LA BONDAD DE DIOS EN EL PERDÓN:LA HISTORIA DE JOSÉ Y MARIA
Introducción: El Veneno Silencioso
Imagina una persona que, con una sonrisa en el rostro, reparte ayuda y parece el ejemplo perfecto del amor cristiano. Pero en su corazón, guarda amargura y una lista de ofensas que no ha perdonado. ¿Crees que su bondad es un buen testimonio? El evangelismo de la bondad que hemos estado explorando no puede fluir de un corazón lleno de odio. El resentimiento es un veneno que consume al que lo guarda y destruye el testimonio que se quiere dar. El mundo no necesita más hipócritas, sino personas cuya bondad sea genuina, que su perdón no sea una fachada, sino un fruto de un corazón que ha sido limpiado. La historia de José, el padre putativo de Jesús, nos enseña que el perdón no es solo un acto de bondad, sino el fundamento de un evangelismo auténtico.
El perdón es el acto de los justos que se manifiesta en la duda, es una revelación que confirma la verdad, y una obediencia que actúa con fe.
1. El Perdón es de los Justos: La Decisión del Corazón
Texto Clave: Mateo 1:19 - "José, su esposo, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente."
Explicación del Texto: José se encuentra en una situación devastadora. Su prometida, con quien ya tenía un vínculo legal, está embarazada, y él sabe que el niño no es suyo. Según la Ley judía, como un hombre "justo" (dikaios), él debía denunciarla públicamente por aparente adulterio, un crimen punible con la muerte. Sin embargo, el texto revela que su justicia es más que un simple legalismo; es una mezcla de rectitud y misericordia. En lugar de seguir el camino más estricto de la ley, él decide perdonarla en su corazón y busca la opción más compasiva: "dejarla en secreto". Este era un acto de perdón privado, un acto de bondad hacia ella, incluso cuando él no tenía todas las respuestas y asumía lo peor.
Aplicación Práctica: Las personas bondadosas perdonan las faltas de otros, por graves que sean. Necesitamos pedirle a Dios este tipo de corazón, un corazón que se inclina hacia la misericordia, incluso cuando la verdad es incierta. El perdón es una decisión que tomamos en nuestro corazón antes de que Dios revele su plan.
Preguntas de Confrontación: ¿Has confundido el ser "justo" con el ser implacable? ¿Crees que el perdón es solo para los que no tienen razón, o que la verdadera justicia se demuestra en la misericordia?
Textos de Apoyo:
Proverbios 10:12: "El odio despierta rencillas; pero el amor cubre todas las faltas."
Proverbios 19:11: "La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa."
Frase Célebre: "El perdón es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú." – Lewis B. Smedes.
2. El Perdón es Revelado: La Verdad que Confirma el Corazón
Texto Clave: Mateo 1:20 - "Y pensando él en esto, he aquí, un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es."
Explicación del Texto: El dilema de José era humanamente irresoluble. Él ya había perdonado a María, pero aún así, su corazón estaba turbado por la duda y la perplejidad. El material exegético resalta que Dios intervino en el momento de su lucha interior. La revelación del ángel no fue para iniciar el perdón, sino para confirmar la verdad y validar su decisión de perdonar. El mensaje del ángel le dio a José la razón para que su corazón estuviera en paz: el niño era del Espíritu Santo. Hoy, la Biblia nos habla acerca del perdón como una revelación de Dios para nosotros. Esta revelación es la verdad que necesitamos para poder perdonar.
Aplicación Práctica: Necesitamos aceptar y creer todo lo que la Biblia dice sobre el perdón como un mandato para nuestras vidas, con el fin de hacernos seres libres. No podemos fabricar el perdón por nuestra cuenta; necesitamos la revelación de la Palabra de Dios. El perdón que le ofrecemos a los demás no es un simple esfuerzo humano, sino el eco del perdón divino que se nos ha dado.
Preguntas de Confrontación: ¿Buscas perdonar por tu propia fuerza o por la revelación de la gracia de Dios en Cristo? ¿Crees que la Biblia, la Palabra de Dios, tiene la autoridad para decirte que debes perdonar?
Textos de Apoyo:
Efesios 4:32: "Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo."
Colosenses 3:13: "Soportándoos unos con otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros."
Frase Célebre: "Perdonar es un acto de la voluntad, y la voluntad puede funcionar incluso cuando el corazón no puede." – Corrie ten Boom.
3. El Perdón es Obedecido: El Fruto de la Fe y la Acción
Texto Clave: Mateo 1:24 - "Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer."
Explicación del Texto: El versículo 24 muestra una obediencia inmediata y completa. La frase "despertando José... hizo" (eger-theis... epoiēsen) resalta la inmediatez. No hubo vacilación o retraso. Su obediencia fue exacta y total. Su acto de "recibir a su mujer" implicó llevarla formalmente a su hogar y consumar el matrimonio, demostrando públicamente su fe en la inocencia de ella. José asumió el riesgo de ser mal visto o criticado, pero su obediencia a la orden de Dios fue más importante que cualquier posible reproche social. Su perdón, que inició en secreto, se convirtió en un acto público de protección y fe, dando testimonio de su confianza en la revelación divina.
Aplicación Práctica: El perdón, como el evangelismo, no es solo una idea. Es un acto de obediencia. De nada sirve decir que perdonamos si no lo demostramos con nuestras acciones. Cuando perdonamos, estamos obedeciendo a Dios. La obediencia de José es un recordatorio de que un corazón perdonado obedece la verdad de la Palabra de Dios, incluso si va en contra de la lógica o de las expectativas sociales. Esta obediencia nos da el testimonio que se requiere para ser un verdadero evangelista.
Preguntas de Confrontación: ¿Has dicho que perdonas pero sigues viviendo con amargura? ¿Has dejado que el miedo al "qué dirán" te impida perdonar y mostrar la bondad de Cristo?
Textos de Apoyo:
Lucas 17:3-4: "Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale."
Mateo 6:14-15: "Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres vuestras ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas."
Frase Célebre: "El perdón es una decisión, no un sentimiento. Porque cuando perdonamos, estamos haciendo lo que Dios ya ha hecho por nosotros." – Rick Warren.
Conclusión: La Sinceridad del Evangelista
El perdón de José hacia María fue un acto de justicia misericordiosa, una respuesta a una revelación divina y una obediencia inmediata a la voluntad de Dios. Su historia nos enseña que el evangelismo de la bondad, que es tan necesario hoy en día, no puede existir con un corazón lleno de odio. Un corazón que perdona genuinamente a los demás es un corazón que refleja la bondad de un Dios que nos perdonó primero. Un testigo eficaz de Cristo no es aquel que simplemente habla de su amor, sino aquel cuya vida demuestra que el perdón es posible. El mundo no creerá en el evangelio de la gracia si ve que en nuestra vida reina la amargura. Si perdonamos, la gente verá nuestro cambio y se volverá un testimonio poderoso. Porque cuando un corazón perdona, se convierte en un testigo visible de la bondad de Dios.
VERSION LARGA
En el vasto y a menudo desolado paisaje de la experiencia humana, la bondad se erige como un oasis, un faro de luz en la tormenta de la indiferencia. Es la cualidad que anhelamos en los demás y la virtud que, en los días más sinceros de nuestras almas, deseamos encarnar. Imaginemos, por un momento, a una persona que camina entre nosotros con una sonrisa inquebrantable, con la mano extendida para ayudar, con palabras de aliento que fluyen como miel. A la luz del sol, parece la encarnación perfecta de la bondad, el testimonio viviente del amor cristiano que proclamamos. Sin embargo, si tuviéramos la llave de su corazón, si pudiéramos asomarnos a sus aposentos más secretos, ¿qué encontraríamos? Quizás una sala oscura, un museo silencioso donde cada ofensa, cada traición, cada palabra hiriente ha sido catalogada y archivada, una lista de agravios que no ha perdonado. ¿Podríamos llamar a su bondad un testimonio genuino? ¿Puede la luz de su sonrisa contrarrestar la oscuridad de un alma envenenada por el resentimiento? Esta es la paradoja del ser humano: la capacidad de mostrar una fachada de bondad, mientras el corazón se consume en las brasas del rencor. El mundo, en su cinismo justificado, no necesita más hipócritas cuya bondad sea una fachada, un acto teatral para el deleite de los demás. El mundo hambriento de verdad necesita personas cuya bondad sea genuina, cuyo perdón no sea una estrategia, sino un fruto orgánico de un corazón que ha sido limpiado y restaurado por la gracia divina.
El evangelismo de la bondad, ese llamado a vivir de tal manera que nuestra fe sea visible y palpable para el mundo, no puede, bajo ninguna circunstancia, fluir de un corazón lleno de veneno. El resentimiento, esa amargura silenciosa y corrosiva, es el veneno que consume al que lo guarda y destruye el testimonio que se quiere dar. Y de todas las historias que la Escritura nos ofrece para entender la esencia de este perdón redentor, la historia de José, el carpintero de Nazaret, el padre putativo de nuestro Señor, se erige como la parábola perfecta. La suya no es una historia de milagros espectaculares, sino de un acto silencioso y profundo que nos enseña que el perdón no es solo un acto de bondad, sino el fundamento de un evangelismo auténtico. En la historia de José, el perdón es un acto de justicia que se manifiesta en la duda, es una revelación que confirma la verdad, y una obediencia que actúa con fe.
El perdón es, en su esencia más pura, un acto de la justicia divina manifestada en la fragilidad humana. Para entender esto, debemos sumergirnos en el drama personal de un hombre común y corriente que se vio envuelto en el misterio más grande de la historia. El evangelio de Mateo, con una economía de palabras que es en sí misma una obra de arte, nos presenta a José en el clímax de una crisis insondable. "José, su esposo, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente." ¡Qué abismo de dolor y perplejidad se esconde en esa simple frase! El material exegético (Mateo 1:19) resalta la devastación emocional de José. Él se encuentra en una situación devastadora: María, su prometida, con quien ya tenía un vínculo legal que la convertía en su "esposa" ante la ley, está embarazada. Él, un hombre de rectitud, sabe que el niño no es suyo. En el contexto de la ley judía, su deber como un hombre "justo" (dikaios) le exigía una acción contundente. La ley de Deuteronomio 22:23-24 no dejaba lugar a dudas: si una virgen desposada era hallada con otro hombre en la ciudad, ambos debían ser apedreados a la puerta de la ciudad. Su deber, en la estricta y legalista interpretación de la ley, era denunciarla públicamente, hacer de ella un "espectáculo público" (deigmatisai), exponerla a la vergüenza y al posible castigo fatal. El término griego deigmatisai significa "hacer un espectáculo de," "exponer públicamente," "avergonzar." La lógica humana dictaba que la única manera de preservar su propia reputación y cumplir con la ley de Dios era repudiar a María de la manera más dura posible.
Y, sin embargo, en el punto de inflexión de esta tragedia personal, el evangelio nos revela una verdad más grande que la letra de la ley. La justicia de José no era una justicia implacable; era una justicia infundida de misericordia. Él no siguió el camino más estricto y vengativo de la ley. En su lugar, el texto nos dice que "decidió" (eboulēthē), un verbo que denota una resolución deliberada y consciente, dejarla en secreto. Este era un acto de perdón privado, un acto de bondad hacia ella, incluso cuando él no tenía todas las respuestas y asumía lo peor. Su corazón, un corazón justo y tierno, eligió la opción más compasiva, la que evitaría a María la humillación y el daño extremos. La decisión de José de perdonar no fue una respuesta a una revelación divina, sino un acto de su voluntad, un acto de su corazón que se inclinó hacia la bondad en medio de la duda y el dolor. El perdón de José fue un acto de misericordia antes que un acto de justicia legalista. Fue una bondad que nació de su carácter justo, un carácter que se negaba a infligir daño, incluso cuando la ley parecía exigirlo. La verdadera justicia no es la aplicación ciega de la ley, sino la aplicación de la ley con misericordia.
Esta es la primera y más profunda lección que la historia de José nos enseña. El perdón no es un sentimiento que nos asalta, ni una emoción que esperamos sentir. Es una decisión, un acto de la voluntad de un corazón justo que se niega a ser consumido por el odio. Es la demostración de la cordura del hombre, que detiene su furor, y su honra, que le permite pasar por alto la ofensa. En un mundo donde la justicia se ha confundido con la venganza, donde la rectitud se mide por la dureza, José nos recuerda que la verdadera justicia se demuestra en la misericordia. Él, que era inocente, decidió perdonar a quien parecía culpable. Él, que tenía la razón, eligió la compasión. Y es aquí donde la frase célebre de Lewis B. Smedes encuentra su eco más profundo: "El perdón es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú." En su acto de soltar a María de la condena, José se liberó a sí mismo del veneno de la amargura. Nos confronta con una pregunta crucial: ¿Has confundido el ser "justo" con el ser implacable? ¿Creemos que el perdón es solo para los que no tienen razón, o que la verdadera justicia se demuestra en la misericordia? La bondad de un evangelista no es una fachada; es el fruto de un corazón que ha perdonado, incluso en la oscuridad de la incertidumbre, tal como lo hizo José. El perdón de José es la personificación de lo que nos dice Proverbios 19:11: "La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa." Es una muestra de que el corazón de un justo, incluso en la duda, se inclina hacia la misericordia.
El dilema de José, sin embargo, era humanamente irresoluble. Él ya había perdonado a María, pero aún así, su corazón estaba turbado por la perplejidad y el dolor. Y fue en el punto de máxima oscuridad, en el preciso momento en que su alma sopesaba la ley, la misericordia y su amor por María, que Dios intervino. "Y pensando él en esto, he aquí, un ángel del Señor le apareció en sueños..." El material exegético resalta que la revelación del ángel no fue para iniciar el perdón, sino para confirmar la verdad y validar su decisión de perdonar. Dios no apareció en el momento del escándalo para evitar el dolor de José; apareció en el momento de su angustia, después de que su corazón ya había tomado la decisión de perdonar. Esta es una lección fundamental: la gracia de Dios a menudo se manifiesta no para evitarnos el dolor de la decisión, sino para darnos paz en la decisión que ya hemos tomado. La revelación divina no llegó para que José hiciera algo que no había planeado hacer, sino para darle paz a su corazón por haber hecho lo correcto. El mensaje del ángel le dio a José la razón para que su corazón estuviera en paz: el niño que esperaba María no era fruto de un pecado, sino de la obra milagrosa del Espíritu Santo. La frase inicial del ángel, "José, hijo de David," no era un simple saludo; era un recordatorio de su identidad y de su papel en el plan redentor de Dios. Era la validación de su linaje y la confirmación de que no estaba en el camino de la ruina, sino en la senda de la promesa.
Esta es la segunda y vital lección que la historia de José nos ofrece. El perdón humano es un esfuerzo agotador. Podemos decidir perdonar con nuestra voluntad, podemos convencer a nuestra mente de que es lo correcto, pero si ese perdón no está anclado en la revelación de la gracia de Dios, el corazón continuará luchando. La Biblia, la Palabra de Dios, nos habla acerca del perdón como una revelación de Dios para nosotros. Es la verdad que necesitamos para poder perdonar. No podemos fabricar el perdón por nuestra cuenta; necesitamos la revelación de la gracia de Dios en Cristo. El perdón que le ofrecemos a los demás no es un simple esfuerzo humano, sino el eco del perdón divino que se nos ha dado. Efesios 4:32 nos dice: "Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo." La revelación del perdón de Dios hacia nosotros es el combustible que nos permite perdonar a otros. La cruz del Calvario, donde el Padre perdonó a la humanidad a través de la muerte de Su Hijo, es el fundamento de nuestro propio perdón. Es en la sangre de Cristo que encontramos la autoridad para perdonar, no en nuestra propia fuerza. En Colosenses 3:13, el apóstol Pablo nos insta: "Soportaos unos a otros y perdonáos si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, así también perdonad vosotros." El "como" de la frase no es una simple sugerencia; es la fuente y el modelo.
¿Buscas perdonar por tu propia fuerza o por la revelación de la gracia de Dios en Cristo? ¿Crees que la Biblia, la Palabra de Dios, tiene la autoridad para decirte que debes perdonar? Corrie ten Boom, una mujer que conoció el dolor y la traición de una manera que la mayoría de nosotros nunca conocerá, nos recordó que "Perdonar es un acto de la voluntad, y la voluntad puede funcionar incluso cuando el corazón no puede." La revelación de la Palabra de Dios nos da la voluntad para actuar, incluso cuando nuestros sentimientos nos traicionan. El perdón no es solo una idea, es una revelación de Dios que cambia nuestro corazón. El perdón es una revelación que nos muestra que nuestro agravio no es más grande que el perdón de Dios en la cruz.
La culminación de la historia de José, sin embargo, no fue el sueño, sino el amanecer. El perdón, como el evangelismo, no es solo una idea. Es un acto de obediencia. Y el evangelio nos lo muestra de manera dramática y poderosa. "Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer." La frase "despertando José... hizo" (eger-theis... epoiēsen) resalta la inmediatez de su obediencia. No hubo vacilación, no hubo dilación, no hubo una "noche de deliberación." José pasó directamente de la revelación a la acción. Su obediencia fue exacta y total. Su acto de "recibir a su mujer" (kai parelaben tēn gynaika autou) implicó llevarla formalmente a su hogar y consumar el matrimonio, demostrando públicamente su fe en la inocencia de ella y en el plan de Dios. José asumió el riesgo de ser mal visto o criticado. La gente no sabía lo que él sabía. En el contexto social de su tiempo, el rumor ya debía haber comenzado a circular. Pero la obediencia de José a la orden de Dios fue más importante que cualquier posible reproche social. Su perdón, que inició en secreto, en la privacidad de su corazón, se convirtió en un acto público de protección y fe, dando un testimonio poderoso de su confianza en la revelación divina.
Esta es la tercera y crucial lección que la historia de José nos enseña. De nada sirve decir que perdonamos si no lo demostramos con nuestras acciones. Cuando perdonamos, estamos obedeciendo a Dios. La obediencia de José es un recordatorio de que un corazón perdonado obedece la verdad de la Palabra de Dios, incluso si va en contra de la lógica o de las expectativas sociales. Esta obediencia nos da el testimonio que se requiere para ser un verdadero evangelista. ¿Has dicho que perdonas, pero sigues viviendo con amargura? ¿Has dejado que el miedo al "qué dirán" te impida perdonar y mostrar la bondad de Cristo? La palabra de Jesús en Lucas 17:3-4 es tajante: "Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale." El perdón no es una opción; es un mandato. Y la obediencia a ese mandato es el acto supremo de fe. Porque cuando perdonamos, estamos haciendo lo que Dios ya ha hecho por nosotros. No es un sentimiento; es una decisión, y esa decisión se manifiesta en la acción. Un corazón perdonado es un corazón que obedece, y esa obediencia es el testimonio más poderoso que podemos ofrecer al mundo.
En conclusión, la bondad del perdón de José hacia María fue un acto de justicia misericordiosa, una respuesta a una revelación divina y una obediencia inmediata a la voluntad de Dios. Su historia, en su sencillez y en su profundidad, nos enseña que el evangelismo de la bondad, que es tan necesario hoy en día, no puede existir con un corazón lleno de odio. Un corazón que perdona genuinamente a los demás es un corazón que refleja la bondad de un Dios que nos perdonó primero, incluso cuando éramos sus enemigos. Un testigo eficaz de Cristo no es aquel que simplemente habla de su amor, sino aquel cuya vida demuestra que el perdón es posible, que la amargura puede ser vencida, que el veneno del resentimiento puede ser purificado por la gracia divina. El mundo no creerá en el evangelio de la gracia si ve que en nuestra vida reina la amargura. Si perdonamos, la gente verá un cambio que va más allá de la fuerza humana, un cambio que solo puede venir de un corazón que ha sido tocado por la mano de Dios. Porque cuando un corazón perdona, se convierte en un testigo visible y palpable de la bondad de Dios. No es solo un testimonio verbal, sino un testimonio que se vive, que se respira, que se siente. Y ese, y solo ese, es el evangelismo que el mundo desesperadamente necesita ver.
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