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BOSQUEJO - SERMÓN: EL DOMINIO DE DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS - Job 39: 9 - 12

EL DOMINIO DE DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS - Job 39: 9 - 12

Introducción:

A. El libro de Job no nos da una explicación simple del sufrimiento, sino una majestuosa exhibición del Dominio Divino. Desde el torbellino, Dios no le pregunta a Job si es fuerte, sino si es capaz de dominar las fuerzas más brutas y salvajes de Su creación. 

B. El Búfalo Salvaje (el hebreo רְאֵם - Re'em, probablemente el uro o bisonte) es el testigo indomable del dominio de Dios. Mientras que el hombre podía domesticar al buey doméstico, esta criatura se burla de nuestra capacidad de control y de nuestra autosuficiencia, representando un poder que existe al margen de la utilidad humana

Estas preguntas divinas establecen un contraste fundamental entre la Soberanía de Dios y la fragilidad humana, guiándonos a tres verdades sobre el dominio.

I. DIOS DOMINA TODA LA CREACIÓN (Ver 9)

Explicación del Texto (Exégesis y Contexto): Dios pregunta: "¿Querrá el Re'em servirte a ti, o quedar en tu pesebre?" (v. 9).

  • Término Clave: Re'em. La traducción más probable es el uro o buey salvaje, conocido en todo el Antiguo Cercano Oriente como un símbolo de fuerza poderosa e indómita que no podía ser atado.

  • Contraste Crucial: El verbo "servir" (עָבַד - abad) es el mismo que se usa para el buey doméstico. Dios establece un contraste deliberado: el buey se somete a abad (servicio) y descansa en el pesebre del hombre, pero el Re'em no.

  • Lección del Dominio: Lo que para el hombre es imposible de controlar, para Dios está bajo Su perfecto gobierno. El búfalo no se doblega ante la voluntad humana, pero se somete al orden inmutable de Su Creador.

Aplicación a la Vida Diaria:

  1. La Fuerza Indomable de la Adversidad: Hay problemas, tentaciones y circunstancias en la vida que son como el búfalo salvaje: no se pueden atar a nuestro pesebre ni domesticar con nuestra propia fuerza.

  2. La Humildad Necesaria: Lo que se escapa de tu control (el pasado, las decisiones de otros, el futuro) nunca se escapa del dominio de Dios. La madurez espiritual está en reconocer ese límite y ceder la rienda a Aquel que domina lo incontrolable.

Textos Bíblicos de Apoyo:

  • Job 12:10: "En su mano está el alma de todo viviente, y el hálito de todo el género humano."

  • Jeremías 9:23-24: "No se alabe el sabio en su sabiduría... sino alábese en esto: en entenderme y conocerme a mí."

Frase Célebre: "El verdadero crecimiento comienza donde termina la autosuficiencia." (Watchman Nee)



II. EL HOMBRE NO DOMINA TODO LO QUE DIOS CREÓ (Ver 10-11a)

Explicación del Texto (Exégesis y Contexto): Dios inquiere: "¿Atarás tú al búfalo con coyunda para el surco? ¿Labrará los valles en pos de ti? ¿Confiarás tú en él, por ser grande su fuerza...?" (v. 10-11a).

  • Términos Agrícolas: "Coyunda para el surco" (אֶל־תֶּלֶם - telem) y "rastrillará" (יְשַׂדֵּד - yesadded) representan el máximo grado de control y utilidad agrícola. La pregunta confronta la base misma de la civilización agraria humana.

  • La Sumisión Clave: "Tras de ti" (אַחֲרֶיךָ - achareja) denota obediencia y sumisión. El Re'em no puede trabajar "tras de ti"; su fuerza, aunque grande, es inútil para la labranza metódica y productiva.

  • Lección del Dominio: La enseñanza es clara: el dominio humano es limitado. El hombre tiene autoridad, pero no poder absoluto. Aquí se revela la distancia entre la soberanía divina y la incapacidad humana para canalizar la fuerza sin la sumisión de la criatura.

Aplicación a la Vida Diaria:

  1. Fuerza y Ministerio Inútiles sin Dios: La fuerza, el talento o la inteligencia sin sumisión y dirección son como el Re'em: poseen un potencial increíble, pero son indomables, desordenados y, en última instancia, improductivos para el Reino.

  2. La Productividad de la Mansedumbre: Reconocer lo que no puedes dominar te libra del orgullo. El Señor no busca nuestra fuerza salvaje, sino un espíritu dispuesto y sujeto al yugo de Cristo (Mateo 11:29). La verdadera utilidad nace de la obediencia.

Textos Bíblicos de Apoyo:

  • Job 28:23: "Dios entiende el camino de ella, y conoce su lugar."

  • Salmos 127:1: "Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican."

Frase Célebre: "El hombre es tan grande como grande es su obediencia a la voluntad de Dios." (C. S. Lewis)



III. NO CONFÍES EN LO QUE NO PUEDES DOMINAR (Ver 11b–12)

Explicación del Texto (Exégesis y Contexto): Dios culmina con la pregunta sobre la seguridad y el futuro: "¿Confiarás en él, por ser grande su fuerza? ¿Le dejarás (encomendarás) tu labor (yegiateja)? ¿Fiarás de él para que recoja tu semilla y la junte en tu granero (goren)?" (v. 11b-12).

  • Término Clave: Confianza Operativa: El verbo אָמַן (aman, "confiar") se repite, refiriéndose a una confianza operativa y práctica. Dios pregunta si la mera magnitud de su fuerza (ki-rav kocho) es una base suficiente para confiarle la supervivencia (la cosecha anual).

  • El Fruto del Trabajo: "Tu labor" (יְגִיעֶךָ - yegiateja) y "tu semilla" (metonimia por la cosecha) representan el fruto o producto del trabajo más valioso. La pregunta eleva las apuestas de lo "difícil" a lo "impensable".

  • La Prueba Final: La "era" (גָּרֶן - goren) es el lugar de procesamiento final, la seguridad a largo plazo. La pregunta final es: ¿Puedes confiar en que este animal impredecible "devolverá" la cosecha a casa de manera segura?

Aplicación a la Vida Diaria:

  1. El Peligro de Confiar en los Ídolos de Fuerza: La fuerza sin fiabilidad es una amenaza, no un activo. El hombre insensato confía en ídolos de fuerza (dinero, posición, planes), pero todo eso es tan indomable, temporal y cambiante como el Re'em.

  2. La Confianza como Descanso: Este pasaje enseña a no encomendar lo valioso a lo inestable. Todo lo que no puedes dominar —una emoción, una circunstancia, una persona o un futuro incierto— debe ser entregado a Dios. Confiar en lo indomable es vivir en ansiedad; confiar en Dios es descansar en Su dominio perfecto.

Textos Bíblicos de Apoyo:

  • Proverbios 3:5: "Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia."

  • Salmos 20:7: "Estos confían en carros, y aquellos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria."

Frase Célebre: "La preocupación es una falta práctica de fe en Dios, expresada en la desconfianza hacia Su poder y Su amor." (Oswald Chambers)



Conclusión: La Sabiduría de Ceder la Rienda

El Re'em nos enseña que la verdadera sabiduría del hombre no está en la conquista, sino en el reconocimiento de sus límites.

  1. Dios domina la creación (lo que es indomable para nosotros).

  2. El hombre no domina todo (y su fuerza sin sumisión es vana).

  3. Y por eso, no debe confiar en lo que no puede dominar, sino en Aquel cuyo dominio es eterno y Su carácter, absolutamente fiable.

Frase final: “Cuando dejas de confiar en lo que controlas, comienzas a confiar en quien realmente gobierna.”


VERSIÓN LARGA

El Libro de Job se alza como el monumento literario más sublime y enigmático de la sabiduría oriental, una obra que se niega rotundamente a ofrecer el consuelo simplista de una teodicea fácil o de una ecuación moral donde la piedad se traduce automáticamente en prosperidad. El propósito final de su argumento, que culmina en el magistral monólogo de Dios desde el torbellino, no es la explicación de por qué sufren los justos, sino la majestuosa exhibición del Dominio Divino que trasciende toda capacidad de comprensión y, más aún, toda capacidad de control por parte del ser humano. Cuando Dios irrumpe en el silencio de la angustia de Job, la pregunta fundamental que le dirige no es acerca de la justicia o la bondad intrínseca del hombre, sino acerca de su poder para doblegar las fuerzas más brutas, salvajes e indomables de Su propia creación, aquellas que existen, no para el uso utilitario del hombre, sino para la sola gloria de Su Hacedor.

La figura central de este segmento, un testigo silencioso pero elocuente del dominio absoluto de Dios, es el Búfalo Salvaje, conocido en el texto hebreo como el רְאֵם (Re'em). La traducción más fidedigna lo identifica con el uro (Bos primigenius), un buey salvaje, formidable y ya extinto, cuyo poder no era legendario, sino una realidad física conocida y temida en todo el Antiguo Cercano Oriente. El Re'em era el epítome de la fuerza indomable, incontrolable y formidable, un símbolo cultural de la potencia que no podía ser atada ni sometida. Mientras la civilización humana se había edificado sobre la domesticación del buey, la sumisión de lo natural a la voluntad antrópica para el progreso y la supervivencia, el Re'em se burla de esa autosuficiencia y de esa capacidad de control. El búfalo salvaje, en su majestuosa autonomía, se presenta como una criatura que existe al margen de la utilidad humana, un recordatorio constante de que la esfera de dominio del hombre es finita y está circunscrita por una soberanía superior, cuya voluntad no consulta las necesidades prácticas del granjero o del constructor de imperios. La exposición divina, a través de estas preguntas retóricas, no busca humillar a Job, sino liberarlo de la angustia de creer que él debía controlar o comprender el plan entero del universo. Establecen un contraste fundamental, eterno e ineludible, entre la Soberanía inconmensurable de Dios y la fragilidad, el conocimiento limitado y la impotencia intrínseca de la condición humana, guiándonos a la comprensión de tres verdades esenciales sobre el verdadero y único Dominio.

El primer pilar de esta verdad se establece en la comprensión de que DIOS DOMINA TODA LA CREACIÓN, incluso aquello que para nuestra mano y nuestra razón es absolutamente incontrolable, tal como lo expresa la primera pregunta retórica en el versículo nueve: “¿Querrá el Re'em servirte a ti, o quedar en tu pesebre?” La interrogación divina es de una precisión quirúrgica, pues se centra en el acto de la sumisión voluntaria y la utilidad doméstica. El término clave aquí es, por supuesto, el Re'em, esa potencia de fuerza y caos que recorre la estepa sin cadena. Pero más importante aún es el verbo utilizado: עָבַד (abad), que significa "servir", "trabajar" o "someterse a un yugo". Este mismo verbo es el que se usa constantemente para describir el servicio laborioso y metódico del buey doméstico, la herramienta fundamental de la civilización agraria. Dios establece un contraste deliberado y punzante: el buey, dócil por la domesticación, se somete al abad (servicio) y descansa en el pesebre del hombre, una cueva de seguridad y dependencia; pero el Re'em, en toda su vasta y feroz independencia, se niega rotundamente a esa sumisión. Su fuerza le pertenece solo a él, o, más precisamente, solo a Aquel que se la otorgó. La lección del dominio es, por lo tanto, inapelable: lo que para el hombre es radical e irrevocablemente imposible de controlar, de someter, de atar a su pesebre para su beneficio y su provecho, para Dios no es sino una criatura bajo Su perfecto gobierno. El búfalo salvaje no se doblega ante la voluntad humana, esa fuerza caprichosa y temporal, pero se somete, sin cuestionamiento ni resistencia, al orden inmutable de Su Creador.

La aplicación de esta verdad a la vida diaria es de una resonancia existencial ineludible para el hombre moderno, constantemente en una lucha neurótica por la sensación de control. En el teatro de nuestra propia existencia, confrontamos problemas, tentaciones, y circunstancias que, para nosotros, son como el búfalo salvaje: no se pueden atar a nuestro pesebre ni domesticar con nuestra propia fuerza de voluntad, ni con nuestra inteligencia o nuestra capacidad de planificación. Pensemos en la fuerza indomable de la adversidad: la enfermedad terminal que desmantela todos nuestros planes, la crisis económica que pulveriza el ahorro de toda una vida, el proceso de duelo por una pérdida que se niega a ser "superado" según los plazos de la psicología contemporánea. Estos son los Re'em de nuestra alma, fuerzas que nos superan y que nos recuerdan brutalmente la fragilidad y la contingencia de nuestro propio ser. En este punto, la humildad necesaria se revela como la puerta de la liberación. El verdadero crecimiento espiritual y la paz profunda comienzan cuando el alma reconoce su propio límite y cede la rienda de aquello que no puede dominar. El pasado, con sus errores irrevocables, las decisiones de otros, con sus consecuencias incontrolables, el futuro incierto, con sus infinitas variables: todos estos aspectos que nos roban el sueño y nos sumen en la ansiedad, nunca, bajo ninguna circunstancia, se escapan del dominio absoluto de Dios. La madurez espiritual consiste precisamente en reconocer la majestad del torbellino y en entregar las riendas de lo incontrolable a Aquel que, en Su mano, tiene el alma de todo viviente y el aliento de todo el género humano, tal como nos recuerda Job $12:10$: “En su mano está el alma de todo viviente, y el hálito de todo el género humano.” El orgullo de la autosuficiencia es el gran enemigo de la paz, pues nos condena a intentar atar el Re'em con una cuerda de seda. Solo al entender que la verdadera alabanza no se encuentra en la sabiduría o la fuerza propias, sino en “entenderme y conocerme a mí” (Jeremías $9:23-24$), encontramos el descanso. La sabiduría de Dios es que la fuerza salvaje no tiene que ser domesticada por nosotros; solo tiene que ser obedecida por sí misma al orden que Él le ha impuesto. El teólogo Watchman Nee lo expresó con una claridad meridiana y desafiante: “El verdadero crecimiento comienza donde termina la autosuficiencia,” y ese final ocurre justo al borde del pesebre vacío donde el búfalo salvaje se niega a entrar.

El segundo punto, que ahonda en la confrontación entre el dominio divino y la impotencia humana, nos enseña que EL HOMBRE NO DOMINA TODO LO QUE DIOS CREÓ, y que, de hecho, la fuerza sin dirección superior no solo es inútil, sino inherentemente peligrosa. La voz divina inquiere en los versículos diez y once: “¿Atarás tú al búfalo con coyunda para el surco? ¿Labrará los valles en pos de ti? ¿Confiarás tú en él, por ser grande su fuerza...?” Este pasaje nos obliga a descender del ámbito de lo metafísico al dominio de lo tangible: la agricultura, que era la base de toda la existencia y la prosperidad en el Antiguo Israel. La serie de términos agrícolas utilizados es clave para desentrañar el significado. La “coyunda para el surco” (אֶל־תֶּלֶם - telem) y el acto de “rastrillar” o labrar (יְשַׂדֵּד - yesadded) representan el máximo grado de control, de domesticación metódica y de utilidad productiva. La civilización entera se fundaba en la capacidad del hombre de imponer orden sobre el caos de la naturaleza, utilizando al buey doméstico como la herramienta de potencia que arrastraba el arado con paciencia y obediencia. La pregunta confronta la base misma de la civilización agraria humana, la creencia de que la fuerza puede ser canalizada siempre y cuando sea suficientemente grande.

La sumisión clave se revela en la frase “tras de ti” (אַחֲרֶיךָ - achareja), que denota obediencia, sumisión y disciplina en el servicio. Un buey domesticado avanza tras de ti, siguiendo la línea recta del arado impuesta por la voluntad de su amo. El Re'em, en cambio, no puede ni quiere trabajar tras de ti. Su fuerza, aunque monumental y capaz de destruir un muro con una sola embestida, es absolutamente inútil, caótica e improductiva para la labranza metódica y la creación de riqueza sustentable. La enseñanza es, en este punto, lapidaria: el dominio humano es limitado por un factor de voluntad no doblegada. El hombre tiene autoridad sobre lo que se le ha dado, pero no posee el poder absoluto para forzar la voluntad de la criatura. Aquí se revela la distancia insalvable entre la soberanía omnipotente de Dios y la incapacidad humana para canalizar la fuerza sin la sumisión previa de la criatura al orden.

La aplicación a la vida diaria de esta verdad es crítica para el entendimiento del esfuerzo y el ministerio en el Reino de Dios. La fuerza, el talento, la inteligencia, la capacidad de liderazgo o la pasión por el trabajo sin sumisión y dirección divina son como el Re'em: poseen un potencial increíble, una potencia salvaje, pero son indomables, desordenados y, en última instancia, improductivos para el Reino de Dios. Podemos poseer un gran talento oratorio (una gran fuerza), pero si ese talento no está sujeto al yugo de Cristo y a la recta línea del Evangelio (tras de ti), ese poder se dispersará en el ego, en la vanidad o en doctrinas extrañas, labrando valles sin semilla, inútiles para la cosecha eterna. La fuerza, en sí misma, no garantiza la efectividad; solo la obediencia la garantiza. La productividad de la mansedumbre se opone a la esterilidad del orgullo. Reconocer lo que no puedes dominar –tu propio temperamento, tu propia ambición, tu propia necesidad de reconocimiento– es el primer paso para liberarte del orgullo. El Señor no busca nuestra fuerza salvaje, nuestra potencia no doblegada, sino un espíritu que esté dispuesto a tomar Su yugo, que es fácil, y a aprender Su mansedumbre y humildad de corazón (Mateo $11:29$). La verdadera utilidad, la que produce fruto y bendición duradera, nace de la obediencia rendida y de la sumisión disciplinada. Como dice el Salmo $127:1$: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican.” Sin la dirección que proviene de Dios, toda nuestra fuerza, todo nuestro afán, se convierte en un labrar vacío, un simple derroche de energía. En la mansedumbre se encuentra el mapa de la verdadera utilidad, pues, como argumentó el gran pensador C. S. Lewis: “El hombre es tan grande como grande es su obediencia a la voluntad de Dios.” La fuerza del Re'em es temible, pero su falta de obediencia lo condena a la esterilidad en el surco de la vida.

Finalmente, el tercer pilar nos lleva al corazón de la confianza, la seguridad y la fe práctica, enseñándonos a NO CONFÍAR EN LO QUE NO PUEDES DOMINAR. Dios culmina su interrogatorio con la pregunta sobre la seguridad a largo plazo y el futuro de la supervivencia: “¿Confiarás en él, por ser grande su fuerza? ¿Le dejarás (encomendarás) tu labor (yegiateja)? ¿Fiarás de él para que recoja tu semilla y la junte en tu granero (goren)?” (versículos $11$b-$12$). Aquí, la conversación deja la labor diaria y se eleva a la esfera de la supervivencia a largo plazo y la seguridad eterna.

El término clave en esta culminación es el verbo אָמַן (aman, "confiar"), el cual se repite, refiriéndose a una confianza operativa, práctica y fundacional. El verbo aman es la raíz de donde proviene la palabra "Amén," que significa firmeza, certeza y absoluta fiabilidad. Dios pregunta si la mera magnitud de la fuerza (ki-rav kocho), la gran potencia que se ve y se siente, es una base suficiente para confiarle la supervivencia (la cosecha anual) y el futuro de la familia y la comunidad. El Re'em es fuerte, pero ¿es fiable? La respuesta de la propia naturaleza es un resonante no. El búfalo salvaje, regido por su instinto caprichoso, puede huir, puede destrozar el arado o, peor aún, puede pisotear y destruir la cosecha.

La pregunta se concentra en el fruto del trabajo y la seguridad final. “Tu labor” (יְגִיעֶךָ - yegiateja) y “tu semilla” (una metonimia que representa la cosecha completa) encarnan el producto del trabajo más valioso, el sustento y la esperanza del futuro. La pregunta eleva las apuestas de lo "difícil" a lo "impensable". ¿Dejarías el fruto de tu sudor, lo que asegura tu vida y la de tu familia, al cuidado de una fuerza indomable y caprichosa? La prueba final llega con la mención de la “era” (גָּרֶן - goren), que no es otra cosa que el granero o el lugar de procesamiento y almacenamiento final. El goren es el lugar de la seguridad a largo plazo, el sello de la prosperidad y la previsión. La pregunta final es: ¿Puedes confiar en que este animal impredecible "devolverá" la cosecha a casa de manera segura, que su gran fuerza será dirigida por la responsabilidad?

La aplicación a la vida diaria desenmascara el peligro de confiar en los ídolos de fuerza que pululan en nuestra sociedad. El hombre insensato, el que vive sin el dominio de Dios, confía en ídolos de fuerza visible: el dinero, la posición social, la salud inquebrantable de la juventud, la influencia política o la inteligencia superior. Todo esto es tan indomable, tan temporal y tan cambiante como el Re'em. La fuerza sin fiabilidad, sin aman, es una amenaza inminente, no un activo. ¿Dejarías tu paz mental, tu seguridad eterna, tu relación con tus hijos o tu propia alma al cuidado de tu cuenta bancaria, de tu estatus, o de la promesa vacía de un líder político? Todos estos son Re'em que te abandonarán o te defraudarán en el momento crítico de la prueba final, en la hora de la cosecha. La fuerza del mundo es un engaño; solo la Confianza como Descanso ofrece la seguridad verdadera. Este pasaje, con su interrogatorio incisivo, nos enseña a no encomendar lo valioso y lo eterno a lo inestable, a lo que no podemos asegurar. Todo lo que se escapa de nuestro control, todo lo que nos genera ansiedad –una emoción indomable, una circunstancia desesperante, una persona que se niega a cambiar o un futuro incierto–, debe ser entregado a Aquel que es el único verdaderamente Amén, el único firme. Confiar en lo indomable, sea una fuerza de la naturaleza o la fuerza de nuestro propio ego, es vivir en la perpetua ansiedad y la certeza del fracaso. Confiar en el único Dios cuyo dominio es eterno y cuyo carácter es absolutamente fiable es descansar en Su soberanía perfecta.

La Escritura nos exhorta constantemente: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia” (Proverbios $3:5$). Es una invitación a dejar de lado la arrogancia de la autosuficiencia y la dependencia en los ídolos de fuerza. Cuando el Salmista canta: “Estos confían en carros, y aquellos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria” (Salmos $20:7$), está haciendo la misma distinción que Dios hace con el Re'em. Los carros y los caballos son la máxima tecnología militar de la época, la fuerza bruta del imperio. Pero el creyente sabe que la verdadera seguridad no reside en la potencia visible, sino en el Nombre, en el carácter inmutable y fiable de Jehová. El teólogo Oswald Chambers nos recuerda que: “La preocupación es una falta práctica de fe en Dios, expresada en la desconfianza hacia Su poder y Su amor.” En esencia, la preocupación es el intento vano y desesperado del hombre por atar al Re'em a su carro, una tarea que, por decreto divino, está destinada a la frustración y la ansiedad. El Re'em nos enseña que el granero de nuestra alma, nuestra paz y nuestra cosecha eterna, solo pueden ser resguardados por el Dios que, sin yugo y sin coyunda, domina toda fuerza indomable.

El Re'em nos ofrece, en su majestuosa e inútil ferocidad, una lección de humildad y de sabiduría que trasciende los siglos. La verdadera sabiduría del hombre, la que otorga el descanso y la paz, no se encuentra en la conquista ambiciosa y desesperada por el control total, sino en el reconocimiento sereno y total de sus límites. La serie de preguntas divinas establece una cadena de razonamiento teológico ineludible: Primero, Dios domina toda la creación, incluyendo aquello que es absoluta y eternamente indomable para nosotros. Segundo, el hombre no domina todo, y su fuerza bruta sin la sumisión al yugo divino es inherentemente vana, caótica y estéril para la edificación eterna. Y por último, precisamente por esta fragilidad intrínseca de lo humano y lo creado, el hombre no debe depositar la seguridad de su vida, su paz o su futuro en nada que no pueda dominar o en nada que no pueda garantizar su fiabilidad, sino únicamente en Aquel cuyo Dominio es inmutable, eterno y cuyo carácter es la única fuente de toda certeza y de todo Amén.

Cuando el alma finalmente se rinde a esta verdad, abandona la lucha por atar al búfalo salvaje, cesa la ansiedad de intentar controlar el torbellino y entra en el gozo profundo de la sumisión, sabiendo que el gobierno de su vida no está en manos de su propia fuerza o de la fuerza de los ídolos, sino en el poder soberano y amoroso de Dios. Es en esa cesión, en esa renuncia, donde el espíritu humano encuentra su verdadera paz. La frase final que encapsula toda la sabiduría de Job, el alivio del tormento y la liberación de la ansiedad, es una verdad que debe ser grabada en el alma con letras de fuego: “Cuando dejas de confiar en lo que controlas, comienzas a confiar en quien realmente gobierna.”

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