Tema: Números. Título: Un Dios de orden. Texto: Números 1. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz
Introducción:
A. Al sumergirnos en el capítulo de Números, se nos revela un aspecto fundamental sobre la naturaleza de Dios: Su carácter ordenado. En un contexto donde el pueblo de Israel se preparaba para reiniciar su travesía hacia la Tierra Prometida, Dios no solo se preocupó por su bienestar espiritual, sino que también priorizó la organización y la estructura. Este pasaje nos invita a reflexionar sobre cómo el orden divino se manifiesta en el pueblo de Israel y, por extensión, en nuestra vida cristiana. A medida que exploramos las diversas formas en que Dios establece un orden, desde la organización del censo hasta la asignación de tareas específicas, se nos recuerda que el orden no es simplemente una cuestión de estructura, sino un reflejo del carácter de Dios mismo.
I. DIOS ORGANIZA AL PUEBLO ANTES DE LA MARCHA.
A. Trece meses después de haber partido de Egipto y un mes después de haber levantado el tabernáculo, se suceden estos acontecimientos: el pueblo está presto a recomenzar su viaje a la tierra prometida, pero antes de esto era necesario organizarlos, y eso es lo que hace el comandante en jefe (Yahvé).
El primer paso es organizar un censo. Ya antes se había hecho uno (Éxodo 30:12–16; 38:25–26) con un fin distinto, el de recoger una contribución para el tabernáculo. El censo actual se realiza para saber cuántos hombres dispuestos para la guerra hay (ver Números 1:2–3).
B. En la Biblia encontramos que a Dios le gusta el orden; a Él le gusta organizar:
1. En la creación, todo estaba desordenado y lo organizó.
2. Nos damos cuenta en el libro de Levítico de cómo organizó todo el sistema de culto.
3. Ha provisto un orden para el hogar.
4. En este texto, nos muestra cómo organiza a su pueblo para la marcha (Números 1–2).
5. En 1 Corintios 14:33, 40 se nos dice que le gusta el orden en las reuniones cristianas.
Nosotros, sus hijos, deberíamos ser iguales: personas organizadas.
II. EL PUEBLO TENIA UNA ESTRUCTURA (Ver 2).
A. Este versículo nos habla de una cierta organización que ya existía entre el pueblo, que contaba con: FAMILIAS Y CASAS DE PADRES. Cuando vamos al libro de Josué, en el episodio de Acán (Josué 7), nos damos cuenta de una estructura un poco más desarrollada que consistía en: tribu, familia y casa. A su vez, cada uno de estos conglomerados tenía un grupo de líderes o un líder que lo representaba.
Esta organización no obligaba a una estructura piramidal. Es de anotar que Israel no era una monarquía, sino una teocracia. Los líderes ayudaban a organizar y coordinar esfuerzos, pero no gobernaban como un rey sobre el pueblo; eran gente del pueblo. Por ello, después de la época de la conquista vino la época de los jueces, donde existía un líder sobre el pueblo que los dirigía, pero este no era un rey. La monarquía vino después, y Dios la permitió, pero no era esta su perfecta voluntad, ya que Dios era su rey.
B. Pensemos en la iglesia como el nuevo Israel y observemos cómo también ella guarda una estructura:
1. Dios.
2. Jesucristo (1 Corintios 11:3; Efesios 5:23). En cuanto a organización, Dios es la cabeza de Cristo; en cuanto a posición, son coiguales.
3. Ancianos, pastores u obispos.
4. Diáconos.
5. Hermanos.
Es necesario entender que, aunque existe esta estructura a nivel humano, la misma tampoco debe manejarse como una estructura piramidal (en el nivel divino-humano, sí). La verdad, si se quiere, es que esta es una estructura de servicio donde los servidores están para liderar, coordinar y organizar la iglesia. Dado esto, el Nuevo Testamento recalca una y otra vez la necesidad de obedecer, someterse y amar a quienes lideran la iglesia (Hebreos 13:17; 1 Corintios 16:16). La razón principal de esto es evitar el caos y el desorden en todo sentido. Tal obediencia y sujeción tampoco implica mayor valor; dentro del pueblo de Dios, todos somos iguales.
III. CADA QUIEN CUMPLIA CON UNA TAREA.
A. En el texto el Señor llama a una tarea a 12 hombres, estos los encontramos en el versículo 4 – 16:
1. Por Rubén: Elisur hijo de Sedeúr.
2. Por Simeón: Salumiel hijo de Surisadai.
3. Por Judá: Nahasón hijo de Aminadab.
4. Por Isacar: Natanael hijo de Suar.
5. Por Zabulón: Eliab hijo de Helón.
6. Por Efraín: Elisamá hijo de Amihud.
7. Por Manasés: Gamaliel hijo de Pedasur.
8. Por Benjamín: Abidán hijo de Guidoní.
9. Por Dan: Ahiézer hijo de Amisadai.
10. Por Aser: Paguiel hijo de Ocrán.
11. Por Gad: Eliasaf hijo de Reuel.
12. Por Neftalí: Ahirá hijo de Enán.
Estos hombres debían ayudar, liderar en la realización del censo.
Por otra parte, estaban aquellos llamados a ser guerreros (Ver 20 – 43):
1. Rubén: 46.500
2. Simeón: 59.300
3. Gad: 45.650
4. Judá: 74.600
5. Isacar: 54.400
6. Zabulón: 57.400
7. Efraín: 40.500
8. Manases: 32.200
9. Benjamín: 35.400
10. Dan: 62.700
11. Aser: 41.500
12. Neftalí: 53.400
TOTAL: 603.550
Existe toda una discusión teológica acerca de si estos eran números reales o no. Ya que de ser así el número total de israelitas sería de alrededor de 2 o 3 millones de personas y entonces varias preguntas surgen: ¿Cómo se podría mantener una multitud así por 40 años? ¿No discrepa esto con otros textos de la Escritura donde parece dársenos una cifra menor? ¿Por qué no se han hallado restos arqueológicos de este suceso? ¿no sería muy grande el área que cubriría tal grupo de personas en peregrinaje? Se han propuesto tres ideas básicas respecto a esto:
1. La cifra es literal y verdadera (la que creemos ya que sabemos que a Dios no le hubiere sido difícil mantener esta población de personas).
2. Existe un error de transcripción y traducción en la cifra sobre todo por la palabra Hebrea ´elef que es traducida aquí por mil (603.550 mil) pero que en realidad se debería traducir como casa, familia o unidad militar entonces Israel tendría 600 unidades militares o 600 familias siendo así el ejército sería de 18.000 y una población aproximada de 72.000 no de 2 o 3 millones de personas.
3. La cifra no es literal sino poética. Se busca resaltar el poder de Dios y un ejército digno de Él.
Por último, tenemos a aquellos que son llamados a ser Levitas, los llamados a servir a Dios en el tabernáculo.
B. Notemos como en el nuevo Israel (la iglesia) sucede igual, Dios sigue repartiendo dones, Dios sigue encargando tareas que deben ser cumplidas para el buen funcionamiento de su pueblo (1 Corintios 12). Piense en la iglesia como una máquina para que esta funcione bien todas sus partes deben funcionar bien. Dios dispone el lugar de cada quien en su cuerpo, cada labor es importante y si alguien se rehúsa o hace mal su labor tenemos una iglesia pero una iglesia que no funciona como debería hacerlo.
Conclusiones:
En conclusión, el capítulo de Números nos ofrece una profunda comprensión del orden divino y su importancia tanto en la vida del pueblo de Israel como en la actualidad, en el contexto de la iglesia. Dios, al organizar a Su pueblo, nos muestra que el orden es esencial para el buen funcionamiento y la armonía. Cada miembro tiene un papel crucial que desempeñar, y todos somos llamados a cumplir con nuestras responsabilidades para que el cuerpo de Cristo opere de manera efectiva. A medida que nos esforzamos por vivir en orden y unidad, recordemos que no solo estamos siguiendo un principio organizativo, sino que estamos reflejando el carácter de un Dios que es, por naturaleza, un Dios de orden. Al hacerlo, contribuimos a la edificación de una comunidad que glorifica a Dios en cada aspecto de su vida.
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