Dios le había hecho una promesa a Moisés esta consistía en que en el espacio de un mes entero alimentaría con carne al pueblo en el desierto. Moisés, al ser superado por un ataque de incredulidad, mira a su alrededor y no puede saber cómo se puede cumplir tal promesa.
Miró a la criatura en lugar del Creador. ¿Pero espera el Creador que la criatura cumpla su promesa en su lugar? No; el que hace la promesa la cumple por su propia omnipotencia sin ayuda. Si él habla, se hace por sí mismo. Sus promesas no dependen para su cumplimiento de la cooperación de la fuerza insignificante del hombre. Podemos percibir de inmediato el error que Moisés cometió y sin embargo ¡con qué frecuencia hacemos lo mismo! Dios ha prometido suplir nuestras necesidades; sin embargo, buscamos que la criatura haga lo que Dios prometió hacer; y luego, debido a que percibimos que la criatura es débil, nos entregamos a la incredulidad ¿Mirarás al polo norte para recolectar frutas maduradas al sol? Verdaderamente, no actuarías más tontamente si hicieras esto que cuando miras a los débiles en busca de fuerza y a la criatura para hacer el trabajo del Creador. Pongamos, entonces, la cuestión en la correcta perspectiva. El fundamento de la fe no es la suficiencia de los medios visibles para el cumplimiento de la promesa, sino la suficiencia del Dios invisible, quien seguramente hará lo que ha dicho. Si después de ver claramente que la responsabilidad recae en el Señor y no en la criatura, nos atrevemos a entregarnos a la desconfianza, la pregunta de Dios nos llega con fuerza: "¿Se ha acortado la mano del Señor?" Que suceda, también, en su misericordia, que con la pregunta pueda brillar sobre nuestras almas esa bendita declaración: "Ahora verás si mi palabra se cumple, o no".
Libro: Devocionales clasicos - Spurgeon.
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