Tema: Compañerismo. Título: Onesi foro - Como ministrar a tu guía espiritual. Texto: 2 Timoteo 1: 16 - 18. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz
Introducción:
I. CONFORTANDO (Ver 16).
II. BUSCANDO (Ver 17).
III. AYUDANDO (Ver 18).
Y si uno se inclina a escuchar los datos, esas pequeñas ventanas a la realidad, lo que se revela es un paisaje de agotamiento, de soledad. Un estudio, realizado en la vasta tierra de los Estados Unidos, arrojó números que son como pequeñas piedras en el zapato del alma. El 85% de los pastores encuestados, aquellos que sostienen los hilos de la fe para otros, confesó que su mayor carga no eran los desafíos teológicos, ni las complejidades administrativas, sino el cansancio de tratar con personas problemáticas y/o infelices. Cuarenta por ciento, casi la mitad, había sopesado la idea de abandonar el pastorado en los últimos tres meses. Una cifra que se clava como una astilla: el 70% no tiene lo que ellos considerarían un amigo cercano. Cuatro mil nuevas iglesias abren sus puertas cada año, pero siete mil las cierran. Es una danza desigual. La mitad de los pastores, el 50%, se siente tan desalentado que, si tuvieran otra forma de sustento, dejarían el ministerio sin mirar atrás. Y más de mil setecientos pastores, en los meses previos a la encuesta, simplemente desaparecieron del púlpito. Un éxodo silencioso.
Todo esto me lleva a una certeza que se asienta en el corazón como una verdad innegable: aquellos de nosotros que lideramos, que llevamos el timón en las aguas a veces turbulentas de la fe, necesitamos ser ministrados por ustedes. Es una afirmación que se susurra, casi con vergüenza, en los pasillos de las almas. Uno se pregunta: ¿Cómo se hace eso? ¿Cómo se ministra al que ministra? Hoy, en el eco de una antigua carta, en las vidas de Onesíforo y su familia, encontraremos un mapa, un ejemplo luminoso. Su historia, como un faro en la niebla, nos ilumina tres senderos para ser una bendición para aquellos que nos guían.
El Consuelo Que Refresca
El primer camino es el del consuelo. El versículo 16 de 2 Timoteo nos pinta una escena, un recuerdo precioso en la mente de Pablo. La casa de Onesíforo había confortado al apóstol cuando este se encontraba prisionero, encadenado. La palabra, del griego anapsuco, es un pequeño poema en sí misma. Literalmente, significa "enfriar". Imaginen eso. En medio del caluroso ministerio de Pablo, un ministerio que, uno puede suponer, era un fuego constante, una batalla que quemaba el alma y el cuerpo, la familia de Onesíforo había obrado como un bálsamo, un respiro. Había enfriado su espíritu.
Detengámonos un instante en esa imagen. Pensemos en lo que la palabra evoca: un vaso de agua fría en un día abrasador, el líquido que se desliza por la garganta y refresca el interior. O una compresa húmeda y fresca, puesta sobre la frente febril, o en la nuca tensa. La sombra generosa de un árbol en el desierto implacable, donde el sol no da tregua. El susurro del aire acondicionado en una estancia sofocante, o el giro constante de un ventilador, empujando el aire caliente en un verano interminable. Pensar en estas pequeñas, pero vitales, cosas nos ayuda a entender la esencia de lo que la casa de Onesíforo hizo por Pablo. No fueron grandes gestos heroicos, quizás. Fue un acto de pura, refrescante, bondad.
El ministerio, lo sé bien, es una fuerte batalla. Quema. Arde. Consume. Y qué inmensa bendición son aquellas almas, esos oasis en el fragor del combate, que en medio de ese ardor ofrecen una palabra oportuna, una oración sincera, un bálsamo que no se ve, pero se siente. Son esas pequeñas cosas, esas pausas en la tormenta, las que permiten seguir adelante.
¿Y cómo podemos ser ese consuelo? Hay muchas maneras, como pequeños arroyos que convergen en un río de bendición. Podemos orar por nuestro pastor y su familia, ese santuario íntimo que también sufre y se alegra con él. Orar por su sabiduría, esa brújula que necesita para guiar. Orar por su ministerio, para que las palabras que salen de su boca sean semillas de vida. Orar por su salud, ese vaso frágil que carga un tesoro. Orar por su economía, para que las preocupaciones materiales no ahoguen el espíritu. Y, quizás lo más íntimo, orar por su santidad, esa pureza del alma que es su verdadero escudo y su mayor fortaleza. En estas oraciones, silenciosas pero poderosas, encontramos la primera forma de ser ese "agua fría" en el desierto del ministerio.
La Búsqueda Diligente
El segundo camino es el de la búsqueda. El versículo 17 nos revela otro rasgo de Onesíforo. Según otros pasajes (2 Timoteo 4:19), sabemos que Onesíforo vivía en Éfeso o en sus cercanías. Cuando Pablo le envía saludos con Timoteo, y Timoteo está en Éfeso, la conexión es clara. En algún momento, en uno de sus viajes a Roma, Onesíforo supo, o se enteró por un rumor que corría por las calles polvorientas, que el apóstol Pablo se encontraba allí, en la prisión, encadenado. Y lo que hizo entonces es digno de ser grabado en la memoria. Tomó la iniciativa. Lo buscó. Y no lo hizo a la ligera, no fue una búsqueda casual. Lo hizo con solicitud, con afán, con diligencia, con una determinación que no se rendía. Lo buscó hasta que lo halló.
Lo que verdaderamente llama la atención en este hombre, Onesíforo, es precisamente esa iniciativa. Al parecer, nadie le pidió que lo hiciera. Nadie se lo sugirió. No hay indicio en el texto de que Pablo mismo le haya enviado una súplica. Timoteo, ni nadie más, parece haberle instado a emprender ese viaje de búsqueda. Fue un impulso interno, una voz silenciosa que lo movió. Y también nos golpea el afán con el que lo hizo, esa prisa amorosa, esa determinación de encontrar a su guía espiritual en la vastedad de una ciudad extranjera y hostil.
¿Saben algo sobre quienes están en posiciones de liderazgo, aquellos que llevan el peso de la grey? Aparte de lo puramente ministerial, de las prédicas y los consejos públicos, rara vez piden ayuda en otras áreas. Y mucho menos en aquellas que son más personales, las que tocan la fibra más íntima del ser. Ahí radica la inmensa importancia de la iniciativa y de la búsqueda con solicitud. Un simple, pero sincero, "¿Cómo estás?", pronunciado con un interés desinteresado, sin agenda oculta. Un acto de servicio, un favor ofrecido sin que se pida, una mano extendida en silencio. Les aseguro que algo tan sencillo puede ser de una ayuda inestimable. Un pequeño faro en la oscuridad de la soledad.
La Ayuda Incansable
El tercer camino, la tercera forma de ministrar, es la ayuda. El versículo 18 nos revela que Onesíforo no solo había buscado a Pablo en Roma; también había demostrado esa misma disposición en Éfeso. Parecía que era su costumbre, su naturaleza misma, estar disponible para ayudar, y para hacerlo abundantemente, a su guía espiritual. Y en esta ocasión, el texto amplía el círculo, incluyéndolo también como ministrador de Timoteo. La palabra griega que se usa aquí, diakoneo, se traduce simplemente como "servir". Onesíforo y su casa habían servido a Pablo, y lo habían hecho con generosidad, con entrega, sin reservas.
La última manera, entonces, de ministrar a nuestro guía espiritual es ayudándole en el ministerio. No lo abandonen. Es un llamado directo, una súplica silenciosa. Onesíforo, en esta carta, se erige como un ejemplo, un contraste vivo con otros, con los Figelo y Hermógenes de este mundo, aquellos que habían abandonado al apóstol en su momento de mayor necesidad. Hay muchos así, en cada época, en cada comunidad. Pero la exhortación es clara: que ustedes no sean así. Que no se sumen a la legión de los que se apartan cuando el camino se hace difícil, cuando el ministerio parece una carga insoportable.
En resumen, la historia de Onesíforo se despliega ante nosotros como un pequeño lienzo, una ventana a la forma en que el alma puede florecer en el compañerismo y el servicio. Su vida nos muestra que ministrar a nuestros guías espirituales no es una tarea grandiosa o un deber abrumador, sino una suma de gestos sencillos, pero profundos. Es el acto de confortar cuando el ministerio arde, de ser esa sombra fresca, esa palabra de aliento. Es la iniciativa de buscar, de no esperar a que se pida ayuda, de tender la mano con un "¿Cómo estás?" sincero. Y es la constancia de ayudar, de estar disponible, de servir con generosidad, de no abandonar cuando otros lo hacen.
Pablo, al final de su relato, eleva una oración especial por esta casa, por la casa de Onesíforo: "Que el Señor le muestre una bondad especial el día que Cristo vuelva" (NTV). Es una bendición que atraviesa los siglos, una promesa de recompensa que no es de este mundo. Y yo, aquí en Soacha, bajo este cielo que ahora se torna crepuscular, hago la misma oración por cada uno de ustedes hoy. Que el Señor les muestre esa bondad especial, en ese día glorioso. Porque en el acto de bendecir a quienes nos guían, encontramos una bendición que retorna multiplicada. ¿Estamos dispuestos a ser ese Onesíforo para nuestro pastor?
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