Tema: la ira de Dios. Titulo: La Temible y Terrible Ira de Dios: Justicia, Paciencia y Juicio Eterno Texto: Mateo 10:28. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz
I. LA IRA DE DIOS ES JUSTA (Dan 9:16; Miq 7:9)
II. LA IRA DE DIOS ES LENTA (Éxodo 34:6; Num 14:18)
III. LA IRA DE DIOS ES TERRIBLE (Mateo 10:28)
IV. LA IRA DE DIOS ES ACUMULATIVA (Rom 2: 5 – 9)
Es una realidad ineludible que la vida en este mundo es finita. ¿Sabían ustedes que cada día mueren aproximadamente 150.000 personas? Eso se traduce en 104 muertes por minuto, ¡casi dos personas por segundo! La principal causa de muerte, según las estadísticas, son las enfermedades del corazón, los accidentes cerebrovasculares y las enfermedades pulmonares. Es muy probable que muchos de nosotros, y quienes nos rodean, partamos de esta vida a causa de alguna de estas dolencias. La gran pregunta que debemos enfrentar con honestidad y sobriedad es: una vez que expiremos nuestro último aliento, ¿qué será de nuestra alma?
Una de las realidades eternas que la Biblia nos presenta, y que es una manifestación directa de la ira de Dios, es el infierno. No es un tema agradable, lo sé. Pero es un tema necesario, porque la verdad de la Palabra de Dios no es solo para consolarnos, sino también para advertirnos y para guiarnos a la salvación. Hablaremos hoy de la ira de Dios para que, entendiendo su naturaleza, sepamos cómo librarnos de ella y no nos condenemos para siempre. Para introducirnos, quiero que consideremos lo que la Escritura nos revela sobre las características de esta ira divina.
La ira de Dios es, en primer lugar, justa. En los libros de Daniel (9:16) y Miqueas (7:9) se nos muestra con claridad que si un juicio o castigo de Dios recae sobre una persona, es porque esa persona, de manera certera y justa, se lo merece. La ira de Dios nunca es injusta, caprichosa o arbitraria. Es una respuesta santa y coherente de un Dios perfectamente justo ante la transgresión. Dios derrama Su justa ira sobre las personas por una causa inequívoca: el pecado.
Romanos 1:18 lo expresa de manera contundente: "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad". Aquí vemos que la ira de Dios se dirige hacia aquellos que, con su injusticia, suprimen y rechazan la verdad que Él ha revelado. No es un arrebato emocional, sino una respuesta moral y justa a la rebelión. Proverbios 6:16-19 nos da una lista específica de las cosas que el Señor aborrece y que abomina Su alma: "Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos". Estas son acciones que violan Su carácter santo y puro. Siendo Dios santo, Él no puede mirar el pecado con complacencia. Por lo tanto, derrama Su ira sobre el pecador, a veces manifestándose en esta vida, y de manera segura y terrible en la vida futura.
Específicamente, podemos ver que la ira de Dios se desata por pecados como el orgullo, como lo vemos en Daniel 5:18-22 y Deuteronomio 29:19-20. También por la queja e incredulidad, un tema recurrente en la travesía de Israel por el desierto, ejemplificado en Números 11:1-3, Deuteronomio 9:7 y 1 Corintios 10:10-11. Y, por supuesto, la idolatría, tanto la espiritual como la material, como se advierte en Deuteronomio 4:23-28. Cada una de estas transgresiones representa una afrenta directa a la santidad y soberanía de Dios, y es por Su justicia que Él debe actuar en consecuencia.
En segundo lugar, la ira de Dios es lenta. Éxodo 34:6 y Números 14:18 nos revelan una verdad maravillosa: Dios es "tardo para la ira y grande en misericordia". Esto nos enseña que la ira de Dios es contenida; Él es paciente y se controla a Sí mismo. Dios no castiga inmediatamente a Sus enemigos. A menudo, pasamos por alto esta cualidad divina, pero es crucial para entender la manifestación de Su ira.
Aquí es donde la ira y el amor de Dios se encuentran de una manera profunda y a veces difícil de comprender para la mente humana. Es cierto que Dios aborrece y odia el pecado, y también a quien lo comete. El Salmo 5:5-6 declara: "Los insensatos no estarán delante de tus ojos; Aborreces a todos los que hacen iniquidad. Destruirás a los que hablan mentira; Al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová". Y el Salmo 11:5 añade: "Jehová prueba al justo; Pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece". Juan 3:36 nos lo resume: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él".
Si esto es así, si Dios aborrece el pecado y al pecador, entonces ¿por qué no has sido destruido? ¿Por qué no has sido enviado al infierno en este preciso instante? La respuesta, mis amigos, es por Su amor. Es Su amor lo que contiene a Dios; es Su paciencia. Es por Su amor que Él envió a Su Hijo, Jesús, a morir por el mundo (Juan 3:16). Es Su amor lo que guía al pecador al arrepentimiento, como nos dice Romanos 2:3-4: "¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?" Es por Su amor, sí, por Su amor, que esta noche no estás en tormentos eternos. Esta paciencia divina es un regalo inmerecido, una gracia que algunos, lamentablemente, juegan con ella y malinterpretan, asumiendo que la demora de Dios significa Su indiferencia. ¡Que el Señor nos libre de semejante error!
En tercer lugar, la ira de Dios es terrible. Volvemos a Mateo 10:28, el texto central para nuestra reflexión, que nos dice: "Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno." Este texto nos muestra la severidad de la ira de Dios. La palabra "destruir" aquí no significa aniquilación, sino una ruina total, una desolación abrumadora, un tormento perpetuo. Describe a Dios en una acción de despojar, lastimar, maltratar, rasgar, arrancar, destrozar, pisotear, quebrantar cuerpos y almas en el infierno sin contemplación alguna. Si se han dado cuenta, cuando los autores sagrados describen a Dios en la Biblia, muchas veces lo muestran en acciones violentísimas, intensas y furiosas en extremo, especialmente cuando Su justicia se desata contra el pecado.
Consideremos la severidad del infierno tal como es descrito en la Escritura:
- Mateo 13:41-42 nos habla de un "horno de fuego" donde será "el lloro y el crujir de dientes". Es un lugar de tormento consciente, de agonía incesante.
- Mateo 24:51 describe una separación brutal, donde el texto griego dice literalmente que el impío será "dividido en dos" o "cortado en pedazos", y puesto con los hipócritas; allí también será "el lloro y el crujir de dientes". Es un castigo que rompe la vida en su misma esencia.
- Mateo 8:12 nos habla de "las tinieblas de afuera", un lugar de total exclusión de la luz y la presencia de Dios, donde nuevamente encontramos "el lloro y el crujir de dientes".
- Marcos 9:48 nos confronta con la imagen de un tormento perpetuo: "donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga". Esto no es una metáfora de aniquilación, sino de sufrimiento eterno y consciente. El "gusano" representa la conciencia atormentada, y el "fuego" el castigo constante.
- 2 Tesalonicenses 1:7-9 es quizá una de las descripciones más aterradoras: Dios se revelará "en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder". La "eterna perdición" es una separación consciente y perpetua de la fuente de toda vida y bondad.
¿Qué opinas de esto? ¿Crees que podrás soportar semejante castigo? La pregunta no es para infundir terror sin esperanza, sino para despertar nuestras almas a la urgencia de la salvación.
Finalmente, la ira de Dios es acumulativa. Romanos 2:5-9 nos revela una verdad escalofriante: "Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras... ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia". Según este texto, la ira de Dios se acumula sobre las personas. Cada día que un pecador pasa sin arrepentirse, es un día más donde la ira de Dios se atesora sobre él. Y, lógicamente, entre más días pasen, será peor la revelación de la ira de Dios sobre esa persona. Es como una balanza que se inclina cada vez más hacia el juicio, con cada acto de desobediencia y cada rechazo a Su gracia.
¿Saben que habrá grados de tormento en el infierno? Jesús mismo lo indicó. Por ejemplo, aquellos que conocieron la Palabra de Dios y Sus verdades, pero la rechazaron o la ignoraron, recibirán un castigo mayor que los ignorantes (Lucas 12:47-48). Hebreos 10:28-31 es una advertencia sobria: "El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?
En conclusión, mis amados, la ira de Dios es santa y merecida, una expresión de Su perfecta justicia contra el pecado. Sin embargo, Él es maravillosamente paciente, dando una oportunidad tras otra para el arrepentimiento, como nos recuerda 2 Pedro 3:9: "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento." Pero esa paciencia tiene un límite. Su juicio final será terrible e irreversible para aquellos que, en su dureza de corazón, rechacen a Cristo. El infierno es una realidad escalofriante, un castigo eterno de fuego, tinieblas y separación total de Dios, como se describe en Apocalipsis 20:15: "Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego."
Pero hay una esperanza gloriosa. La buena noticia, el Evangelio, es que Jesús, el Hijo de Dios, cargó esa ira de Dios en la cruz por nosotros (Romanos 5:9). Él, siendo perfectamente justo, tomó sobre Sí mismo el castigo que merecíamos. Su sacrificio expiatorio satisfizo la justa ira de Dios, abriendo el camino para que cualquiera que cree en Él sea librado de la condenación. Hoy es el día de la salvación. Hoy es el momento de responder al llamado de Dios para arrepentirnos de nuestros pecados y creer en Él. No hay tiempo que perder. La vida es frágil, y el día de la rendición de cuentas llegará para todos. ¿Estás seguro de tu destino eterno? Mi oración es que la seriedad de estas verdades te impulse a buscar a Aquel que es el único refugio de la temible y terrible ira de Dios.
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