CONOCER A DIOS LO CAMBIA TODO
Introducción:
Conocer a Dios, profundizar en Sus atributos –Sus características eternas e inmutables– es la llave maestra para cambiarlo todo. Cuando comprendes verdaderamente quién es Él, obtienes beneficios que impactan cada área de tu ser:
Paz inquebrantable frente a cualquier circunstancia.
Confianza sólida para enfrentar tus miedos y dudas.
Propósito claro que le da sentido a cada día.
Seguridad eterna que disipa toda ansiedad.
Una fuerza sobrenatural para superar lo que te limita.
Hoy, vamos a ir directamente a un pasaje sorprendente, Job 36:22-26, donde un antiguo sabio nos invita a levantar nuestros ojos y ver a Dios de una manera que transformará tu mente para el cambio total de tu vida.
I. Su Poder Sin Límites: Tu Fortaleza en la Grandeza Divina
Versículo Clave: "He aquí que Dios es excelso en su poder; ¿quién es el enseñador semejante a él?" (Job 36:22a)
Eliú nos llama a una atención reverente ("He aquí") para contemplar a un Dios que es "excelso en su poder". La palabra hebrea para "grande" o "excelso" aquí (sagab) no solo describe Su inmensidad, sino Su majestad, Su fuerza ilimitada y Sus perfecciones infinitas. Él no tiene rival. Cuando miramos el universo, la complejidad de la vida, el orden de las galaxias, estamos viendo las huellas de un poder sin medida. No hay nada que se le compare, ni fuerza que lo contenga. Él es la fuente de todo poder, el origen de la creación y el sustentador de lo que existe. Su poder no es solo físico; es un poder sobre cada circunstancia, sobre cada vida.
Aplicación Práctica:
Cuando las montañas de problemas se levantan en tu vida diaria (financieros, de salud, relaciones), el poder ilimitado de Dios significa que ningún obstáculo es demasiado grande para Él. Puedes entregárselo, sabiendo que Él tiene la capacidad de mover lo imposible.
Si te sientes abrumado por el control que intentas mantener sobre cada detalle de tu día, puedes soltar esa carga. Dios tiene el poder para manejar cada situación, liberándote de la ansiedad del control.
En momentos de debilidad personal o cuando te sientes impotente, puedes descansar en la fortaleza de Dios. Su poder es el fundamento más seguro para tu confianza, capacitándote para enfrentar lo que venga.
Pregunta de Confrontación:
¿Qué área de tu vida estás intentando controlar con tus propias fuerzas limitadas, en lugar de confiar en el poder ilimitado de Dios?
Frase Célebre:
"Nuestro Dios es lo suficientemente grande como para manejar tus preguntas, tus dudas y tus miedos." – Billy Graham
Textos Bíblicos de Apoyo:
Job 9:4: "Él es sabio de corazón, y poderoso en fuerzas; ¿Quién se endureció contra él, y le fue bien?"
Job 26:14: "He aquí, estas son partes de sus caminos; ¡Mas cuán poco hemos oído de él! Y el trueno de su poder, ¿quién lo comprenderá?"
II. Su Señorío Inapelable: Tu Dirección en la Voluntad Divina
Versículo Clave: "¿Quién le ha prescrito su camino? ¿Y quién le dirá: Has hecho mal?" (Job 36:22b-23)
Aquí, Eliú nos muestra el Señorío absoluto de Dios, Su soberanía incondicional. "¿Quién le ha prescrito su camino?" Nadie. Él no toma órdenes, no necesita consejos ni recibe instrucciones para Sus planes. Él es el que establece el curso de la historia, el orden natural y, sí, el camino de tu vida. Su autoridad es suprema. "¿Y quién le dirá: Has hecho mal?" Nadie tiene la sabiduría o el derecho para juzgar Sus acciones. Esto implica que Sus caminos son siempre justos y perfectos, incluso cuando no los entendemos. Él es el Juez supremo, y Su voluntad es la ley final, siempre para nuestro bien y Su gloria.
Aplicación Práctica:
Cuando te enfrentas a decisiones difíciles o a un futuro incierto, puedes descansar sabiendo que Dios tiene el control absoluto. No necesitas guiarlo a Él; Él ya tiene un plan perfecto.
Si sientes frustración o injusticia por eventos que escapan a tu control, Su Señorío garantiza que Él siempre hace lo correcto, aunque sus métodos y tiempos sean misteriosos. Puedes confiar en Su justicia soberana.
Libera la carga de querer dictarle a Dios cómo deberían ser las cosas en tu trabajo, tu familia o tus proyectos. Él es digno de tu confianza total en cada paso, sabiendo que Su voluntad es lo mejor.
Pregunta de Confrontación:
¿Estás intentando dictarle a Dios cómo debe ser tu vida o tus circunstancias, en lugar de someterte a Su Señorío perfecto?
Frase Célebre:
"Dios es soberano. Él tiene el derecho de hacer lo que le plazca con lo Suyo, y Él siempre hace lo que es justo, correcto y bueno." – A.W. Pink
Textos Bíblicos de Apoyo (Solo de Job):
Job 23:13-14: "Pero si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar? Su alma deseó, e hizo. Él, pues, acabará lo que ha determinado de mí; Y muchas cosas como estas hay en él."
Job 42:2: "Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti."
III. Su Incomprensibilidad Abismal: Tu Libertad en el Misterio Divino
Versículo Clave: "He aquí que Dios es grande, y no le conocemos; ni se puede escudriñar el número de sus años." (Job 36:26)
Eliú nos trae a la verdad culminante: Dios es "grande" (gadol), y "no le conocemos" plenamente. Existe una paradoja: podemos percibir a Dios a través de Sus obras, pero nunca podremos comprenderlo por completo. Él es infinitamente mayor que nuestra capacidad de entenderlo. La frase "ni se puede escudriñar el número de sus años" es una expresión poética que habla de Su eternidad y atemporalidad. Él no tiene principio ni fin; Su existencia excede toda medida humana. Su sabiduría, Sus planes y Sus caminos son tan vastos que simplemente no caben en nuestra lógica finita. La verdadera sabiduría no está en el entendimiento completo, sino en la adoración humilde.
Aplicación Práctica:
Cuando te enfrentas a situaciones inexplicables o dolores que no tienen sentido, la verdadera adoración y la fe genuina comienzan al aceptar la infinita grandeza de Dios que supera tu entendimiento. No necesitas una respuesta para cada "porqué".
Puedes encontrar una paz profunda en medio de los misterios de tu vida al confiar en Su sabiduría eterna, incluso cuando no comprendes los procesos o los resultados. Tu fe se fortalece en la entrega.
Tu sufrimiento no anula la soberanía de Dios; Él obra más allá de tu perspectiva limitada. Puedes liberarte de la presión de juzgar a Dios o de intentar "descifrarlo", porque Su plan es perfecto, aunque inescrutable para ti.
Pregunta de Confrontación:
¿Estás limitando a Dios a lo que tu mente puede comprender, perdiendo la paz que viene de confiar en Su inescrutable grandeza?
Frase Célebre:
"Si puedes entender a Dios, no es Dios." – San Agustín
Textos Bíblicos de Apoyo (Solo de Job):
Job 11:7-9: "¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso? Es más alta que los cielos; ¿qué harás? Es más profunda que el Seol; ¿cómo la conocerás? Su medida es más extensa que la tierra, Y más ancha que el mar."
Job 37:23: "El Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder; Y en juicio y en multitud de justicia no afligirá."
Conclusión: Adora Su Grandeza, Experimenta el Cambio Total
Versículo para la Conclusión: "Acuérdate de engrandecer su obra, la cual alaban los hombres." (Job 36:24)
Hemos contemplado hoy la majestad incomprensible de Dios: Su Poder excelso, Su Señorío absoluto y Su Incomprensibilidad abismal. Eliú, en Job 36:24, nos da la respuesta natural a esta revelación: "Acuérdate de engrandecer su obra, la cual alaban los hombres." Si un hombre alaba las obras visibles de Dios, ¡cuánto más debemos alabar Su Ser invisible y Sus atributos infinitos! La verdadera adoración no comienza por entenderlo todo, sino por reconocer la inmensa e infinita grandeza de Dios.
Invitación a la Adoración y Acción:
Hoy, te invito a dejar de luchar contra el misterio de Dios y, en su lugar, a postrarte en adoración ante Él. Su grandeza no es una limitación para ti, ¡es tu mayor liberación!
Si has estado cargando con preguntas sin respuesta, con la frustración de no comprenderlo todo, o con la ansiedad por el control, libera esas cargas a la grandeza inescrutable de Dios.
El verdadero cambio total en tu vida comienza cuando tu mente se rinde a la Majestad de Dios. Cuando reconoces que Él tiene el poder, el derecho y la sabiduría perfecta, incluso cuando no lo entiendes. Esto no es debilidad; ¡es la liberación más grande que jamás experimentarás!
Reflexión Final:
¿Estás dispuesto a abrazar la paz, la seguridad y el propósito que vienen de confiar en un Dios que es demasiado grande para que lo entiendas completamente, pero lo suficientemente grande como para transformar cada aspecto de tu vida? Acuérdate de engrandecer Su obra y Su ser.
VERSION LARGA
Es el viejo anhelo, el que nos persigue desde que el sol se levantó por primera vez en la sabana y el hombre levantó sus ojos al cielo estrellado, o al rugido del león en la lejanía. Ese anhelo de comprender. De dominar. De saber. Y, en medio de esa búsqueda incesante, se nos ofrece una verdad que, de ser abrazada, lo subvierte todo, lo transforma por completo: conocer a Dios. Pero no es un conocimiento superficial, una lista de hechos fríos o una serie de dogmas memorizados. No. Es una inmersión profunda en Sus atributos, en esas características que lo definen eternamente, que son inmutables como la roca bajo nuestros pies. Esta, se nos dice, es la llave maestra. La que abre puertas que antes creíamos cerradas para siempre. La que ilumina senderos oscuros.
Cuando realmente comprendemos quién es Él, algo se enciende dentro de nosotros. Los beneficios no son pequeños destellos, sino olas que impactan cada fibra de nuestro ser, cada rincón de nuestra existencia. Piensen en ello: una paz inquebrantable que no se doblega ante la tormenta, que permanece serena frente a cualquier circunstancia, por más tumultuosa que sea. Una confianza sólida que no vacila, que nos permite enfrentar los miedos más arraigados y las dudas que nos carcomen por dentro. Un propósito claro, como un faro en la noche más oscura, que da sentido a cada día, a cada aliento, a cada esfuerzo. Una seguridad eterna que no se desvanece, que disipa la ansiedad que nos ahoga sobre el futuro, sobre el final. Y, quizás lo más sorprendente, una fuerza sobrenatural que emerge de lo más profundo, capaz de superar aquello que pensábamos que nos limitaría para siempre.
Hoy, nuestra mirada se dirige a un pasaje que, en su aparente simplicidad, esconde una profundidad asombrosa. Está en el libro de Job, en los versículos 22 al 26 del capítulo 36. Allí, un antiguo sabio, Eliú, nos extiende una invitación. Nos pide que levantemos nuestros ojos. Que miremos más allá de lo visible, más allá de nuestras miserias y nuestras pretensiones, para ver a Dios de una manera que tiene el poder de transformar nuestra mente. Para un cambio total en nuestra vida. No un ajuste. No una mejora. Un cambio radical.
El primer pilar sobre el que Eliú nos invita a edificar nuestra comprensión es el Poder Sin Límites de Dios. Es nuestra fortaleza, nuestra roca inamovible, en la grandeza Divina.
El versículo clave resuena como un eco ancestral: "He aquí que Dios es excelso en su poder; ¿quién es el enseñador semejante a él?" (Job 36:22a). La voz de Eliú nos llama a una atención reverente. Nos pide que detengamos el trajín de nuestros días, el ruido incesante de nuestras preocupaciones, y simplemente miremos. "He aquí". Mira. Contempla. A un Dios que es "excelso en su poder". La palabra hebrea utilizada aquí, gadol, es más que una simple descripción de tamaño o fuerza. Es una explosión de significado. Habla de Su inmensidad, de Su majestad que lo abarca todo, de Su fuerza ilimitada que no conoce fronteras, de Sus perfecciones infinitas que se extienden más allá de nuestra capacidad de concepción.
Pensemos en ello. Él no tiene rival. No hay otro ser, ni otra fuerza, que pueda compararse con Él. Cuando nos atrevemos a levantar la vista hacia la bóveda estelar, cuando nuestra mente intenta captar la inmensidad del universo, la danza ordenada de las galaxias, la intrincada perfección de una sola célula, la maravilla de la vida que brota de la tierra, ¿qué estamos viendo? Estamos viendo las huellas de un poder sin medida. Un poder que no se agota, que no se limita, que no se contiene. No hay nada en la creación que pueda desafiarlo, nada que pueda detenerlo. Él es la fuente. El origen. De todo poder. Él es el artífice de la creación, el que puso el aliento en los pulmones, el que encendió las estrellas. Y Él es el sustentador. El que mantiene en existencia todo lo que vemos y lo que no vemos.
Pero este poder no es solo físico, no se limita a las fuerzas cósmicas o a las maravillas de la naturaleza. Es un poder que se extiende. Sobre cada circunstancia que se nos presenta, por más insignificante que parezca. Sobre cada vida, la nuestra y la de aquellos que nos rodean. Un poder que no solo creó el universo, sino que tiene el control íntimo de tu mañana, de tu aliento.
¿Cómo se traduce esto en nuestro día a día, en la prosa a veces árida de nuestra existencia?
Cuando las montañas de problemas se levantan ante nosotros, obstáculos que parecen infranqueables, ya sean financieros, enfermedades que nos abruman, o relaciones que se desmoronan bajo la presión; el poder ilimitado de Dios significa que ningún obstáculo es demasiado grande para Él. Ninguno. La lógica humana nos dice que hay límites, que hay cosas imposibles. Pero Él opera más allá de esa lógica. Puedes entregarle esas cargas, esos pesos que te agobian, sabiendo que Él, y solo Él, tiene la capacidad intrínseca de mover lo imposible. No es una esperanza vana. Es una verdad fundamental.
Y si te sientes abrumado por esa necesidad implacable de controlar cada detalle de tu día, cada resultado, cada interacción, esa ansiedad que te persigue como una sombra; puedes soltar esa carga. Puedes abrir tus manos y dejarla ir. Porque Dios tiene el poder para manejar cada situación. Cada una. Liberándote así de la asfixiante ansiedad del control. La verdadera libertad no está en dominarlo todo, sino en rendirlo todo a Aquel que ya lo domina.
En esos momentos de debilidad personal, cuando te sientes impotente, cuando las fuerzas te abandonan y la desesperación te susurra al oído; puedes descansar. Puedes apoyar tu cabeza en la almohada de la fortaleza de Dios. Su poder es el fundamento. El más seguro. Para tu confianza. Es lo que te capacita para enfrentar lo que venga, no con tus propias fuerzas menguantes, sino con la robustez de Su poder que se perfecciona en tu debilidad.
Entonces, la pregunta que se alza, cruda y directa, para confrontar nuestra propia perspectiva: ¿Qué área de tu vida estás intentando controlar con tus propias fuerzas limitadas, en lugar de confiar en el poder ilimitado de Dios? ¿Cuál es esa carga que aún aprietas en tus manos, negándote a soltarla a Su poder que lo puede todo? Billy Graham, con su sabiduría sencilla y profunda, nos recordó: "Nuestro Dios es lo suficientemente grande como para manejar tus preguntas, tus dudas y tus miedos." Es una invitación a la entrega. A la fe en lo ilimitado.
Job 9:4 lo proclama: "Él es sabio de corazón, y poderoso en fuerzas; ¿Quién se endureció contra él, y le fue bien?" Nadie. Y en Job 26:14, la magnitud de Su poder nos asombra: "He aquí, estas son partes de sus caminos; ¡Mas cuán poco hemos oído de él! Y el trueno de su poder, ¿quién lo comprenderá?" Su poder es un trueno que resuena en la eternidad.
El segundo pilar de nuestra comprensión divina es el Señorío Inapelable de Dios. Es la dirección que encontramos en Su voluntad divina.
El versículo clave es un desafío: "¿Quién le ha prescrito su camino? ¿Y quién le dirá: Has hecho mal?" (Job 36:22b-23). Eliú nos expone aquí el Señorío absoluto de Dios. Su soberanía incondicional. Piénsenlo. ¿Quién le ha prescrito su camino? La respuesta es rotunda: Nadie. Él no toma órdenes de nadie. No necesita consejos de mentes finitas. No recibe instrucciones para Sus planes, que son vastos y se extienden a través de las eras. Él es el que establece el curso de la historia, desde el surgimiento de imperios hasta la caída de una hoja. Es el que ordena el intrincado equilibrio del universo, el que dicta el ritmo de las estaciones, el que susurra al viento. Y, sí, Él es el que establece el camino de tu vida. De la mía. Su autoridad es suprema. Incontestable.
Y la segunda parte de la pregunta es aún más audaz: "¿Y quién le dirá: Has hecho mal?" Nadie. Absolutamente nadie tiene la sabiduría o el derecho para juzgar Sus acciones. Esto implica, con una certeza abrumadora, que Sus caminos son siempre justos y perfectos. Siempre. Incluso cuando nuestra visión limitada no logra entenderlos. Cuando el dolor nos ciega o la confusión nos envuelve. Él es el Juez supremo. Y Su voluntad. Esa voluntad que a menudo nos cuesta aceptar, es la ley final. Una ley que, en su esencia más profunda, está diseñada siempre para nuestro bien y Su gloria. Aunque en el momento, el bien no sea evidente.
¿Cómo se ancla esta verdad en el ir y venir de nuestros días, en la arena a veces movediza de nuestra existencia?
Cuando te enfrentas a decisiones difíciles, a encrucijadas que te roban el sueño, o a un futuro que se presenta incierto, nebuloso; puedes descansar. Puedes dejar que tu alma respire hondo, sabiendo que Dios tiene el control absoluto. No hay cabos sueltos para Él. No necesitas guiarlo a Él. No necesitas darle instrucciones, como si Él estuviera perdido. Él ya tiene un plan perfecto. Un plan que se desdobla con precisión divina, incluso cuando nuestros ojos no pueden ver más allá del próximo paso.
Si sientes la punzada de la frustración o la injusticia por eventos que escapan por completo a tu control, por situaciones que te parecen arbitrarias o crueles; Su Señorío te da una garantía que va más allá de la razón: Él siempre hace lo correcto. Siempre. Aunque sus métodos sean misteriosos, aunque sus tiempos no coincidan con los nuestros. Puedes confiar en Su justicia soberana. Una justicia que no siempre se manifiesta de inmediato o de la manera que esperamos, pero que siempre prevalece.
Y aquí viene una liberación inmensa: puedes soltar la carga de querer dictarle a Dios cómo deberían ser las cosas. En tu trabajo. En tu familia. En tus proyectos más ambiciosos. En tus sueños más íntimos. Él no es un sirviente de tus deseos. Él es digno de tu confianza total en cada paso. De tu sumisión. Sabiendo que Su voluntad, su plan, su camino, es, en última instancia, lo mejor para ti. Incluso si ese "mejor" pasa por valles oscuros antes de llegar a la cumbre.
La pregunta que nos confronta ahora, con la misma fuerza que un vendaval: ¿Estás intentando dictarle a Dios cómo debe ser tu vida o tus circunstancias, en lugar de someterte a Su Señorío perfecto? ¿Hay un área donde tu puño aún está cerrado, intentando imponer tu voluntad sobre la suya? A.W. Pink, con su pluma incisiva, lo sentenció: "Dios es soberano. Él tiene el derecho de hacer lo que le plazca con lo Suyo, y Él siempre hace lo que es justo, correcto y bueno." Es una verdad que libera. O que asusta, si nos aferramos a nuestro propio trono.
Job 23:13-14 nos lo recuerda: "Pero si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar? Su alma deseó, e hizo. Él, pues, acabará lo que ha determinado de mí; Y muchas cosas como estas hay en él." Su determinación es inquebrantable. Y Job 42:2, la rendición final del hombre ante la Majestad: "Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti." Él lo sabe todo. Lo puede todo.
El tercer y último pilar, el más insondable, es la Incomprensibilidad Abismal de Dios. Es nuestra libertad en el misterio Divino.
El versículo clave nos lleva a la verdad culminante, al abismo de Su Ser: "He aquí que Dios es grande, y no le conocemos; ni se puede escudriñar el número de sus años." (Job 36:26). Eliú nos confronta con una paradoja que define la fe. Dios es "grande" (gadol), sí, lo hemos visto en Su poder, en Su Señorío. Pero a pesar de toda Su magnificencia, "no le conocemos" plenamente. Existe un velo. Una frontera que nuestra mente finita no puede cruzar. Podemos percibirlo. Sentir Su presencia. Ver Su huella en la creación, en la historia. Pero nunca podremos comprenderlo por completo. Él es infinitamente mayor que nuestra capacidad de entenderlo.
La frase poética "ni se puede escudriñar el número de sus años" no es una mera descripción de tiempo. Es una proclamación de Su eternidad y atemporalidad. Él no tiene principio ni fin. Su existencia excede toda medida humana, toda categoría temporal. Su sabiduría. Sus planes. Sus caminos. Son tan vastos, tan profundos, que simplemente no caben en nuestra lógica finita, en nuestros pequeños esquemas mentales. La verdadera sabiduría, entonces, no reside en el entendimiento completo de todo lo que Él es o hace. No. La verdadera sabiduría está en la adoración humilde. En la reverencia ante el misterio. En la aceptación de que hay cosas que, en esta vida, permanecerán veladas.
¿Cómo se vive esta verdad en la textura de nuestra vida diaria, en esos momentos donde la comprensión se nos escapa como arena entre los dedos?
Cuando te enfrentas a situaciones inexplicables, a dolores que parecen no tener sentido, a pérdidas que te dejan sin aliento y sin respuestas. La verdadera adoración y la fe genuina no esperan a que todo tenga lógica. Comienzan al aceptar la infinita grandeza de Dios que supera, por mucho, tu entendimiento. No necesitas una respuesta para cada "porqué". No necesitas un mapa completo de los designios divinos para avanzar. La fe nos llama a caminar en la penumbra, confiando en la mano que nos guía.
Puedes encontrar una paz profunda en medio de los misterios de tu vida. Esa paz que parece imposible cuando la razón grita su frustración. Esa paz viene de confiar en Su sabiduría eterna, incluso cuando no comprendes los procesos. Ni los resultados. Tu fe se fortalece. No en la claridad absoluta, sino en la entrega a lo desconocido, sabiendo que el desconocimiento para ti es conocimiento pleno para Él.
Tu sufrimiento. Tus lágrimas. Tu dolor. Nada de eso anula la soberanía de Dios. Él obra. Más allá de tu perspectiva limitada. Más allá de tu pequeña ventana al mundo. Puedes liberarte de la presión asfixiante de querer juzgar a Dios. De intentar "descifrarlo" como si fuera un rompecabezas humano. Porque Su plan es perfecto. Aunque sea inescrutable para ti. Y en esa liberación reside la verdadera libertad.
La pregunta que nos interpela, con una seriedad que exige respuesta: ¿Estás limitando a Dios a lo que tu mente puede comprender, perdiendo la paz que viene de confiar en Su inescrutable grandeza? ¿Eres de los que necesitan entender para creer, o de los que creen para experimentar una paz que trasciende el entendimiento? San Agustín, con la contundencia de su genio, lo expresó así: "Si puedes entender a Dios, no es Dios." Una verdad que desarma nuestra soberbia intelectual.
Job 11:7-9 nos invita a la humildad: "¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso? Es más alta que los cielos; ¿qué harás? Es más profunda que el Seol; ¿cómo la conocerás? Su medida es más extensa que la tierra, Y más ancha que el mar." No podemos abarcarlo. Y en Job 37:23, la paz de la entrega: "El Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder; Y en juicio y en multitud de justicia no afligirá." Él no nos afligirá sin propósito.
Hemos contemplado hoy la majestad incomprensible de Dios. Hemos rozado la superficie de Su Poder excelso, que lo abarca y lo transforma todo. Hemos inclinado la cabeza ante Su Señorío absoluto, que rige los destinos y los planes con una sabiduría perfecta. Y hemos aceptado, con humilde adoración, Su Incomprensibilidad abismal, esa vastedad que supera nuestra mente finita.
Eliú, en Job 36:24, nos da la respuesta natural, la única que es apropiada ante semejante revelación: "Acuérdate de engrandecer su obra, la cual alaban los hombres." Si la humanidad, en su limitada percepción, se maravilla y alaba las obras visibles de Dios, las estrellas, las montañas, el mar, ¿cuánto más debemos, con un corazón desbordante, alabar Su Ser invisible? Sus atributos infinitos que definen Su misma esencia. La verdadera adoración. No comienza por entenderlo todo. No. Comienza por reconocer la inmensa e infinita grandeza de Dios. Es un acto de rendición. De asombro.
Hoy, te invito a un acto de profunda liberación. A dejar de luchar contra el misterio de Dios. A soltar la cuerda que te ata a la necesidad de una comprensión total. Y, en su lugar, a postrarte en adoración ante Él. Su grandeza no es una limitación para ti. ¡Es, en verdad, tu mayor liberación!
Si has estado cargando con preguntas sin respuesta, con el peso de la frustración por no comprenderlo todo, con la ansiedad paralizante de querer controlarlo todo, libera esas cargas. Entrégalas a la grandeza inescrutable de Dios. No las aprietes más. Él no necesita que las resuelvas. Él ya lo tiene todo en Sus manos.
El verdadero cambio total en tu vida no comienza con una nueva estrategia, con un nuevo plan, con más esfuerzo humano. Comienza cuando tu mente se rinde. Se rinde a la Majestad de Dios. Cuando reconoces, con una certeza que brota del alma, que Él tiene el poder. Que Él tiene el derecho. Y que Él posee la sabiduría perfecta. Incluso cuando tú no lo entiendes. Esto, permíteme decirte, no es debilidad. No. ¡Es la liberación más grande que jamás experimentarás! Es el inicio de una vida anclada no en tus capacidades, sino en la infinitud de Su Ser.
Entonces, con la vastedad de Su grandeza ante nosotros, la pregunta final, la que lo abarca todo: ¿Estás dispuesto a abrazar la paz, la seguridad y el propósito que vienen de confiar en un Dios que es demasiado grande para que lo entiendas completamente, pero lo suficientemente grande como para transformar cada aspecto de tu vida? ¿Estás listo para recordarte, cada día, cada hora, cada segundo, de engrandecer Su obra y Su ser? La invitación está extendida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario