Hechos 3:11-16
En este pasaje resuenan tres de las notas características de la predicación cristiana original:
(i) Los primeros predicadores cristianos siempre subrayaban el hecho fundamental de que la Crucifixión fue el mayor crimen de la Historia humana. Siempre que la mencionan, había en sus voces un tono de horror. Jesús fue el Santo y el Justo, a Quien debería haber bastado ver para aMarcos El mismo gobernador romano se dio cuenta de que aquella crucifixión era una injusticia flagrante. Se escogió para la libertad a un violento criminal, y se mandó a la cruz al Que no había hecho más que el bien. Los primeros predicadores trataban de impactar los corazones de sus oyentes para que reconocieran el horrible crimen de la Cruz. Es como si dijeran: «¡Fijaos en lo que puede hacer e hizo el pecado!»
(ii) Los primeros predicadores siempre hacían hincapié en la vindicación de la Resurrección: en ella, Dios había dado su aprobación a la obra de Jesucristo. Es un hecho que, sin la Resurrección, la Iglesia no habría existido. La Resurrección era la prueba de que Jesucristo es indestructible y Señor de la vida y de la muerte. Era la prueba definitiva de que la obra de Cristo era la obra de Dios y, por tanto, nada podría hacerla fracasar.
(iii) Los primeros predicadores siempre insistían en el poder del Señor Resucitado. Nunca se presentaban a sí mismos como la fuente, sino sólo como canales del poder. Eran conscientes de sus limitaciones; pero también de que no había límites a lo que el Señor Resucitado podía hacer con y por medio de ellos. Ahí radica el secreto de la vida cristiana. Mientras el cristiano no piensa más que en lo que él puede hacer y ser, no cosecha más que fracaso y temor; pero cuando piensa en "no yo, sino Cristo en mí», tiene paz y poder. (W, Barclay)
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