Con frecuencia oramos para que Dios no nos abandone en la hora de la prueba y la tentación, pero nos olvidamos demasiado de que tenemos que usar esta oración en todo momento.
No hay un momento de nuestra vida, por sagrado que sea, en el que podamos prescindir de su apoyo constante. Ya sea en la luz o en la oscuridad, en la comunión o en la tentación, también necesitamos la oración: "No me desampares, Señor", "levántame, y estaré a salvo". Un niño pequeño, mientras aprende a caminar, siempre necesita la ayuda de la madre. La nave dejada por el piloto se desplaza a la vez de su rumbo. No podemos prescindir de la ayuda continua desde arriba; que hoy sea tu oración: "No me desampares. Padre, no abandones a tu hijo, no sea que caiga en las manos del enemigo. Pastor, no abandones a tu cordero, para que no se aleje de la seguridad del redil. Esposo, no abandones tu planta, no sea que se marchite y muera. "No me desampares, oh Señor", y no me desampares en ningún momento de mi vida. No me desampares en mis alegrías, no sea que me absorban el corazón. No en mis tristezas, no sea que murmure contra ti. No me desampares en el día de mi arrepentimiento, para que no pierda la esperanza del perdón y caiga en la desesperación, y no me abandones en el día de mi más fuerte fe, para que la fe no degenere en presunción. No me desampares, porque sin ti soy débil, pero contigo soy fuerte. No me desampares, porque mi camino es peligroso y está lleno de trampas, y no puedo hacerlo sin tu guía. La gallina no abandona su cría, entonces, cúbreme siempre con tus plumas, y permíteme que bajo tus alas encuentre mi refugio. No te alejes de mí, oh Señor, porque hay problemas cerca, porque aquí no hay nadie para ayudar. No me dejes, ni me desampares, oh Dios de mi salvación".
No hay un momento de nuestra vida, por sagrado que sea, en el que podamos prescindir de su apoyo constante. Ya sea en la luz o en la oscuridad, en la comunión o en la tentación, también necesitamos la oración: "No me desampares, Señor", "levántame, y estaré a salvo". Un niño pequeño, mientras aprende a caminar, siempre necesita la ayuda de la madre. La nave dejada por el piloto se desplaza a la vez de su rumbo. No podemos prescindir de la ayuda continua desde arriba; que hoy sea tu oración: "No me desampares. Padre, no abandones a tu hijo, no sea que caiga en las manos del enemigo. Pastor, no abandones a tu cordero, para que no se aleje de la seguridad del redil. Esposo, no abandones tu planta, no sea que se marchite y muera. "No me desampares, oh Señor", y no me desampares en ningún momento de mi vida. No me desampares en mis alegrías, no sea que me absorban el corazón. No en mis tristezas, no sea que murmure contra ti. No me desampares en el día de mi arrepentimiento, para que no pierda la esperanza del perdón y caiga en la desesperación, y no me abandones en el día de mi más fuerte fe, para que la fe no degenere en presunción. No me desampares, porque sin ti soy débil, pero contigo soy fuerte. No me desampares, porque mi camino es peligroso y está lleno de trampas, y no puedo hacerlo sin tu guía. La gallina no abandona su cría, entonces, cúbreme siempre con tus plumas, y permíteme que bajo tus alas encuentre mi refugio. No te alejes de mí, oh Señor, porque hay problemas cerca, porque aquí no hay nadie para ayudar. No me dejes, ni me desampares, oh Dios de mi salvación".
Libro: Devotional Classics of C. H. Spurgeon.
No hay comentarios:
Publicar un comentario