VIDEO DE LA PREDICA
BOSQUEJO (Versión corta)
Tema: La pasión. Título: Despreciado, desechado y menospreciado. Texto: Isaías 53:3 Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz.
Introducción:
A. El desprecio es la falta de aprecio
hacia alguien, el desprecio pues es todo acto que busca demostrarle a otro que
no se le ama o por lo menos no lo suficiente.
B. Todos hemos sido despreciados de una
forma u otra, la diferencia es la intensidad y el efecto que esto ha causado en
cada quien.
C. Analicemos hoy el desprecio que
sufrió Jesús en la pasión y veamos que
aprendemos de ello.
(Dos minutos de lectura)
I. LOS DESPRECIADORES.
A. En la pasión tenemos varios personajes
que demostraron que no amaban a Jesús o que no lo amaban lo suficiente y se lo
hicieron saber con su trato hacia él.
1. Los judíos y Romanos, personajes extraños
a Jesús.
2. Sus amigos, los discípulos.
3. Su familia.
B. Los desprecios que sufrimos también
provienen de diversas fuentes:
1. Personajes desconocidos.
2. Amigos en quien confiamos y a quienes
tenemos aprecio o hasta amamos.
3. Nuestra misma familia. Tal vez estos
últimos los más dolorosos de todos y los que más nos hieren.
II. LOS DESPRECIOS.
A. Estos personajes demostraron desprecio
por Jesús de diversas formas:
1. Los Judíos y Romanos: lo violentaron física,
psicológicamente y tal vez sexualmente, lo hicieron al insultarlo, burlarlo,
calumniarlo (Mateo 27: 27 – 31, 35)
2. Sus amigos, aun los más entrañables: Lo
abandonaron (Mateo 26:56), Otro lo negó (Mateo 26:75), otro lo traiciono (Mateo
27: 3).
3. Sus familiares: a la
hora de su muerte solo María estaba junto a la cruz, uno se pregunta: ¿y sus
hermanos? Estos son ausentes en los evangelios, es más, el evangelio nos da un
detalle inquietante de él que nos puede dar una pista de porque no estaban
junto a la cruz en ese momento, lo encontramos en Juan 7: 2 – 5 (sus hermanos
no creían en el).
III EL DESPRECIADO.
A. ¿Qué hizo Jesús ante
tanto desprecio? 1 Pedro 2: 21 - 24:
1. Trato con el odio: “…quien cuando le
maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba…”.
Una manera de tratar con el odio en nuestro corazón es renunciar a
vengarnos, a pagar con la misma moneda.
2. Considero un propósito superior: “…para que nosotros, estando muertos a los
pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados…”. Jesús
soporto el desprecio y trato con el
para no pecar porque sabía que el fruto de todo esto que le hacían seria
millones de seres humanos salvados y sanados.
Piense que los desprecios que ha recibido obedecen a un propósito
superior: Si se pone a pensar los desprecios no solo nos dejan heridas y
dolores sino también lecciones valiosas para la vida.
3. Se refugió en Dios: “…sino encomendaba la causa al que juzga justamente…”. Estas
palabras implican fe, implican oración, implican una profunda relación con
Dios.
El desprecio deja vacíos que solo puede llenar el amor de Dios.
Conclusiones:
El desprecio puede ser una experiencia dolorosa, pero también puede servir como una oportunidad para crecer. Jesús enfrentó desprecios en su pasión de diversas fuentes, desde extraños hasta sus seres más cercanos. Su respuesta fue admirable; no se dejó llevar por el odio ni la venganza, sino que se mantuvo firme en su propósito divino. Al reflexionar sobre cómo enfrentamos el desprecio en nuestras vidas, podemos aprender a responder con amor y fe, encomendando nuestras causas a Dios. Al igual que Jesús, podemos encontrar en Dios el consuelo que necesitamos para llenar los vacíos que el desprecio deja en nuestro corazón. En lugar de permitir que el desprecio nos defina, debemos ver cada herida como una lección valiosa que nos fortalece y nos acerca a la sanidad interior.
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Sanidad Interior: Despreciado, Desechado y Menospreciado - ISAÍAS 53:3
Introducción
El desprecio es una experiencia universal. Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos sido objeto de rechazo, menosprecio o desdén. El desprecio no solo es una falta de aprecio, sino un acto que comunica a alguien que no es valorado o amado como merece.
Aunque la intensidad y el impacto del desprecio varían de persona a persona, el daño emocional que causa puede ser profundo. Jesús, durante su pasión, fue despreciado, desechado y menospreciado de una manera extrema. Sin embargo, en su experiencia encontramos una lección poderosa sobre cómo enfrentar el desprecio y alcanzar sanidad interior.
Hoy analizaremos tres aspectos de este tema: los despreciadores, las formas de desprecio y la respuesta de Jesús como el despreciado. Que este mensaje nos ayude a reflexionar sobre cómo podemos enfrentar nuestras propias experiencias de rechazo y encontrar sanidad en Dios.
I. Los Despreciadores
Durante la pasión de Jesús, diversas personas demostraron que no lo amaban o, al menos, no lo suficiente. Estas actitudes de rechazo no solo vinieron de extraños, sino también de personas cercanas a Él.
A. Los personajes despreciadores
1. Los judíos y romanos: Estas personas eran ajenas a Jesús, pero lo despreciaron y rechazaron. Ellos simbolizan el desprecio que a menudo proviene de desconocidos, personas que no tienen una relación cercana con nosotros pero que, aun así, nos hieren con sus palabras y acciones.
2. Sus amigos, los discípulos: Los discípulos, quienes habían estado con Jesús durante tres años, también lo despreciaron de diversas maneras. Este rechazo de aquellos que Él amaba profundamente refleja la traición y el abandono que podemos experimentar por parte de amigos cercanos.
3. Su familia: Quizá uno de los aspectos más dolorosos fue la falta de apoyo de su familia. Salvo su madre, María, no vemos a otros miembros de su familia cerca de la cruz. Este tipo de desprecio, proveniente de quienes más deberían amarnos, puede ser el más difícil de superar.
B. Nuestras experiencias de desprecio
Al igual que Jesús, nosotros también enfrentamos el rechazo de diversas fuentes:
1. De desconocidos: Las críticas y juicios de personas que no nos conocen pueden ser hirientes, aunque no estén fundamentadas.
2. De amigos cercanos: Las traiciones o abandonos de amigos pueden causar heridas emocionales profundas.
3. De la familia: Cuando el desprecio proviene de nuestros propios familiares, el dolor se intensifica porque se espera que la familia sea un refugio de amor y aceptación.
El desprecio, en cualquiera de sus formas, puede dejarnos cicatrices. Sin embargo, en Jesús encontramos un modelo perfecto para enfrentar estas experiencias.
II. Los Desprecios
Jesús no solo enfrentó desprecio, sino que también fue víctima de múltiples formas de rechazo y maltrato.
A. De los judíos y romanos
1. Violencia física: Jesús fue brutalmente golpeado, azotado y crucificado (Mateo 27:26-35). Su cuerpo fue herido de manera despiadada, reflejando el extremo del desprecio humano.
2. Violencia psicológica: Fue objeto de burlas, insultos y calumnias (Mateo 27:27-31). Los soldados romanos se burlaron de su identidad como rey, colocándole una corona de espinas y un manto púrpura.
3. Posible abuso sexual: Aunque la Escritura no lo detalla explícitamente, la humillación pública que sufrió, siendo despojado de sus vestiduras, podría implicar un nivel de abuso que reflejaba el desprecio total hacia Él.
B. De sus amigos más cercanos
1. Abandono: En el momento de mayor necesidad, los discípulos huyeron por temor (Mateo 26:56).
2. Negación: Pedro, quien prometió estar con Jesús hasta la muerte, lo negó tres veces (Mateo 26:75).
3. Traición: Judas Iscariote, uno de sus propios discípulos, lo entregó por 30 piezas de plata (Mateo 27:3-4).
C. De su familia
La ausencia de los hermanos de Jesús en su crucifixión es notable. En Juan 7:2-5, se menciona que sus propios hermanos no creían en Él. Este rechazo es un recordatorio de que incluso nuestras familias pueden fallarnos en momentos críticos.
El desprecio hacia Jesús fue total: físico, emocional y espiritual. Sin embargo, su respuesta fue diferente a la que nosotros solemos tener.
III. El Despreciado
Jesús nos da un ejemplo perfecto de cómo enfrentar el desprecio. En 1 Pedro 2:21-24, encontramos tres principios claves en su respuesta:
A. Tratar con el odio
Jesús no respondió con maldición ni amenazas cuando fue insultado y maltratado. En lugar de vengarse, optó por el perdón.
1. Renunciar a la venganza: Cuando somos despreciados, nuestra reacción natural puede ser devolver el daño. Sin embargo, Jesús nos enseña que la venganza solo perpetúa el ciclo de odio.
2. El poder del perdón: Perdonar no significa ignorar el dolor, sino liberarnos del peso del odio. El perdón nos sana a nosotros mismos tanto como a los demás.
B. Considerar un propósito superior
Jesús soportó el desprecio porque entendía que su sufrimiento tenía un propósito eterno.
1. Su sacrificio permitió que millones de personas fueran reconciliadas con Dios. Su sufrimiento fue el medio para nuestra salvación.
2. En nuestras propias vidas, los desprecios que enfrentamos pueden enseñarnos lecciones valiosas, moldear nuestro carácter y acercarnos más a Dios.
C. Refugiarse en Dios
Jesús encomendó su causa al que juzga justamente. Esta confianza en el Padre le permitió soportar el desprecio sin perder la paz.
1. La oración como refugio: Cuando enfrentamos desprecios, debemos buscar a Dios en oración, confiando en que Él nos dará consuelo y dirección.
2. El amor de Dios llena los vacíos: El desprecio deja heridas y vacíos emocionales, pero el amor de Dios tiene el poder de sanar y restaurar.
Conclusiones
El desprecio es una experiencia dolorosa que todos enfrentamos en algún momento. Puede venir de extraños, amigos o incluso de nuestra familia, y sus efectos pueden ser devastadores. Sin embargo, la vida de Jesús nos enseña que el desprecio no tiene la última palabra.
1. No responder con odio: Al igual que Jesús, podemos elegir el camino del perdón y la paz, renunciando a la venganza.
2. Ver un propósito mayor: Los desprecios que sufrimos no son inútiles. Pueden enseñarnos lecciones importantes y hacernos más fuertes.
3. Refugiarnos en Dios: En momentos de rechazo, el amor de Dios puede llenar nuestros corazones y darnos la sanidad interior que necesitamos.
Así como Jesús enfrentó el desprecio con amor, fe y confianza en el Padre, nosotros también podemos superar nuestras heridas y encontrar consuelo en Él. Que cada rechazo que enfrentemos sea una oportunidad para crecer, aprender y acercarnos más a Dios.
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