Tema: Compañerismo. Titulo: Edificar y Consolar: Los Dos Actos que Salvarán a tu Iglesia Texto: Efesios 2:19. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz
Introducción:
A. Lemas. Ya vamos bien adelantados en este tema, hemos descubierto muchos unos a otros de la Escritura que nos muestran como llevar a acabo nuestra responsabilidad comunitaria en la familia-iglesia: Miembros los unos de los otros, preferirnos los unos a los otros, No juzgarnos los unos a los otros, recibirnos los unos a los otros, amonestarnos los unos a los otros, esperarnos los unos a los otros, saludarnos los unos a los otros, soportarnos los unos a los otros y perdonarnos los unos a los otros.
B. El día de hoy culminaremos la serie hablando de dos actos mas que encontramos en 1 Tesalonicenses 5:11 que nos habla de:
I. EDIFICAOS UNOS A OTROS
A. ¿a que se refiere este texto con edificar?
1. Solamente piense en la comparación literaria que se utiliza, edificar nos habla de un edificio en construcción, cuando la Biblia nos habla de edificarnos los unos a los otros nos esta diciendo: “constrúyanse mutuamente”, “ayúdense a crecer espiritualmente unos a otros”.
B. ¿Por qué edificarnos unos a otros?
1. Por que todos los creyentes estamos en construcción, unos mas adelantados otros menos adelantados.
2. Por que solo los creyentes pueden ayudar a otros creyentes en su crecimiento, los no-creyentes no pueden hacerlo, solo los creyentes tiene las herramientas necesarias para ayudar a otros cristianos en su crecimiento.
C. ¿Cómo edificarnos unos a otros?
1. Pensando en otros ante cualquier acto que deseemos. ¿lo que hare edificara a mi hermano? Debe ser una pregunta importante.
2. Enseñando la Escritura a otros. Lo poco o mucho que sepa.
3. Contando mis experiencias con Dios, testificando de su poder. (Efesios 4:29).
II. CONSOLAOS UNOS A OTROS
A. ¿a que se refiere este texto con consolar?
1. Consolar es animar, animar a su vez es o bien dar fuerza moral a una persona o bien estimular a alguien para que se decida a hacer alguna cosa.
2. Otros textos de la Biblia que nos animan a esto son (Hebreos 3:13; 10:25). Incluso nos da el ejemplo de un maravillosos motivador, Bernabé (el hijo de consolación) quien en Hechos 15: 36 – 41 creyó en Marcos de pues de que este había fracasado en una misión anterior y Pablo no deseaba llevarlo con el, Con el tiempo Marcos llego a ser un siervo de Jesucristo útil aun para Pablo quien lo había desechado (2 Tim 4: 11; 1 Pedro 5:13)
B. ¿Por qué animarnos unos a otros?
1. Por que la vida cristiana es dura (persecución, problemas, enfermedades etc) y todos en algún momento nos desanimamos.
2. Por que existen creyentes débiles en la fe que se desaniman con cualquier cosa.
3. Por que a todos en algún momento nos toca vivir fracasos (ministeriales, espirituales) y necesitamos del ánimo de otro.
4. Por que si no la hacemos entre nosotros quien lo puede hacer, los inconversos no pueden animar aun creyente de la misma manera que lo hace un hermano en la fe.
C. ¿Cómo animarnos unos a otros?
1. Este atento identificando quien pudiera estar en este estado. La persona desanimada por lo general se ausenta de las reuniones de la iglesia y del ministerio.
2. Anímele con la Palabra de Dios y la oración. Siempre es útil recordarle a los desanimados las promesas de Dios y orar por ellos.
3. Acérquese a quien desea animar feliz y esperanzado.
4. Sorpréndale con un regalo o un detalle hecho por usted mismo.
5. Procure hacerle reír. Obviamente no se burle de ella
6. Trate de sacarle de su “cueva”, busque distraerla.
7. Si la persona sigue triste simplemente este disponible.
Conclusiones:
El compañerismo en la iglesia implica edificarnos y consolarnos, ayudándonos en nuestro crecimiento espiritual y en momentos difíciles. Practicar estas acciones requiere atención, amor y compromiso, fortaleciendo la unidad y la fe en Cristo. Solo así podemos cumplir con nuestra responsabilidad mutua, creando una comunidad sólida y edificante.
VERSIÓN LARGA
La importancia del compañerismo en la vida de la iglesia es un tema recurrente en las Escrituras. A lo largo de nuestra serie sobre "unos a otros", hemos explorado diversas maneras en que los creyentes pueden llevar a cabo su responsabilidad comunitaria. Desde el inicio, hemos visto cómo debemos ser miembros los unos de los otros, preferirnos, no juzgarnos, recibirnos, amonestarnos, esperarnos, saludarnos, soportarnos y perdonarnos. Hoy, concluimos esta serie hablando de dos actos fundamentales que se encuentran en 1 Tesalonicenses 5:11: edificarnos y consolarnos unos a otros.
Comencemos con el acto de edificarnos unos a otros. El término "edificar" se utiliza en un contexto que nos recuerda la construcción de un edificio. Cuando la Biblia nos insta a edificarnos, nos está diciendo que debemos "construir mutuamente" y "ayudarnos a crecer espiritualmente". Esta imagen de la construcción es poderosa; refleja que todos estamos en un proceso de formación y desarrollo espiritual. Al igual que un edificio necesita de una base sólida y de materiales adecuados para sostenerse, nosotros como creyentes también necesitamos el apoyo y la ayuda de nuestros hermanos en la fe.
¿Por qué es tan importante edificarnos unos a otros? En primer lugar, todos los creyentes estamos en construcción. Hay quienes están más avanzados en su caminar espiritual y otros que están apenas comenzando. Este aspecto implica que cada uno de nosotros tiene algo que aportar. Aquellos que han recorrido más camino en la fe pueden ofrecer orientación y apoyo a los que están luchando. Así, la comunidad de fe se convierte en un lugar donde todos pueden crecer y desarrollarse en su relación con Dios.
Además, solo los creyentes tienen las herramientas necesarias para ayudar a otros en su crecimiento. Mientras que el mundo ofrece muchas soluciones temporales, los cristianos poseemos la verdad de la Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo para transformar vidas. No podemos esperar que los no creyentes nos ofrezcan el mismo tipo de ayuda espiritual que solo se encuentra en la comunidad de fe. Por lo tanto, es esencial que nos dediquemos a edificar a nuestros hermanos en Cristo, utilizando los recursos y conocimientos que tenemos.
¿Cómo podemos llevar a cabo esta edificación? En primer lugar, debemos ser intencionales al pensar en los demás antes de realizar cualquier acción. Preguntarnos: “¿Lo que voy a hacer edificará a mi hermano?” debe ser una pregunta clave que guíe nuestras decisiones y comportamientos. Esto requiere una mentalidad centrada en el bienestar del otro, recordándonos que nuestras acciones tienen el potencial de influir en la vida espiritual de aquellos que nos rodean.
En segundo lugar, una de las maneras más efectivas de edificarnos es enseñando la Escritura a otros. No importa cuán poco o mucho sepamos, todos podemos compartir algo que hemos aprendido. La Palabra de Dios tiene poder para transformar y edificar, y es nuestra responsabilidad transmitir ese conocimiento a nuestros hermanos. De igual forma, contar nuestras experiencias con Dios y testificar de su poder en nuestras vidas también es una forma de edificación. Cuando compartimos lo que Dios ha hecho por nosotros, animamos a otros a confiar en Él y a buscar Su intervención en sus propias vidas.
Pasando al segundo acto que encontramos en 1 Tesalonicenses 5:11, el llamado a consolarnos unos a otros es igualmente crucial. Consolar implica animar, dar fuerza moral a alguien o estimularlo para que tome decisiones correctas. En estos tiempos difíciles, todos enfrentamos momentos de desánimo y dudas. La vida cristiana puede ser dura, llena de persecuciones, problemas y enfermedades. En esos momentos, necesitamos del apoyo y la ayuda de nuestros hermanos en la fe.
Es importante reconocer que existen creyentes que son más vulnerables y que pueden desanimarse fácilmente. Estos hermanos pueden sentirse abrumados por circunstancias de la vida y, en ocasiones, puede que necesiten un empujón para seguir adelante. También es esencial recordar que todos enfrentamos fracasos en nuestra vida cristiana, ya sean ministeriales, espirituales o personales. En esos momentos, el ánimo de otro puede ser el aliento que necesitamos para levantarnos y seguir luchando.
La pregunta que surge es: ¿cómo podemos animarnos unos a otros? En primer lugar, debemos estar atentos para identificar a aquellos que pudieran estar desanimados. Generalmente, las personas que están atravesando un momento de desánimo tienden a ausentarse de las reuniones y del ministerio. Es fundamental que seamos proactivos en buscar a quienes pueden estar sufriendo y ofrecerles nuestro apoyo.
Una forma efectiva de animar a otros es a través de la Palabra de Dios y la oración. Recordarles las promesas de Dios puede revitalizar su fe y esperanza. Además, orar por ellos y con ellos puede ser un acto poderoso que les recuerde que no están solos en su lucha. La oración es un puente que conecta nuestros corazones y nos acerca a Dios en momentos de necesidad.
La actitud con la que nos acerquemos a aquellos que queremos animar también es crucial. Debemos hacerlo con alegría y esperanza, mostrando que verdaderamente nos importa su bienestar. A veces, un pequeño gesto, como un regalo o un detalle hecho a mano, puede marcar una gran diferencia en el ánimo de alguien. Estas acciones pueden ser un recordatorio tangible del amor de Dios y de la comunidad.
Además, hacer reír a alguien es una excelente manera de animar. El humor, cuando se utiliza apropiadamente, puede aliviar tensiones y levantar el ánimo de aquellos que están pasando por momentos difíciles. Sin embargo, es crucial ser sensibles y no burlarse de la situación de la otra persona. El objetivo es ofrecer alegría de una manera que respete sus sentimientos.
A veces, la persona desanimada puede necesitar un tiempo para salir de su “cueva” emocional. Buscar distraerla y ofrecerle actividades que puedan alegrar su día es una buena estrategia. Esto no solo les ayuda a salir de su tristeza momentáneamente, sino que también les muestra que se preocupan por ellos y que están dispuestos a estar a su lado en los buenos y malos momentos.
Finalmente, si la persona sigue triste, es fundamental que estemos disponibles. A veces, lo que más necesita alguien en su desánimo es simplemente saber que hay alguien que está dispuesto a escuchar y a estar presente. La empatía y la disposición para acompañar a otros en su dolor son aspectos vitales del compañerismo cristiano.
En conclusión, el compañerismo en la iglesia implica la responsabilidad de edificarnos y consolarnos unos a otros. A medida que nos ayudamos en nuestro crecimiento espiritual y nos apoyamos en momentos difíciles, fortalecemos la unidad y la fe en Cristo. Practicar estas acciones requiere atención, amor y un compromiso genuino con nuestros hermanos en la fe. Solo así podemos cumplir con nuestra responsabilidad mutua, creando una comunidad sólida y edificante.
Es esencial recordar que la edificación y el consuelo no son acciones aisladas, sino parte de un ciclo continuo de amor y apoyo dentro del cuerpo de Cristo. Cuando nos comprometemos a edificar y consolar a otros, también recibimos edificación y consuelo a cambio. La reciprocidad en el compañerismo crea un ambiente donde todos pueden crecer y florecer en su fe.
Por lo tanto, les animo a que sigan practicando estos principios en su vida diaria. Estén atentos a las necesidades de sus hermanos, ofrezcan palabras de aliento y busquen maneras de construir la fe de aquellos que los rodean. Al hacerlo, no solo estarán cumpliendo con el mandato de la Escritura, sino que también estarán formando una comunidad que refleja el amor y la gracia de Cristo en un mundo que tanto lo necesita. Cuando nos unimos en el compañerismo, juntos podemos enfrentar cualquier desafío y celebrar cada victoria, sabiendo que somos parte de algo mucho más grande: el cuerpo de Cristo. Así que, sigamos edificándonos y consolándonos unos a otros, y permitamos que la luz de Dios brille a través de nuestras vidas, alcanzando a aquellos que están en necesidad.
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