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✝️BOSQUEJO - ✝️SERMÓN - ✝️PREDICA: ✝️PARA PREDICAR EN UN FUNERAL SOBRE LA MUERTE DE SARA✝️

Tema: Génesis. Título: Para predicar en un funeral sobre la muerte de Sara Texto: Gen 23: 1 – 4. Autor: Pastor Edwin Guillermo Nuñez Ruiz


Introducción: 

A. No terminado Abraham de pasar por una difícil tribulación y  ya está en otra. Sara, su esposa fallece, a los 127 años, en Hebrón. Vamos a estudiar hoy como enfrenta Abraham esta tragedia en su vida, esto nos dará una guía de cómo la gente de Dios enfrenta sus tragedias, sobre todo la muerte de un ser querido o la suya propia:

I    HACE DUELO (Ver 1)


A. La palabra en hebreo (safad) quiere decir literalmente: arrancarse el cabello y golpearse el pecho y no solo hace esto sino que también llora.

B. Esto nos muestra por lo menos dos cosas:

1. Lo mucho que amaba a Sara. Ellos habían vivido juntos más de 52 años. En este momento de su vida los recuerdos de esos años golpeaban con furia su corazón. Es tal vez lo que más duele en el momento de la muerte, los recuerdos, la ausencia.

2. Abraham estaba viviendo una tragedia. Alguien pregunta pero luego no es el padre de la fe ¿Por qué hace ese alboroto?, hace duelo y llora porque a pesar de ser el padre de la fe es un ser humano. La gente de Dios también se aflige cuando le ocurren tragedias, la gente de Dios no debe guardarse lo que siente por miedo a ser juzgados en ese momento o por creer que no serán ejemplo si lo hacen. En esos momentos es necesario hacer duelo y llorar. Por que esto nos aliviara.


II  SE LEVANTA (Ver 3)


A. Dice el texto que después de hacer esto Abraham: “se levantó” y lo hizo solo. Este acto nos muestra que el duelo y las lágrimas tiene su parte en los momentos de tragedia pero que no nos podemos quedar así. Abraham no se muestra: apabullado, vencido, devastado, desanimado, confundido, arrasado o trastornado, su vida no se acabó porque su esposa hubiera muerto.

B. Cuando la  tragedia nos visita no podemos quedarnos en el duelo y el lamento. Es nuestro deber levantarnos y seguir adelante por Dios, por aquellos que nos aman y por nosotros mismos. Piense, la otra opción es la desesperación y eso no es “negocio”.


III SE AFIRMA (Ver 4)


A. Abraham dice: soy extranjero del hebreo ger y forastero del hebreo toshab: era un extranjero en busca de aceptación y refugio, no podía poseer tierras y por ello viene a pedir permiso para comprarla.

B. Cuando venimos al N.T. se nos da una interpretación de esta frase que nos hace pensar en otra cosa. (Hebreos 11: 8 – 14). Es decir, extranjero y forastero quiere decir lo que ya le explique. Sin embargo, nos muestra este pasaje que también era una alusión a la eternidad, al cielo, a la ciudad celestial. A esto también se refería Abraham, así pues, la expresión era una afirmación de fe.

C. La razón más poderosa por la que los cristianos no nos entristecemos como los que no tienen esperanza cuando la muerte llega es porque creemos en la eternidad. De tal modo, que si la eternidad no existiera seriamos seres dignos de lastima y desesperanzados, pero existe y esa es nuestra esperanza. Analicemos porque es nuestra esperanza:

1. Porque al morir el creyente va a la presencia del Señor (2 Cor 5:8). Esto debe darnos esperanza aun cuando no seamos nosotros sino un familiar que muere en el Señor.

2. Porque creemos en la resurrección. (1 Tesalonicenses 4: 13 – 18) y que en ella nos encontraremos con nuestros seres queridos que murieron en Cristo.

a. La biblia dice que el cuerpo de resurrección será semejante al de Cristo (Fil 3: 20 – 21, 1 juan 3:2), después de la resurrección los discípulos reconocían a Jesús (Juan 20: 19, 24 – 25), en el cielo hay conciencia (Lucas 16: 24), aunque la dimensión de nuestras relaciones será distinta (mateo 22: 23 32).

3. Porque creemos que el cielo es muchísimo mejor (Fil 1:23).

4. Porque creemos que apareceremos con Él en gloria (Col 3:4)

5. Porque creemos que ya no existirá el dolor (Ap 21:4)


Conclusiones:

La muerte de un ser querido es un momento de profundo duelo, y Abraham nos enseña que es natural sentir tristeza. Sin embargo, no debemos quedarnos atrapados en el lamento. Es vital levantarnos y seguir adelante, apoyándonos en la fe en la eternidad. Creer que nuestros seres queridos en Cristo están en la presencia del Señor brinda consuelo y esperanza. La certeza de la resurrección y el cielo nos permite enfrentar la muerte con una perspectiva renovada, sabiendo que hay un reencuentro glorioso esperando. La fe transforma nuestro dolor en esperanza, recordándonos que, aunque somos extranjeros en este mundo, nuestra verdadera casa está en la eternidad.

VERSIÓN LARGA
La muerte es una de las experiencias más universales y, al mismo tiempo, más dolorosas que enfrentamos como seres humanos. Es un fenómeno inevitable que toca la vida de todos, y cuando se trata de la muerte de un ser querido, el dolor puede ser abrumador. En el contexto de un funeral, especialmente al hablar sobre la muerte de alguien tan significativo como Sara, la esposa de Abraham, podemos extraer valiosas lecciones sobre cómo manejar el duelo y la pérdida. En Génesis 23:1-4, encontramos un relato que nos introduce a la respuesta de Abraham ante la muerte de su esposa, quien falleció a la edad de 127 años en Hebrón. Este pasaje no solo narra un evento histórico, sino que también proporciona un modelo sobre cómo los creyentes pueden enfrentar la tragedia y la pérdida.

Al comienzo del relato, vemos que Abraham no ha terminado de pasar por una difícil tribulación, y ya se encuentra enfrentando otra. La muerte de Sara representa una tragedia personal profunda. La reacción de Abraham es un reflejo de su amor por su esposa y de su humanidad. La palabra hebrea que se usa para describir su duelo es "safad", que literalmente significa "arrancarse el cabello" y "golpearse el pecho". Esta descripción nos muestra que Abraham no solo estaba triste, sino que experimentaba un dolor profundo y auténtico. Él llora, lo que indica la profundidad de su amor y la magnitud de su pérdida. Habían vivido juntos más de 52 años, compartiendo una vida llena de recuerdos. En esos momentos de duelo, los recuerdos de los años pasados golpean con furia el corazón, lo que hace que el dolor sea aún más intenso.

El duelo es una respuesta natural a la pérdida, y es fundamental reconocer que los hombres y mujeres de Dios también sienten tristeza y aflicción. Abraham, a pesar de ser el padre de la fe, no se muestra apabullado, vencido o desanimado. Su humanidad resuena con todos nosotros. La gente de Dios también se aflige cuando le ocurren tragedias. No debemos sentirnos obligados a ocultar nuestras emociones o a suprimir nuestro dolor por miedo a ser juzgados. En esos momentos, es necesario hacer duelo y llorar, porque eso nos aliviará. El duelo no es un signo de debilidad, sino una expresión de amor y de la realidad de la pérdida.

La experiencia de Abraham nos enseña que hacer duelo es un paso importante en el proceso de sanar. Al enfrentar la muerte, es natural sentir una mezcla de emociones: tristeza, confusión, incluso ira. Esas emociones son parte de la experiencia humana, y es crucial permitir que afloren en lugar de reprimirlas. En el contexto de la fe, el duelo también puede ser un acto de confianza en Dios. Al llorar y hacer duelo, estamos reconociendo que hemos perdido algo valioso y que, a pesar de nuestro dolor, confiamos en que Dios sigue en control. 

Sin embargo, aunque es esencial hacer duelo, Abraham también nos enseña que hay un momento para levantarse. Después de llorar, el texto nos dice que Abraham "se levantó". Este acto es significativo. Aunque el duelo y las lágrimas son parte del proceso de sanación, no podemos quedarnos atrapados en ellos. La vida de Abraham no se detuvo con la muerte de Sara. Él no se mostró arrasado, confundido o trastornado. En cambio, se levantó para continuar con su vida y cumplir con sus responsabilidades. 

Cuando la tragedia nos visita, es crucial no quedarnos en el lamento. Debemos recordar que hay un propósito que todavía podemos cumplir. La acción de levantarse de Abraham es un recordatorio de que, después de la tristeza, debemos seguir adelante, tanto por nosotros mismos como por aquellos que nos aman. La alternativa a levantarse es la desesperación, y esa no es una opción viable para quienes tenemos fe. Al enfrentar el dolor, debemos encontrar la fuerza para levantarnos y avanzar, sabiendo que Dios está con nosotros en cada paso del camino.

Además, la vida de Abraham ilustra que, a pesar del dolor, hay que continuar con las responsabilidades que la vida nos presenta. La muerte no solo trae tristeza, sino también una serie de decisiones y acciones que deben tomarse. Abraham tuvo que ocuparse de los asuntos relacionados con el entierro de su esposa. Esto implica que, a pesar de su dolor, tuvo que hacer frente a la realidad y actuar con diligencia. Esto nos recuerda que el duelo no significa que debamos abandonar nuestras responsabilidades. Al contrario, en medio de la tristeza, debemos encontrar la manera de seguir adelante y cumplir con lo que tenemos por delante.

Abraham también hace una afirmación de su identidad al abordar a los hijos de Het. Él se presenta como "extranjero" y "forastero". En el texto original hebreo, "ger" significa extranjero y "toshab" significa forastero. Estas palabras revelan que Abraham se sentía como un hombre que buscaba aceptación y un lugar donde pertenecer. No era un propietario en esa tierra, y por ello, se acercó para pedir permiso para comprar un lugar donde pudiera enterrar a su esposa. Esta parte de la historia resalta la realidad de que Abraham estaba en búsqueda de una identidad y de un hogar permanente.

Sin embargo, al mirar a través de la lente del Nuevo Testamento, encontramos una comprensión más profunda de esta declaración. En Hebreos 11:8-14, se nos dice que Abraham estaba buscando una ciudad cuya arquitectura y constructor es Dios. Este pasaje nos ayuda a ver que, aunque Abraham era un extranjero en la tierra que habitaba, también estaba mirando más allá de las circunstancias presentes hacia la eternidad. Su afirmación de ser un extranjero y un forastero puede interpretarse como una referencia a su fe en la ciudad celestial que Dios ha prometido a los que creen en Él. 

A menudo, en este mundo, nos sentimos como extranjeros y forasteros. La vida está llena de transitoriedad y cambios, y es fácil perder de vista nuestra verdadera identidad como hijos de Dios. En tiempos de duelo, esta verdad puede ser un ancla para nuestras almas. Recordar que somos ciudadanos del cielo puede brindarnos consuelo y esperanza. La vida en este mundo es temporal, y aunque enfrentamos el dolor y la pérdida, hay una promesa de un hogar eterno que nos espera.

La razón más poderosa por la que los cristianos no nos entristecemos como los que no tienen esperanza es porque creemos en la eternidad. La perspectiva de la vida eterna transforma nuestra visión de la muerte. Si la eternidad no existiera, seríamos seres dignos de lástima, pero existe, y esa es nuestra esperanza. La muerte de un ser querido puede ser devastadora, pero también es un recordatorio de que hay algo más allá de esta vida. 

La esperanza en la eternidad se fundamenta en varias verdades bíblicas. En primer lugar, al morir, el creyente va a la presencia del Señor. En 2 Corintios 5:8, Pablo dice: "Estamos, pues, siempre confiados, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor". Esta verdad no solo nos conforta a nosotros, sino que también ofrece consuelo a aquellos que han perdido a sus seres queridos en Cristo. La certeza de que nuestros amados están en la presencia de Dios debe darnos esperanza.

En segundo lugar, creemos en la resurrección. En 1 Tesalonicenses 4:13-18, se nos asegura que no debemos entristecernos como los que no tienen esperanza, porque los que han muerto en Cristo resucitarán primero. La promesa de la resurrección es una fuente de consuelo y fortaleza. Nos da la certeza de que, aunque la muerte física haya llegado, no es el final. Habrá un reencuentro glorioso con nuestros seres queridos que han partido.

La Biblia también nos dice que el cuerpo de resurrección será semejante al cuerpo de Cristo. En Filipenses 3:20-21 se nos recuerda que nuestra ciudadanía está en los cielos, y que Él transformará nuestro cuerpo de humillación para que sea semejante a su cuerpo glorioso. Después de la resurrección, los discípulos reconocieron a Jesús, lo que implica que habrá continuidad en nuestras relaciones en la eternidad, aunque de una manera diferente (Juan 20:19, 24-25). La conciencia en el cielo se reafirma en Lucas 16:24, donde el rico en el infierno recordaba su vida en la tierra, aunque la dimensión de nuestras relaciones será distinta, como se menciona en Mateo 22:23-32.

En tercer lugar, creemos que el cielo es muchísimo mejor. Filipenses 1:23 nos dice que "tengo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor". Esta afirmación de Pablo resuena con la esperanza que tenemos como creyentes. El cielo no es solo un lugar de descanso, sino un lugar de comunión perfecta con Dios, donde no hay más sufrimiento ni dolor. Esta promesa nos anima a mirar hacia adelante con expectativa, incluso en medio del dolor de la pérdida.

Además, creemos que apareceremos con Él en gloria. Colosenses 3:4 nos asegura que "cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria". Esta promesa de ser parte de la gloria de Dios es un aliento en medio de la tristeza. Nos recuerda que, aunque en esta vida enfrentemos tribulaciones y sufrimientos, hay un futuro glorioso que nos espera en la presencia de Dios.

Por último, la Biblia nos asegura que no existirá más dolor. Apocalipsis 21:4 dice que "enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron". Esta es una promesa que nos llena de esperanza. La idea de que el sufrimiento es temporal y que hay un futuro glorioso sin dolor es un ancla para nuestras almas en tiempos de aflicción.

La muerte de un ser querido es un momento de profundo duelo, y Abraham nos enseña que es natural sentir tristeza. Sin embargo, no debemos quedarnos atrapados en el lamento. Es vital levantarnos y seguir adelante, apoyándonos en la fe en la eternidad. Creer que nuestros seres queridos en Cristo están en la presencia del Señor brinda consuelo y esperanza. La certeza de la resurrección y el cielo nos permite enfrentar la muerte con una perspectiva renovada, sabiendo que hay un reencuentro glorioso esperando.

La fe transforma nuestro dolor en esperanza, recordándonos que, aunque somos extranjeros en este mundo, nuestra verdadera casa está en la eternidad. Cada vez que enfrentamos la muerte de un ser querido, tenemos la oportunidad de reflexionar sobre la grandeza de la promesa de Dios. Aunque el duelo es real y el dolor es intenso, nuestra esperanza está en el hecho de que la muerte no es el final, sino un nuevo comienzo en la presencia de Dios.

En conclusión, la muerte de Sara nos ofrece una perspectiva valiosa sobre cómo enfrentar el duelo. Abraham nos muestra que es normal sentir dolor y tristeza, pero también que debemos levantarnos y seguir adelante. La fe en la eternidad nos proporciona consuelo y esperanza, recordándonos que nuestros seres queridos en Cristo están en un lugar mejor. Al enfrentar la muerte, recordemos que la resurrección y el cielo nos esperan, donde no habrá más llanto ni dolor. La muerte es un paso hacia la gloria, y nuestra verdadera casa está en la presencia del Señor. Que esta verdad nos fortalezca y nos consuele en momentos de pérdida, y que siempre mantengamos nuestra mirada en la eternidad, donde la vida eterna nos espera.

En este camino de duelo, podemos encontrar consuelo en la Escritura. La Palabra de Dios es un refugio en tiempos de angustia, y su promesa de estar con nosotros en cada paso del camino nos da la fortaleza que necesitamos para seguir adelante. Al mirar hacia el futuro, podemos encontrar paz en el conocimiento de que Dios tiene un propósito incluso en nuestra tristeza. La historia de Abraham y Sara no es solo un relato de pérdida; es una lección sobre cómo vivir con fe y esperanza a pesar de las circunstancias adversas. 

La experiencia de Abraham nos recuerda que el amor perdura más allá de la muerte. Aunque Sara ya no estaba físicamente con él, el impacto de su vida y su amor continuaba en la vida de Abraham. Cada recuerdo es un testimonio de la relación que compartieron, y cada lágrima es una expresión del amor que nunca se desvanecerá. La muerte de un ser querido puede dejarnos con un vacío que parece insuperable, pero también nos deja con un legado de amor y recuerdos que nos acompañarán en nuestra jornada.

La vida nos enseña que la muerte no es el final, sino una transformación. La muerte de Sara es un recordatorio de la fragilidad de la vida y de la importancia de valorar cada momento. En medio de nuestra tristeza, debemos encontrar el valor para celebrar la vida del que hemos perdido. Las memorias compartidas, los momentos de alegría y las enseñanzas que dejaron son regalos que debemos atesorar.

Los funerales no son solo momentos de tristeza; son también oportunidades para honrar y recordar. En esos momentos, podemos compartir historias, risas y lágrimas, y celebrar la vida de aquellos que han partido. A través de los recuerdos, el amor se revive y se perpetúa, y aunque físicamente ya no estén con nosotros, su esencia sigue viva en nuestros corazones.

En el contexto de la fe, sabemos que nuestros seres queridos que han partido en Cristo están en un lugar de paz y felicidad. Esta verdad nos da consuelo y nos permite enfrentar la muerte con esperanza. La vida eterna es una promesa que nos sostiene, y el amor de Dios nos envuelve, dándonos la fuerza para seguir adelante.

Así, al reflexionar sobre la muerte de Sara y la respuesta de Abraham, podemos encontrar un camino a seguir en medio del duelo. Hacer duelo es natural, levantarnos es necesario, y afirmarnos en la fe es vital. En cada paso del camino, recordemos que no estamos solos; Dios está con nosotros, y su amor nos sostiene. La muerte no tiene la última palabra; Dios, en su infinita bondad, nos ha prometido un futuro lleno de esperanza. Mantengamos nuestra mirada en la eternidad y permitamos que la fe transforme nuestro dolor en esperanza.

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1 comentario:

Estudia secretos del Zohar dijo...

Sarah murió de in ataque Al corazón al recibir la noticia falsa de la muerte de su hijo Isaac, Al ignorar a in hombre pobre durante una celebración, mostró no sentir misericordia,esto atrajo Al angel de la muerte que siempre está al asecho y al no sentir compasión de los pobres,nos alejamos de Dios, a fin de cuentas Abraham no mató a su hijo