BOSQUEJO (VERSIÓN CORTO)
✝️Tema: Ministerio. ✝️Titulo: El valor del servicio. ✝️Texto: Romanos 12: 11. ✝️Autor: Pastor Edwin guillermo Nuñez Ruiz
Por ejemplo, un meta-análisis publicado en BMC Public Health (Jenkinson et al., 2013) encontró que el voluntariado regular está asociado con una mortalidad más baja y una mejor salud mental. Asimismo, investigaciones citadas en Psychological Bulletin (Piliavin & Siegl, 2007) sugieren que los actos de altruismo y servicio pueden impactar positivamente la función inmunológica y la resiliencia física. Quienes dedican su tiempo a los demás no solo enriquecen vidas ajenas, sino que construyen una resiliencia física notable en sí mismos. Estos son solo algunos de los frutos visibles de una semilla divina.
A mi juicio, las dos palabras más hermosas de nuestro idioma son amar y ayudar. No son solo verbos, son acciones que transforman. El servicio, que abarca intrínsecamente ambas, posee un valor incomprensible desde la lógica del mundo, pero fundamental en el Reino de Dios. Hoy, la Palabra nos guiará a entender por qué el servicio es tan IMPORTANTE en el reino.
Para desentrañar la inconmensurable IMPORTANCIA del servicio, profundicemos en las Escrituras y descubramos tres razones fundamentales que nos revelan su profunda esencia. Entonces, el servicio es importante porque:
I. PORQUE ES PARECERSE AL MAESTRO (Juan 13: 12 – 15)
Aplicaciones:
El servicio es un mandato ineludible para todo discípulo de Cristo.
Imitar la humildad radical de Jesús es el camino para ser verdaderos seguidores.
El servicio implica la disposición a realizar tareas humildes y a poner los intereses de otros primero.
Preguntas de Confrontación: ¿Qué "pies" se niega a lavar en su vida, qué tareas humildes evade por orgullo o comodidad? ¿En qué áreas de su vida se resiste a imitar la radical humildad del Maestro?
Textos Bíblicos de Apoyo:
Filipenses 2:3-5: "Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a sí mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús..."
Lucas 22:27: "Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve."
Frase Célebre: "El que no vive para servir, no sirve para vivir." - Madre Teresa de Calcuta
II. PORQUE ES EL MAS GRANDE HONOR (Marcos 10: 42 - 44 )
Aplicaciones:
La verdadera grandeza en el Reino de Dios se alcanza a través del servicio humilde, no del dominio.
El servicio es un honor que eleva a quienes lo practican, alineándolos con el modelo de Cristo.
La participación activa en un ministerio práctico, incluso en tareas ocultas, es la manifestación de este honor.
Preguntas de Confrontación: ¿Qué tan dispuesto está a renunciar a la búsqueda de reconocimiento y privilegios para abrazar el servicio humilde? ¿Dónde, en su iglesia o comunidad, puede manifestar hoy su "grandeza" a través del servicio, incluso en las tareas que nadie más ve?
Textos Bíblicos de Apoyo:
Mateo 20:28: "como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos."
Mateo 23:11: "El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo."
Frase Célebre: "La grandeza de un hombre no se mide por lo que tiene, sino por lo que da." - San Francisco de Asís
III. PORQUE ES LA MÁXIMA MANIFESTACIÓN DE AMOR (Juan 15:12 - 13)
Aplicaciones:
El amor cristiano va más allá de las palabras bonitas y los sentimientos, manifestándose en acciones concretas.
La verdadera manifestación de amor implica la entrega total y desinteresada por el bienestar del otro.
Nuestro amor por los demás debe reflejar el amor sacrificial de Cristo, incluso por aquellos que nos son hostiles.
Preguntas de Confrontación: ¿Cómo se traduce su "amor" por los hermanos en acciones tangibles y desinteresadas en su vida diaria? ¿Está dispuesto a "dar su vida" por otros, sacrificando su comodidad, tiempo o recursos por el bienestar de alguien más?
Textos Bíblicos de Apoyo:
1 Juan 3:16: "En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos."
Romanos 5:8: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros."
Frase Célebre: "El amor es el único bien que crece cuanto más se da." - León Tolstói
Hemos contemplado la verdad innegable: el servicio no es una carga, sino un privilegio transformador que define al creyente. Es el camino para parecernos al Maestro, la máxima manifestación de nuestro amor y la fuente del más grande honor en el Reino de Dios. Romanos 12:11 nos desafía a ser "fervientes en espíritu, sirviendo al Señor".
Que esta verdad nos impulse a la acción. Que cada uno de nosotros evalúe sinceramente los obstáculos internos –el orgullo, la comodidad, la indiferencia– que nos impiden vivir esta vocación. El servicio, desde los actos más pequeños y ocultos hasta las grandes entregas, es el lenguaje universal que valida nuestra fe y fortalece el Cuerpo de Cristo. Al servir, honramos a Dios y edificamos el amor entre nosotros. El momento de servir es ahora.
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El sol se alza cada mañana, un regalo inmerecido, recordándonos que cada nuevo día es una página en blanco que el Hacedor nos permite escribir. Pero, ¿con qué tinta escribimos? ¿Qué propósito impulsa nuestros pasos en este viaje terrenal? Amados hermanos, permítanme decirles con absoluta convicción que el servicio no es un mero accesorio en la vida cristiana; es el latido vibrante de una fe auténtica, el eco resonante de un amor que proviene directamente del corazón de Dios. Es, en su esencia más pura, la manifestación tangible de la vida abundante que Cristo vino a darnos.
Es verdaderamente fascinante, y al mismo tiempo un testimonio de la sabiduría divina, observar cómo la ciencia moderna, con toda su sofisticación y sus descubrimientos, comienza a desvelar verdades que la fe y la sabiduría ancestral han proclamado por milenios. Si la semana pasada exploramos juntos cómo el servicio, ese acto de bondad desinteresada, tiene el poder de mitigar la oscuridad de la depresión y la ansiedad, e incluso de encender la chispa de la felicidad en nuestras almas, hoy quiero llevarlos un paso más allá en esta revelación. Permítanme compartirles un hecho asombroso: estudios recientes no solo demuestran que servir prolonga la vida, sino que también fortalece, de manera notable, nuestro propio sistema inmunológico. ¡Piensen en la magnitud de esto!
Imaginen por un momento: cada acto de bondad, cada mano extendida, cada hora dedicada al bienestar de otro ser humano, no solo irradia luz en un rincón del mundo, sino que también enciende una chispa de vitalidad y resiliencia en su propio ser. Un meta-análisis publicado en BMC Public Health (Jenkinson et al., 2013) reveló que el voluntariado regular está asociado con una mortalidad más baja y una salud mental significativamente mejor. Y para profundizar en la ciencia detrás de esta maravilla divina, investigaciones citadas en Psychological Bulletin (Piliavin & Siegl, 2007) sugieren que los actos de altruismo y servicio pueden impactar positivamente la función inmunológica y, en última instancia, nuestra resiliencia física. Aquellos que se sumergen en la corriente del servicio no solo enriquecen vidas ajenas con su amor, sino que, de algún modo misterioso y profundamente lógico, forjan una armadura de fortaleza y vitalidad en sí mismos. Estos, amados, son los frutos visibles de una semilla divina plantada en el terreno fértil de la fe activa.
A mi juicio, y creo que muchos de ustedes lo compartirán en lo más profundo de su ser, las dos palabras más hermosas, las que encierran el verdadero significado de nuestra existencia, son amar y ayudar. No son meros verbos, palabras vacías en un diccionario; son acciones vivas, dinámicas, que tienen el poder de transformar la realidad, de edificar puentes donde antes había abismos insalvables, de traer luz donde moraba la más densa sombra. El servicio, que abarca intrínsecamente ambas —el amor que se da y la ayuda que se extiende—, posee un valor incomprensible para la lógica fría y calculadora del mundo. En un universo centrado en el "yo", el servicio es una contracultura radical. Pero en el glorioso Reino de Dios, esta lógica se invierte por completo, se transfigura en una verdad sublime. El servicio no es solo un valor; es el fundamento mismo, el valor supremo que lo sostiene todo. Hoy, la Palabra de Dios, esa luz inmutable y eterna en medio de la neblina existencial, nos guiará a entender por qué el servicio es tan IMPORANTE en el Reino de Dios, por qué es una piedra angular de nuestra fe.
Para desentrañar la inconmensurable importancia de este privilegio del servicio, permítanme que profundicemos juntos en las Sagradas Escrituras y descubramos tres razones fundamentales, tres verdades poderosas que nos revelarán su profunda esencia y su impacto transformador en nuestras vidas y en el mundo que nos rodea. Entonces, el servicio es importante porque...
...es, primero y ante todo, parecerse al Maestro. Piensen conmigo, amados, en la escena más íntima y conmovedora de todas: la quietud sagrada del aposento alto, la noche antes de que el mundo se volcara de cabeza, la víspera de la traición más amarga, pero también, y paradójicamente, la consumación del amor más grande jamás conocido. Allí, Jesús, el Maestro (didaskalos) de autoridad innegable, cuya enseñanza penetraba el alma, y el Señor (κuˊριoς, kyrios) de soberanía divina, el Creador de los cielos y la tierra, se despoja de su manto de dignidad. ¡Imaginen la escena! Él, que merecía toda la adoración, se inclina. No para recibir un honor, sino para realizar la tarea más humilde, la más despreciable en la sociedad de aquel tiempo: lavar los pies de sus discípulos. Este acto, una labor reservada para los siervos de más baja condición, no fue un ritual puramente ceremonial, desprovisto de significado. No, mis amigos. Fue un símbolo cargado de un profundo significado espiritual: una prefiguración de limpieza interior, la purificación que solo Él podía ofrecer, y, crucialmente, un modelo radical de discipulado que, de un solo golpe, subvirtió toda noción humana de liderazgo y grandeza.
Al levantar Su mirada y preguntarles con esa profunda compasión: "¿Sabéis lo que os he hecho?" (Juan 13:12), Jesús no busca una respuesta obvia. No es una pregunta retórica vacía. Es una invitación a una reflexión profunda, a la penetración de un simbolismo que redefine para siempre el significado de la grandeza y el liderazgo en Su Reino. Y luego, con una autoridad que emana del amor, les ordena categóricamente, con palabras que deben grabarse en nuestros corazones: "vosotros también debéis (ὀφειˊλετε, opheilete) lavaros los pies los unos a los otros" (Juan 13:14). La palabra griega "debéis" no es una sugerencia amable, un consejo opcional para los más devotos. Es una obligación moral categórica, una deuda de amor que nos ha sido legada, un imperativo que define nuestra identidad en Cristo. Y aquí es vital comprender que el "ejemplo" (ὑποˊδειγμα, hypodeigma) que les dio (Juan 13:15) no es un rito que deba imitarse literalmente en todas las culturas o en cada reunión, como si fuera una mera ceremonia. ¡No! Es el modo de Su amor abnegado, la esencia de Su humildad radical. Él, el Soberano del universo, se puso a Sí mismo como el paradigma del siervo, un arquetipo para cada uno de Sus seguidores. Su señorío no es para ser servido, sino para que, como Él, sirvamos. ¡Qué verdad tan liberadora!
Las aplicaciones de esta narrativa se desprenden con una claridad que ilumina el camino de nuestra fe. El servicio, amados hermanos, es un mandato ineludible para todo discípulo de Cristo. No es un pasatiempo, no es una opción de conveniencia; es una parte intrínseca de nuestra identidad en Él. Imitar la humildad radical de Jesús no es una sugerencia piadosa; es el camino, el único camino, para ser verdaderos seguidores de Su corazón. Y el servicio implica, con toda su belleza, la disposición a realizar tareas que el mundo consideraría humildes, incluso insignificantes, y a poner los intereses de otros por encima de los propios, viviendo esa maravillosa verdad que nos libera del egoísmo.
Permítanme confrontarlos con una pregunta que debe resonar en lo más profundo de su espíritu: ¿Qué "pies" se niega a lavar en su vida, qué tareas humildes evade por orgullo, por esa comodidad que nos paraliza, por esa autojustificación que nos mantiene en nuestra zona de confort? ¿En qué áreas de su vida se resiste aún a imitar la radical humildad de nuestro bendito Maestro? Pensemos en la poderosa frase de la Madre Teresa de Calcuta, una sierva incansable: "El que no vive para servir, no sirve para vivir." Si Él, siendo el Señor de señores, sirvió, ¿quiénes somos nosotros para no hacerlo?
Los textos de apoyo refuerzan esta verdad con la autoridad de la Palabra de Dios. Filipenses 2:3-5 nos exhorta con una pasión que busca la transformación: "Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a sí mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús...". ¡Qué llamado tan sublime a la abnegación! Lucas 22:27 nos presenta las propias palabras de Jesús, llenas de sabiduría divina: "Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve." Es un honor inmerecido caminar tras Sus pasos, mis queridos.
El segundo argumento para la importancia del servicio es que es, con una claridad que debe inspirarnos, el más grande honor. Piensen en la ambición, esa fuerza tan humana que a menudo nos desvía del propósito divino. La escena se desarrolla cuando Santiago y Juan, dos de los discípulos más cercanos al Señor, se acercan a Él con una petición que revela una mentalidad tristemente arraigada en el poder y el estatus: buscan puestos de privilegio en Su Reino, el deseo de sentarse a Su diestra y siniestra (Marcos 10:35-37). Esta petición, como era de esperarse, genera una profunda indignación entre los demás discípulos, evidenciando una competencia subyacente y una dolorosa incomprensión de lo que realmente significa "ser grande" en el Reino de Dios. Jesús, con Su sabiduría infinita, aprovecha este momento de tensión y conflicto para impartir una lección crucial que, como un martillo divino, invierte radicalmente los valores de este mundo caído.
Con autoridad que emana de Su divinidad, les dice: "Sabéis que los que son considerados gobernantes (οἱ δοκοῦντες ἄρχειν, hoi dokountes archein) de las naciones se enseñorean (κατακυριϵuˊω, katakyrieuō) de ellas, y sus grandes ejercen autoridad (κατϵξουσιaˊζω, katexousiazō) sobre ellas" (Marcos 10:42). Aquí, Jesús describe un modelo de liderazgo terrenal, donde los gobernantes gentiles, como los tiranos romanos, ejercían un dominio opresivo y un poder autoritario, caracterizado por la tiranía y la subyugación. Pero inmediatamente, Jesús introduce un contraste radical, una declaración que debe resonar en cada fibra de nuestro ser y transformar nuestra perspectiva: "Mas no será así (οὐχ οὕτως, ouch houtōs) entre vosotros" (Marcos 10:43).
Esta frase, "No será así entre vosotros", es una negación enfática, una declaración de que el Reino de Dios opera bajo principios completamente diferentes, divinos. Aquí, la grandeza no se mide por la posición, el poder, o el dominio sobre otros, sino por el servicio humilde y abnegado. Y Jesús lo aclara con una verdad que debe grabarse en piedra en la mente de cada creyente, una paradoja gloriosa que nos eleva: "sino que el que quiera hacerse grande (μεˊγας, megas) entre vosotros será vuestro ministro (διaˊκoνoς, diakonos), y el que de vosotros quiera ser el primero (πρω~τoς, prōtos), será siervo (δοu~λoς, doulos) de todos (πaˊντων, pantōn)" (Marcos 10:43-44). La palabra "ministro" (διaˊκoνoς, diakonos), que originalmente se refería a un "mesero" o a un "sirviente" que atendía las mesas, es redefinida por Jesús para describir el servicio cristiano práctico, ese trabajo de amor que se hace con las manos y el corazón. Y el término "siervo" (δοu~λoς, doulos), que denotaba una esclavitud voluntaria, el nivel más bajo de servicio en la sociedad antigua, simboliza la entrega total, la abnegación completa, sin reservas. La inclusión de "de todos" (πaˊντων, pantōn) enfatiza la universalidad de este servicio, sin límites ni discriminación, sirviendo a quienes nos son agradables y a quienes no lo son. Jesús, en Su sabiduría infinita, redefine el liderazgo como servicio sacrificial. ¡Qué honor tan incomprensiblemente glorioso!
Las aplicaciones de esta verdad nos invitan a una profunda reflexión y a una acción transformadora. Amados, la verdadera grandeza en el Reino de Dios no se alcanza buscando el dominio, sino a través del servicio humilde. El servicio es un honor, una distinción divina que eleva a quienes lo practican, alineándolos con el modelo perfecto de Cristo. Y esto significa que la participación activa en un ministerio práctico, incluso en las tareas que permanecen ocultas a la vista de la mayoría, es la manifestación genuina de este honor. No es buscar el reconocimiento humano, sino el deleite de servir al Señor.
Permítanme confrontarlos con una pregunta que debe incendiar sus corazones: ¿Qué tan dispuesto está a renunciar a la búsqueda de reconocimiento y privilegios personales para abrazar el servicio humilde y, a menudo, oculto? ¿Dónde, en su iglesia o en su comunidad, puede usted manifestar hoy su "grandeza" a través del servicio, incluso en aquellas tareas que nadie más ve, aquellas que son esenciales pero que carecen de la gratificación del aplauso público?
Los textos de apoyo son un eco potente de esta verdad. Mateo 20:28 nos dice: "como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos." Él es nuestro ejemplo supremo. Y Mateo 23:11 refuerza este principio eterno: "El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo." La frase de San Francisco de Asís: "La grandeza de un hombre no se mide por lo que tiene, sino por lo que da," resuena con una verdad que trasciende el tiempo y nos llama a la acción.
El tercer y último argumento que nos revela la importancia fundamental del servicio es que es, con una verdad que conmueve el alma, la MÁXIMA MANIFESTACIÓN DE AMOR. Volvamos por un instante a la intimidad de Jesús con sus discípulos, en el contexto profundo de la vid y los pámpanos, un símbolo de conexión vital con Él. Es allí donde Jesús declara el corazón mismo de Su ética, el principio que rige la vida de Su comunidad: "Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado" (Juan 15:12). Este mandamiento es calificado de "nuevo" (καινηˊ, kainē), no porque la idea de amar al prójimo fuera desconocida en el judaísmo —ya Levítico 19:18 lo establecía con claridad—, sino por dos razones fundamentales: su base cristocéntrica y el grado radical que exige. ¡Este amor es diferente!
El "como yo os he amado" (καθωˋς ἠγαˊπησα ὑμᾶς, kathōs ēgapēsa hymas) no es una mera comparación; es la medida, el estándar inquebrantable de este amor divino que debemos emular. Se nos habla de un ágape (ἀγαπᾶτε, agapate), un amor que se describe como volitivo y sacrificial, no un sentimiento efímero, sino una decisión consciente de entrega. Este amor se ha demostrado históricamente en Su entrega en la cruz, y el uso del aoristo (ἠγαˊπησα, ēgapēsa) subraya la finalidad y la consumación de ese acto supremo. Es un amor que no busca el mérito en el receptor, sino que se entrega por pura voluntad de benevolencia divina, sin esperar nada a cambio. Este ágape, amados, es el "fruto natural" de permanecer en Cristo, y sin él, la unidad de la Iglesia, ese Cuerpo de Cristo en la tierra, se desmorona, sus cimientos se agrietan bajo el peso del egoísmo.
La cúspide de este amor, su expresión más sublime y definitiva, se revela con una claridad que penetra el corazón en el versículo 13: "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos". En un mundo antiguo donde el "amor" se limitaba a círculos cercanos, a la afinidad de la "amistad" (φiˊλoι, philoi), Jesús eleva este concepto al autosacrificio universal. Su muerte anticipada en la cruz no fue un acto de heroísmo casual o impulsivo; se describe como un acto de expiación, de sustitución (ὑπεˊρ, hyper). Él dio su vida no solo por sus amigos, sino también por sus "enemigos", como nos recuerda el apóstol Pablo en Romanos 5:8 y 10. El "dar la vida" (τηˋν ψυχηˋν θῇ, tēn psychēn thē) se presenta como un "término técnico" para la muerte vicaria, la entrega total de uno mismo por el bien del otro. No es un acto de valentía momentánea, sino la esencia misma del amor revelado en su máxima expresión.
Las aplicaciones de esta verdad son profundas y buscan una transformación radical de nuestro caminar diario. El amor cristiano, el amor verdadero, se nos exhorta, va mucho más allá de las palabras bonitas y los sentimientos pasajeros. Se manifiesta, de forma ineludible, en acciones concretas, en obras tangibles de servicio. La verdadera expresión de amor implica la entrega total y desinteresada por el bienestar del otro, sin cálculos ni reservas, sin esperar nada a cambio. Nuestro amor por los demás, por lo tanto, debe reflejar ese amor sacrificial de Cristo, extendiéndose incluso a aquellos que, en la lógica humana, nos resultan hostiles o ingratos. ¡Qué desafío tan glorioso! El servicio se convierte en el lenguaje primario, el idioma del amor verdadero.
Permítanme confrontarlos con una pregunta que debe arder en su conciencia: ¿Cómo se traduce su "amor" por los hermanos en acciones tangibles y desinteresadas en su vida diaria, más allá de la mera expresión verbal o el sentimiento interior? ¿Está usted dispuesto, en un sentido práctico y concreto, a "dar su vida" por otros, lo que implica sacrificar su comodidad, su tiempo, sus recursos, por el bienestar de alguien más, quizás de alguien que no se lo agradecerá o que ni siquiera lo notará? ¡Esta es la verdadera prueba de nuestro amor!
Los textos bíblicos de apoyo son contundentes, anclando esta verdad en la inquebrantable Palabra de Dios. 1 Juan 3:16 proclama con autoridad: "En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos." Es una obligación de amor. Romanos 5:8 refuerza esta verdad con poder: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros." ¡El amor incomprensible de Dios por nosotros! La frase de León Tolstói, "El amor es el único bien que crece cuanto más se da," resuena con una verdad universal que, aunque no de origen teológico, encapsula la esencia de esta tercera razón, invitando a una reflexión profunda sobre la naturaleza expansiva y multiplicadora del amor a través del dar.
Amados hermanos en Cristo, hemos contemplado juntos una verdad innegable: el servicio no es una carga que se añade a nuestras vidas, un peso adicional en una existencia ya compleja y desafiante. ¡No! Es un privilegio transformador que define la esencia misma de ser un creyente, una bendición que nos eleva. Es el camino ineludible para parecernos al Maestro, Jesús mismo, quien, en Su humildad suprema, nos mostró el modelo perfecto. Es la máxima manifestación de nuestro amor, el lenguaje más puro que podemos hablar. Y es, a la vez, la fuente del más grande honor en el glorioso Reino de Dios, una paradoja divina que subvierte todas las nociones mundanas de poder y estatus, elevándonos precisamente a través de la humilde labor del siervo. La Palabra de Dios nos insta en Romanos 12:11: "En el celo no perezosos; fervientes en espíritu; sirviendo al Señor." Esta no es una invitación a la tibieza o a la inactividad espiritual, a una fe cómoda y pasiva. ¡De ninguna manera! Es un llamado al ardor espiritual, a una pasión desbordante por el servicio que brota de un corazón completamente rendido a la voluntad soberana de Cristo.
Que esta verdad profunda, en su compleja articulación y su poder transformador, no se quede confinada a la mente o a la esfera de la mera especulación teológica, sino que se infiltre en cada fibra de nuestro ser, en cada pensamiento y cada acción, y nos impulse, con una fuerza imparable, a la acción concreta. Que cada uno de nosotros, en la soledad de su conciencia y en la presencia de Dios, evalúe sinceramente los obstáculos internos –el orgullo que nos ciega a las necesidades de otros, la comodidad que nos paraliza e impide dar ese paso de fe, esa ubicua indiferencia que nos endurece el corazón a la compasión– que, tan a menudo, impiden vivir plenamente esta vocación, este bendito destino de servicio. El servicio, amados, desde los actos más pequeños y ocultos, aquellos que carecen de toda visibilidad humana y solo Dios los ve, hasta las grandes entregas que marcan una vida y definen una época, es el lenguaje universal que valida nuestra fe, que la hace discernible y operativa en el mundo, y que fortalece el Cuerpo de Cristo de una manera tangible, innegable y gloriosa.
Al servir, se nos dice, no solo "honramos a Dios" con cada acto de obediencia y con cada fibra de nuestro ser, sino que también "edificamos el amor entre nosotros", tejiendo una red de cuidado, de interdependencia y de apoyo mutuo que, se presume y se evidencia, refleja el "corazón del Padre" en la esfera terrenal. El momento de servir no es mañana, mis queridos, ni el mes que viene, ni cuando las circunstancias parezcan "perfectas" o más convenientes para nosotros. El momento de servir, nos instan las Escrituras con una urgencia que no podemos ignorar, es ahora. ¡Siempre es ahora! La exigencia es constante, el llamado es eterno. Y el resultado, la verdadera recompensa de tanto servir, reside en la certeza inquebrantable de que hay un sentido, una trascendencia, y que la gloria de Dios se manifiesta a través de aquellos que eligen vivir una vida de servicio sacrificial. Que la gracia del Señor les impulse a obedecer hoy.
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