“Venid luego”, dice el Señor: Devocional sobre Isaías 1:18
Introducción: Una invitación inesperada
En medio de un capítulo cargado de acusaciones, reproches y dolor por la decadencia moral y espiritual de Judá, surge una de las declaraciones más tiernas y esperanzadoras de todo el Antiguo Testamento. No proviene de un profeta quebrantado ni de un pueblo arrepentido. Es Dios mismo quien levanta la voz y dice: “Venid luego, y estemos a cuenta”.
Este versículo es una joya envuelta en cenizas. Es un llamado del Creador al corazón humano: un llamado que no minimiza el pecado, pero que exalta Su gracia. Una invitación que no nace del deber, sino del amor. Y lo más asombroso: va dirigida a un pueblo rebelde, sucio y endurecido.
Hoy, tú y yo también estamos incluidos en esta invitación. Porque todos, de una forma u otra, hemos manchado nuestra alma. Pero el Dios de Isaías 1:18 sigue extendiendo Su misericordia. ¿Aceptarás Su invitación?
1. “Venid luego”: La urgencia del encuentro
La expresión “Venid luego” (otras versiones dicen “vengan ahora”, “vengan ya”) no es una sugerencia ni un simple deseo divino. Es un clamor urgente. Dios está pidiendo una cita con su pueblo, no para destruirlo, sino para restaurarlo.
La religión de Judá se había vaciado de sentido. Ofrecían sacrificios, oraban, ayunaban, pero sus vidas estaban llenas de injusticia, corrupción y abandono del necesitado (Isaías 1:11–17). Dios estaba cansado de su hipocresía. Pero no los desecha. Les dice: “Venid ya. No esperen más. Detengan su caída. Yo quiero tratar con ustedes”.
2. “Estemos a cuenta”: Un juicio lleno de gracia
La frase “estemos a cuenta” (en hebreo nîvakejá) tiene la idea de sentarse a razonar, debatir un caso legal. Dios se presenta como un juez, pero no para condenar, sino para ofrecer perdón. Él tiene todas las pruebas para declararnos culpables. Y, sin embargo, nos ofrece una solución.
Este no es un juicio para castigar, sino una cita para restaurar. Dios no niega el pecado. Dice claramente que es como grana y carmesí —tintes rojos intensos difíciles de quitar—, pero afirma que Él puede blanquearlos como la nieve y la lana.
Aquí no se trata de convencer a Dios de que somos buenos, sino de dejarnos convencer por Él de que Su gracia es suficiente.
3. “Si vuestros pecados fueren como la grana…”: La profundidad del perdón
La grana era un tinte hecho de insectos secos, muy difícil de eliminar. El carmesí era un color rojo vivo que impregnaba cualquier tela. Isaías los usa como símbolo del pecado profundo, persistente, visible, imposible de quitar con esfuerzos humanos.
Y sin embargo, Dios promete un blanqueamiento radical: “como la nieve… como blanca lana”. No dice que serán menos rojos, ni que mejorarán con el tiempo. Dice que serán totalmente transformados. El perdón de Dios no maquilla; renueva desde lo más profundo.
Este versículo anticipa el mensaje del evangelio. Lo que Isaías anuncia como una promesa, Cristo lo cumple en la cruz. En Él, los pecadores más manchados pueden ser lavados y presentados “sin mancha ni arruga” (Efesios 5:27).
Conclusión: La gracia que sigue llamando
Isaías 1:18 no es un versículo bonito para cuadros decorativos. Es un grito del cielo. Un llamado urgente y amoroso al arrepentimiento, la confesión y la restauración.
Es una invitación que deja al descubierto el corazón de Dios: un Padre que quiere reconciliarse con Sus hijos perdidos. No espera perfección. No busca excusas. Solo quiere que vengas, que aceptes Su oferta de perdón y dejes que Él te limpie completamente.
No importa cuán sucio estés. No importa cuán lejos hayas corrido. Hoy es el día de venir a cuentas con Dios. No será un juicio de condenación, sino un encuentro de gracia.
Oración final:
“Señor, hoy escucho tu voz que me llama. Ya no quiero esconder mi culpa ni justificar mi pecado. Vengo a ti como estoy. Confieso mis manchas, mi orgullo, mi rebelión. Pero también confieso que creo en tu gracia, en tu poder para limpiarme, en tu amor para restaurarme. Gracias por no darme la espalda, por invitarme aun cuando no lo merezco. Hoy acepto tu llamado. Lávame, Señor, y hazme nuevo. Amén.”
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