Tema: Evangelismo. Título: El ministerio de la reconciliación. Texto: 2 Corintios 5: 18 – 21. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz.
(DOS MINUTOS DE LECTURA)
I. LO QUE FUIMOS (Ver 18ª)
II. LO QUE SE NOS ENCOMENDÓ (Ver 18b; 20a)
III. LO QUE PREDICAMOS (Ver 19ª; 21)
IV. LO QUE HACEMOS (Ver 20)
Introducción:
A. Lemas. Nuestra iglesia tiene una misión clara y específica: predicar la Palabra de Dios a aquellos que aún no le conocen. Este mandato no es solo una responsabilidad de unos pocos, sino que cada uno de nosotros ha sido llamado a participar activamente en esta gran comisión. El pasaje que vamos a explorar hoy, 2 Corintios 5:18-21, nos revela lo que éramos antes de conocer a Dios, lo que se nos ha encomendado, lo que realmente proclamamos y las acciones que debemos llevar a cabo en el nombre de Cristo.
I. LO QUE FUIMOS (Ver 18a)
A. Fuimos reconciliados con Dios. Para entender la magnitud de esta reconciliación, es fundamental reconocer que solo se reconcilia aquello que está en conflicto. Antes de nuestra conversión, estábamos en una triste y lamentable condición: éramos enemigos de Dios, distanciados de Su amor y Su luz.
B. La Biblia nos enseña que la condición de la persona incrédula es devastadora:
1. Está muerta espiritualmente (Efesios 2:1). Esta muerte espiritual implica una separación total de la vida que solo encontramos en Cristo, lo que significa que estamos desconectados de la fuente de toda vida y esperanza.
2. Es hija de ira (Efesios 2:3). Todos nacemos en un estado de desobediencia y pecado, lo que nos hace merecedores del juicio divino. Esta es una realidad que la mayoría prefiere ignorar, pero es esencial para entender la necesidad de la salvación.
3. Su entendimiento, su vida, su corazón están sujetos a la ceguera espiritual (Ver 4:17-18). Sin la intervención de Dios, nuestro entendimiento está oscurecido, incapaz de ver la verdad y de discernir entre el bien y el mal.
4. El plan de Dios es claro y directo: “No se engañen, los que hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Salmo 50:22). Este mensaje es duro, pero la verdad es que sin reconciliación no hay esperanza. La naturaleza humana, inclinada al pecado, nos aleja de la comunión con nuestro Creador.
C. A pesar de esta condición, Dios tomó la iniciativa. A través de Cristo, nos ofreció la oportunidad de volver a la amistad con Él, un regalo inmerecido que nos llama a la acción. Esta reconciliación no es solo acerca de una relación restaurada, sino sobre una nueva identidad en Cristo.
II. LO QUE SE NOS ENCOMENDÓ (Ver 18b; 20a)
A. Es fundamental hacer una comparación para comprender la grandeza de este llamado. ¿Qué éramos según el texto anterior? En resumen, enemigos de Dios; pero una vez reconciliados, ¿en qué nos convertimos?
1. Ministros de reconciliación: Hemos sido hechos ministros, siervos en la tarea de reconciliar a los hombres con Dios. Este llamado no es ligero, sino que implica un compromiso serio y profundo con la obra de Dios. No somos simplemente mensajeros; somos parte activa en el proceso de restauración de vidas.
2. Embajadores de Cristo: Ser embajadores implica dos conceptos clave:
a. Extranjeros en el mundo: Como embajadores, ya no somos ciudadanos de este mundo. Nuestra verdadera ciudadanía está en los cielos, lo que nos convierte en representantes de otro reino. Esto significa que nuestras lealtades y prioridades deben reflejar los valores del Reino de Dios.
b. Representantes de Cristo en la tierra: Un embajador actúa en nombre de su país, y nosotros actuamos en nombre de Cristo. Esto significa que debemos reflejar Su carácter, Su amor y Su verdad en cada acción y palabra. Nuestra vida debe ser un testimonio viviente del poder transformador de Jesús.
De enemigos de Dios, de hijos de ira, hemos sido transformados en ministros y embajadores. Este cambio radical no es solo para nuestro beneficio, sino para que otros puedan ver y experimentar el amor y la gracia de Dios a través de nosotros.
III. LO QUE PREDICAMOS (Ver 19a)
A. El texto nos dice que se nos ha dado “la palabra de la reconciliación”. Esta palabra es el mismo evangelio, las buenas noticias que constituyen el mensaje del evangelismo. ¿Cuál es el contenido de este mensaje?
1. El reconocimiento del pecado: Debemos hacer entender a las personas que son enemigas de Dios debido a sus pecados. Puede que escuchen: “Yo no soy pecador, yo soy una buena persona”. En estos casos, es esencial guiarlos a través de la ley de Dios. Pregúntales: “¿Sabes que la ley de Dios dice que no debemos robar? ¿Alguna vez has robado?” Esto los confronta con la verdad de su condición. Es un paso necesario para que puedan reconocer su necesidad de un Salvador.
2. Cristo, nuestro sustitutivo: El versículo 21 es fundamental porque nos revela que Cristo era sin pecado, inocente, perfecto. A pesar de su inocencia, Dios lo trató como un pecador cuando llevó el juicio por nuestros pecados en su pasión y muerte. Él asumió nuestra culpa para que pudiéramos ser considerados inocentes y reconciliados con Dios (Ver 19). Este es el núcleo del evangelio: la sustitución de Cristo y el regalo de la justicia.
IV. LO QUE HACEMOS (Ver 20)
A. Al predicar las buenas nuevas, es como si Dios mismo hablara a través de nosotros. Su mensaje es claro: “Hagan las paces con Dios”. Este es un llamado urgente y personal que debemos transmitir a todos. No se trata solo de compartir información, sino de invitar a otros a experimentar una relación transformadora con su Creador.
B. Literalmente, debemos ROGARLE a la gente al predicar la Palabra de Dios. La palabra griega utilizada aquí (dexios) sugiere un acto de súplica ferviente. Debemos rogar, de la misma manera que le rogamos a Dios por nuestras necesidades, a las personas que se reconcilien con Él. Esta no es una simple invitación; es un llamado apasionado a la acción. Cada vez que compartimos el mensaje del evangelio, debemos hacerlo con un corazón lleno de amor y urgencia, sabiendo que la eternidad de una persona puede estar en juego.
Conclusión:
El ministerio de la reconciliación no es solo una tarea; es un compromiso vital para cada creyente. Como embajadores de Cristo, debemos compartir el mensaje del evangelio con pasión, urgencia y amor. La gran comisión no solo es nuestra responsabilidad, sino también nuestro privilegio. Cada vez que compartimos el mensaje de reconciliación, estamos transformando vidas y restaurando relaciones con el Creador.
Nos hemos convertido en instrumentos de Su paz y esperanza en un mundo que desesperadamente necesita escuchar que hay una manera de volver a Él. Al hacerlo, estamos colocando en el centro de nuestras vidas la misión que Dios nos ha encomendado: ser sus ministros y embajadores en la tierra. ¡Que nunca olvidemos la grandeza de este llamado y la alegría de ver a otros reconciliados con nuestro Dios!
En este viaje, debemos recordar que nuestra labor es más que simplemente hablar; es un acto de amor, un compromiso con la verdad y una dedicación a ver vidas transformadas. La reconciliación no solo afecta a aquellos a quienes alcanzamos, sino que también impacta nuestra propia vida espiritual, ya que al compartir el evangelio, nos acercamos más a Dios y experimentamos Su amor de manera más profunda. Así que, sigamos adelante con valentía y determinación, sabiendo que estamos cumpliendo con un propósito eterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario