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SERMÓN - SERMÓN: ¡Ay! El error que arruinó la conquista de Hai (y cómo evitarlo en tus batallas)

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BOSQUEJO

Tema: Josué. Título: ¡Ay! El error que arruinó la conquista de Hai (y cómo evitarlo en tus batallas) Texto: Josué 7: 1 – 4
Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz.


Introducción:

A. Los israelitas se encuentran en un peligroso momento, el momento de la victoria, acaban de vencer a Jericó. Contrario a esto en el capítulo 7 se nos relata un gran fracaso y la manera como este comienza nos indica lo que no debemos hacer para que esto nos ocurra también a nosotros.

I. NO DEJE DE CONSULTAR AL SEÑOR (Ver 2).


A. Después de vencer a Jericó viene la segunda ciudad a derrotar Hai, en un impulso Josué sin consultar al Señor envía de nuevo espías. Haremos notar dos cosas:

1. Existió una gran diferencia entre el inicio de la toma de Jericó y esta toma. Allí todo comienza con un dialogo entre Dios y Josué, Dios mismo le da la estrategia a seguir, le dirige. Si leemos el comienzo del capítulo 8 nos damos cuenta también de ese detalle la nueva toma de Hai comienza con Dios y Josué hablando. Por el contrario, aquí no vemos nada de eso, no vemos una oración, una consulta.

2. Era posible consultar a Dios a través del Urim y de hecho era la responsabilidad de Josué hacerlo (Nm 27:21). En efecto después lo hizo (Ver 16 – 18).

B. La pregunta es: ¿Por qué no consulto?

C. Escuche esta frase: No orar es arrogancia. No olvide orar siempre y por cada batalla a emprender.


II. NO VAYA A LA BATALLA SIN UN PLAN (Ver 4).


A. Tal vez porque no consulto a Dios y porque estaba muy confiado entonces ataco Hai de frente y sin un plan. Contrario a la toma de Jericó donde había un plan, uno que Dios le había dado. Aun mas, contrario a lo que hace más adelante (8: 3 – 8)  en la nueva toma de Hai.

B. Cuando vaya a emprender una batalla no olvide hacer un plan, no olvide consultar un plan, no vaya a la batalla a la “suerte” porque seguramente fracasara.


III. NO OLVIDE EL MEJOR ESFUERZO (Ver 4).


A. Tan confiados estaban que enviaron un pequeño grupo de hombres a tomar Hai, se nos dice que fueron 3.000 guerreros. Contrario  la toma de Jericó y a la nueva toma de Hai donde fue usada una considerada fuerza de combatientes.

B. Al ganar una batalla no se relaje, siga siempre poniendo el mismo empeño, el mismo grado de trabajo, amor e interés por lo que hace. Si se relaja puede sufrir una aplastante derrota.


Conclusiones:

La historia de Josué y la conquista de Hai nos recuerda que la arrogancia, la falta de oración, un plan deficiente y la relajación pueden conducir al fracaso. Es vital consultar a Dios en cada decisión, planificar cuidadosamente y mantener la dedicación. Solo así podremos vencer y avanzar con éxito en nuestras batallas diarias.

VERSIÓN LARGA

La historia de Josué y la conquista de Hai es un relato profundo que nos lleva a reflexionar sobre la fragilidad humana y la importancia de la dependencia divina. Después de la monumental victoria en Jericó, un triunfo que resonó en los corazones de los israelitas y cimentó la fe en su Dios, se presenta un momento de gran peligro. La confianza desmedida puede ser un enemigo silencioso, y en el caso de Josué, lo fue de una manera devastadora.

Tras el esplendor de la victoria en Jericó, Josué se enfrenta a una nueva ciudad: Hai. Sin embargo, lo que debería haber sido otro triunfo se convierte en un rotundo fracaso. En el capítulo 7 de Josué, el relato comienza con una advertencia silenciosa sobre lo que ocurre cuando no se consulta a Dios. Josué, en su impulso, envía espías para evaluar la situación, pero lo hace sin la guía divina que había recibido anteriormente. Esta decisión se convierte en el primer paso hacia el desastre.

La arrogancia de no consultar al Señor es un tema recurrente en la vida de muchos creyentes. En el versículo 2, se revela que Josué, al igual que muchos de nosotros, se confió en su propio entendimiento. Después de una victoria tan significativa, es fácil caer en la trampa de pensar que tenemos todo bajo control. La victoria puede embriagar nuestro juicio, llevándonos a actuar sin la sabiduría divina. 

La diferencia entre la toma de Jericó y la de Hai es abismal. En Jericó, Josué había escuchado la voz de Dios, había recibido instrucciones precisas sobre cómo proceder. Cada paso, cada grito y cada trompeta estaban diseñados por el Creador para llevar a su pueblo a la victoria. Sin embargo, en este nuevo desafío, no hay un diálogo entre Dios y Josué. No hay oración, no hay súplica, solo un impulso desmedido hacia la conquista.

La falta de consulta a Dios es un acto de arrogancia, y esta arrogancia tiene consecuencias. Cuando decidimos actuar sin buscar la dirección divina, nos exponemos a un fracaso inevitable. La historia nos enseña que, en nuestra vida diaria, debemos recordar que nunca estamos solos en nuestras batallas. Cada decisión, cada paso que damos, debe ser acompañado por la oración. No orar es, en esencia, una declaración de independencia de Dios, y esto puede llevarnos a situaciones dolorosas.

A medida que avanzamos en el relato, vemos que Josué, confiado en su éxito anterior, decide atacar Hai con un pequeño contingente de 3,000 hombres. Este número contrasta drásticamente con la fuerza que se había movilizado para Jericó. La presunción de que un pequeño grupo podría conquistar Hai se convierte en otra señal de que Josué había dejado de lado la consulta divina. Un plan deficiente, alimentado por la confianza excesiva, es una receta para el desastre.

Las lecciones son claras: la planificación es crucial. Cuando enfrentamos desafíos, no debemos entrar a la batalla sin un plan claro. La falta de preparación puede resultar en un fracaso humillante. Dios nos llama a ser diligentes en nuestras acciones, y eso incluye tener un plan bien estructurado. La victoria no siempre es un hecho garantizado, y cada batalla requiere una estrategia cuidadosa, una que idealmente debe ser inspirada por el mismo Dios que nos ha llamado a luchar.

La historia también nos muestra que, después de la victoria, no debemos relajarnos. Josué y su ejército, al haber conquistado Jericó, se sintieron seguros de que podían repetir el milagro con Hai. Sin embargo, este mismo sentido de seguridad fue lo que los llevó a subestimar al enemigo. La victoria debe ser seguida por el mismo esfuerzo, dedicación y fervor que se puso en la batalla anterior. La complacencia puede ser un obstáculo que nos impida ver la realidad de nuestras circunstancias.

Cuando el ejército israelita atacó Hai, fue derrotado. La escritura nos dice que los hombres de Hai los persiguieron, y 36 israelitas fueron asesinados. Este revés no solo fue una pérdida material, sino una herida profunda en el corazón de Josué y de todo el pueblo. La sensación de fracaso es devastadora, especialmente cuando se había esperado otra victoria. El grito de desilusión resonó en los corazones de los israelitas, y la pregunta que todos se hacían era: ¿por qué sucedió esto?

La respuesta a esta pregunta es compleja, pero radica en la falta de consulta a Dios y en la arrogancia de confiar en las victorias pasadas. La historia de Josué y la conquista de Hai es un recordatorio contundente de que cada batalla es única y que la dependencia de Dios es un elemento esencial en cada paso de nuestra vida. 

Cuando Josué se da cuenta de lo ocurrido, su reacción es de profundo pesar. Se postra ante el Señor, rasgándose las vestiduras y llorando. Este momento de humillación es crucial para su sanación y para el futuro del pueblo de Israel. La derrota puede llevarnos a un lugar de reflexión y autocrítica, donde podemos volver nuestros ojos a Dios en busca de respuestas y guía.

Las derrotas en la vida no son el final, sino una oportunidad para aprender y crecer. A menudo, son en esos momentos de dificultad y dolor donde se forja nuestro carácter y se fortalece nuestra fe. Josué, al reconocer su error, se vuelve a Dios en busca de dirección. Este acto de humildad es esencial para cualquier creyente. Cuando fracasamos, la mejor respuesta no es huir, sino regresar a Dios y buscar su sabiduría.

La historia de Josué y la conquista de Hai nos recuerda que en cada victoria hay un llamado a la humildad, y en cada derrota, una oportunidad para crecer. La arrogancia, la falta de oración, un plan deficiente y la relajación pueden conducir al fracaso. Es vital consultar a Dios en cada decisión, planificar cuidadosamente y mantener la dedicación. Solo así podremos vencer y avanzar con éxito en nuestras batallas diarias.

La vida está llena de desafíos, y cada uno de ellos nos presenta la oportunidad de fortalecer nuestra relación con Dios. Las victorias son dulces, pero las derrotas pueden ser aún más educativas. Al igual que Josué, podemos aprender de nuestros fracasos y regresar a Dios, quien siempre está dispuesto a guiarnos y ayudarnos a levantarnos. 

La conquista de Hai fue un "¡ay!" para Josué, pero también fue un momento de transformación. Este relato nos invita a reflexionar sobre nuestras propias vidas y los momentos en que hemos dejado de consultar a Dios. Nos desafía a ser diligentes en nuestras oraciones y en la planificación de nuestras acciones. Cada batalla, ya sea grande o pequeña, merece ser presentada ante el Señor. 

Así, la historia de Josué no solo es un relato de conquista y derrota, sino también un testimonio de la gracia de Dios y su disposición para restaurarnos. No importa cuán lejos nos hayamos desviado, siempre hay un camino de regreso. Dios está allí, esperando que le consultemos, que le busquemos y que le permitamos guiarnos en cada paso que damos. Al final, lo que importa no es solo la victoria, sino cómo llegamos a ella y qué aprendemos en el camino.





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