Tema: 40 días de ayuno y oración. Título: La oración eficaz. Texto: Santiago 5:16. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruíz.
B. Antes de entrar en materia es necesario decir que la pregunta está mal hecha ya que Dios siempre oye y siempre le contesta a su hijos, tal vez la pregunta debería ser: ¿Por qué Dios no dice si a mis oraciones? Esta pregunta tiene varias respuestas, como un preámbulo diría que algunas veces Dios no dice SI porque sencillamente no es su voluntad. Sin embargo, muchas otras se deben a que no cumplimos con los requisitos necesarios para que nuestra oración sea eficaz y/o efectiva.
C. Por ello hablaremos hoy acerca de los requisitos de una oración efectiva:
I. HECHA EN SOMETIMIENTO.
II. HECHA EN FE. (Marcos 11:24)
Quien hora con fe no ora por ceremonia, o por ritual, o por ocupar su tiempo en algo, quien ora con fe lo hace porque sabe que esta mueve la mano de Dios a nuestro favor.
III. HECHA EN SANTIDAD.
IV. HECHA EN LAS PROMESAS
¡Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo! Es un privilegio estar hoy con ustedes, y mi corazón se llena de gozo al meditar en un tema tan vital y transformador: la oración eficaz. En estos 40 días de ayuno y oración, se nos presenta una oportunidad única para profundizar en nuestra comunión con el Padre, y para entender cómo nuestras oraciones pueden verdaderamente mover la mano de Dios.
Permítanme comenzar con una pregunta que, sin duda, ha rondado la mente de muchos de ustedes, y quizás incluso la mía en algún momento: "¿Por qué Dios no me oye?" O, en su defecto, alguna de sus variantes. Es una pregunta natural, especialmente cuando nos encontramos en momentos de profunda necesidad o angustia. Sin embargo, mis amados, debo decirles que esta pregunta, tal como está formulada, contiene una premisa errónea. ¡Dios siempre oye! Él es omnisciente, omnipresente, y cada suspiro de su hijo, cada ruego, cada clamor, llega a Sus oídos.
La pregunta que deberíamos hacernos es más bien: "¿Por qué Dios no dice 'sí' a mis oraciones?" Esta es una distinción crucial, porque nos lleva a una comprensión más profunda de la naturaleza de Dios y de nuestra relación con Él. Hay ocasiones, por supuesto, en que la respuesta es un rotundo "no", o un "espera", simplemente porque no está dentro de Su perfecta voluntad. Dios, en Su infinita sabiduría, sabe lo que es mejor para nosotros, y a veces, lo que pedimos, aunque lo deseemos con fervor, no se alinea con Su plan divino.
Pero, mis amigos, hay muchas otras veces en que la aparente falta de respuesta de Dios no se debe a Su falta de voluntad para bendecirnos, sino a nuestra falta de cumplimiento con los requisitos necesarios para que nuestra oración sea verdaderamente eficaz y efectiva. Y es precisamente sobre estos requisitos que quiero enfocar nuestra atención hoy, mientras nos sumergimos en la rica verdad de la Palabra de Dios.
El apóstol Santiago, en su epístola, nos da una poderosa declaración en Santiago 5:16: "La oración eficaz del justo puede mucho". Esta es una promesa asombrosa, que nos revela el inmenso poder inherente a la oración cuando se hace de la manera correcta. Pero, ¿cuáles son esos pilares que sostienen una oración que "puede mucho"? Vamos a desglosarlos juntos.
Cuando nos acercamos al trono de la gracia, mis hermanos, lo primero y más fundamental es hacerlo con un corazón humilde y dispuesto a someternos a la voluntad de Dios. No venimos a dictarle a Dios lo que debe hacer, sino a presentarnos ante Él con una actitud de total rendición. La Primera Epístola de Juan 5:14 nos asegura: "Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye." La clave está en "conforme a Su voluntad". Piensen en el ejemplo supremo de nuestro Señor Jesucristo en el Jardín de Getsemaní, registrado en Mateo 26:42. A medida que la agonía se cernía sobre Él, y pedía que, si era posible, la copa pasara de Él, culminó Su oración con estas palabras inmortales: "Pero no sea como yo quiero, sino como tú." ¡Qué lección tan profunda! Incluso el Hijo de Dios, en Su humanidad, se sometió por completo a la voluntad del Padre. Si Él, en Su perfección, oró de esta manera, ¿cuánto más nosotros debemos acercarnos a Dios con un espíritu de total sumisión? Una oración eficaz nace de un corazón que dice: "Sea tu voluntad, Señor, y no la mía."
El segundo pilar crucial es la fe. Marcos 11:24 nos declara con audacia: "Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá." ¡Qué promesa! Orar con fe no es simplemente repetir palabras vacías o recitar un ritual. Orar con fe es orar con certeza, con convicción, con la seguridad inquebrantable de que Dios nos escucha y de que Él tiene el poder absoluto para ayudarnos. Quien ora con fe no lo hace por costumbre, ni para llenar un vacío, sino porque sabe que esta fe es el conducto a través del cual la mano poderosa de Dios se mueve en nuestro favor. Es la confianza plena en Su carácter, en Su bondad y en Su capacidad para hacer mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos. Pero, hermanos míos, debemos ser cautelosos. Santiago, el mismo apóstol que nos habló del poder de la oración del justo, nos advierte en Santiago 1:6: "Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, arrastrada por el viento y echada de un lado a otro." La duda es el gran saboteador de la fe. Una oración vacilante, una oración llena de incertidumbre, es como una flecha lanzada al viento sin dirección. Para que nuestra oración sea eficaz, debe estar impregnada de una fe audaz y sin reservas en nuestro Dios todopoderoso.
Amados, no podemos esperar que nuestras oraciones sean poderosas si nuestra relación con el Todopoderoso está comprometida. El tercer pilar es la santidad, que tiene que ver con estar en la correcta relación con Dios. Esto abarca varios aspectos fundamentales. Primero, ser un Justo (Santiago 5:16). El versículo clave que estamos meditando hoy nos dice: "La oración eficaz del justo puede mucho." No es aquel que es perfecto en sí mismo, sino quien ha sido justificado por la sangre de Cristo y vive en obediencia a Su voluntad. Un corazón que busca agradar a Dios, que se arrepiente de sus pecados y que camina en rectitud, tiene una línea directa con el Cielo. Segundo, la obediencia y adoración (1 Juan 3:22). El apóstol Juan nos lo deja claro: "Y cualquiera cosa que pidiéremos, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él." La obediencia no es opcional, es intrínseca a una relación saludable con Dios. Cuando nuestras vidas reflejan una búsqueda genuina de Su voluntad y una adoración sincera, nuestras oraciones adquieren un peso y una autoridad diferentes. Y tercero, el amor por Su Palabra (Juan 15:7; Proverbios 28:9). Jesús dijo: "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho." ¡Qué promesa tan gloriosa! Cuando la Palabra de Dios habita ricamente en nosotros, nuestros deseos se alinean con los Suyos. Por el contrario, Proverbios 28:9 nos advierte: "El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable." Un desprecio por la Palabra de Dios es un impedimento directo a la eficacia de nuestra oración.
Finalmente, mis queridos, nuestra certeza y seguridad en que Dios nos oye y que es poderoso debe estar sólidamente basada en lo que Él nos ha revelado: en la inmutable Palabra de Dios. Este es el cuarto pilar: orar en las promesas. No nos apoyamos en nuestros propios pensamientos positivos, ni en las opiniones de otros, ni en libros de autoayuda, ni mucho menos en un supuesto poder inherente a nuestras palabras. Nuestra fe se ancla en la Roca eterna de Su Palabra. Cuando oramos, debemos recordarle a Dios Sus propias promesas. Esto no es porque Él las olvide, sino porque al hacerlo, afirmamos nuestra fe en Su fidelidad. Él ha prometido, por ejemplo, que todas nuestras necesidades serán abastecidas (Filipenses 4:19), que nos dará sabiduría (Santiago 1:5), que nos dará paz (Filipenses 4:6-7), y que nos ayudará a escapar de la tentación (1 Corintios 10:13). De esta manera, siempre que oremos, hagámoslo con la plena confianza que proviene de lo que la Biblia nos revela sobre el carácter inmutable de Dios y las gloriosas promesas que ha depositado para nosotros. Él es un Dios que cumple Sus promesas.
Mis amados hermanos, la oración eficaz no es un ejercicio de palabras repetitivas o fórmulas mágicas. No se trata de la elocuencia de nuestras peticiones, sino de la relación genuina que cultivamos con nuestro Dios. Para que nuestras oraciones sean verdaderamente poderosas, debemos orar en sumisión a Su voluntad, con una fe inquebrantable, en santidad – buscando agradar a Él en todas las áreas de nuestras vidas – y apoyados firmemente en Sus promesas bíblicas. Si a veces sentimos que nuestras oraciones no son respondidas, en lugar de cuestionar el amor o el poder de Dios, debemos humildemente examinar si estamos cumpliendo con estos requisitos divinos. Y recordemos siempre: Dios siempre responde, aunque Su respuesta pueda no ser siempre la que esperamos o deseamos en el momento. La clave está en confiar en Su soberanía y en Su carácter fiel. Él es bueno, Él es poderoso, y Él desea lo mejor para Sus hijos.
Que en estos 40 días de ayuno y oración, y en cada día de nuestras vidas, nos esforcemos por cultivar una vida de oración que sea verdaderamente eficaz, que mueva el corazón de Dios y traiga Su gloria a nuestras vidas y a las vidas de aquellos que nos rodean. Amén.
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