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✝️BOSQUEJO - ✝️SERMÓN - ✝️PREDICA: ✝️BUSCAR Y SALVAR LO PERDIDO - EXPLICACION LUCAS 19:10.✝️

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BOSQUEJO

Tema: Evangelismo. Titulo: Buscar y salvar lo perdido Texto: Lucas 19:10. Autor: Pastor Edwin Guillermo Núñez Ruiz

Introducción:

A. LEMAS: “CADA UNO TRAE MAS DE UNO” “CRISTO PARA TODOS Y TODOS PARA CRISTO” Hemos nacido con una misión y esta es llevar el evangelio hasta lo ultimo de la tierra, esta es una tarea importante por que tiene trascendencia eterna, nuestra misión se trata de llevar gente al cielo  y librarlos del infierno ETERNO. ¿QUE ESTA HACIENDO USTED HOY CON SU MISION?

B. Nuestra misión al igual que la de Jesús consiste en:

(Dos minutos de lectura)

I    BUSCAR LO PERDIDO (Lucas 19:10)


A. Cristo vino a buscar. Buscar es: hacer algo para hallar a alguien o a alguna cosa. Buscar a los perdidos. Los perdidos se refiere al hombre que se perdió tras el pecado, la rebelión. (1 Tim 1: 15).

B. Como ya dijimos la misión de cristo es nuestra misma misión (Juan 17:18) y así como Jesús nuestra misión de vida es buscar a los pecadores, esto implica el esfuerzo, el compromiso y la valentía para hacerlo. Debemos ir a los pecadores por que difícilmente o la mayoría de las veces ellos no viene a nosotros.

C. ¿Es característico de tu vida estar buscando a los perdidos? ¿Estas buscando a los perdidos? ¿Te interesa este tema? Porqué sino te interesa es necesario que revises tú cristianismo por que tal vez no estas en la fe.


II   SALVAR LO PERDIDO (Lucas 19:10)


A. Después de buscar a los perdidos y hallarlos lo que debemos hacer es salvarlos. Sabemos que la salvación es 100% de Dios, es Él quien salva, es el quien “hace la obra”. Sin embargo, los instrumentos somos nosotros y en ese sentido y únicamente en ese sentido es que nosotros “salvamos” pecadores.

B. Surge la pregunta: ¿Salvarlos de que? No son salvos de una mala situación económica, o de una enfermedad, o de alguna tribulación que tengan (aunque sabemos que Dios es capaz de eso y mas), esencialmente son salvos de:

1. La ira de Dios que los amenaza (Juan 3:36). Tenemos que quitarnos de la mente esta idea de Dios como San Nicolás (todo panzón y tonto, dándoles a todos los niños lo que quieren...). ¿Sabe cómo se llama esto? ¡Idolatría! Es crear un dios conforme a su gusto. ¡No es el Dios de la Biblia! Nuestro Dios Creador es un “fuego consumidor”; es santo y bueno y justo (y está airado contra los impíos). 


III  LLAMARLOS AL ARREPENTIMIENTO (Lucas 5: 31 – 32)


A. Jesús salvaba personas llamándolos al arrepentimiento. Así como el nosotros también fuimos mandados a predicar el arrepentimiento (Lucas 24: 46 – 47).

B. Uno de los objetivos al predicar es que usados por Dios llevemos a la gente a depositar su fe en Jesús y que se arrepientan de su pecados, no es llevarlo a una “decisión por cristo” o a “recibir a cristo” es decir no es únicamente a que repitan una oración y así declarar papalmente que por que hicieron eso son salvos. ¡¡¡no!!!.


C. La meta es que se arrepienta. Arrepentirse es sentir dolor por haber ofendido a Dios, confesar mis pecados y apartarme de ellos para siempre, solo así se alcanza misericordia divina, mientras el pecador no haga esto la ira de Dios estará sobre el.

Conclusión:

La evangelización es nuestra misión eterna. Debemos buscar activamente a los pecadores, conscientes de que la salvación viene de Dios, pero Él nos usa para rescatarlos de Su ira. Llamarlos al arrepentimiento implica un cambio profundo: dolor por el pecado, confesión y abandono. Tu compromiso define tu fe.

VERSIÓN LARGA

Siente cómo las palabras cobran vida, no solo para informarte, sino para encender un fuego en tu alma, un propósito que trasciende lo terrenal y se ancla en la eternidad. Permíteme llevarte por un camino que Jesús mismo trazó, un camino de amor audaz y de rescate.

Desde el alba de nuestra existencia como creyentes, un eco resuena en las profundidades de nuestro ser, una melodía divina que nos impulsa más allá de nuestros propios confines. "Cada uno trae más de uno," susurra el viento de la misión. "Cristo para todos y todos para Cristo," proclama la voz del propósito eterno. Hemos nacido, no para existir sin rumbo, sino con una misión indeleble grabada en el alma: llevar el evangelio hasta lo último de la tierra. Esta no es una tarea trivial, mis queridos amigos; no es un pasatiempo de fin de semana, ni una mera actividad para llenar la agenda. ¡No! Es una labor de una importancia trascendental, una empresa que resuena en los salones mismos de la eternidad. Nuestra misión, la verdadera esencia de nuestro llamado, se trata de una verdad tan profunda que estremece el corazón: llevar gente al cielo y librarlos del infierno eterno.

Permítanme plantearles la pregunta más urgente de sus vidas hoy: ¿Qué está haciendo usted con su misión? ¿Está su vida, en este mismo instante, alineada con este propósito cósmico, o se ha desviado hacia las preocupaciones triviales y las búsquedas efímeras de este mundo? Reflexionen, mis hermanos, porque la respuesta a esta pregunta podría determinar la trayectoria de vidas eternas.

La misión que se nos ha encomendado no es una invención humana; es un eco directo de la misión de Aquel que dio Su vida por nosotros. Nuestra misión, al igual que la de Jesús, tiene dos fases fundamentales, dos pilares inquebrantables sobre los cuales se asienta el propósito de nuestra existencia.


El Maestro mismo nos lo declaró con una claridad que corta como una espada de doble filo: "Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lucas 19:10). ¡Qué palabras tan profundas! En esta simple declaración, se encapsula la esencia de la vida y el ministerio de Jesús, y, por extensión, la nuestra.

La Urgencia de Buscar lo Perdido

Cristo vino a buscar. Y la palabra "buscar" no es una acción pasiva, mis amigos. No es esperar cómodamente en el sofá a que la oportunidad llame a nuestra puerta. Buscar es hacer algo para hallar a alguien o a alguna cosa. Implica una intencionalidad, un movimiento, una determinación que no se detiene ante los obstáculos. ¿Y a quién vino a buscar Jesús? Vino a buscar a los perdidos.

Pero, ¿quiénes son "los perdidos"? Es una pregunta crucial que debemos responder con honestidad brutal. Los perdidos se refieren al hombre que se perdió tras el pecado, la rebelión. No son simplemente aquellos que no han escuchado el evangelio; son aquellos que están separados de la fuente de vida, atrapados en la oscuridad de su propia transgresión. Son aquellos que, como nos recuerda 1 Timoteo 1:15, necesitan saber que "Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores". Es un diagnóstico claro de la condición humana fuera de Cristo. Cada alma en este planeta que no ha rendido su vida al Salvador está, en el sentido más profundo y aterrador de la palabra, perdida.

Ahora bien, y aquí es donde la verdad se vuelve personal y apremiante: como ya dijimos, la misión de Cristo es nuestra misma misión (Juan 17:18). Jesús oró al Padre: "Como tú me enviaste al mundo, así también los he enviado al mundo." ¡Piensen en la magnitud de esa declaración! Él nos ha enviado con el mismo propósito, con la misma urgencia, con el mismo amor. Así como Jesús, nuestra misión de vida es buscar a los pecadores. Esto implica mucho más que una simple intención; implica el esfuerzo, el compromiso inquebrantable y la valentía para hacerlo.

¿Por qué es necesario el esfuerzo y la valentía? Porque la cruda realidad es que debemos ir a los pecadores, ya que difícilmente, o la mayoría de las veces, ellos no vienen a nosotros. No podemos esperar que el mundo, en su ceguera espiritual, de repente decida tocar a las puertas de la iglesia. El amor de Cristo nos impulsa a salir de nuestras zonas de confort, a cruzar barreras culturales, sociales y personales, para llevar la luz a aquellos que habitan en tinieblas. Es un mandato, no una sugerencia.

Permítanme confrontarlos con una serie de preguntas que perforarán el alma y revelarán la verdadera condición de su corazón: ¿Es característico de su vida estar buscando a los perdidos? En su día a día, ¿está usted activamente buscando oportunidades para compartir el mensaje que transforma vidas? ¿Está usted buscando a los perdidos en este momento? ¿O está su mente ocupada con sus propias comodidades, sus propias ambiciones, sus propias distracciones? ¿Le interesa este tema genuinamente, con una pasión que lo impulsa a la acción? Si la respuesta a estas preguntas es un "no" vacilante, o si simplemente no siente ninguna inquietud en su espíritu, entonces es necesario que revise su cristianismo. Porque, con una honestidad desarmante, tal vez no esté en la fe de Cristo que busca y salva. Un corazón verdaderamente transformado por Jesús no puede permanecer indiferente ante la desesperada necesidad de un mundo perdido.


Una vez que hemos buscado a los perdidos y los hemos encontrado, la segunda fase de nuestra misión entra en juego: debemos salvarlos. Entendamos algo fundamental desde el principio: sabemos que la salvación es 100% de Dios. Es Él quien salva, es Él quien "hace la obra" redentora en el corazón humano. Él es el Creador, el Redentor, el que tiene el poder de transformar el alma. Sin embargo, en Su infinita sabiduría y amor, Él ha elegido usarnos a nosotros, Sus siervos, como instrumentos. Y es en ese sentido, y únicamente en ese sentido, que nosotros "salvamos" pecadores. Somos los mensajeros, las manos extendidas, la voz que proclama la verdad que libera.

Pero surge una pregunta vital, una que a menudo se malinterpreta en nuestro tiempo: ¿Salvarlos de qué? Desafortunadamente, muchos en el mundo de hoy, e incluso en la iglesia, han diluido el evangelio, reduciéndolo a un mensaje de prosperidad material o bienestar emocional. No, mis hermanos, no son salvos de una mala situación económica, o de una enfermedad que los aqueja, o de alguna tribulación temporal que puedan estar experimentando (aunque sabemos que Dios es capaz de eso y mucho más, y Él a menudo interviene en estas áreas por Su gracia). Esencialmente, fundamentalmente, y con una urgencia que debería estremecernos, son salvos de algo mucho más terrible, algo que la mente humana a duras penas puede comprender: son salvos de la ira de Dios que los amenaza.

Aquí debemos ser absolutamente claros y sin reservas. Tenemos que quitarnos de la mente esta idea dulzona y empalagosa de Dios como San Nicolás —todo panzón y tonto, un anciano benigno que les da a todos los niños lo que quieren, sin importar su comportamiento. ¿Saben cómo se llama esta peligrosa distorsión? ¡Idolatría! Es crear un dios conforme a nuestro gusto, un dios que se ajusta a nuestras conveniencias y que nunca nos confronta con nuestra pecaminosidad. ¡No es el Dios de la Biblia!

Nuestro Dios Creador, el Soberano del universo, es un "fuego consumidor"; Él es santo y bueno y justo. Y la Biblia nos revela una verdad incómoda pero indispensable: Él está airado contra los impíos. Juan 3:36 nos lo dice sin ambages: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él." Si no entendemos la magnitud del peligro del que estamos salvando a las almas, entonces la urgencia de nuestra misión se disipa como el humo. El evangelio no es una propuesta opcional para mejorar la vida; es el rescate de la condenación eterna.


Finalmente, ¿cómo se lleva a cabo esta salvación? Jesús, en Su ministerio terrenal, salvaba personas llamándolos al arrepentimiento. Lucas 5:31-32 nos lo muestra claramente: "No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento." Así como Él, nosotros también hemos sido mandados a predicar el arrepentimiento (Lucas 24:46-47). Es un mandato claro, no una sugerencia.

Uno de los objetivos primordiales al predicar el evangelio es que, siendo usados por Dios, llevemos a la gente a depositar su fe en Jesús y que se arrepientan de sus pecados. Y aquí, mis amigos, debemos ser cuidadosos y precisos. No se trata de llevar a alguien a una simple "decisión por Cristo" o a "recibir a Cristo" de una manera superficial. Es decir, no es únicamente que repitan una oración y que, por haber hecho eso, se declare "papalmente" que son salvos. ¡No! Eso sería un evangelio diluido, un camino fácil que no conduce a la verdadera transformación.

La meta innegociable es que la persona se arrepienta. ¿Qué significa esto, en su esencia más pura? Arrepentirse es, en primer lugar, sentir un dolor genuino por haber ofendido a Dios. Es el quebrantamiento del corazón al reconocer la magnitud de nuestra rebelión contra un Dios santo. En segundo lugar, es confesar mis pecados, no solo a Dios, sino si es necesario, también a aquellos a quienes hemos ofendido. Y finalmente, pero no menos importante, es apartarme de ellos para siempre. Es un giro de 180 grados, una decisión firme de abandonar el camino de la desobediencia y emprender una nueva vida en Cristo. Solo cuando el pecador hace esto, solo entonces, se alcanza la misericordia divina. Mientras el pecador no haga esto, la ira de Dios estará sobre él. No hay atajos para la salvación; no hay una "oración mágica" que sustituya el arrepentimiento verdadero.


La evangelización, mis queridos hermanos y hermanas, es el aliento de la iglesia, la razón de nuestra existencia. Es nuestra misión eterna. No podemos evadirla, no podemos posponerla, no podemos delegarla sin traicionar el corazón mismo del evangelio. Debemos buscar activamente a los pecadores, no esperando que ellos vengan a nosotros, sino yendo a ellos con el amor y la verdad de Cristo. Seamos conscientes, siempre, de que la salvación es 100% de Dios; es Él quien opera la transformación. Pero también comprendamos, con una humildad reverente y un compromiso ardiente, que Él nos usa como Sus instrumentos para rescatarlos de Su santa ira.

Llamarlos al arrepentimiento no es solo una opción, es un imperativo. Implica un cambio profundo, una metanoia que abarca el dolor por el pecado, la confesión sin reservas y el abandono total de aquello que nos separa de Dios. Su compromiso, su pasión, su dedicación a esta misión definen no solo su servicio, sino la autenticidad de su fe. ¿Está usted viviendo a la altura de su llamado? ¿Está su vida siendo un eco fiel del corazón de Aquel que vino a buscar y a salvar lo que se había perdido? Que el Señor encienda en nosotros un fuego inquebrantable por las almas perdidas, una pasión que nos impulse a la acción, hoy y siempre.



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