Tema: Nueva vida en Cristo. Titulo: Vestirse del nuevo hombre. Texto: Efesios: 4: 22 - 24.
INTRODUCCION
A. Ya que hemos sido cambiados por el poder de Dios, ya que se nos ha enseñado la verdad acerca de Dios y Cristo, debemos hacer algunos cambios activos en nuestras propias vidas. Las tres acciones que Pablo menciona en estos tres versículos, “despojarse”, v. 22; “renovarse”, v. 23; “Vestirse, v. 24, son mandatos para el creyente:
I. DESPOJARSE (ver. 22)
A. La palabra "despojarse", evoca la imagen de quitarse la ropa. nos insta a desvestirnos del viejo hombre.
B. El viejo hombre de pecado permanece vivo dentro de cada uno de nosotros, Gal. 5:16-18; ROM. 7:14-25. Es “engañoso” y está "viciado", según la gramática griega de esta palabra este viejo hombre no solo esta corrompido sino que cada vez se corrompe mas. La vieja naturaleza es como “un cadáver que se pudre al sol. Cada día se vuelve más vil, más malvado y más perverso. Si no tenemos cuidado, nos esclavizará en viejos hábitos y formas de vida de las que el Señor nos libró cuando nos salvó"
C. Se sabía que los romanos tomaban a un asesino y lo clavaban en el suelo. Luego colocaban el cuerpo de su víctima encima de él, cara a cara, mano con mano y pie con pie. A medida que el cadáver se pudría, la corrupción devoraría al asesino y destruiría su vida. Así es como opera la carne. Su depravación corroe nuestras vidas, y si no se mantiene bajo control, ¡destruirá nuestras vidas!
Debemos ser decididos cada día y “considerarnos” muertos al pecado, pero nosotros vivos para Dios, a través de nuestra unión con Jesucristo, Rom. 6:11 .
II. RENOVARSE (ver. 23)
A. El pecador perdido tiene una mente entregada a la vanidad o futilidad. La mente del pecador se entrega a cosas que están vacías de valor y resultan en el juicio y el Infierno. El santo de Dios, por el contrario, camina con una “mente renovada”.
B. Cuando el Señor nos salvó, nos dio vida en Cristo, Juan 5:24; Ef. 2:4-5 . Parte de esa nueva vida implica una renovación de la mente. Nuestras mentes muertas que se entregaron a la vanidad fueron vivificadas y se nos permitió pensar de manera diferente. Debemos caminar cada día con nuestras mentes renovadas por la Palabra de Dios y por el Espíritu de Dios.
El hecho de que Dios literalmente cambió nuestras mentes cuando nos salvó nos da la capacidad de vivir vidas diferentes del mundo que nos rodea ¡La vida cristiana comienza en la mente! Cuando se cambia el pensamiento, se cambia la vida! Cuando nuestra mente está puesta en las cosas de arriba y no en las cosas de este mundo, nuestra vida seguirá la dirección de la mente. Por lo tanto, debemos esforzarnos cada día por cumplir Rom. 12:2, que dice: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
Si alguna vez logramos que nuestras mentes estén bien, nuestras vidas estarán bien. Es nuestro pensamiento lo que nos pone en el camino correcto o nos pone en el camino de los problemas. Al final, todo vuelve a cómo lo piensas. Si la mente está bien, el resto de la vida seguirá el curso establecido por la mente. La mente del hombre perdido lo alejará cada vez más de Dios y lo hundirá cada vez más en el pecado. La mente del hombre salvado, sin embargo, lo conducirá cada vez más cerca de Dios y cada vez más profundo en la santidad.
Debemos ser resolutivos y tomar el control de la mente. Escuche lo que dice la Biblia sobre este asunto.
• “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay alguna virtud, y si alguna alabanza, en esto pensad” Fil. 4 : 8.
III. VESTIRSE (ver 24)
A. Así como debemos "despojarnos" del viejo hombre del pecado, debemos "vestirnos" del nuevo hombre que es " creado en la justicia y la verdadera santidad". Este nuevo hombre santo nació en nosotros cuando fuimos salvos. Cuando fue creado, se nos dio la capacidad de vivir vidas que agradan al Señor.
Pablo dice que el nuevo hombre es creado "según Dios. Esta frase literalmente significa que el nuevo hombre “ fue hecho a la semejanza de Dios. ” Cuando Adán pecó en el Jardín del Edén, dañó la imagen de Dios en la que había sido creado. Pasó su pecado y su naturaleza perversa a toda su descendencia. Cuando fuimos salvos, fuimos recreados a la semejanza de Dios mismo.
Todavía no somos perfectos, pero hemos sido cambiados. Se nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir vidas de “justicia y verdadera santidad” ante el Señor. Por lo tanto, debemos rendirnos activamente al Espíritu del Señor dentro de nosotros y permitir que Él camine en nosotros día tras día.
Ya no debemos andar con los harapos de nuestros pecados. Debemos decididamente “ despojarnos del viejo hombre de pecado ” y “ revestirnos del nuevo hombre ” que está hecho “ a semejanza de Dios ”.
Conclusiones:
La transformación en Cristo implica acciones decisivas. Despojarnos del viejo hombre significa rechazar hábitos pecaminosos que nos esclavizan. La renovación de la mente es crucial; al cambiar nuestro pensamiento, podemos vivir de manera diferente y alinearnos con la voluntad de Dios. Finalmente, vestirnos del nuevo hombre nos permite reflejar la imagen de Dios y vivir en justicia y santidad. Este proceso es continuo y requiere nuestra disposición a seguir al Espíritu Santo, llevando una vida que glorifique al Señor y se distinga del mundo. Así, la nueva vida en Cristo se manifiesta en cada aspecto de nuestra existencia.
VERSIÓN LARGA
La nueva vida en Cristo es un tema central en la enseñanza cristiana y está íntimamente ligado a la transformación que experimentamos al recibir la salvación. En Efesios 4:22-24, el apóstol Pablo nos ofrece un claro llamado a vivir de manera diferente al mundo que nos rodea. Este pasaje nos invita a despojarnos del viejo hombre, renovarnos en el espíritu de nuestra mente y vestirnos del nuevo hombre. Estas tres acciones son fundamentales para comprender cómo debemos vivir en nuestra nueva identidad en Cristo.
La introducción a este tema comienza con la afirmación de que, al ser cambiados por el poder de Dios, estamos llamados a hacer cambios activos en nuestras vidas. La salvación no es simplemente una experiencia pasiva; es un proceso dinámico que nos lleva a vivir de manera diferente. A medida que avanzamos en este estudio, exploraremos cada uno de estos mandatos en profundidad, comenzando por el acto de despojarnos.
La primera acción que Pablo menciona en Efesios 4:22 es "despojarse". Esta palabra evoca la imagen de quitarse la ropa, lo que implica un cambio radical y deliberado. En este contexto, se nos insta a despojarnos del viejo hombre, que representa nuestra naturaleza pecaminosa y las viejas costumbres que nos mantenían cautivos antes de conocer a Cristo. Este viejo hombre de pecado aún permanece en nosotros, y es esencial que reconozcamos su presencia y la necesidad de despojarnos de él.
En Gálatas 5:16-18, Pablo describe la lucha interna que todos los creyentes enfrentan entre el viejo hombre y la nueva naturaleza que hemos recibido en Cristo. El viejo hombre es descrito como "engañoso" y "viciado". Esto significa que no solo está corrupto, sino que se corrompe cada vez más. La gramática griega de esta palabra nos enseña que esta corrupción es un proceso continuo, similar a un cadáver que se descompone bajo el sol. Si no somos cuidadosos, el viejo hombre nos esclavizará, llevándonos de regreso a hábitos y formas de vida que el Señor nos ha librado cuando nos salvó.
La analogía del cadáver es poderosa y reveladora. En la antigua Roma, se sabía que, tras un asesinato, el asesino era condenado a una muerte horrible al ser atado a su víctima muerta. De esta manera, el asesino experimentaría la descomposición del cuerpo de su víctima, lo que simboliza cómo la carne puede consumirnos si no se mantiene bajo control. La depravación de nuestra naturaleza pecaminosa puede corromper nuestras vidas, y si no estamos atentos, puede destruirnos.
Por lo tanto, debemos ser decididos cada día y "considerarnos" muertos al pecado, pero vivos para Dios a través de nuestra unión con Jesucristo, como se establece en Romanos 6:11. Esta es una afirmación poderosa que nos recuerda que, aunque el viejo hombre aún esté presente, no tiene poder sobre nosotros. La muerte y resurrección de Cristo nos han liberado del dominio del pecado, y debemos vivir en esa verdad.
Despojarnos del viejo hombre también implica rechazar los hábitos pecaminosos que nos han mantenido cautivos. Esto puede incluir actitudes, comportamientos y pensamientos que no reflejan la nueva vida que tenemos en Cristo. Es un proceso que requiere acción y compromiso. A veces, puede ser un desafío, ya que estos hábitos pueden estar profundamente arraigados en nuestra vida. Sin embargo, con la ayuda del Espíritu Santo, podemos encontrar la fuerza y la determinación para romper con estos patrones destructivos.
La segunda acción que Pablo menciona es "renovarse". En Efesios 4:23, se nos instruye a tener una mente renovada. La mente del pecador perdido está entregada a la vanidad y la futilidad, buscando cosas que carecen de valor y que, en última instancia, llevan al juicio y a la separación de Dios. En contraste, el santo de Dios camina con una mente renovada, guiado por la verdad de Dios y la enseñanza de las Escrituras.
Al ser salvos, Dios nos dio vida en Cristo, como se menciona en Juan 5:24 y Efesios 2:4-5. Parte de esta nueva vida implica una renovación de la mente. Nuestras mentes, antes muertas en el pecado, han sido vivificadas, permitiéndonos pensar de manera diferente. Este cambio de mentalidad es crucial para vivir la vida cristiana. La forma en que pensamos determina la forma en que vivimos. Si nuestra mente está enfocada en las cosas de arriba y no en las cosas de este mundo, nuestra vida seguirá la dirección de nuestros pensamientos.
Romanos 12:2 nos exhorta a no conformarnos a este mundo, sino a ser transformados por la renovación de nuestro entendimiento, para que podamos comprobar cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Esto implica que la renovación de la mente no es un evento único, sino un proceso continuo. Cada día, debemos esforzarnos por alinear nuestros pensamientos con la verdad de la Palabra de Dios. La meditación en las Escrituras, la oración y la comunión con otros creyentes son herramientas esenciales en este proceso de renovación.
La importancia de tener una mente renovada no puede subestimarse. Cuando nuestra manera de pensar cambia, nuestra vida también cambia. Si logramos que nuestras mentes estén bien, nuestras vidas estarán bien. Es nuestro pensamiento el que nos pone en el camino correcto o nos lleva a problemas. En última instancia, todo se reduce a cómo pensamos. La mente del hombre perdido lo aleja de Dios y lo hunde cada vez más en el pecado. Por el contrario, la mente del hombre salvado lo acerca a Dios y lo conduce más profundamente en la santidad.
Es nuestro deber tomar el control de nuestra mente. Debemos ser intencionales en lo que permitimos que entre en nuestras mentes. Filipenses 4:8 nos da una lista de lo que debemos pensar: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay alguna virtud, y si hay alguna alabanza, en esto pensad”. Este es un llamado a llenar nuestras mentes con pensamientos que reflejen la verdad de la Palabra de Dios y la naturaleza del carácter de Cristo.
La renovación de la mente es un proceso que requiere esfuerzo y dedicación. No podemos esperar que nuestra mente sea transformada sin un compromiso activo de buscar a Dios y Su verdad. A través de la oración, el estudio de la Biblia y la meditación en Su Palabra, podemos permitir que el Espíritu Santo trabaje en nuestras vidas, transformando nuestra manera de pensar y ayudándonos a vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.
La tercera acción que Pablo menciona es "vestirse". En Efesios 4:24, se nos instruye a "vestirnos del nuevo hombre que fue creado según Dios en la justicia y la verdadera santidad". Esta imagen de vestirse implica una decisión deliberada de revestirnos de la nueva naturaleza que hemos recibido en Cristo. Este nuevo hombre fue creado por la obra de Dios en nosotros cuando fuimos salvos. Al ser salvos, hemos sido recreados a la imagen de Dios.
Cuando Pablo dice que el nuevo hombre es creado "según Dios", se refiere a que hemos sido recreados a la imagen de Dios. La caída de Adán en el Jardín del Edén dañó la imagen de Dios en la humanidad, pero al ser salvos, somos restaurados a esa imagen. Aunque todavía no somos perfectos, hemos sido cambiados. Se nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir vidas de justicia y verdadera santidad ante el Señor.
Esta transformación no es simplemente un cambio externo; es un cambio interno que debe reflejarse en nuestras acciones y actitudes. Al vestirnos del nuevo hombre, estamos tomando una decisión consciente de vivir de acuerdo con la nueva naturaleza que Dios nos ha dado. Esto implica rendirnos activamente al Espíritu del Señor que habita en nosotros y permitir que Él nos guíe y dirija cada día.
El nuevo hombre que hemos recibido en Cristo nos permite vivir vidas que agradan a Dios. Este nuevo hombre no es solo una mejora de nuestra antigua naturaleza, sino una nueva creación que refleja la gloria de Dios. En 2 Corintios 5:17, Pablo dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas”. Esta es una declaración poderosa que subraya la transformación radical que ocurre en la vida de un creyente.
Es crucial que, al vestirnos del nuevo hombre, nos despojemos de los "harapos" de nuestros pecados. Esto significa que no podemos aferrarnos a viejas actitudes, comportamientos o pensamientos que no reflejan nuestra nueva identidad en Cristo. Debemos estar dispuestos a dejar atrás todo lo que nos impide vivir plenamente en la libertad y la gracia que Dios nos ha otorgado.
La nueva vida en Cristo es un viaje continuo. Cada día es una nueva oportunidad para despojarnos del viejo hombre, renovarnos en nuestra mente y vestirnos del nuevo hombre. Este proceso no es solo individual; también es comunitario. La iglesia, como el cuerpo de Cristo, juega un papel vital en nuestra transformación. Nos animamos mutuamente, nos exhortamos y nos ayudamos en nuestra búsqueda de vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.
La vida cristiana no se vive en aislamiento. Dios nos ha llamado a ser parte de una comunidad de creyentes, donde podemos crecer, aprender y rendir cuentas unos a otros. La iglesia es el lugar donde podemos encontrar apoyo, amor y orientación en nuestra nueva vida en Cristo. Es en la comunidad donde podemos experimentar el poder transformador de Dios en acción.
La comunidad de creyentes es un espacio donde podemos compartir nuestras luchas y victorias. Cuando nos reunimos como cuerpo de Cristo, podemos animarnos unos a otros a seguir adelante en nuestra fe. La renovación de la mente y el proceso de despojarnos del viejo hombre no son fáciles, pero al tener a otros a nuestro lado, encontramos la fortaleza y el apoyo que necesitamos para perseverar.
Además, al vivir en comunidad, somos testigos del poder transformador de Dios en la vida de otros. Al ver cómo Dios trabaja en las vidas de nuestros hermanos y hermanas en la fe, nos animamos a seguir buscando a Dios y a confiar en Su poder para cambiar nuestras propias vidas. La comunidad cristiana es un recordatorio constante de que no estamos solos en nuestra búsqueda de vivir para Cristo.
Es importante reconocer que, aunque hemos sido transformados y hemos recibido una nueva vida en Cristo, la lucha contra el viejo hombre no se detiene. La tentación y el pecado siguen siendo una realidad en nuestras vidas. Sin embargo, tenemos la promesa de que, a través del poder del Espíritu Santo, podemos vencer el pecado y vivir en victoria.
En Romanos 7, Pablo describe la lucha interna que experimenta entre su deseo de hacer el bien y la realidad de su naturaleza pecaminosa. Esta lucha es algo que todos los creyentes enfrentan. Sin embargo, la clave para la victoria está en nuestra relación con Cristo y en nuestra disposición a rendirnos a Su voluntad.
La vida cristiana es un proceso de crecimiento y madurez. A medida que caminamos con Cristo y buscamos Su dirección, experimentamos una transformación continua. Es un viaje en el que aprendemos a confiar en Dios, a depender de Su gracia y a vivir en la libertad que Él nos ofrece.
La nueva vida en Cristo es un regalo maravilloso que nos transforma y nos capacita para vivir de manera diferente. Al despojarnos del viejo hombre, renovarnos en nuestra mente y vestirnos del nuevo hombre, estamos respondiendo al llamado de Dios a vivir como Sus hijos. Este proceso es continuo y requiere nuestra participación activa, pero nos da la oportunidad de experimentar la plenitud de la vida que Dios tiene para nosotros.
En este viaje, no estamos solos. Dios ha provisto Su Espíritu Santo para guiarnos y ayudarnos a vivir de acuerdo con Su voluntad. Al caminar en comunidad con otros creyentes, encontramos apoyo y aliento en nuestra búsqueda de vivir en la verdad.
La nueva vida en Cristo no es solo una experiencia personal, sino un testimonio de Su poder transformador. A medida que vivimos de acuerdo con nuestra nueva identidad, reflejamos la gloria de Dios en el mundo que nos rodea. Que cada día nos acerquemos más a la imagen de Cristo, llevando una vida que glorifique a nuestro Salvador y que muestre al mundo la esperanza y la verdad que encontramos en Él. La nueva vida en Cristo es un viaje emocionante, y cada paso que damos nos acerca más a la plenitud de Su propósito para nuestras vidas.
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