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BOSQUEJO-SERMÓN: 4 Claves Asombrosas de Felipe y el Eunuco que Transformarán Tu Manera de Compartir la Fe (¡Prepárate para Actuar!)

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BOSQUEJO

Tema: Evangelismo. Titulo: 4 Claves Asombrosas de Felipe y el Eunuco que Transformarán Tu Manera de Compartir la Fe (¡Prepárate para Actuar!) Texto: Hechos 8: 26 - 39. 

Introducción:

A. Cuando leemos la historia de este etíope, lo que vemos es la conversión de cada creyente. Al igual que con el etíope, siempre hay este espléndido concierto entre Dios y el hombre cuando alguien llega a la fe en Cristo, y sucede cada vez que alguien es salvo.

B. Mientras miramos la salvación del eunuco etíope, quiero que noten cuatro elementos universales presentes cada vez que alguien llega a la fe en Jesucristo.

I. SIEMPRE HAY UN INSTRUMENTO HUMANO

A. Notemos lo siguiente en el versículo 27 Un hombre llamado Felipe, va a un hombre quien es un alto funcionario Etíope, en los versículos 31 - 35. este hombre Felipe le explica a este otro hombre sobre el hombre mas importante de todos los tiempos, Jesucristo.

B. Dios usa a personas para contarle a otras personas acerca de Jesucristo. Contar el Evangelio a los perdidos es un trabajo que aparentemente solo los humanos pueden hacer. Hasta donde yo sé, los ángeles no están directamente involucrados en la tarea de proclamar el Evangelio.

C. En la historia de Cornelio en Hechos 10la Biblia dice que Cornelio, un gentil que buscaba a Dios, recibió la visita de un ángel en una visión este le dijo que enviara algunos hombres a Jope y trajera a Simón Pedro para que viniera y le hablara.

Más adelante en el capítulo leemos cómo se envió a buscar a Pedro, quien fue y predicó a Cristo a Cornelio y él y su familia se salvaron después de escuchar el testimonio de Pedro.

Ahora permítame hacerle una pregunta: ¿por qué el ángel no le predicó a Cornelio? ¿No habría sido más conveniente? ¿No habría sido menos complicado con el ángel allí mismo? ¿Por qué el ángel le dijo que fuera a buscar a Pedro cuando ÉL estaba justo ALLÍ? porque Dios ha ordenado que la gente le hable a la gente acerca de Jesús.



II. SIEMPRE HAY UNA PREPARACIÓN

A. Sin la obra del Espíritu Santo para preparar el corazón del pecador, el Evangelio solo caería en oídos sordos. Mire conmigo la forma en que Dios trabajó en esta historia:

1. Dios abrió el camino para que Felipe viniera al eunuco etíope - Versículo 26 

2. Observe que Dios abrió las Escrituras a un buscador: el versículo 28 dice que este hombre "volvía sentado en su carro, leyó el profeta Isaías".

B. Dios prepara tanto al predicador como al receptor, De tal modo que el predicador solo debe fluir en lo que Dios esta haciendo con la persona.



III. SIEMPRE HAY UNA PROCLAMACIÓN.

A. Según el versículo 35 Felipe "abriendo su boca" le anuncio el evangelio de Jesús. La Biblia es clara en que no puede haber una conversión real sin una declaración verbal de la Palabra de Dios. 

B. Esta es la falacia de la idea de “seré testigo con mi vida”, pero mantendré la boca cerrada. En última instancia, una persona viene a Cristo confiando en algunas ideas muy concretas que solo se pueden comunicar a través de palabras, no solo a través de nuestras vidas. Nuestras vidas pueden dar testimonio del poder de este mensaje, pero en última instancia, nadie se salva sin la declaración del Evangelio de la Palabra de Dios.

C. Si tienes la carga de llegar a tus amigos, seres queridos y vecinos con el Evangelio, comienza con un testimonio piadoso y un espíritu amoroso. Pero en última instancia, deben escuchar una presentación del Evangelio para ser salvos, ya sea abriendo la Biblia y contándoles el Evangelio, o dándoles literatura o un video con el mensaje del Evangelio, o llevándolos a la iglesia para escuchar el evangelio etc.



IV. SIEMPRE HAY UNA CONVERSIÓN.

A. En el versículo 37 Felipe llega al culmen de su presentación invitando directamente al Eunuco a creer en Jesús, ante lo cual el Eunuco accede "de todo corazón" a creer en Cristo como el Hijo de Dios. Inmediatamente después fue bautizado.

B. Nadie puede llamarse un hijo de Dios sin primero no haber hecho una profesión de fe por Jesucristo "de todo corazón".



Conclusiones:

La salvación, como la del eunuco, es un concierto divino-humano. Dios usa personas preparadas para proclamar verbalmente el Evangelio, llevando a una fe sincera en Cristo. Tu vida testifica, pero tu voz proclama la verdad que salva.

VERSIÓN LARGA

No hay duda, querido amigo, que cuando nos sumergimos en las páginas de las Escrituras, descubrimos verdades eternas que resuenan en lo más profundo de nuestro ser. Hay relatos que no son solo historias antiguas, sino espejos que reflejan la obra de Dios en cada vida. Y hoy, quiero llevarlos a uno de esos encuentros divinos que nos revela el corazón mismo del evangelismo, el milagro de la conversión que se repite una y otra vez.

Pensemos en la fascinante historia de Felipe y el eunuco etíope en Hechos 8:26-39. Cuando leemos este pasaje, lo que en realidad estamos presenciando es el modelo, el arquetipo, la esencia de la conversión de cada creyente. No es un evento aislado en la antigüedad; es la plantilla divina. Al igual que con este etíope, siempre, y quiero que noten bien la palabra "siempre", hay un espléndido y glorioso concierto, una armonía perfecta entre la obra soberana de Dios y la respuesta del ser humano, cada vez que alguien llega a la fe en Cristo. Sucede así, sin excepción, cada vez que un alma es rescatada de la oscuridad y llevada a la luz.

Mientras desglosamos la salvación de este eunuco etíope, un hombre de gran autoridad pero con un vacío espiritual evidente, quiero que graben en su corazón cuatro elementos universales, cuatro pilares inquebrantables que están presentes, invariablemente, cada vez que alguien llega a la fe en Jesucristo.


El primer elemento innegable es que SIEMPRE HAY UN INSTRUMENTO HUMANO.

Es un misterio asombroso y una verdad profunda. Dios, el Creador del universo, el Todopoderoso, elige usarnos a nosotros, seres imperfectos y frágiles, para llevar Su mensaje de vida. Observen conmigo en el versículo 27: Un hombre, Felipe, es divinamente dirigido a otro hombre, un alto funcionario etíope, una figura de poder y conocimiento, pero que evidentemente buscaba algo más. Y entre los versículos 31 y 35, presenciamos el momento cumbre: este hombre, Felipe, un simple evangelista, le explica pacientemente a este otro hombre acerca del personaje más importante de todos los tiempos: Jesucristo.

Piénsenlo por un momento: Dios usa a personas para contarle a otras personas acerca de Jesucristo. La tarea de proclamar el Evangelio a los perdidos es, aparentemente, un trabajo que solo los humanos podemos y debemos hacer. Hasta donde podemos discernir en las Escrituras, los ángeles, con toda su gloria y poder, no están directamente involucrados en la tarea central de proclamar el Evangelio. Ellos son mensajeros, sí, adoradores, pero la tarea de llevar las buenas nuevas ha sido confiada a la humanidad.

Permítanme ilustrar esto con otra poderosa historia: la de Cornelio en Hechos 10. La Biblia nos relata que Cornelio, un gentil piadoso que buscaba a Dios con todo su corazón, recibió una visita divina. No fue una visión cualquiera; un ángel se le apareció y le dio instrucciones precisas: que enviara algunos hombres a Jope y trajera a un hombre llamado Simón Pedro para que viniera y le hablara. Más adelante en el capítulo, leemos cómo se envió a buscar a Pedro, quien obedeció la dirección divina, fue y predicó a Cristo a Cornelio. Y el resultado fue glorioso: él y toda su casa se salvaron después de escuchar el testimonio vivo de Pedro.

Ahora, déjenme hacerles una pregunta que es más que retórica, es una revelación de la voluntad de Dios: ¿Por qué el ángel no le predicó a Cornelio? Si un ángel estaba allí mismo, en una visión clara, ¿no habría sido infinitamente más conveniente? ¿No habría sido menos complicado si el ángel hubiera entregado el mensaje de salvación justo ALLÍ, en ese momento, sin intermediarios humanos? ¿Por qué el ángel le dijo a Cornelio que fuera a buscar a Pedro cuando ÉL, el ángel, estaba justo ALLÍ, en su presencia? La respuesta es sencilla, pero profunda: porque Dios ha ordenado que la gente le hable a la gente acerca de Jesús. ¡Es nuestro privilegio y nuestra responsabilidad!


El segundo elemento, tan crucial como el primero, es que SIEMPRE HAY UNA PREPARACIÓN.

Aquí radica la belleza de la soberanía divina. Sin la obra precursora del Espíritu Santo para preparar el corazón del pecador, el Evangelio, por más elocuentemente que se proclame, simplemente caería en oídos sordos. Sería como sembrar semillas en tierra rocosa, sin profundidad ni nutrientes. Pero Dios no trabaja así. Él es el gran preparador de corazones.

Miren conmigo la forma asombrosa en que Dios orquestó cada detalle en esta historia de Felipe y el eunuco:

Primero, noten cómo Dios mismo abrió el camino para que Felipe se encontrara con el eunuco etíope. El versículo 26 nos lo dice claramente: "Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto". No fue una coincidencia. No fue un encuentro fortuito. Fue una cita divina, orquestada desde el cielo. Dios preparó el escenario, movió a Su instrumento humano a la posición exacta, en el momento preciso.

Y segundo, observen que Dios no solo movió a Felipe, sino que también abrió las Escrituras a un buscador. El versículo 28 dice que este hombre "volvía sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías". ¡Qué imagen tan poderosa! Un hombre poderoso, viajando en su carro, pero con un rollo de Isaías en sus manos, buscando respuestas que el mundo no podía darle. Su corazón ya estaba inquieto, sediento, buscando la verdad. Él estaba leyendo la Palabra, sin entenderla del todo, pero estaba buscando. Esa sed, esa búsqueda, esa curiosidad, ¡era la obra preparatoria del Espíritu Santo! Dios ya estaba trabajando en el corazón de este eunuco mucho antes de que Felipe apareciera.

La verdad es esta: Dios prepara tanto al predicador como al receptor. De tal modo que el predicador no tiene que forzar las cosas; solo debe fluir en lo que Dios ya está haciendo en la vida de la persona. No somos nosotros quienes "abrimos" los corazones; es el Espíritu Santo quien los ablanda, los ablanda y los inclina hacia la verdad. Nuestro trabajo es ser sensibles a esa obra preparatoria, y estar listos para hablar cuando el Señor nos indique. Es un concierto, una danza divina entre la soberanía de Dios y nuestra obediencia.


El tercer elemento ineludible es que SIEMPRE HAY UNA PROCLAMACIÓN.

Aquí es donde la boca se abre, donde las palabras de vida son derramadas. Según el versículo 35, Felipe, después de que el eunuco le preguntara sobre el pasaje de Isaías, "abriendo su boca, y comenzando desde esta Escritura, le anunció el evangelio de Jesús". La Biblia es meridianamente clara: no puede haber una conversión real sin una declaración verbal y explícita de la Palabra de Dios, del mensaje del Evangelio.

Aquí es donde debemos desterrar una falacia, una idea errónea que ha permeado en algunos círculos: la idea de "seré testigo con mi vida, pero mantendré la boca cerrada". Se dice: "Mi vida hablará por sí sola". Es cierto que nuestras vidas deben ser un testimonio piadoso, una luz que brille en la oscuridad. Nuestras acciones deben reflejar a Cristo. De hecho, si nuestras vidas no testifican de Su poder, nuestras palabras pueden sonar vacías. Pero, en última instancia, una persona viene a Cristo confiando en algunas ideas muy concretas, verdades fundamentales que solo se pueden comunicar eficazmente a través de palabras, no solo a través de nuestras vidas silenciosas.

¿Cómo puede una persona saber que es pecadora y que necesita un Salvador si nadie se lo dice? ¿Cómo puede entender que Jesús murió por sus pecados, resucitó al tercer día, y que solo por Él hay salvación, si nunca escucha esa proclamación? Nuestras vidas pueden y deben dar testimonio del poder transformador de este mensaje, sí. Pero al final del día, nadie se salva sin la declaración verbal del Evangelio, sin la proclamación de la Palabra de Dios. Es la palabra la que tiene poder, la que penetra, la que convence.

Si sientes la carga, esa dulce y santa carga de alcanzar a tus amigos, a tus seres queridos, a tus vecinos con el Evangelio, comienza con un testimonio piadoso, con una vida que refleje a Cristo, y con un espíritu amoroso y compasivo. Pero, en última instancia, ellos necesitan escuchar una presentación clara y explícita del Evangelio para ser salvos. Ya sea que abras tu Biblia y les cuentes el mensaje, o les des literatura que lo explique, o un video con una presentación del Evangelio, o los invites a la iglesia para que escuchen la Palabra predicada; la boca, tu boca, debe abrirse. La verdad debe ser declarada.


Y finalmente, el cuarto y más glorioso elemento es que SIEMPRE HAY UNA CONVERSIÓN.

Este es el clímax, el resultado de la obra divina y el instrumento humano. En el versículo 37 (aunque su autenticidad textual es debatida en algunas traducciones, su verdad teológica es innegable y consistente con el resto de la Escritura), Felipe llega al culmen de su presentación invitando directamente al eunuco a creer en Jesús. Y la respuesta del eunuco es inmediata y contundente: él accede "de todo corazón" a creer en Cristo como el Hijo de Dios. Inmediatamente después de esa confesión de fe, sin dilación, fue bautizado.

Aquí está la verdad central que no podemos olvidar: nadie puede llamarse a sí mismo un verdadero hijo de Dios sin, primero, haber hecho una profesión de fe personal y explícita en Jesucristo "de todo corazón". No es un mero asentimiento intelectual. No es una tradición familiar. No es una formalidad religiosa. Es una entrega genuina, una creencia profunda y personal en que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, el Salvador. Es un acto de fe del corazón que lleva a una confesión con la boca. Es el momento en que el Espíritu Santo sella la obra de Dios en el alma, y una nueva criatura nace.


La historia del eunuco etíope no es solo un relato inspirador; es un manual divino para el evangelismo. Nos muestra un concierto armonioso y espléndido entre la soberana voluntad de Dios y la obediencia del hombre. Dios elige usar instrumentos humanos para llevar Su mensaje. Él prepara los corazones, tanto del mensajero como del oyente. El mensaje debe ser proclamado, verbalmente, claramente, sin ambigüedades. Y el resultado, si la obra es fiel, es siempre la gloriosa conversión, una profesión de fe "de todo corazón".

Amigo mío, tu vida testifica del poder transformador de Cristo, y eso es hermoso. Pero tu voz, tus palabras, la proclamación explícita del Evangelio, son las que llevan la verdad que salva, la que ilumina el camino al corazón del pecador. Que el Señor te encuentre fiel para ser ese instrumento humano, preparado por Él, que proclama con valentía, para que muchas almas experimenten esa gloriosa conversión. No hay mayor privilegio ni mayor llamado.

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