Tema: Decisiones que sanan tu vida. Titulo: LA TRANSFORMACIÓN QUE NADIE TE ENSEÑÓ (Y por qué tu vida no cambia sin esto) Titulo: Mateo 5:6. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz
Introducción:
A. La santificación es un proceso donde Dios y nosotros tenemos parte. La parte de Dios consiste en darnos el E.S. para que a través de el podamos vencer el deseo y el poder del pecado en nuestra vida. Algunos de nuestros trabajos consisten en:
I EXAMINARNOS CONSTANTEMENTE.
A. Este examen debe ser diario. Tomar unos minutos en las noches para meditar sobre nuestro día, nuestras acciones, nuestros pensamientos, nuestras intenciones.
B. Este examen debe ser hecho tomando como base la Palabra de Dios y de ella mandatos como:(1 Pedro 1:14 – 16; 2 Corintios 7:1). No debe ser base de este examen las demás personas, o lo que otros dicen de mi, o lo que dicen las ciencias humanas, o el imaginario popular.
II TRABAJAR CON EL INTERIOR
A. Hemos aprendido que el hombre es perverso en todo su ser. Sin embargo, la fuente de su maldad se encuentra en su raíz misma, el corazón; no en su cuerpo, en sus miembros exteriores (1 Tes 5:23), en este texto veo una progresión de santificación, esta va de adentro hacia afuera y no al revés. Esto nos indica que es sabio no trabajar primero con las acciones exteriores sino con las intenciones y actitudes interiores por esto santifique:
1. Su mente: (Rom 12: 1 – 2; Fil 4:8) limpie los pensamientos que están arraigados en ella y cámbielos por pensamientos acordes a la Palabra de Dios.
2. Sus sentimientos: Al cambiar sus pensamientos seguramente sus sentimientos irán siendo santificados al mismo tiempo, esto por que así como pienso siento.
3. Sus intenciones: santifique sus intenciones dejando de hacer las cosas para ser visto, para agradar a los hombres, por razones egoístas. (Efesios 6: 6 – 8)
4. Su cuerpo: al trabajar con su interior seguramente sus acciones exteriores cambiarán.
III EJERCITAR LA DISCIPLINA.
A. La disciplina es el acondicionamiento que un individuo realiza para obtener buenos hábitos que lo llevaran al éxito en lo que emprenda. Entonces, tiene que ver con adquirir buenos hábitos de vida y en este caso buenos hábitos espirituales, tales como: la vida devocional (oración, ayuno, Biblia), el compañerismo y el alejamiento del pecado. (1 Cor 9:24 – 27; 1 Tim 4:7).
B. Mucho del éxito en la santificación está en el sistemático esfuerzo que hacemos por morir a viejos hábitos de vida mientras que construimos buenos, de lo que se comprende entonces que este no es un trabajo para los perezosos y conformistas.
IV PERSISTIR CON FORTALEZA
A. Al leer el capitulo 15 de Juan en los versículos 4 – 10 nos damos cuenta que el verbo mas repetido es permanecer en sus distintos tiempos gramaticales, en total 10 veces.
Permanecer según el diccionario es: Mantenerse sin cambios en un determinado estado, condición o cualidad. Continuar, seguir, quedarse.
La palabra permanecer en este texto se usa para:
1. Darnos un mandato (4ª, 9 - 10)
2. Informarnos que si no permanecemos no daremos fruto (4b)
3. Informarnos que si permanecemos en Jesús daremos frutos (5)
4. Informarnos que quien no permanece recibirá disciplina y condenación (6)
5. Prometer a quienes permanecen que Dios responderá sus oraciones (obviamente si estas están en al voluntad de Dios) (7).
B. Para ser santificados es imprescindible perseverar o permanecer.
Conclusiones:
La transformación personal a través de la santificación no es un evento instantáneo, sino un viaje continuo donde Dios y nosotros colaboramos. Es esencial realizar un examen diario de nuestras acciones y pensamientos, basándonos en la Palabra de Dios. Trabajar en nuestro interior, santificando mente, sentimientos e intenciones, permite que nuestras acciones exteriores también cambien. La disciplina en nuestras prácticas espirituales y el compromiso de permanecer en Cristo son claves para experimentar una vida transformada y llena de frutos. La perseverancia en este proceso es vital, ya que solo así podemos esperar respuestas a nuestras oraciones y vivir conforme a la voluntad divina.
VERSIÓN LARGA
La decisión de transformarse es un tema que resuena profundamente en la vida de cada individuo, especialmente en un mundo que constantemente busca el cambio y la mejora personal. La santificación, entendida como el proceso de ser apartado para Dios y transformado a Su imagen, es fundamental en la vida de un creyente. Este proceso no es solo un esfuerzo humano, sino una colaboración entre Dios y nosotros, donde el Espíritu Santo juega un papel crucial en capacitarnos para vencer el pecado y vivir de acuerdo con la voluntad divina.
La santificación se entiende comúnmente como un proceso continuo y dinámico que requiere la participación activa de cada persona. En este proceso, la parte de Dios consiste en darnos al Espíritu Santo, quien nos guía, nos enseña y nos da el poder para superar las tentaciones y los deseos que nos alejan de Su propósito. Sin embargo, nuestra parte también es esencial. No se trata de una acción pasiva; implica tomar decisiones conscientes que nos acerquen a Dios y nos ayuden a vivir de acuerdo con Su voluntad.
El primer paso en este viaje transformador es la autoexaminación constante. Este examen debe ser una práctica diaria, un momento de reflexión donde tomamos unos minutos al final del día para meditar sobre nuestras acciones, pensamientos e intenciones. En un mundo lleno de distracciones, es fácil perder de vista nuestras motivaciones y comportamientos. Por eso, es vital que nuestro examen personal se base en la Palabra de Dios y no en lo que piensan los demás o las normas sociales. Pasajes como 1 Pedro 1:14-16 y 2 Corintios 7:1 nos instan a ser santos en nuestra conducta, recordándonos que nuestra referencia debe ser siempre la Escritura. Este enfoque no solo nos permite identificar áreas de mejora, sino que nos ayuda a alinearnos con el propósito divino para nuestras vidas.
El segundo aspecto de la transformación personal es trabajar con nuestro interior. La Biblia nos enseña que el hombre es perverso en todo su ser, y la raíz de esa maldad se encuentra en su corazón. En 1 Tesalonicenses 5:23, se nos presenta una progresión de la santificación que va de adentro hacia afuera. Por lo tanto, es fundamental que no solo tratemos con nuestras acciones externas, sino que nos enfoquemos en las intenciones y actitudes que realmente guían nuestro comportamiento. Esto implica santificar nuestra mente, limpiando los pensamientos que están arraigados en ella y reemplazándolos con verdades bíblicas, como se nos indica en Romanos 12:1-2 y Filipenses 4:8. Cuando cambiamos nuestros pensamientos, nuestros sentimientos también comenzarán a alinearse con la verdad de Dios, ya que nuestras emociones están estrechamente ligadas a lo que pensamos.
Además, es necesario santificar nuestras intenciones. Muchas veces, actuamos motivados por el deseo de ser vistos o aprobados por los demás. En Efesios 6:6-8, se nos recuerda que nuestras acciones deben ser hechas no para agradar a los hombres, sino para honrar a Dios. Este cambio de enfoque es esencial para experimentar un verdadero crecimiento espiritual, ya que solo cuando nuestras intenciones están enraizadas en el amor y la obediencia a Dios, nuestras acciones reflejarán Su gloria.
El siguiente paso en este proceso de transformación es ejercitar la disciplina. La disciplina es el acondicionamiento que nos lleva a adquirir buenos hábitos, tanto en lo físico como en lo espiritual. En 1 Corintios 9:24-27 y 1 Timoteo 4:7, se nos anima a esforzarnos en la vida espiritual, lo que implica la práctica de disciplinas como la oración, el ayuno, la lectura de la Biblia y el compañerismo con otros creyentes. Estos hábitos son fundamentales para nuestra santificación, ya que nos conectan con Dios y nos ayudan a alejarnos del pecado. La disciplina requiere esfuerzo y dedicación, y es un recordatorio de que la santificación no es un camino fácil, sino uno que demanda compromiso y sacrificio.
La perseverancia es otro elemento clave en este proceso de transformación. En Juan 15:4-10, Jesús nos instruye sobre la importancia de permanecer en Él. Este pasaje enfatiza que la palabra "permanecer" se usa repetidamente, lo que subraya su relevancia en nuestra vida espiritual. Permanecer implica mantenernos en una relación constante y activa con Cristo, lo que nos permite dar fruto en nuestras vidas. La promesa de que aquellos que permanecen en Él verán respuestas a sus oraciones es un poderoso incentivo para mantener nuestra fe y nuestra conexión con Dios. Sin embargo, también se nos advierte que aquellos que no permanecen enfrentarán la disciplina divina, lo que refuerza la seriedad de nuestra decisión de seguir a Cristo.
La transformación personal a través de la santificación no es un evento instantáneo, sino un viaje continuo. Es un proceso en el que Dios y nosotros colaboramos, donde nuestro esfuerzo es fundamental, pero también lo es la gracia y el poder del Espíritu Santo. La autoexaminación diaria, el trabajo en nuestro interior, la disciplina en nuestras prácticas espirituales y la perseverancia en nuestra relación con Cristo son elementos que nos llevarán a experimentar una vida transformada.
Es esencial recordar que la transformación no solo se trata de cambiar nuestro comportamiento externo, sino de permitir que Dios cambie nuestro corazón. La verdadera santificación nos lleva a ser más como Cristo, reflejando Su amor y Su carácter en nuestras acciones y en nuestras interacciones con los demás. Cuando permitimos que el Espíritu Santo trabaje en nosotros, comenzamos a ver cambios profundos que no solo afectan nuestra vida, sino también la vida de aquellos que nos rodean.
La decisión de transformarse es una decisión poderosa que tiene el potencial de cambiar el curso de nuestras vidas. No importa cuán lejos hayamos caído o cuán difíciles sean nuestras circunstancias, siempre hay esperanza en Cristo. Su gracia es suficiente para cubrir nuestras debilidades y nuestras fallas, y Su poder puede cambiar lo que parece inmutable. Cada día es una nueva oportunidad para acercarnos a Él, para permitirle que nos transforme y para vivir de acuerdo con Su propósito.
A medida que avanzamos en este proceso de transformación, es vital mantener una actitud de humildad y dependencia de Dios. Reconocer que no podemos hacerlo solos es el primer paso para experimentar Su poder en nuestras vidas. Al rendirnos a Su voluntad y permitir que Su Espíritu nos guíe, encontramos la fuerza y la dirección que necesitamos para vivir de manera que honre a Dios y produzca frutos en nuestras vidas.
En conclusión, la decisión de transformarse es un llamado a todos nosotros. Es un viaje que requiere esfuerzo, disciplina y una profunda conexión con Cristo. Al comprometernos a examinar nuestras acciones y pensamientos, a trabajar en nuestro interior, a ejercitar la disciplina y a permanecer en Él, podemos experimentar una vida que refleja la gloria de Dios. Este proceso no es solo para nuestro beneficio personal, sino que también tiene un impacto en el mundo que nos rodea. Al ser transformados, nos convertimos en luces que brillan en la oscuridad, llevando esperanza y redención a un mundo que desesperadamente necesita conocer a Cristo. La transformación es posible, y comienza con una decisión: la decisión de entregarnos a Dios y permitir que Él nos transforme a Su imagen.
La transformación personal no es algo que ocurre de la noche a la mañana. Es un proceso que implica compromiso y disposición para cambiar. Cada día presenta nuevas oportunidades para crecer y mejorar. Si bien a veces puede ser difícil, los resultados valen la pena. La paz, la alegría y la satisfacción que vienen con una vida transformada son incomparables. Al tomar decisiones que sanan nuestra vida, nos acercamos más a la persona que Dios nos creó para ser.
La clave está en la decisión. Decidir transformarse es aceptar que hay un camino mejor, un camino que nos lleva a la plenitud y al propósito divino. Es un llamado a dejar atrás lo que nos ha mantenido estancados y a avanzar hacia un futuro lleno de esperanza y promesas. La decisión de transformarse es una de las más importantes que podemos tomar en nuestra vida. Nos abre la puerta a un nuevo comienzo y a la posibilidad de vivir de manera auténtica y plena.
Así que hoy, reflexiona sobre tu propia vida. ¿Qué decisiones estás tomando que te acercan a la transformación? ¿Hay áreas en las que necesitas rendirte a Dios y permitir que Su poder actúe en ti? La respuesta a estas preguntas puede ser el primer paso hacia una vida renovada y sanada. Al final, la decisión de transformarse es una invitación a vivir en la libertad y el amor que Dios tiene para nosotros. Al elegir este camino, no solo beneficiamos nuestras propias vidas, sino que también impactamos positivamente a quienes nos rodean. Cada decisión cuenta, y cada paso hacia la transformación es un paso hacia la plenitud en Cristo.
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