Tema: El enemigo de la adoración. Titulo: El León Rugiente: Un Vistazo Emocionante a la Guerra Espiritual que Satanás Ha Declarado contra Tu Adoración. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz
I ES TRATADO COMO UNA PERSONA: (Job 1: 6 – 7).
II TIENE VOLUNTAD: (Isaías 14: 12 - 14)
III TIENE EMOCIONES: (Apoc 12:12)
IV TIENE INTELIGENCIA: (2 Cor 2: 11)
A menudo, en la era de la razón, algunos han intentado despojar a este ser de su personalidad. Quieren reducirlo a un mero mito, a un concepto abstracto, a la fría personificación de la maldad que reside en los recovecos de la psique humana. Para ellos, Satanás no es más que la suma de todas las sombras del mundo, la oscuridad que habita en el corazón de la humanidad. Pero para aquellos que hemos osado leer las páginas de la Biblia, el libro de los libros, esta noción se desvanece como el humo. Las Escrituras, con una claridad irrefutable, atribuyen a Satanás los rasgos inconfundibles de un ser personal. Y para enfrentar a un adversario así, para ser vencedores en esta guerra que se libra en las alturas y en las profundidades de nuestro espíritu, para ser los adoradores que Dios anhela, debemos conocer a nuestro enemigo.
La primera revelación de su personalidad nos es dada en la antigua historia de Job, en una escena que parece arrancada de un drama cósmico. En el capítulo 1, versículos 6 y 7, se nos muestra a los hijos de Dios, ángeles y seres celestiales, presentándose ante la presencia del Todopoderoso. Y entre ellos, con una audacia que estremece, aparece Satanás. Hay dos verdades cruciales que se desprenden de este encuentro. La primera es que él es llamado "hijo de Dios". Esta denominación no es un título de afecto, sino un recordatorio de su origen. Satanás no es co-eterno con Dios, no es una fuerza opuesta del mismo calibre. Es una criatura, un ser creado de la nada por la mano del Creador, y en ese sentido, sometido a Su soberanía absoluta. No es un adversario para Dios; será un adversario para nosotros, para usted y para mí, pero no para Él.
La segunda verdad es que Dios entabla una conversación con él. "De dónde vienes?", le pregunta el Creador. Y Satanás responde con una petulancia fría: "De rodear la tierra y de andar por ella". Piense en esto por un instante. ¿Puede uno sostener un diálogo inteligente, un intercambio de ideas, con un concepto abstracto? Uno no le pregunta a la "ira" qué ha estado haciendo, ni le pide a la "avaricia" que rinda cuentas. El diálogo, por su misma naturaleza, requiere de una mente, de una voluntad, de una personalidad. El hecho de que Dios se relacione con Satanás en este intercambio es la prueba irrefutable de que es un ser con personalidad. Y esta misma verdad se magnifica y se vuelve a manifestar en el desierto, cuando el León de Judá, nuestro Señor Jesucristo, es confrontado por el tentador. En un duelo de voluntades y de palabras, Satanás habla, trama, tienta. El diálogo que se desarrolla entre ellos es tan real, tan personal, que el eco de sus palabras resuena a través de los siglos. En ese momento, Jesús no confrontó un concepto abstracto, sino a un adversario real, a una mente astuta, a un ser con el que se podía dialogar. Y el hecho de que su victoria se diera en un intercambio de palabras, en el rechazo de las tentaciones, lo hace aún más glorioso.
Pero el sello más profundo de su personalidad se revela en el hecho de que tiene voluntad. La voluntad es la esencia de lo que nos hace humanos. Es la capacidad de tomar decisiones, de elegir, de trazar nuestro propio rumbo. Si fuéramos meras cosas o conceptos abstractos, seríamos arrastrados por las corrientes del mundo sin la capacidad de oponernos. Pero usted y yo tenemos voluntad, y esa es la razón por la que podemos elegir adorar o no adorar, obedecer o desobedecer. El profeta Isaías nos regala una visión desgarradora del origen del mal, una ojeada al momento en que el más hermoso de todos los seres celestiales se transformó en el Adversario. En el capítulo 14, se nos habla de Lucero, un nombre que irradia brillantez, un ser de luz inigualable. Pero en la intimidad de su ser, en el sagrario de su voluntad, algo oscuro germinó: el orgullo. "Subiré al cielo", dijo en su corazón. "En lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono... y seré semejante al Altísimo". Fue este acto de voluntad, esta decisión de rebelarse contra el orden divino, lo que lo convirtió en Satanás.
Si Satanás puede decidir, es porque es una persona, y no una simple fuerza. Y si su primera decisión fue la rebelión, hay algo que debe sacudir el alma hasta los cimientos: una de las cosas que Satanás ha decidido es destruirlo y desgraciarlo a usted. No es una fuerza abstracta de la que huir, sino una voluntad fría que ha jurado oponerse a su propósito. Entender esto es la clave para la victoria, porque la guerra espiritual es, en esencia, una batalla de voluntades. Usted no puede esperar vencer a un enemigo tan decidido sin antes haber tomado su propia decisión, con la misma firmeza inquebrantable, de adorar y obedecer al Dios que le dio la vida.
Las emociones, ese torrente de sentimientos que recorren nuestro ser, son el latido de la personalidad. Un concepto no puede sentir. Sin embargo, las Escrituras le atribuyen emociones a Satanás, y no cualquier emoción, sino una ira explosiva y furiosa. En el libro de Apocalipsis, en el capítulo 12, se nos habla de la ira de Satanás. Es una ira tan agitada, tan violenta, que no se puede confundir con la de un concepto. Es la rabia de un ser derrotado, un ser que sabe que su tiempo es corto y que, en su desesperación, busca el mayor daño posible a las almas que ama el Creador. Esta ira es el motor de su crueldad, la justificación de su persistencia.
Y el apóstol Pedro, en su primera carta, en el capítulo 5, versículo 8, nos da una imagen que nos debería hacer temblar y, a la vez, nos debería infundir una santa indignación. Nos dice que Satanás anda "como león rugiente, buscando a quien devorar". Cuando la mente evoca la imagen de un león rugiendo, no pensamos en un concepto filosófico. Pensamos en la bestia, con su melena sacudida, sus ojos llenos de furia, sus músculos tensos y un rugido que no es solo sonido, sino una declaración de intención, una manifestación de la rabia que ruge dentro de su pecho, un deseo de destrozar y de matar. Así es la ira de Satanás. No es un mero capricho, sino un torrente de furia que siente contra usted. Esta ira, esta realidad visceral, debería ser suficiente para despertarnos del letargo. No estamos en una lucha contra un enemigo abstracto, sino contra un ser con un odio personal, una ira que nos busca. Y el hecho de que sea personal, de que su ira sea dirigida hacia nosotros, hace que nuestra adoración se vuelva un acto aún más poderoso, una declaración de guerra santa, un rugido de fe que eclipsa el rugido del león.
Finalmente, el adversario no solo tiene voluntad y emociones, sino que tiene inteligencia. La inteligencia es el faro que ilumina la personalidad. Los objetos no tienen la capacidad de razonar, de planear, de idear. El apóstol Pablo, en su segunda carta a los Corintios, nos advierte de las "maquinaciones" de Satanás. La palabra griega para maquinaciones es noema, que significa pensamiento, algo que ha sido meditado y analizado. Esto nos dice que Satanás no opera por impulso, sino que tiene propósitos, intenciones y planes. No es omnisciente como Dios, no conoce su corazón por completo, pero es inmensamente inteligente. Ha tenido milenios para perfeccionar sus tácticas, para estudiar la debilidad de la naturaleza humana, para idear planes que parecen inofensivos, pero que en realidad son trampas mortales.
En la misma carta a los Corintios, Pablo nos habla de la "astucia" de Satanás, usando la palabra griega panourgia, que literalmente significa "todo-trabajador", un término que en nuestro lenguaje coloquial se traduciría como "hace lo que sea". Nos dice que Satanás, con tal de engañar, usará cualquier herramienta a su disposición, sin ningún escrúpulo, sin importar lo que tenga que hacer para lograr sus fines. Él es un maestro del disfraz, un camaleón espiritual que puede aparecer como "ángel de luz". Él puede usar una falsa bondad, una falsa promesa, un pensamiento que parece lógico pero que en realidad es una mentira. La astucia de Satanás es una obra de arte retorcida, y solo una mente con inteligencia puede idear tales engaños. Por lo tanto, debemos estar atentos, con los ojos del espíritu bien abiertos, porque nuestra batalla no es contra la carne y la sangre, sino contra un ser personal, inteligente y astuto. Debemos estar alerta porque cualquier cosa que no lo parezca puede ser la astucia de Satanás para engañarnos.
La Biblia, en su sabiduría profunda, nos revela a Satanás no como una figura mítica, sino como un adversario real, persistente y cruel. Su propósito final es destruir la adoración en nuestras vidas, porque sabe que una vida que adora es una vida que glorifica a Dios y que frustra todos sus planes. La buena noticia, oh alma, es que si bien él es real, también lo es la victoria de Jesucristo. La victoria ya ha sido ganada. Reconocer que nuestro enemigo tiene voluntad, emociones e inteligencia no es para vivir en el temor, sino para que nos despertemos a la realidad de la guerra espiritual. Esta conciencia nos prepara, nos equipa y nos hace más sabios en el combate. Al conocer a nuestro enemigo, podemos entender sus tácticas, prever sus ataques y, sobre todo, fortalecernos en la autoridad de Aquel que ya lo venció en la cruz. Porque una vez que entendemos la naturaleza de la batalla, nuestra adoración se convierte en un acto de victoria, una declaración de fe que resuena en los cielos y en la tierra, y que proclama, con cada latido de nuestro corazón, que no importa lo que el enemigo grite, la victoria pertenece a nuestro Señor. Y en ese acto de adoración, nos convertimos en los adoradores que el Padre busca, aquellos que le dan gloria a pesar de la batalla, aquellos que con la cabeza en alto, le dicen al león que ruge: "Mi alma te adora, y en tu presencia, mi enemigo no tiene poder". Y en esa adoración, encontramos la verdadera paz y el verdadero poder.
2 comentarios:
Gloria a Cristo Jesús amado, Dios te bendiga excelente estudio.
Gracias por estos bosquejo han sido de mucha bendición para mí vida dios los bendiga
Antonio estrada
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