto mismo de adoración, exigiendo su parte antes del momento apropiado. Así, lo que debería haber sido una experiencia de comunión con Dios se convertía en una transacción comercial desagradable. La advertencia de Jesús sobre ser causa de tropiezo para los pequeños que creen (Lucas 17:1-2) encuentra aquí un antecedente claro. Cuando quienes deberían facilitar el encuentro con Dios lo dificultan, están asumiendo una responsabilidad gravísima ante el Creador.

El relato da un giro aún más oscuro cuando revela su conducta sexual inmoral. El versículo 22 menciona que "dormían con las mujeres que servían a la puerta del tabernáculo". Esta práctica no solo violaba abiertamente la ley moral (Éxodo 20:14), sino que profanaba el mismo lugar sagrado donde debían servir con pureza y dedicación. La combinación de codicia material y lujuria sexual mostraba una degeneración espiritual total, donde el ministerio sacerdotal se había convertido en simple medio para satisfacer apetitos personales. Es significativo que el texto asocie estas dos formas de pecado - la corrupción del culto y la inmoralidad sexual - mostrando cómo el abandono de los principios espirituales conduce a una decadencia integral de la persona.

Frente a esta situación alarmante, el texto registra el intento de Elí por corregir a sus hijos. Les advierte sobre la gravedad de su pecado, preguntándoles: "¿Por qué hacéis cosas semejantes?" (v. 23) y señalando las consecuencias de su conducta. Sin embargo, la respuesta es la indiferencia más absoluta: "no oyeron la voz de su padre" (v. 25). Esta desobediencia no era simplemente un acto de rebeldía filial, sino un rechazo consciente a la corrección divina transmitida a través de la autoridad paterna. El comentario adicional "porque Jehová quería matarlos" indica que habían cruzado un punto de no retorno en su rebelión contra Dios, endureciendo sus corazones hasta hacerse impermeables a cualquier llamado al arrepentimiento.

Es profundamente significativo que en medio de este cuadro sombrío, el texto intercale tres referencias a Samuel (vv. 18, 21, 26). Mientras los hijos de Elí crecían en maldad y deshonra, Samuel "crecía delante de Jehová". Esta comparación no es casual: establece un contraste deliberado entre lo que el ministerio no debería ser y lo que verdaderamente agrada a Dios. Samuel, aunque joven y en posición subalterna, mostraba una devoción genuina que agradaba al Señor, mientras los sacerdotes establecidos deshonraban su sagrado llamamiento. El pasaje destaca específicamente que Samuel "ministraba delante de Jehová", "crecía delante de Jehová" y "hallaba gracia delante de Jehová", enfatizando así la cualidad de su relación con Dios como fundamento de su servicio.

La historia de los hijos de Elí nos confronta con varias advertencias solemnes que mantienen plena vigencia:

1. El peligro de la familiaridad con lo sagrado: Su proximidad constante a los ritos del templo no produjo en ellos reverencia, sino desprecio. Esto nos alerta sobre el riesgo de que lo sagrado se vuelva rutinario para quienes lo administran.

2. La corrupción del ministerio por intereses personales: Transformaron su servicio sacerdotal en medio para enriquecerse y satisfacer sus pasiones, mostrando cómo el llamado divino puede ser distorsionado cuando pierde su centro en Dios.

3. El efecto multiplicador del mal ejemplo: Su conducta no solo los afectaba a ellos mismos, sino que contaminaba la adoración de todo el pueblo y desacreditaba la institución sacerdotal.

4. El endurecimiento progresivo del corazón: Su rechazo persistente a la corrección los llevó a un punto donde ya no había posibilidad de arrepentimiento, ilustrando el peligro de resistir continuamente la voz de Dios.

5. La responsabilidad de los líderes espirituales: Elí, aunque reprendió a sus hijos, no tomó medidas drásticas para removerlos del sacerdocio, mostrando así una debilidad culpable en el ejercicio de su autoridad.

Al mismo tiempo, la presencia de Samuel en el relato ofrece un mensaje de esperanza y orientación: Dios siempre preserva un remanente fiel, y puede levantar siervos genuinos incluso en medio de la mayor corrupción religiosa. La fidelidad no depende de las circunstancias externas ni de los malos ejemplos que nos rodean, sino de una relación personal y sincera con Dios. Samuel demostró que es posible mantener la integridad espiritual incluso en ambientes contaminados por la hipocresía y el pecado.

Este pasaje nos invita a un examen profundo de nuestra propia actitud hacia lo sagrado, nuestro ejercicio de los ministerios que nos han sido confiados y nuestra disposición a recibir corrección. La historia de Ofni y Finees muestra gráficamente cómo el pecado no corregido conduce a la destrucción, mientras el ejemplo de Samuel señala el camino de la bendición: crecer en gracia delante de Dios y de los hombres. En un tiempo donde con frecuencia vemos cómo lo sagrado es comercializado y trivializado, este relato nos llama a recuperar el temor reverente hacia Dios y todo lo relacionado con su servicio.

La aplicación contemporánea de este texto es múltiple. Para los líderes religiosos, es una advertencia sobre la tremenda responsabilidad de su posición y las consecuencias de abusar de ella. Para los creyentes en general, es un llamado a examinar su participación en la vida de la iglesia, asegurándose de que no haya en ellos menosprecio por las cosas de Dios. Para los padres, es una lección sobre la importancia de corregir con firmeza el mal en sus familias. Y para todos, es un recordatorio de que Dios no mira las apariencias ni los títulos, sino el corazón y la autenticidad de nuestra devoción.

El final trágico de los hijos de Elí (que se relata más adelante en 1 Samuel 4) confirma la seriedad con que Dios trata el pecado, especialmente cuando es cometido por aquellos que deberían ser modelos de santidad. Pero la historia posterior de Samuel muestra que Dios nunca abandona a su pueblo, y siempre provee siervos fieles cuando más se necesitan. Esta tensión entre juicio y esperanza, entre advertencia y gracia, es el mensaje perdurable de este pasaje que sigue hablando con poder a nuestra generación.


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