Tema: Esdras. Titulo: Virtudes de Esdras (virtues of ezra). Texto: Esdras 8: 1 - 36. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz.
Introducción:
A. ¿Por que nos cuesta tanto ser seres humanos integrales? ¿por que somos excesivamente fuertes en unas áreas de nuestra vida pero no en otras? ¿por que nuestras zonas débiles son tan marcadas? ¿Cómo llegas a ser personas mas balanceadas en todos los aspectos? ¿Cómo podemos crecer en "sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres" como lo hacia Jesús?
Hemos contestado esas preguntas en parte, hemos dicho que para lograr esto se necesita tener un guía, tener un respaldo y tener mayordomía, hoy continuaremos hablando de otros aspectos que nos llevaran por el camino de la integralidad, el camino donde el desequilibrio se vence para así reducir nuestras caídas y desaciertos.
B. Fíjese que Esdras también:
I. TENIA COMPAÑIA (ver 15 - 20).
A. Nos dice la Escritura que al darse cuenta que le en el viaje de regreso a Jerusalén le hacían falta ministros para el templo, "echo mano" de algunas personas para que buscaran a este tipo de personajes. La Biblia nos menciona entonces en el versículo 16 a once personajes que fueron en la búsqueda de los sacerdotes y levitas. Después de la tarea realizada lograron reunir un grupo de 258 personas (ver. 18 - 20).
B. Esto es lo que en lenguaje actual se conoce como trabajo en equipo, mas específicamente la acción de delegar que en términos sencillos es repartir las tareas para que las metas se cumplan. Cuando una persona sabe lo que se tiene que hacer para llegar a cierto punto, entonces su siguiente pregunta debe ser: ¿Quién lo hará? Acto seguido se pone en búsqueda de tal persona.
C. Un ser humano integral se logra con la ayuda de otros, que apoyan, animan, reprenden, comparten etc.
II. TENIA COMUNIÓN (ver. 21, 23).
A. Sucede que ellos se aprestan a emprender el viaje de regreso a Jerusalén, este era un viaje peligroso por la gran cantidad de tesoros que llevaban con ellos. Esdras no quería pedirle una escolta a Artajerjes (la razón la sabremos después). El caso es que la solución que hallo Esdras ante la situación no fue armar a la gente que viajaría con el, por ejemplo, o desistir del viaje, su solución fue orar y ayunar mientras que motivaba a los demás para hacer lo mismo.
El resultado de este tiempo de búsqueda de Dios lo tenemos en los versículos 31 - 32, donde consta que ellos llegaron a su destino sanos y salvos.
B. Esto esta conectado con lo que decíamos la semana pasada sobre el respaldo de Dios en la vida de Esdras, el mismo propiciado por su gran disposición de buscar a Dios con intensidad y sinceridad. pues bien, aquí tenemos otro ingrediente necesario para lograr este respaldo: el ayuno y la oración como nuestro primer impulso ante cualquier situación.
C. Reiteramos convertirnos en seres humanos con equilibrio en todas sus áreas requiere de un gran esfuerzo (por no decir que de un milagro) que requiere necesariamente del respaldo de Dios, el cual se gana en comunión con él, sin el esta meta nos será imposible.
D. «Si alguno de ustedes me preguntara por un epítome del cristianismo, yo le diría que eso se encuentra en una palabra: oración. Vive y muere sin orar, y tendrás que orar bastante cuando llegues al infierno» — Charles Spurgeon.
III. TENIA COHERENCIA (ver 22).
A. Este tiempo de ayuno y oración del que acabamos de hablar fue motivado por la coherencia. Esdras había testificado al rey del poder de Dios, las palabras que le había dicho eran: "La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan; mas su poder y su furor contra todos los que le abandonan". Estas palabras llevaban a una conclusión, esta era: "Si buscamos a Dios el nos protegerá". Dado esto era incongruente pedirle al rey tropa que los protegiera. Seria predicar una cosa y hacer otra, seria creer una cosa y hacer otra, eso no era serio y no mostraba fe de parte de Esdras al Rey.
Por ello se hizo necesario orar y ayunar para pedir el respaldo de Dios.
B. La coherencia es que mis palabras y mis actos concuerden. Esto requiere de seriedad y compromiso conmigo mismo de mi parte, requiere tener palabra, requiere hacer lo que se dice y obrar conforme a lo que se cree.
C. "Coherencia y flexibilidad, la clave de todo crecimiento personal..."
(Walter Riso - Escritor y psicólogo clínico).
Conclusiones
A. Resumen: Para alcanzar la integralidad necesitamos tener compañía, comunión y coherencia.
B. Confrontación: posees estas cualidades?
C. Desafío: De no ser así te será muy difícil ser un humano maduro y completo, por ello te desafío hoy a trabajar en estas áreas de tu vida que son la base para la integralidad.
VERSIÓN LARGA
La búsqueda de la plenitud humana, de aquella integralidad que nos permite desenvolvernos de manera equilibrada y madura en todas las áreas de la vida, es una de las luchas más constantes y complejas del espíritu. Esta integralidad, lejos de ser un mero ideal psicológico, es el diseño ontológico original, el telos hacia el cual todo ser redimido debe tender. ¿Por qué, entonces, nos resulta tan inmensamente difícil ser seres humanos integrales? ¿Por qué encontramos fortalezas desmedidas, a veces hasta patológicas, en ciertas áreas de nuestra vida (un rigor profesional implacable, una disciplina física obsesiva), mientras que nuestras debilidades y "zonas blandas" —nuestra vida afectiva, nuestra devoción íntima, nuestra ética en lo pequeño— están tan marcadamente expuestas y vulnerables? El desequilibrio se manifiesta como una grieta existencial que amenaza con colapsar toda la estructura del carácter. ¿Cómo se logra la transición decisiva hacia una vida balanceada, donde la tiranía del desequilibrio ceda su espacio a la armonía espiritual y práctica? La meta, aquella que la Escritura nos presenta en su más alta, inigualable e inspiradora expresión en la figura del Cristo encarnado, es crecer "en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres" (Lucas 2:52). La vida de Jesús en Su fase terrenal es el único modelo de desarrollo integral perfecto. Hemos reflexionado anteriormente sobre la necesidad de un guía infalible, de un respaldo sobrenatural continuo y de una mayordomía fiel de los talentos. Hoy, el ejemplo del sacerdote y escriba Esdras, tal como se nos revela en el capítulo 8 de su libro, nos ofrece tres ingredientes esenciales, tres virtudes cardinales adicionales que son indispensables para continuar este camino hacia la madurez integral, el camino donde el desequilibrio se vence por la acción deliberada del espíritu y se reducen nuestras caídas y desaciertos en el ejercicio de la fe, permitiendo que la gracia se manifieste en un carácter robusto y sin fisuras.
El primer rasgo de la virtud magistral de Esdras es su profunda comprensión, no solo teórica sino pragmática, de la necesidad de Compañía y colaboración activa para el éxito sostenido de cualquier misión de trascendencia. Esdras, un líder por excelencia, un erudito de la Ley con la autoridad delegada del rey persa, no sucumbió al vicio corrosivo de la autosuficiencia, el cual es a menudo el talón de Aquiles de los hombres fuertes. Al revisar la composición de su séquito durante la planificación del épico viaje de regreso a Jerusalén, se dio cuenta de un vacío crítico: la ausencia de suficientes ministros para el servicio y el culto del Templo (Esdras 8:15). En ese instante crucial, su sabiduría se manifestó en el acto de "echar mano" de otros; su acción no fue la de intentar solventar la deficiencia asumiendo todas las responsabilidades litúrgicas, logísticas y administrativas sobre sus propios hombros, una práctica común entre líderes egocéntricos o sobrecargados, sino la de delegar con inteligencia y propósito. La Biblia menciona específicamente en el versículo 16 a once personajes de peso y discernimiento espiritual —hombres cuyos nombres se registran para honrar su papel en la tarea— que fueron enviados con la misión específica de buscar y reclutar a los sacerdotes y levitas necesarios para el servicio del altar. La magnitud del resultado de esta tarea no es menor, pues lograron reunir a un contingente considerable de 258 personas (versículos 18-20), un número que representa, no solo una cantidad significativa de mano de obra, sino un cuerpo de siervos con la capacitación ritual y espiritual vital para la restauración del culto en Jerusalén. Esto es la encarnación práctica de lo que en el lenguaje moderno se reconoce como un trabajo en equipo eficaz, y más específicamente, como la acción vital de delegar. La delegación no es la simple transferencia de tareas, sino el reparto estratégico de la responsabilidad, un reconocimiento humilde de la limitación individual y de la riqueza funcional que reside en la diversidad de dones. Cuando una persona ha definido con una claridad meridiana el objetivo de la misión y la ruta para alcanzarlo, su siguiente pregunta inevitable debe ser: ¿quién puede y debe hacerlo? Acto seguido, se lanza en la diligente y humilde búsqueda de esa persona o personas idóneas. El obstáculo más grande para esta virtud es el orgullo del líder, el temor a perder el control o la falsa creencia de que "nadie lo hará tan bien como yo". Esdras superó este escollo porque entendió que un ser humano integral jamás se logra ni se sostiene en el aislamiento. La madurez es, por definición, un proceso colectivo y relacional que requiere la ayuda activa, honesta y a menudo confrontativa de otros, aquellos que apoyan cuando hay flaqueza, que animan en el desaliento, que reprenden con amor y que simplemente comparten la carga y la alegría del camino. La humildad para delegar, y la capacidad operativa de construir y confiar en un equipo funcional, son virtudes esenciales que Esdras exhibe, demostrando que la integralidad no es un logro solitario o el pináculo del esfuerzo individual, sino el fruto de una sana dependencia mutua tejida en el cuerpo de la fe. Este acto de delegación también sirvió como un entrenamiento en liderazgo para los once reclutadores, extendiendo la capacidad de Esdras más allá de su propia persona y multiplicando el impacto de su llamado. La integralidad se hace visible cuando el líder es capaz de transferir poder y visión sin temor a ser eclipsado.
La segunda virtud que Esdras practicó, y que resultó ser absolutamente vital para la supervivencia y el éxito final de su empresa, fue la Comunión con Dios elevada a la categoría de primer recurso ante la adversidad. La comitiva de Esdras, cargada con su contingente humano y su tesoro litúrgico, se aprestaba a emprender un viaje de regreso a Jerusalén que era, sin lugar a dudas, extremadamente peligroso. El camino, que serpenteaba a través de vastos territorios controlados por tribus hostiles y plagados de ladrones, convertía a la caravana en un blanco irresistible. Llevaban consigo inmensas cantidades de tesoros: plata, oro y utensilios sagrados, que eran la base material para la restauración del Templo y, por ende, poseían un valor espiritual y financiero incalculable. Esdras, por razones profundas que se conectan intrínsecamente con su tercer rasgo de carácter (su testimonio público), no quiso solicitar una escolta militar al poderoso rey Artajerjes. La situación era de riesgo inminente, la tensión logística era máxima, pero la solución que halló Esdras no fue ni armar a las personas que viajarían con él, ni ceder al pánico y desistir del viaje, sino algo radicalmente opuesto a la lógica del pragmatismo secular y de la gestión de riesgos humana: su primera y única solución fue convocar a un tiempo solemne de ayuno y oración en el río Ahava (versículo 21), motivando a todos los demás a unirse en esta postura de dependencia total. Este acto de profunda, radical y pública dependencia no fue un último recurso desesperado después de que todas las demás opciones humanas hubieran fracasado; fue, enfáticamente, su primer impulso, su estrategia inaugural. Esdras no consultó a los estrategas militares; consultó al Cielo. El ayuno amplifica la voz de la oración, despojando al alma de la distracción y la autosatisfacción para concentrar toda la energía existencial en la búsqueda de la voluntad divina. El resultado de este tiempo de intensa, humilde y sincera búsqueda de Dios se registra gloriosamente en los versículos 31 y 32, donde la crónica bíblica constata que llegaron a su destino, Jerusalén, sanos y salvos, sin pérdidas humanas ni materiales, porque, en una frase que condensa toda la teología de la providencia, “la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros”. Esto se conecta directamente con el concepto del respaldo divino en la vida de Esdras, respaldo que fue propiciado por su inmensa disposición de buscar a Dios con intensidad y una sinceridad que comprometía todo su ser. Tenemos aquí, entonces, un ingrediente necesario e innegociable para lograr ese respaldo divino indispensable: el ayuno y la oración, ejercidos no como una simple rutina pietista, sino como nuestra respuesta instintiva, primordial y fundamental ante cualquier dificultad, peligro o proyecto de vida. La oración y el ayuno son el mecanismo por el cual el creyente traslada la carga de la misión de sus hombros limitados a los hombros ilimitados del Creador. Reiteramos con vehemencia que convertirnos en seres humanos con equilibrio y solidez moral en todas sus áreas requiere de un esfuerzo supremo que necesita, de manera obligatoria, del respaldo constante de Dios, el cual se gana, se cultiva y se mantiene en una comunión constante, íntima e intensa con Él. Sin esta disciplina, sin esta práctica constante de convertir la oración en nuestro primer y único refugio estratégico, esta meta de integralidad nos será absolutamente imposible de alcanzar y de sostener. El teólogo Charles Spurgeon, con su característica intensidad, encapsuló esta verdad al advertir: «Si alguno de ustedes me preguntara por un epítome del cristianismo, yo le diría que eso se encuentra en una palabra: oración. Vive y muere sin orar, y tendrás que orar bastante cuando llegues al infierno.» La comunión es la fuerza vital, el oxígeno del alma integral, sin el cual toda virtud colapsa en la sequedad de la religiosidad muerta.
Finalmente, el acto de ayuno y oración en el río Ahava se convirtió en una demostración sublime y dramática de Coherencia (versículo 22), revelando la profunda interconexión entre las virtudes de Esdras. La decisión de no pedir la escolta militar al rey Artajerjes no fue impulsada por un capricho ascético, una prueba de fe innecesaria, o un celo irreflexivo, sino por la necesidad perentoria de ser consecuente con su propio testimonio. Días antes, Esdras había testificado al rey pagano del poder protector, omnipotente y providencial de su Dios, declarándole con autoridad y convicción: "La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan; mas su poder y su furor contra todos los que le abandonan." Estas palabras, dichas ante la máxima autoridad imperial, llevaban consigo una conclusión lógica ineludible que obligaba a Esdras a la acción: "Si buscamos a Dios, Él nos protegerá de todo mal y peligro". Dada esta declaración pública y audaz sobre la suficiencia divina, hubiera sido una acción profundamente incongruente y moralmente contradictoria pedirle inmediatamente después al rey tropas que los protegieran. Hacerlo hubiera significado predicar una cosa (una confianza absoluta en la protección de Dios) y hacer otra (una dependencia práctica en el ejército terrenal); sería creer una cosa en la teoría teológica y obrar de manera opuesta, hipócrita y pragmática en la práctica de la vida. Una acción así no solo carecería de la seriedad y el compromiso necesario, sino que mostraría una fe débil, doble e inestable ante el Rey Artajerjes, desacreditando su testimonio profético. Por ello, la coherencia de Esdras hizo que se hiciera imperativo convocar al ayuno y la oración, poniendo en práctica su propia teología ante el mundo secular, y pidiendo el respaldo de Dios, demostrando así la veracidad y el poder de su testimonio. La coherencia, por lo tanto, es el principio de que nuestras palabras y nuestros actos concuerden sin fisuras. Este es un principio de compromiso ineludible con la verdad que profesamos; requiere tener palabra, hacer lo que se dice y obrar rigurosamente conforme a lo que se cree. La coherencia no es solo una virtud personal; es la base de la credibilidad del Evangelio ante el mundo, y es la columna vertebral de todo desarrollo interno y espiritual. Es el puente que une la fe declarada con la vida vivida. La persona incoherente vive en un estado constante de disociación moral, donde su vida pública y su vida privada entran en conflicto, resultando en una erosión corrosiva del alma. La coherencia establece la credibilidad de nuestra fe ante el mundo, mientras que la falta de ella convierte a la fe en una farsa. Como lo expresó Walter Riso, escritor y psicólogo clínico: "Coherencia y flexibilidad, la clave de todo crecimiento personal..." La integralidad es, en última instancia, la coherencia llevada a su máxima expresión.
La historia de Esdras y su viaje de regreso nos confronta con la realidad ineludible de que la madurez espiritual y humana es multifacética y no puede depender de una sola virtud aislada. Para alcanzar esa integralidad tan anhelada, que nos posiciona como líderes de carácter y siervos efectivos, necesitamos imperiosamente entrelazar estas tres cuerdas vitales. Necesitamos tener Compañía, reconociendo nuestra necesidad estructural de ayuda, la riqueza del Cuerpo de Cristo y la sabiduría de la delegación, pues el liderazgo solitario es liderazgo defectuoso. Necesitamos imperiosamente la Comunión, haciendo del ayuno y la oración nuestro primer impulso estratégico, la única garantía de respaldo sobrenatural y la fuente de poder que trasciende la fuerza humana. Y, finalmente, necesitamos la Coherencia, alineando nuestro testimonio público y nuestras declaraciones audaces sobre Dios con nuestras acciones privadas y nuestras decisiones prácticas en momentos de crisis. Estas cualidades no son opcionales en el camino de la santificación y la madurez. La confrontación que nos lanza la vida de Esdras es severa y penetrante: ¿posees estas cualidades como pilares fundamentales de tu vida y de tu ministerio? ¿O tu fe se desvanece y se vuelve inconsistente bajo la presión de la adversidad o la urgencia de la carne? De no ser así, si estas virtudes están ausentes o son superficiales, te será extremadamente difícil ser un ser humano maduro y completo, y el desequilibrio seguirá dictando el ritmo de tus caídas, tus desaciertos y tus fracasos, incluso en medio del éxito aparente. Por ello, el desafío es claro, urgente y radical: trabaja hoy, con la humildad de Esdras y con la ayuda indispensable de la gracia de Dios, en estas tres áreas que no son meros añadidos, sino la base esencial e indispensable para una vida de integralidad, plenitud y testimonio inquebrantable ante Dios y ante los hombres.
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