VÍDEO
BOSQUEJO
Tema: Discipulado. Título: ¿Dónde está mi honra? Texto: Malaquías 1: 6 – 14. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz.
Introducción:
A. Lemas. Después de lo visto en Hageo la semana pasada sobre la
renuencia de los repatriados para reconstruir el templo, tenemos que al fin lo
hicieron. El tiempo paso y otro problema se suscitó, uno que tenía que ver con
las ofrendas que se estaban ofreciendo en este templo.
B. De ellos habla el profeta en el texto que hemos leído y en el
distinguimos 3 ideas importantes:
I. DIOS ES PADRE Y SEÑOR (Ver 6, 11, 12).
A. Jehová se presenta en este texto ante los sacerdotes de Israel con varios
apelativos:
1. Padre. (Ver 6)
2. Señor – Gran rey. (Ver 12)
3. Es grande mi Nombre. (Ver 11)
4. Mi Nombre es temible. (Ver 12)
5. Jehová de los Ejércitos. (5 veces) equivale al Señor Todopoderoso.
B. Malaquías comienza su mensaje sobre lo que le damos a Dios con una
teología de Dios, una descripción de Dios. La pregunta importante aquí antes de
desarrollar el tema es: ¿Quién es Dios para usted?
II. SE LE OFRECE LO MEJOR (Ver 6 – 8, 10, 13 - 14)
A. Los sacerdotes teniendo un mal y pequeño concepto de Dios lo
menospreciaban (Ver 6, 13) y lo deshonraban (Ver 7).
B. ¿Cómo lo hacían? La ley estipulaba que las ofrendas que se llevaran
a Dios debían ser de lo mejor (Lev 22: 18 – 25). Sin embargo, estos sacerdotes
estaban ofreciendo a Dios lo peor menospreciándolo deshonrándolo y aun dando un
mal ejemplo al Pueblo de Dios (ver 8).
Dios incluso los hace reflexionar motivándolos a presentar ofrendas de
este tipo al gobernador y esperar su reacción.
Les dice que antes de seguir haciendo eso sería mejor cerrar el templo
(Ver 10). Ya que, si no le ofrecen lo mejor es mejor que no le ofrezcan nada.
Por último, es lanzada una maldición de parte de Dios para aquel que
le ofrece lo malo teniendo para ofrecer lo bueno.
C. De nuestro concepto de Dios depende la calidad de lo que le damos a
ÉL. Mal concepto es igual a una ofrenda mediocre; buen concepto es igual a una
ofrenda de lo mejor. Si no va a dar lo mejor es mejor que no de nada.
Cuando vaya a dar ofrendas a Dios piense: ¿esto que pienso dar se lo
daría como obsequio a una persona que amo y/o admiro mucho?
III. SE SIENTE AGRADADO (Ver 9, 10).
A. Ciertamente Dios no estaba agradado con esta actitud de ellos y el
profeta les hace una pregunta muy penetrante: ¿Cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas?
B. Meditemos en esta pregunta esta noche hermanos: ¿Cómo pensamos
agradarle a Dios sino le damos lo mejor?
Conclusiones.
La calidad de nuestras ofrendas a Dios está directamente relacionada con nuestra percepción de Su grandeza y majestad. Si lo vemos como nuestro Padre y Gran Rey, nuestra entrega será lo mejor de nosotros. Esto no solo afecta nuestra relación con Él, sino que también sirve de ejemplo para los demás. La invitación es a reflexionar sobre cómo honramos a Dios y a presentar nuestras ofrendas con integridad y amor, ya que ofrecer lo mediocre no solo deshonra a Dios, sino que también limita nuestra propia espiritualidad y crecimiento.
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VERSIÓN LARGA
¿Dónde está mi honra?
Malaquías 1: 6 – 14
Introducción:
Después de lo que vimos en Hageo la semana pasada sobre la renuencia de los repatriados para reconstruir el templo, finalmente lograron hacerlo. Sin embargo, con el tiempo surgió otro problema, uno que estaba relacionado con las ofrendas que se ofrecían en este templo. Malaquías, el último de los profetas del Antiguo Testamento, aborda esta situación en el texto que hemos leído. A través de sus palabras, podemos distinguir tres ideas importantes que nos ayudarán a entender el mensaje que Dios desea transmitirnos sobre la honra y el respeto que le debemos.
I. Dios es padre y Señor (Ver 6, 11, 12).
En este texto, Jehová se presenta ante los sacerdotes de Israel con varios apelativos que resaltan su autoridad y cercanía. Primero, se refiere a sí mismo como Padre en el versículo 6, estableciendo así una relación íntima y personal con su pueblo. Esta relación no es solo de creador a criatura, sino de un padre amoroso que espera respeto y honra de sus hijos. Los sacerdotes, en su papel de mediadores, deben recordar que están sirviendo a un Dios que se preocupa profundamente por ellos y que desea lo mejor para su vida.
A continuación, se presenta como Señor y Gran Rey en el versículo 12, resaltando su soberanía. Dios enfatiza que su nombre es grande y temible, lo que nos recuerda la grandeza de su poder y majestad. Además, menciona a Jehová de los Ejércitos, un término que se repite cinco veces en el texto, subrayando su omnipotencia y su capacidad para luchar por su pueblo. Esto nos da una imagen clara de la grandeza de Dios y de la reverencia que Él merece.
Malaquías comienza su mensaje sobre lo que le damos a Dios con una teología de Dios, describiendo su carácter y su posición. La pregunta importante aquí antes de desarrollar el tema es: ¿Quién es Dios para usted? Esta pregunta es fundamental, ya que nuestra percepción de Dios influye directamente en la calidad de nuestra relación con Él y en cómo lo honramos a través de nuestras ofrendas.
II. Se le ofrece lo mejor (Ver 6 – 8, 10, 13 - 14)
Los sacerdotes, con un concepto erróneo y limitado de Dios, lo menospreciaban y deshonraban. En los versículos 6 y 13 se menciona cómo deshonraban su nombre al ofrecer sacrificios que no cumplían con los estándares que Dios había establecido. La ley estipulaba que las ofrendas que se llevaban a Dios debían ser de lo mejor, como se indica en Levítico 22:18 – 25. Sin embargo, estos sacerdotes estaban ofreciendo lo peor: animales ciegos, cojos y enfermos, lo que no solo deshonraba a Dios, sino que también servía de mal ejemplo para el pueblo de Israel.
Dios, a través del profeta, les hace reflexionar preguntándoles si presentarían esas ofrendas de mala calidad al gobernador y cómo esperarían su reacción. Les dice que antes de seguir haciendo eso, sería mejor cerrar el templo, ya que si no le ofrecen lo mejor, es mejor que no le ofrezcan nada en absoluto. Esto es un recordatorio serio de que nuestras ofrendas deben reflejar la grandeza de Dios y no nuestras propias limitaciones.
Además, se lanza una maldición para aquel que ofrece lo malo cuando tiene la capacidad de ofrecer lo bueno. Esto revela la gravedad de la actitud de los sacerdotes y la importancia de presentar a Dios lo que realmente merece. De nuestro concepto de Dios depende la calidad de lo que le damos a Él. Un mal concepto equivale a una ofrenda mediocre, mientras que un buen concepto se traduce en una ofrenda de lo mejor. Si no va a dar lo mejor, es mejor que no dé nada.
Cuando vayamos a dar ofrendas a Dios, debemos pensar: ¿esto que pienso dar se lo daría como obsequio a una persona que amo y/o admiro mucho? Esta reflexión puede ayudarnos a entender la importancia de honrar a Dios con nuestras ofrendas.
III. Se siente agradado (Ver 9, 10)
Ciertamente, Dios no estaba agradado con la actitud de los sacerdotes y el profeta les hace una pregunta penetrante: ¿Cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas? Esta es una pregunta que debemos meditar profundamente. ¿Cómo pensamos que podemos agradar a Dios si no le damos lo mejor de nosotros? Este cuestionamiento no solo aplica a las ofrendas materiales, sino también a nuestra dedicación, tiempo y servicio en la obra del Señor.
La calidad de nuestras ofrendas a Dios está directamente relacionada con nuestra percepción de su grandeza y majestad. Si lo vemos como nuestro Padre y Gran Rey, nuestra entrega será lo mejor de nosotros. Cuando entendemos quién es Dios y la magnitud de su amor y sacrificio hacia nosotros, esto se convierte en un motivador poderoso para ofrecerle nuestras vidas y recursos en su totalidad.
Esto no solo afecta nuestra relación con Él, sino que también sirve de ejemplo para los demás. La forma en que honramos a Dios a través de nuestras ofrendas puede impactar a quienes nos rodean. Si mostramos desprecio por lo que le damos a Dios, estamos enviando un mensaje erróneo sobre su grandeza y su importancia en nuestras vidas.
IV. La honra y el respeto en nuestra vida diaria
La honra hacia Dios no debe limitarse únicamente a las ofrendas que presentamos en la iglesia. Es un principio que debe abarcar todos los aspectos de nuestra vida. La forma en que vivimos, cómo tratamos a los demás y cómo administramos nuestros recursos son reflejos de nuestra honra a Dios. Si decimos que honramos a Dios, pero nuestras acciones son contrarias a esa afirmación, estamos siendo incoherentes.
El respeto hacia Dios debe manifestarse en nuestra conducta diaria. Esto implica ser honestos en nuestros tratos, cumplir con nuestras responsabilidades y ser un testimonio positivo ante el mundo. La honra a Dios debe ser evidente en nuestras decisiones y elecciones, buscando siempre agradarle en todo lo que hacemos.
Dios está buscando adoradores que le honren en espíritu y en verdad (Juan 4:24). Esto significa que nuestra honra debe ser genuina y no solo un acto ritual. La verdadera adoración surge de un corazón que reconoce la grandeza de Dios y busca vivir de acuerdo con su voluntad. La honra a Dios debe ser una motivación constante en nuestra vida, llevándonos a actuar con integridad y amor.
V. El impacto de nuestras ofrendas en la comunidad
Finalmente, es importante considerar el impacto que nuestras ofrendas y la forma en que honramos a Dios tienen en nuestra comunidad. Cuando ofrecemos lo mejor a Dios, no solo estamos bendiciendo su obra, sino que también estamos sirviendo de ejemplo a otros. Nuestras acciones pueden inspirar a otros a acercarse a Dios y a buscar una relación más profunda con Él.
La comunidad observa cómo honramos a Dios a través de nuestras ofrendas y nuestro estilo de vida. Si somos diligentes en dar lo mejor, podemos influir positivamente en quienes nos rodean, mostrando que vivir para Dios es lo más valioso. Esto crea un ambiente donde la fe y la generosidad pueden florecer, fomentando una cultura de honra y respeto hacia nuestro Creador.
Conclusiones
La invitación es a reflexionar sobre cómo honramos a Dios y a presentar nuestras ofrendas con integridad y amor. Ofrecer lo mediocre no solo deshonra a Dios, sino que también limita nuestra propia espiritualidad y crecimiento. Nuestra relación con Dios debe ser un reflejo de nuestra gratitud y reconocimiento de su grandeza. Al ofrecer lo mejor de nosotros, no solo glorificamos su nombre, sino que también experimentamos una mayor intimidad y conexión con Él.
Finalmente, recordemos que nuestras ofrendas no son solo una obligación, sino una verdadera expresión de amor y devoción hacia nuestro Creador. Al honrar a Dios con lo mejor, transformamos no solo nuestra relación con Él, sino también nuestro testimonio ante el mundo. Que nuestras vidas sean un altar donde ofrezcamos lo mejor de nosotros a quien nos ha dado todo. Que podamos vivir en gratitud y reverencia, presentando a Dios nuestras ofrendas como un acto de adoración sincera. Al final del día, la calidad de nuestras ofrendas reflejará la calidad de nuestra relación con Dios y nuestra comprensión de quién es Él en nuestras vidas.
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