Las consecuencias de este sagrado llenado del alma serían imposibles de sobreestimar: Vida, confort, luz, pureza, poder, paz; muchas otras bendiciones preciosas son inseparables de la presencia benigna del Espíritu.
Como aceite sagrado, unge la cabeza del creyente, lo aparta al sacerdocio de los santos y le da gracia para ejecutar su oficio correctamente. Como la única agua verdaderamente purificadora, nos limpia del poder del pecado y nos santifica para la santidad, trabajando en nosotros para hacer la voluntad y el bien del Señor. Como luz, al principio nos manifestó nuestro estado perdido, y ahora nos revela al Señor Jesús en nosotros y nos guía en el camino de la justicia. Iluminados por su rayo celestial puro, no somos más oscuridad sino luz en el Señor. Como fuego, nos purga de la escoria y prende fuego a nuestra naturaleza consagrada. Él es la llama del sacrificio por la cual estamos capacitados para ofrecer nuestras almas completas como un sacrificio vivo a Dios. Como rocío celestial, quita nuestra esterilidad y fertiliza nuestras vidas ¡Oh, que nos cayera desde arriba sobre esta hora temprana! Tal rocío de la mañana sería un dulce comienzo para el día. Como paloma, con alas de amor pacífico, reflexiona sobre su Iglesia y sobre las almas de los creyentes y como Consolador disipa las preocupaciones y dudas que empañan la paz de su amada. Él desciende sobre los elegidos como sobre el Señor en el Jordán y da testimonio de su filiación al trabajar en ellos, un espíritu filial por el cual claman a Abba, Padre. Como el viento, trae el aliento de la vida a los hombres, soplando donde él escucha, realiza las operaciones de aceleración por las cuales la creación espiritual es animada y sostenida. Quisiera Dios, que sintiésemos su presencia hoy y todos los días.
Libro: Devocionales clasicos - Spurgeon.
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