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馃摉BOSQUEJO - 馃摉SERM脫N - 馃摉PREDICA: 馃EL BUEN SAMARITANO馃

馃Tema: 40 d铆as en comunidad. 馃Titulo: El buen samaritano. 馃Texto: Lucas 10: 25 – 37. 馃Autor: Pastor Edwin Guillermo N煤帽ez Ruiz.


Introducci贸n:

A. Si usted quisiera evangelizar a alguien, cual seria su primer paso? que seria lo mas importante por hacer? creo que lo primero deber铆a ser orar por el, lo segundo seria predicarle la Palabra? que opina usted? yo creo que no, creo que seguido a tenerlo en oraci贸n, el paso siguiente no es hablarle, es darle testimonio de vida y fundamental dentro de ese testimonio de vida es mostrarle el amor de Dios en mi a trav茅s del servicio. ya que, estoy seguro ser谩 esta demostraci贸n la que aplacara la dureza de su coraz贸n, aquella que no le permite ver la luz del evangelio, acto seguido se le deber铆a compartir la buena noticia.

B. Hoy tomaremos esta parte de la Escritura para hablar acerca de lo que hace el amor de Dios a trav茅s de nosotros, hablaremos del servicio a los dem谩s como dinamizador de la evangelizaci贸n.

C. Usaremos la par谩bola del buen samaritano para tal fin. En ella aprendemos que el amor:

I. NO PASA DE LARGO "pas贸 de largo" (ver 31 -32).


A. La historia empieza mostr谩ndonos lo que no se debe hacer. Tenemos en escena dos personas religiosas, que conoc铆an la Escritura y de quienes por tanto se esperaba que ayudaran al moribundo, estos eran un sacerdote y un levita. Sin embargo, lo ya dicho la Biblia nos informa que ambos "pasaron de largo" ante tal escena. En otras palabras no les importo, no les intereso para nada.

B. El amor cuando ve al necesitado no pasa de largo. No necesariamente hablamos de personas en la misma condici贸n del hombre de nuestra historia, hablamos de otros hombres y mujeres con distintas necesidades f铆sicas, emocionales y materiales. 

Cada necesidad que descubrimos en otros y que de alguna manera podemos suplir es una oportunidad de evangelismo.

II SIENTE MISERICORDIA “fue movido a misericordia” (33c)


A. El vers铆culo nos dice: “que fue movido a misericordia” la palabra griega misericordia es  “esplanchnisthe” viene de una palabra que es splagchna, y denota un tipo de compasi贸n que proviene de lo mas profundo del ser, hoy d铆a dir铆amos compasi贸n del coraz贸n, el sinti贸 lastima, se compadeci贸.

B. Necesitamos recordar la misericordia, la compasi贸n esto es central y vital en el cristianismo. La misericordia es amor practico. Ahora, surge la pregunta: por que a pesar de que se esto no puedo sentir, ni actuar en misericordia? la respuesta a esto se da en una palabra: ego铆smo.

III.  ALIVIA EL DOLOR  “vendo sus heridas” (34陋)


A. El sentimiento no fue solo eso, este hombre tambi茅n actu贸 y comenz贸 por vendar las heridas que los ladrones hab铆an infringido a este hombre.

B. La misericordia no solo puede quedarse en compadecerse del dolor de otros; la misericordia debe actuar, no podemos solo quedarnos contemplando con dolor a los hambrientos, a los desnudos, a los enfermos, a los presos, a los errantes, etc, debemos de alguna manera aliviar su dolor solo all铆 la misericordia se encuentra completa.


Conclusiones:

A. Hoy comenzamos un proceso que terminara en su primera etapa en la cena del amigo. Este proceso empieza pensando en personas  quienes nos proponemos invitar a este evento, personas a quienes servimos en el pasado o  quienes ya estamos sirviendo de alguna manera o personas a quienes empezaremos a servir desde hoy. 

B. La tarea es continuar sirvi茅ndoles o empezar a hacerlo desde hoy, adem谩s, de traer una lista el pr贸ximo domingo, lista que introduciremos en un sobre por el cual estaremos orando.


SEGUNDA PARTE

IV DA DE SUS BIENES  “y les echo aceite y vino”  (34 b)


A. Tal es su sentido de misericordia que toma de sus mismas cosas, lo que llevaba consigo y las usa para servir al moribundo. El uso su vino, su aceite, el vers铆culo 35 nos dice que le dio al mesonero dos denarios y que adem谩s se comprometi贸 a pagar todo el tratamiento. 

B. Una muestra de misericordia es tomar de lo nuestro y darlo a los necesitados (1 Juan 3: 17 – 18; Hechos 20:35).

IV SACRIFICA SU COMODIDAD “Lo puso en su cabalgadura” (34c)


A. La misericordia lo llevo a sacrificar temporalmente su propia comodidad pues monto al samaritano en el animal donde el venia haciendo su viaje, esta cabalgadura le evitaba el cansancio, la incomodidad etc y sacrifico esto por el bien del otro.

B. Casi siempre cuando nos movemos a la misericordia por alguna persona tenemos que sacrificar nuestra propia comodidad por hacerlo, estar cansados, estar menos c贸modos, son estados normales en un coraz贸n misericordioso.


V.  SE OCUPA PERSONALMENTE “y cuido de el” (34d)


A. El samaritano no envi贸 una ofrenda y ya, en primera instancia el no delego a otro (aunque despu茅s delego al mesonero), el se encargo personalmente del asunto.

B. Cuando de misericordia se trata no es suficiente enviar un donativo, no es suficiente dejar que otros lo hagan, la misericordia exige de nuestras propias manos, de nosotros mismos.


Conclusiones:

A. Jes煤s mismo concluye la historia ordenando a aquel doctor de la ley a seguir el ejemplo del samaritano, ESTAS PALABRAS DE JESUS TRASPASAN LA HISTORIA Y LLEGAN HASTA NOSOTROS MISMOS ORDEN脕NDONOS DE HACER MISERICORDIA CON QUIENES LO NECESITEN.

VERSION LARGA

El Buen Samaritano: 
El Amor que No Pasa de Largo

En el vasto lienzo de la existencia humana, donde las sombras de la indiferencia a menudo se alargan y las voces del ego铆smo resuenan con una persistencia ensordecedora, emerge una pregunta esencial, un eco que atraviesa los siglos: ¿C贸mo se inicia el verdadero encuentro con el alma ajena, con el coraz贸n que a煤n no ha vislumbrado la luz? Si acaso nos propusi茅ramos la tarea sublime de guiar a alguien hacia el Evangelio, ¿cu谩l ser铆a el primer paso, el gesto inaugural que abrir铆a las puertas de la percepci贸n? Algunos dir铆an que la oraci贸n, esa conversaci贸n 铆ntima con lo divino, es el cimiento ineludible. Otros, quiz谩s, abogar铆an por la predicaci贸n de la Palabra, la proclamaci贸n directa de la verdad. Y, sin embargo, en la quietud de la reflexi贸n, en la contemplaci贸n de los misterios del coraz贸n humano, surge una intuici贸n m谩s profunda, una certeza que se ancla en la experiencia: despu茅s de la oraci贸n, despu茅s de haber encomendado esa alma al Creador, el paso siguiente no es la palabra, no es el argumento l贸gico, sino el testimonio de vida. Y en el coraz贸n de ese testimonio, como un faro en la oscuridad, resplandece la demostraci贸n palpable del amor de Dios a trav茅s del servicio. Porque estoy convencido de que es esta manifestaci贸n tangible, esta caricia de la gracia encarnada, la que aplacar谩 la dureza de un coraz贸n, la que disipar谩 las brumas que le impiden ver la luz del Evangelio. Solo entonces, cuando el terreno ha sido ablandado por el amor, la buena noticia podr谩 ser sembrada y germinar.

Hoy, nos sumergiremos en una de las narrativas m谩s luminosas y perturbadoras de la Escritura, la par谩bola del Buen Samaritano, un relato que, m谩s all谩 de su sencillez aparente, desvela las profundidades de lo que el amor de Dios es capaz de hacer a trav茅s de nosotros. Hablaremos del servicio a los dem谩s no como una obligaci贸n fr铆a, sino como el dinamizador de la evangelizaci贸n, el motor que impulsa la transformaci贸n. En esta par谩bola, tejida por el Maestro mismo, aprendemos que el amor no es una abstracci贸n, sino una fuerza viva que se manifiesta en acciones concretas.

El Amor que No Pasa de Largo: La Ceguera de la Indiferencia

La historia comienza con una escena que nos confronta con la cruda realidad de la condici贸n humana, una realidad que se repite en cada esquina de nuestro tiempo. Un hombre, despojado, golpeado y abandonado al borde del camino entre Jerusal茅n y Jeric贸, yace moribundo. Es la imagen de la vulnerabilidad extrema, de la necesidad m谩s apremiante. Y entonces, entran en escena dos figuras de la m谩s alta respetabilidad religiosa: un sacerdote y un levita. Hombres de la ley, conocedores de las Escrituras, guardianes de la tradici贸n, de quienes, por tanto, se esperar铆a una respuesta inmediata de compasi贸n. Sin embargo, el relato b铆blico nos informa con una concisi贸n desoladora: ambos "pasaron de largo" (Lucas 10:31-32). La frase resuena con la frialdad de la indiferencia. No les import贸. No les interes贸. Vieron el sufrimiento, lo reconocieron, y aun as铆, desviaron la mirada, apresuraron el paso, se envolvieron en el manto de su propia agenda, de sus propias prioridades, de su propia comodidad.

Este "pasar de largo" es un eco de la ceguera espiritual que a menudo nos asalta. No se trata solo de la prisa, de la falta de tiempo, sino de una dureza del coraz贸n que nos impide ver al otro en su necesidad, de una desconexi贸n que nos a铆sla en nuestra propia burbuja. El amor, el verdadero amor, cuando se encuentra con el necesitado, simplemente no puede pasar de largo. No hablamos necesariamente de hombres y mujeres despojados y golpeados f铆sicamente en el camino, aunque la realidad nos los presente a diario. Hablamos de otros hombres y mujeres con necesidades diversas: f铆sicas (el enfermo, el hambriento, el sin techo), emocionales (el solitario, el deprimido, el que carga con el peso de la culpa), y materiales (el desempleado, el que lucha por alimentar a su familia). Cada necesidad que descubrimos en el otro, cada grieta en su existencia que de alguna manera podemos suplir, se convierte en una oportunidad de evangelismo, una puerta abierta para que la luz del Evangelio penetre en la oscuridad. Es en ese acto de no pasar de largo donde comienza la verdadera predicaci贸n, la que se hace con las manos y el coraz贸n antes que con las palabras.

El Amor que Siente Misericordia: La Compasi贸n que Nace de las Entra帽as

Y entonces, cuando la esperanza parec铆a desvanecerse en el polvo del camino, aparece un samaritano. Un extranjero, un marginado, alguien de quien los jud铆os de la 茅poca no esperar铆an nada bueno. Pero este hombre, al ver al moribundo, "fue movido a misericordia" (Lucas 10:33c). La palabra griega utilizada aqu铆, "esplanchnisthe," es de una profundidad asombrosa. Proviene de "splagchna," que se refiere a las entra帽as, a las v铆sceras. No denota una compasi贸n superficial, una l谩stima pasajera, sino un tipo de compasi贸n que proviene de lo m谩s profundo del ser, de las v铆sceras mismas, del coraz贸n que se estremece ante el dolor ajeno. Hoy dir铆amos que sinti贸 una compasi贸n visceral, se conmovi贸 hasta lo m谩s hondo, sinti贸 l谩stima, se compadeci贸 de una manera que le revolvi贸 el interior.

Necesitamos, con una urgencia que roza la desesperaci贸n, recordar la misericordia, la compasi贸n. Esto es central y vital en el cristianismo. La misericordia no es solo un sentimiento; es amor pr谩ctico, amor que se traduce en acci贸n. Pero surge una pregunta inquietante, una que a menudo nos atormenta en la quietud de la noche: ¿Por qu茅, a pesar de que sabemos esto, a pesar de que la Escritura lo proclama con voz atronadora, no podemos sentir ni actuar con misericordia? La respuesta, dolorosa en su sencillez, se resume en una palabra: ego铆smo. El ego铆smo es la coraza que endurece el coraz贸n, la venda que ciega nuestros ojos ante el sufrimiento del pr贸jimo. Es la voz interior que nos susurra: "No es tu problema," "Est谩s demasiado ocupado," "Alguien m谩s lo har谩." Es la enfermedad del alma que nos a铆sla en nuestra propia comodidad, en nuestra propia seguridad, en nuestras propias preocupaciones. La misericordia, por el contrario, es la ruptura de esa coraza, la apertura del coraz贸n, la disposici贸n a sentir el dolor del otro como propio, a permitir que el sufrimiento ajeno nos mueva a la acci贸n, a la entrega.

El Amor que Alivia el Dolor: La Misericordia en Acci贸n

El sentimiento del samaritano no fue solo eso; no se qued贸 en una mera emoci贸n, por profunda que fuera. Este hombre tambi茅n actu贸, y su acci贸n comenz贸 por lo m谩s inmediato y necesario: "vend贸 sus heridas" (Lucas 10:34a). Tom贸 el control de la situaci贸n, con una determinaci贸n que contrastaba con la pasividad de los otros. Con sus propias manos, limpi贸 la sangre, aplic贸 el vino como antis茅ptico y el aceite como b谩lsamo, y cubri贸 las heridas con vendas, ofreciendo un alivio inmediato al dolor f铆sico del moribundo.

La misericordia, la verdadera misericordia, no puede quedarse en la mera compasi贸n por el dolor de otros. La misericordia debe actuar. No podemos quedarnos contemplando con dolor a los hambrientos, a los desnudos, a los enfermos, a los presos, a los errantes, a los que sufren en silencio. No podemos ser meros espectadores de la tragedia humana. Debemos, de alguna manera, aliviar su dolor. Solo all铆, en ese acto de intervenci贸n, la misericordia se encuentra completa. Es f谩cil sentir l谩stima desde la distancia, pero el amor de Dios nos llama a acercarnos, a tocar, a sanar. Es en esa acci贸n concreta donde el amor se hace visible, donde la fe se vuelve tangible. Cada venda aplicada, cada gota de aceite derramada, cada palabra de consuelo pronunciada, es una manifestaci贸n del amor de Dios que traspasa las barreras de la indiferencia y la desesperaci贸n. Es el Evangelio en movimiento, la Palabra hecha carne en el servicio.

El Amor que Da de Sus Bienes: La Generosidad Sacrificial

La misericordia del samaritano no se detuvo en el alivio inmediato del dolor. Su compasi贸n lo llev贸 a una generosidad que trascend铆a lo esperado. Tom贸 de sus propias cosas, de lo que llevaba consigo, y las us贸 para servir al moribundo. Utiliz贸 su vino, su aceite, elementos valiosos en aquel tiempo y lugar. Pero su generosidad fue a煤n m谩s all谩: el vers铆culo 35 nos dice que le dio al mesonero dos denarios, una suma considerable, equivalente al salario de dos d铆as de trabajo. Y, adem谩s, se comprometi贸 a pagar todo el tratamiento adicional que fuera necesario. Esta no era una limosna casual; era una inversi贸n, un compromiso a largo plazo con el bienestar de un desconocido.

Esta es una muestra de misericordia que se traduce en una entrega tangible de nuestros bienes. El ap贸stol Juan nos interpela: "¿C贸mo, pues, mora el amor de Dios en aquel que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra 茅l su coraz贸n?" (1 Juan 3:17). Y Pablo nos recuerda las palabras del Se帽or Jes煤s: "M谩s bienaventurado es dar que recibir" (Hechos 20:35). La verdadera misericordia no solo se compadece; se desprende de lo propio para suplir la necesidad ajena. No se trata de dar de lo que nos sobra, sino de dar de lo que nos cuesta, de lo que implica un sacrificio. Es la generosidad que imita la generosidad de Cristo, quien "siendo rico, por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos" (2 Corintios 8:9). Es en ese acto de desprendimiento donde el amor se manifiesta en su forma m谩s pura y poderosa, abriendo caminos para que el Evangelio sea no solo escuchado, sino vivido y experimentado.

El Amor que Sacrifica Su Comodidad: La Renuncia por el Otro

La misericordia del samaritano lo llev贸 a un sacrificio a煤n m谩s 铆ntimo: el de su propia comodidad. "Lo puso en su propia cabalgadura" (Lucas 10:34c). Este hombre, que probablemente estaba cansado de su viaje, que buscaba su propio descanso, renunci贸 a la comodidad de su montura para que el herido pudiera ser transportado. Su cabalgadura, que le evitaba el cansancio y la incomodidad del camino, fue sacrificada por el bien del otro.

Casi siempre, cuando nos movemos a la misericordia por alguna persona, tenemos que sacrificar nuestra propia comodidad. El servicio genuino rara vez es conveniente. Implica estar cansados, estar menos c贸modos, renunciar a nuestro tiempo libre, a nuestros planes, a nuestras preferencias personales. Estos estados de incomodidad son, parad贸jicamente, normales en un coraz贸n misericordioso. Son la huella del amor que se entrega, la marca de una compasi贸n que no busca su propio beneficio, sino el bienestar del pr贸jimo. Es en esa renuncia a lo propio, en ese acto de despojo personal, donde el amor de Dios se hace visible y palpable, un testimonio silencioso pero elocuente que prepara el terreno para la semilla del Evangelio.

El Amor que Se Ocupa Personalmente: La Presencia y el Cuidado

La misericordia del samaritano no se limit贸 a una donaci贸n o a una delegaci贸n. "Y cuid贸 de 茅l" (Lucas 10:34d). Este hombre no envi贸 una ofrenda y se desentendi贸. En primera instancia, no deleg贸 a otro. 脡l mismo se encarg贸 personalmente del asunto. Lo llev贸 a la posada, lo atendi贸, se asegur贸 de que recibiera los cuidados necesarios. Aunque luego deleg贸 al mesonero, su compromiso inicial fue personal, directo, involucrado.

Cuando de misericordia se trata, no es suficiente enviar un donativo. No es suficiente dejar que otros lo hagan. La misericordia exige de nuestras propias manos, de nosotros mismos. Es la presencia, el toque, la mirada, la palabra de aliento que solo nosotros podemos ofrecer. Es el involucramiento personal que demuestra que nos importa, que el otro no es un caso, sino una persona. Es en ese acto de ocuparse personalmente donde el amor se completa, donde el servicio se convierte en un puente directo hacia el coraz贸n del necesitado. Es en esa entrega personal donde el Evangelio se encarna, donde la buena noticia no es solo un mensaje, sino una experiencia vivida.

Conclusi贸n: El Imperativo del Amor en Acci贸n

La par谩bola del Buen Samaritano no es un mero relato moral; es un imperativo, una orden directa que Jes煤s mismo pronuncia al concluir la historia, dirigi茅ndose a aquel doctor de la ley y, a trav茅s de 茅l, a cada uno de nosotros: "Ve, y haz t煤 lo mismo" (Lucas 10:37). Estas palabras de Jes煤s traspasan la historia y llegan hasta nosotros mismos, orden谩ndonos a hacer misericordia con quienes lo necesiten.

Hoy, al reflexionar sobre esta par谩bola, se nos presenta un desaf铆o claro. Si nos proponemos ser instrumentos del Evangelio, si anhelamos ver corazones transformados, debemos encarnar el amor de Dios en el servicio. Esto implica no pasar de largo ante el sufrimiento, sentir una misericordia profunda que nos mueva a la acci贸n, aliviar el dolor con nuestras propias manos, dar de nuestros bienes con generosidad sacrificial, sacrificar nuestra comodidad por el bien del otro, y ocuparnos personalmente de la necesidad.

Comenzamos hoy un proceso, un camino que nos invita a pensar en personas a quienes nos proponemos invitar a la cena del amigo, a ese espacio de comuni贸n donde el Evangelio ser谩 compartido. Personas a quienes ya hemos servido en el pasado, o a quienes ya estamos sirviendo de alguna manera, o, si no es as铆, personas a quienes empezaremos a servir desde hoy. La tarea es clara: continuar sirvi茅ndoles o empezar a hacerlo, con la convicci贸n de que cada acto de amor es una semilla sembrada, un paso hacia la reconciliaci贸n y la transformaci贸n. Que nuestra vida sea un testimonio vivo del Buen Samaritano, un eco de la gracia que no pasa de largo, sino que se detiene, siente, act煤a y transforma.

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