Tema: Éxodo. Titulo: La madre de Moisés. Texto: Éxodo 2: 1 – 10. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz
Introducción:
A. Los que somos padres sabemos que esta no es una tarea fácil, ella demanda mucha sabiduría, agradecemos a Dios que su Palabra es instrucción para nosotros en todos las áreas de nuestra vida aun en nuestra labor de padres. Hoy estudiaremos en la Palabra sobre los padres de Moisés, ellos son los levitas Amram y Jocabed (sobrino y tía) (Números 26:59; Éxodo 6:20), vamos a aprender de ellos sobre nuestro rol paternal, de como ser padres piadosos, unos padres piadosos:
I PROTEGEN A SU HIJOS (Ver 2)
A. Moisés nació en una cultura de muerte. Faraón había dado permiso y a la vez ordenado a los egipcios matar a todo niño varón de los israelitas. Al tener su bebe Amram y Jocabed,  al ver que era hermoso y saludable escondieron a su hijo para protegerlo.
B. Los padres estamos para proteger a nuestros hijos. Debemos proteger su vida, su salud, su integridad. Los padres no estamos para dañar o exponer a nuestros hijos. Como puede ser posible que escuchemos sobre progenitores que maltratan a sus hijos, una cosa es la equilibrada y sabía disciplina bíblica y otra muy distinta el maltrato físico y verbal al que algunas personas someten a sus hijos (Prov 19:18; Efesios 6: 4). Como puede ser que escuchemos de personas que abandonan a su hijos, de personas que asesinan a su hijos, de personas que ultrajan sexualmente a sus hijos, que los descuidan exponiéndolos a todo tipo de enfermedades y accidentes. Esto no es posible, si Dios nos da hijos es para que los cuidemos y protejamos.
II CONFÍAN POR SUS HIJOS (Ver 3 – 9)
A. Tres meses pasaron siendo imposible seguir escondiendo mas al niño, entonces viene lo que a mi me parece es una decisión de fe y fue construir una pequeña barca hecha de juncos, la cual fue impermeabilizada con brea (petróleo crudo) y asfalto en esta construcción dejaron al niño a la deriva sin mas guía y protección que su confianza en Dios.
Su hermana, la conocida María le seguía solo por el afán de saber que ocurriría con el niño. La confianza de estos padres no fue defraudada, la providencia de Dios puso en el camino a la mismísima hija del Faraón (tal vez una hija concebida en concubinato) llamada según la tradición judía Termutis quien casada no tenia hijos y deseaba tener uno, al conocer al niño sintió compasión por el, de alguna manera supo que era Hebreo (¿por el mismo decreto, por la circuncisión?) y lo adopto, dándolo primero a una nodriza Hebrea quien resulto ser la misma madre de Moisés.
B. Los padres piadosos son personas de fe que creen por sus hijos, a favor de sus hijos. El mundo en el que esta generación y las próximas crecerán, será una generación en extremos entregada al pecado y la maldad. Hoy día vemos por doquier las evidencias de una rampante perdida de valores (Ilus. El juego Nocaut, la ruleta etc), en un mundo como este necesitamos de hombres y mujeres de fe que oren a Dios creyendo por sus hijos, creyendo que Dios los guardara, creyendo que Dios los levantara como siervos suyos, creyendo que nuestra generación será bendita. Considere las siguientes promesas de Dios para nuestros hijos (Sal 103: 17 – 18; 112: 1 – 3; Prov. 14: 26 “El que obedece a Dios ya tiene un poderoso protector para él y para sus hijos.”, Pro 20:7  “Dios bendice a los hijos del hombre honrado, cuando ellos siguen su ejemplo”.
III CRÍAN A SUS HIJOS (Ver 9c)
A. Así pues que fue la misma madre Moisés quien termino criándolo hasta que el niño cumplió entre 3 y 5 años que era el tiempo del destete.
B. De esto tema diremos que:
1. Criar es instruir, educar a un niño. Piense en un bebe como una masa sin forma de plastilina la cual nos es entregada para que le demos una buena forma.
2. Dicha crianza según la Palabra de Dios recae específicamente sobre los padres del menor. No sobre los familiares, el colegio o la iglesia. En la sociedad de hoy existen muchas madres solteras se comprende la imposibilidad de tomar la batuta en esta responsabilidad por lo menos como debiera ser, sin embargo, tal situación no las exime de su responsabilidad. En la sociedad de hoy los valores espirituales de la palabra sean perdido de tal manera que los roles familiares estipulados en la Palabra se tiene en poco, el padre debe liderar, proveer y proteger a su familia como rol fundamental; la esposa por su parte debe encargarse de la crianza de los hijos, hoy día las mujeres ven esto como un rol de poca importancia, con las consecuencias que hoy día vemos en la sociedad.
3. La educación espiritual es fundamental en esta crianza (Deut 6: 4 – 7), cuando esto ha sucedido es cuando podemos decir, instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartara de el (Prov 22:6)
4. El ejemplo es fundamento de la buena crianza. Prov 20: 7 “¡Felices los hijos que deja quien ha vivido con rectitud y honradez!”
Conclusiones: 
Ser padres piadosos requiere protección, fe y una crianza basada en valores bíblicos. Nuestro ejemplo, oración y fe en Dios son esenciales para formar hijos firmes en la fe. La responsabilidad paternal es clave para una generación bendecida y moralmente íntegra. 
VERSIÓN LARGA
La madre de Moisés: Un ejemplo de fe, valentía y crianza piadosa
Los que hemos sido bendecidos con la paternidad sabemos que esta sagrada responsabilidad no es tarea fácil. Cada día trae nuevos desafíos que demandan sabiduría divina, paciencia sobrenatural y un amor que solo puede provenir de lo alto. En medio de esta hermosa pero compleja labor, damos gracias a Dios porque su Palabra es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino, instruyéndonos incluso en el arte de ser padres piadosos. Hoy, al estudiar el relato de Éxodo 2:1-10, encontramos en la vida de Jocabed, la madre de Moisés, un modelo extraordinario de maternidad fiel en tiempos de crisis.
El contexto histórico en el que nació Moisés era de extrema adversidad. El faraón de Egipto, atemorizado por el crecimiento numérico del pueblo hebreo, había emitido un decreto genocida: todo varón recién nacido debía ser arrojado al Nilo (Éxodo 1:22). En este ambiente de muerte y opresión, una pareja de la tribu de Leví - Amram y Jocabed - concibieron un niño. La Escritura destaca que "la mujer concibió y dio a luz un hijo; y al ver que era hermoso, lo escondió durante tres meses" (Éxodo 2:2). Este simple versículo encierra profundas lecciones para los padres de hoy.
La decisión de esconder a Moisés no fue un acto impulsivo sino una demostración de valentía sustentada en la fe. Imagínese el estrés constante de mantener oculto a un bebé cuyos llantos podían delatarlos en cualquier momento. Durante tres largos meses, estos padres vivieron en tensión permanente, protegiendo a su hijo a riesgo de sus propias vidas. Esto nos habla del primer principio fundamental: los padres piadosos protegen a sus hijos. No solo físicamente, sino en todas las dimensiones de su ser. En un mundo donde los niños son expuestos prematuramente a toda clase de peligros - desde el abuso hasta la corrupción moral -, somos llamados a ser guardianes celosos de su inocencia y bienestar.
La protección que Jocabed brindó a Moisés contrasta dolorosamente con la realidad de nuestro tiempo. Según estadísticas recientes, millones de niños sufren maltrato cada año, muchos a manos de sus propios familiares. La Palabra es clara al condenar tal violencia: "Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten" (Colosenses 3:21). La disciplina bíblica nunca debe confundirse con maltrato. Proverbios 13:24 nos enseña que "el que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige", pero este correctivo debe administrarse con amor y sabiduría, nunca en ira o frustración.
Cuando ya no fue posible mantener oculto a Moisés, Jocabed tomó una decisión que solo puede calificarse como un acto de fe extraordinaria: "Tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río" (Éxodo 2:3). Humanamente hablando, esto parecía una locura. ¿Qué madre pondría a su bebé en una cestilla en las aguas de un río infestado de cocodrilos? Pero Jocabed no actuaba por lógica humana, sino por fe en el Dios soberano. Su acción nos enseña el segundo principio: los padres piadosos confían en Dios por sus hijos.
Miriam, la hermana mayor, vigilaba a distancia para ver qué sucedería. La providencia divina obró de manera milagrosa cuando la hija de Faraón descubrió al niño y se compadeció de él. Aún más asombroso fue que, sin saberlo, devolvió el bebé a su verdadera madre para que lo amamantara. ¡Qué ironía divina! El niño condenado a muerte fue adoptado por la casa real y criado por su propia madre, quien incluso recibió un salario por ello (Éxodo 2:7-9). Esto nos muestra que cuando ponemos a nuestros hijos en las manos de Dios, Él obra de maneras que superan nuestro entendimiento.
La fe de Jocabed nos desafía hoy. ¿Confiamos realmente en Dios con respecto al futuro de nuestros hijos? En una generación donde los valores cristianos son atacados, donde la moral bíblica es ridiculizada, necesitamos padres que oren con fe por sus hijos, creyendo que Dios tiene un propósito para ellos. Las promesas bíblicas son nuestro sustento: "La misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos" (Salmo 103:17). No estamos solos en esta batalla; el Dios que salvó a Moisés sigue obrando hoy.
El tercer principio lo encontramos en el privilegio que Jocabed recibió: criar a su propio hijo, aunque temporalmente. Durante los años de lactancia (que en aquella cultura podían extenderse hasta los 4-5 años), ella tuvo la oportunidad de sembrar en Moisés las semillas de la fe hebrea. Aunque después sería educado en toda la sabiduría egipcia (Hechos 7:22), esos primeros años formativos marcaron su identidad para siempre. Esto nos enseña que los padres piadosos crían a sus hijos en los caminos de Dios.
La crianza piadosa no es delegable. Deuteronomio 6:6-7 nos ordena: "Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes". La formación espiritual no puede limitarse a una hora de escuela dominical; debe impregnar la vida cotidiana. Proverbios 22:6 nos da esta promesa: "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él".
En la actualidad, muchos padres han abdicado de esta responsabilidad, delegando la formación de sus hijos a instituciones educativas, medios de comunicación o incluso a la iglesia. Pero Jocabed nos recuerda que la influencia más poderosa viene del hogar. Aunque Moisés creció en el palacio, nunca olvidó quién era. Cuando llegó el momento de decidir, "por la fe, Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios" (Hebreos 11:24-25). ¿No fue esto el fruto de aquellos primeros años en los brazos de Jocabed?
La historia de Jocabed nos confronta con preguntas cruciales: ¿Qué estamos sembrando en nuestros hijos durante sus años formativos? ¿Les estamos transmitiendo una fe viva o solo tradiciones religiosas? ¿Nuestro ejemplo confirma o contradice nuestras palabras? El apóstol Pablo elogió a Timoteo por "la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice" (2 Timoteo 1:5). Esta es la clase de legado que perdura.
En un mundo cada vez más hostil al evangelio, necesitamos padres que, como Jocabed, combinen la protección sabia con la fe audaz. Padres que oren fervientemente por sus hijos mientras los preparan para enfrentar los desafíos de su generación. Padres que confíen en que el mismo Dios que libró a Moisés de las aguas del Nilo puede guardar a nuestros hijos en medio de la corriente secularista de nuestro tiempo.
La recompensa de la fe de Jocabed no se limitó a ver a su hijo crecer sano y salvo. Aunque no vivió para verlo, su valentía permitió el surgimiento del libertador de Israel. Esto nos recuerda que nuestra fidelidad como padres tiene implicaciones eternas. Los principios que sembramos hoy pueden producir frutos que transformen generaciones futuras.
Que el ejemplo de esta madre valiente nos inspire a ser padres que protejan con sabiduría, confíen con audacia y críen con propósito. En las manos de Dios, nuestros esfuerzos paternales, por pequeños que parezcan, pueden convertirse en parte de su gran obra redentora en el mundo. Como escribió el salmista: "Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas" (Salmo 126:5-6). Esta es la esperanza que sostiene a los padres piadosos en cada generación.
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