Tema: Adoración – Profeta Isaías. Título: Buscad a Jehová. Texto: Isaías 55: 6 – 8. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz.
I. BUSCAD A JEHOVÁ (Ver 6a) 🔍
II. PUEDE SER HALLADO (Ver 6b) 🔎
III. AMPLIO EN PERDONAR (Ver 7c) 💖
Hoy, nos detendremos en las páginas de Isaías 55, versículos 6 al 8. Un texto que no solo nos llama a un verdadero y profundo arrepentimiento, sino que nos confronta con el peligro inminente de la incredulidad persistente. Un pasaje que, con la precisión de un cirujano divino, nos muestra los resultados gloriosos de una entrega sincera a Dios. Prepárate, porque las palabras de Isaías no son un mero consejo; son una invitación urgente, un ultimátum del cielo que puede transformar tu vida si decides atenderlo. Tres expresiones en este texto, como faros en la niebla, capturan mi atención y espero que cautiven la tuya.
El Primer Clamor: "Buscad a Jehová" (Isaías 55:6a)
La primera expresión, que resuena con la fuerza de un trueno en el desierto, es esta invitación del profeta: "Buscad a Jehová mientras puede ser hallado". Una pregunta fundamental y existencial brota de inmediato: ¿Puede el hombre, por sí mismo, iniciar la búsqueda de Dios? ¿Tenemos esa capacidad inherente, ese GPS espiritual que nos dirija directamente a Su presencia?
Según este texto, sí, el hombre puede buscar a Dios. Pero hay un matiz crucial, una verdad que a menudo se nos escapa en la arrogancia de nuestra autonomía. El hombre no puede hacerlo por sí mismo; los hombres pueden buscar a Dios únicamente porque Dios ya los está buscando a ellos. Es la gracia precursora, la iniciativa divina, la que enciende la chispa de la búsqueda en nuestro corazón. Él es el Gran Buscador, el Pastor que deja a las noventa y nueve para encontrar a la oveja perdida. Él nos busca a través de Su gracia inmerecida y a través de la obra silente y poderosa del Espíritu Santo en nuestros corazones, que nos redarguye, nos convence, nos atrae con cuerdas de amor. Sin esa búsqueda divina inicial, nuestra supuesta "búsqueda" sería un simple vagar sin rumbo en la oscuridad.
Ahora, la pregunta se vuelve práctica y urgente: ¿Cómo busca el hombre a Dios? El mismo texto, con una claridad meridiana, nos da la hoja de ruta en los versículos siguientes. No es un ritual complicado, ni una serie de penitencias, sino una transformación interna y externa.
Primero, se nos insta a dejar nuestros pensamientos. Esto no significa dejar de pensar, sino abandonar nuestra "manera de pensar" que es contraria a la de Dios. Es un llamado a despojar nuestra mente de la lógica retorcida del mundo, de la sabiduría humana que se opone a la sabiduría divina, de las justificaciones personales que excusan el pecado, de la incredulidad que se disfraza de razón. Es una rendición intelectual, un reconocimiento de que Sus caminos y Sus pensamientos son superiores a los nuestros, como los cielos son más altos que la tierra. Es cambiar nuestra cosmovisión, nuestra ideología personal, para alinearla con la verdad revelada de Dios.
Segundo, debemos dejar nuestros caminos. Esto se refiere a nuestras malas conductas, a los senderos pecaminosos que hemos elegido. Es la renuncia activa a las acciones, hábitos y estilos de vida que nos alejan de la santidad de Dios. No basta con cambiar de opinión; nuestras acciones deben seguir el rumbo de nuestros nuevos pensamientos. Es la manifestación tangible del arrepentimiento, el giro de 180 grados de una vida que antes iba en dirección opuesta a la voluntad de Dios. No se trata de un simple ajuste; es un cambio radical de dirección.
Finalmente, y como culminación de los dos puntos anteriores, debemos volvernos a Dios. Esto implica que, una vez que hemos abandonado nuestros pensamientos y nuestros caminos equivocados, giramos nuestro rostro y nuestra voluntad hacia Él. Es la entrega de todo nuestro ser: mente, voluntad y emociones. Es un acto de fe y obediencia, un retorno al Padre misericordioso que nos espera con los brazos abiertos.
Es crucial entender que estas tres condiciones deben cumplirse. No son opciones, ni alternativas. Cualquier intento de "buscar a Dios" que no involucre el abandono de nuestros pensamientos y caminos errados, y una verdadera vuelta a Él, no constituye una búsqueda sincera. Es una farsa, una autojustificación, un intento de manipular a Dios. La autenticidad de nuestra búsqueda se mide por la profundidad de nuestra transformación.
El Segundo Clamor: "Mientras puede ser hallado" (Isaías 55:6b)
Esta segunda expresión, con su implícita urgencia, nos golpea con una verdad incómoda, pero vital: existe un momento en el que Dios ya no puede ser hallado. Es una frase que nos advierte de un umbral, un punto de no retorno donde la cercanía de Dios se desvanece, y Su voz se silencia para el alma que se ha endurecido. Leer esto nos confronta con la idea de que la oportunidad de buscar a Dios no es infinita, ni está garantizada eternamente.
Un momento, un punto de no retorno seguro en el que ya no podremos buscar a Dios, es la muerte. Si morimos sin Cristo, si cruzamos ese umbral final sin habernos reconciliado con nuestro Creador, ese es el momento decisivo en el que Él ya no estará cercano, donde ya no se le podrá buscar. El destino eterno queda sellado. La eternidad es larga, y las decisiones tomadas en el tiempo, tienen repercusiones infinitas.
Sin embargo, la Biblia también es clara al señalar que hay momentos, incluso mientras estamos vivos, en los que Dios, en Su soberanía y justicia, decide dejar de buscarme, de atraerme, de interceder por mí. Es el punto donde Él, a causa de nuestra terquedad e impenitencia persistente, nos desecha. Y, por ende, también nosotros, en nuestra obstinación, ya no sentiremos el impulso de buscarle.
Esta es una de las razones más dolorosas por las que mucha gente, que una vez estuvo cerca, se va de la iglesia y no desea volver: su falso arrepentimiento inicial y su obstinación continua los llevan a ser desechados por Dios. Su corazón se endurece hasta el punto de la insensibilidad espiritual. Esta es la razón por la cual muchos otrora "cristianos", que alguna vez profesaron fe, hoy día están inmersos en sectas, doctrinas falsas o viven vidas totalmente alejadas de la verdad; Dios, en Su justicia, los desechó por su falta de arrepentimiento y su deliberada resistencia a Su Espíritu. Y, trágicamente, esta es la razón por la cual muchos morirán para ser condenados irremediablemente, con un corazón tan endurecido que ni la voz de la misericordia podrá ya penetrar.
Piensa en el ejemplo desgarrador de Israel, como nos lo recuerda Pablo en Romanos 11:7-10. Aunque la promesa de salvación era para ellos, "lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos." La incredulidad y la desobediencia llevaron a muchos israelitas a un endurecimiento espiritual. El versículo 8 de Romanos nos dice: "como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy." Un espíritu de estupor (un "sueño" espiritual), ojos que se cierran deliberadamente a la verdad y oídos que se tapan para no escuchar la voz de Dios. Es la justicia divina actuando cuando la gracia ha sido rechazada persistentemente.
Pero el endurecimiento de Dios no solo se manifiesta al insensibilizar el corazón con dureza y ceguera. También puede llevarnos a un estado de bienestar material o emocional, donde una falsa seguridad nos arropa, de tal manera que pensamos que no necesitamos de Dios y de una verdadera fe en Él. El verso 9 de Romanos 11 cita a David: "Sea hecha su mesa por trampa y por red, y por tropezadero y por retribución para ellos." La bendición material, si no se recibe con humildad y gratitud, puede convertirse en una trampa que nos aleja de Dios, llevándonos a la autosuficiencia espiritual, al "no necesito nada". Por ello, es imperativo atender y ser dócil a la voz de Dios hoy mismo, antes de que el tiempo se agote y la oportunidad se desvanezca.
El Tercer Clamor: "Será amplio en perdonar" (Isaías 55:7c)
Después de la advertencia sobria y la invitación urgente, el profeta eleva la voz y nos muestra la gloria de los resultados de una genuina conversión. Es el dulce aroma de la gracia que se extiende después de la tormenta del arrepentimiento.
La promesa es clara y gloriosa: si se busca a Dios sinceramente mientras aún puede ser hallado, entonces dos cosas maravillosas sucederán, transformando por completo la realidad del pecador.
Primero, Dios tendrá misericordia. Sin importar la magnitud del pecado, la profundidad de la incredulidad, la cantidad de veces que hayamos fallado; Dios tendrá compasión. Su misericordia es un océano sin orillas, una fuente inagotable de gracia. Si aún hay en tu corazón un malestar, un dolor, una punzada de conciencia por tus fallas, por tus pecados, por tu alejamiento, ¡es una señal poderosa! Es porque, seguramente, Dios no ha endurecido aún tu corazón. Aún hay tiempo. Él quiere tener misericordia de ti. Si, por el contrario, esa voz ya no se escucha, si la conciencia no te redarguye, si la indiferencia te envuelve, solo podemos orar a Dios que esa no sea la señal de un juicio definitivo, sino quizás una prueba temporal de Su espera.
Segundo, y como el abrazo más tierno del Padre, será amplio en perdonar. La palabra "amplio" aquí sugiere una magnitud, una generosidad sin límites. Dios mostrará un perdón inmenso, un perdón que no solo cubre tus pecados, sino que los borra, los olvida, los echa en lo profundo del mar. Él no solo perdona; restaura. No solo olvida; te hace Su hijo. La promesa es que podrás ser restaurado a una relación íntima con Él, una relación de la que fuiste alejado por tus propias decisiones. Es la manifestación de Su carácter divino: un Dios justo, sí, pero también un Dios lleno de gracia, lento para la ira y grande en misericordia.
Este sermón es un desafío directo a nuestra reflexión espiritual, un llamado a la acción inmediata. Dios nos llama a buscarle sinceramente, no con un corazón dividido, sino con una entrega total. Nos insta a dejar atrás nuestros pensamientos equivocados, esos que nos alejan de Su verdad; a abandonar nuestros caminos pecaminosos, esos que nos conducen a la destrucción. Y, con una fe renovada, a volvernos a Él, confiando en Su promesa de misericordia y perdón.
Necesitamos esforzarnos en buscar a Dios con sinceridad, sabiendo que Él, en Su amor incondicional, ya nos está buscando. Aprovechemos cada aliento, cada momento que tenemos, antes de que sea demasiado tarde, para acercarnos a Dios y buscar Su perdón. Si nos volvemos a Dios con un corazón genuino y arrepentido, Él nos perdonará y nos mostrará Su misericordia sin medida.
En estos tiempos de incertidumbre, de ruido constante y de distracciones interminables, es más crucial que nunca atender al llamado del cielo. Es imperativo ser dóciles a Su guía, a los susurros de Su Espíritu, y aprovechar la oportunidad divina de buscarle sinceramente. No esperemos hasta que el reloj se detenga, hasta que el silencio sea eterno, hasta que la puerta de la misericordia se cierre. Respondamos hoy mismo, con fe y obediencia, confiando en Su promesa inquebrantable de misericordia y perdón. ¿Escucharás Su llamado hoy? ¿Buscarás a Jehová mientras aún puede ser hallado?
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13 comentarios:
Mas vale buscar a Dios mientras puede ser allado y llamarle en tanto que esta cercano. Por que despues de la muerte ya no podemos hacer nada. Segun Ebreos 9_27
Dios tenga misericordia de uno si le sigue fallando y no atiende al llamado de Dios de arrepentirnos de corazón
AMÉN, ASI ES!
Good
Gracias hermano por ese llamado a arrepentirnos
Muchas gracias
Amén
Amén
💪💪💪💪
❤️❤️❤️❤️
Que Dios nos direccióne
Amén, gloria a Dios
Gracias por tu comentario
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