✝️Tema: La adoración. ✝️Título: Amar a Dios sobre todas las cosas ✝️Texto: Explicación de Mateo 22:37. ✝️Autor: Edwin Guillermo Núñez Ruiz.
Introducción
A. Lema: Sin adoración no hay bendición. 🙏
B. Este es uno de nuestros pasajes básicos y un pasaje central de la escritura, que contiene lo esencial de la adoración. Desglosémoslo. 🔎
I. EL TIPO DE AMOR: “…Amarás…” 💗
A. Hay varios tipos de amor en la escritura según el griego, entre ellos fileo “te quiero” y agapao “te amo”. Es interesante notar qué palabra usa aquí el E.S. para indicarnos la clase de amor con que debemos amar a Dios: ella es agapao.
¿Qué es agapao? Se compone de dos palabras: ag = yo y apao = matar. Literalmente quiere decir “matar el yo” en función del bienestar del otro. 🙌
¿Qué características tiene este amor? Cada una de estas características describe cómo debe ser nuestro amor por Dios y, por ende, lo que es adoración. 🙇♂️
a. Es incondicional. 💯 b. Es desinteresado. 🎁 c. Es permanente. 🕰️ d. Es sacrificial. 🐑 e. Es concreto, se demuestra en hechos. 📝 f. No es emocional. 😐
- Muchos de nosotros queremos a Dios pero no lo amamos. 😢
- PARA OTRO BOSQUEJO SOBRE AMAR A DIOS, CLICK EN EL ENLACE
II. EL OBJETO DEL AMOR: “…al Señor tu Dios” 🙏
A. ¿Quién es digno de este tipo de amor? El versículo 39 nos va a indicar que hay que amar así también a nuestro prójimo. Sin embargo, es claro en la Escritura que Dios debe ser el primero. 🥇
B. Lucas 14:26: odiar, aborrecer significa poner en segundo lugar, posponer en este caso la familia y a uno mismo, en el caso de que algún día estas dos lealtades se encuentren. La principal debe superar a la secundaria. 🚫
C. Nada más debe ser el objeto de esta manera de amar: 🚨
- Ni una persona, ni nuestra propia vida, ni las cosas materiales. 🙅♂️
- ¿Qué amas más que a Dios? (Gn 22:12) Piensa en qué cosas estarías dispuesto a entregar sobre un altar y cuáles no, allí tienes la respuesta. 🤔
- Todo aquello que se ame como solo Dios debe ser amado es un detestable ídolo. 😠
III. LA INTENSIDAD DEL AMOR: “…con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente…” 💥
A. La palabra que más se repite en este versículo es TODO, la intensidad con que se debe amar a Dios demandará de nosotros todo. 💯
- Corazón: emociones. 💓
- Mente: pensamientos. 🧠
- Fuerzas: cuerpo (Marcos 12:30). 💪
- Alma: vida. 🌟
B. Nunca se admite una lealtad a medias con Dios. Debes estar dispuesto al TODO O NADA, no hay un estado intermedio y esto se repite vez tras vez en la Escritura. 📖
- Jos 24:15: “Si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová”. 🏠
- Mateo 12:30: “El que no está conmigo, está contra mí”. ⚔️
- Sant 4:4: “¡Adúlteros! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios”. 🌎
- 1 Reyes 18:21: “Entonces Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo: --¿Hasta cuándo vacilaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra”. 🗣️
Conclusiones: 🎓
A. No implica ser perfecto pero sí un deseo y un anhelo de crecer y hacer la voluntad de Dios.
VERSIÓN LARGA
El amor que Dios demanda de sus hijos trasciende toda comprensión humana superficial. Cuando el Maestro responde al interrogante sobre el gran mandamiento, no ofrece una simple jerarquía religiosa, sino que revela el núcleo mismo de la existencia redimida: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente" (Mateo 22:37). Esta declaración, arraigada en la tradición deuteronómica (Deuteronomio 6:5), constituye el fundamento inconmovible de toda espiritualidad auténtica. El análisis exhaustivo de este mandamiento nos confronta con una realidad transformadora que exige una respuesta integral de todo nuestro ser.
En el lenguaje original del Nuevo Testamento, la elección del verbo "agapao" (ἀγαπάω) frente a "fileo" (φιλέω) o "eros" (ἔρως) no es casual ni intercambiable. Este término específico encierra una profundidad teológica que desafía nuestras concepciones contemporáneas sobre el amor. La etimología misma de "agapao" - compuesta por "ag" (yo) y "apao" (matar) - nos habla de un amor que esencialmente significa "la muerte del yo". Esta dimensión cruciforme del amor divino aparece como antítesis radical del amor egocéntrico predominante en la cultura actual. Las características distintivas de este amor agápico, según se revelan en las Escrituras, presentan un desafío existencial al creyente: es incondicional en su esencia (no sujeto a circunstancias), desinteresado en su motivación (busca el bien del Amado antes que el propio), permanente en su duración (no sujeto a cambios emocionales), sacrificial en su expresión (dispuesto al costo máximo), concreto en su manifestación (no se reduce a sentimientos) y sobrenatural en su origen (no depende de recursos humanos). La triste realidad que confrontamos es que muchos profesantes mantienen una relación de "fileo" (afecto emocional) con Dios mientras carecen del "agapao" que Él demanda.
El objeto exclusivo de este amor absoluto no admite competencia ni rivalidad. El texto establece claramente que este amor agápico debe dirigirse "al Señor tu Dios", fórmula que aparece más de 300 veces en el Antiguo Testamento, enfatizando la relación de pacto. Aunque el versículo 39 menciona el amor al prójimo como segundo mandamiento, la primacía absoluta pertenece al amor divino. La declaración de Jesús en Lucas 14:26, donde utiliza el lenguaje hiperbólico del "odio" hacia los lazos familiares más estrechos, no sugiere un afecto negativo literal, sino una prioridad radical donde toda relación humana debe quedar subordinada a la devoción a Dios. El episodio de Abraham e Isaac (Génesis 22) constituye el paradigma bíblico por excelencia de esta prueba de lealtad suprema, donde Dios demanda la renuncia a lo más preciado como demostración de que nada ocupa Su lugar. La Escritura identifica como idolatría toda devoción que iguale o supere la dedicación debida exclusivamente al Creador, incluyendo aspectos aparentemente legítimos como relaciones familiares, ambiciones personales o posesiones materiales.
La intensidad requerida en este amor se expresa mediante la triple repetición de "todo" (πᾶς en griego), abarcando las dimensiones fundamentales del ser humano. El "corazón" (καρδία) representa el centro unificador de la personalidad, sede de las emociones, la voluntad y la toma de decisiones. El "alma" (ψυχή) engloba la vida misma en su totalidad, incluyendo la conciencia de identidad y existencia. La "mente" (διάνοια) alude a los procesos cognitivos, intelectuales y reflexivos. La versión paralela en Marcos 12:30 añade "con todas tus fuerzas" (ἰσχύς), incorporando la dimensión física y de capacidad energética. Esta exigencia de totalidad excluye cualquier forma de devoción parcial o compartida. La Escritura presenta este principio de manera recurrente y enfática: Josué 24:15 plantea una disyuntiva excluyente entre servir a Yahvé o a los dioses paganos; Mateo 12:30 elimina cualquier posibilidad de neutralidad espiritual; Santiago 4:4 describe la amistad con el mundo como enemistad contra Dios; y el dramático desafío de Elías en 1 Reyes 18:21 confronta la vacilación entre dos alternativas irreconciliables. Estos pasajes convergen en un mensaje unívoco: la adoración verdadera exige una entrega sin reservas.
La implementación práctica de este mandamiento reconoce el proceso gradual de santificación. Como bien señala el autor, este ideal no implica la perfección instantánea, sino "un deseo y un anhelo de crecer y hacer la voluntad de Dios". La vida de David ilustra este principio: a pesar de sus graves fracasos, es reconocido como "varón conforme al corazón de Dios" (Hechos 13:22) por la orientación fundamental de su vida hacia la obediencia y el arrepentimiento genuino. El apóstol Pablo expresa esta tensión entre el ideal y la realidad presente en Romanos 7, donde describe la lucha entre la ley de Dios aceptada por la mente y la ley del pecado que opera en los miembros. La auténtica adoración no consiste en una impecabilidad absoluta, sino en una trayectoria de vida donde cada área - pensamientos, afectos, decisiones, recursos - se somete progresivamente al señorío de Cristo.
En el contexto contemporáneo, este mandamiento adquiere relevancia urgente. La sociedad actual, caracterizada por el pluralismo religioso, el relativismo moral y el consumismo materialista, presenta constantes desafíos a la exclusividad del amor a Dios. Los "ídolos modernos" adoptan formas más sutiles que los antiguos dioses paganos: el éxito profesional, la aprobación social, la comodidad material, las relaciones afectivas o incluso el activismo religioso pueden convertirse en sustitutos engañosos del culto verdadero. Jesús advirtió que "donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (Mateo 6:21), señalando que nuestros afectos siguen inevitablemente a nuestras inversiones de tiempo, energía y recursos. El discernimiento espiritual requiere examen constante para identificar estos competidores sutiles de nuestra devoción a Dios.
La tradición mística cristiana ha desarrollado valiosas herramientas prácticas para cultivar este amor total a Dios. Los ejercicios espirituales ignacianos, la oración contemplativa, el examen de conciencia diario y la práctica de la presencia de Dios (como propuso el hermano Lawrence) representan métodos probados para orientar toda la existencia hacia Dios. Los medios de gracia tradicionales - oración, estudio bíblico, participación sacramental, comunión fraterna y servicio - constituyen los cauces normativos mediante los cuales el Espíritu Santo conforma nuestros afectos a la imagen de Cristo. La historia de la espiritualidad cristiana atestigua que estos caminos de disciplina no son fines en sí mismos, sino medios para alcanzar el fin último: amar a Dios con todo el ser.
Las implicaciones eclesiológicas de este mandamiento son profundas. Una comunidad de creyentes que vive esta realidad se convierte en un contraste radical frente a la sociedad circundante. Como señaló Tertuliano en el siglo II, el testimonio de los primeros cristianos provocaba la admiración pagana: "¡Mirad cómo se aman!" Esta cualidad distintiva solo es posible cuando el amor a Dios ocupa el lugar preeminente, generando luego un amor al prójimo que fluye como consecuencia natural. La iglesia primitiva en Jerusalén (Hechos 2:42-47) demostró cómo la devoción exclusiva a Cristo produce una koinonía auténtica que trasciende las barreras sociales y económicas.
El aspecto escatológico de este mandamiento completa nuestra comprensión. La plenitud del amor a Dios solo se realizará completamente en la parusía, cuando lo veamos "cara a cara" (1 Corintios 13:12). Mientras tanto, vivimos en la tensión del "ya, pero todavía no", experimentando los primeros frutos del Espíritu mientras anhelamos la consumación final. Esta perspectiva escatológica sostiene la esperanza del creyente en medio de sus luchas y fracasos, sabiendo que el Dios que ha comenzado la buena obra en nosotros la perfeccionará hasta el día de Cristo (Filipenses 1:6).
En última instancia, el mandamiento de amar a Dios con todo nuestro ser encuentra su cumplimiento perfecto en Cristo mismo. Jesús no solo proclamó este principio, sino que lo encarnó plenamente en su vida, muerte y resurrección. Su obediencia perfecta al Padre (Juan 4:34; Hebreos 10:7) constituye el modelo definitivo de lo que significa amar a Dios sin reservas. La paradoja gloriosa es que este amor que Dios demanda, Él mismo lo provee a través de su Espíritu (Romanos 5:5), haciendo posible lo que por nuestras propias fuerzas sería inalcanzable. Como escribió Agustín de Hipona en sus Confesiones: "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti". Esta verdad eterna sigue interpelando a cada generación de creyentes, llamándonos a una adoración que impregne cada aspecto de nuestra existencia y redefina todas nuestras prioridades, valores y decisiones a la luz de la supremacía de Cristo.
✝️Tema: La adoración. ✝️Título: Amar a Dios sobre todas las cosas ✝️Texto: Explicación de Mateo 22:37. ✝️Autor: Edwin Guillermo Núñez Ruiz.
Introducción
A. Lema: Sin adoración no hay bendición. 🙏
B. Este es uno de nuestros pasajes básicos y un pasaje central de la escritura, que contiene lo esencial de la adoración. Desglosémoslo. 🔎
I. EL TIPO DE AMOR: “…Amarás…” 💗
A. Hay varios tipos de amor en la escritura según el griego, entre ellos fileo “te quiero” y agapao “te amo”. Es interesante notar qué palabra usa aquí el E.S. para indicarnos la clase de amor con que debemos amar a Dios: ella es agapao.
¿Qué es agapao? Se compone de dos palabras: ag = yo y apao = matar. Literalmente quiere decir “matar el yo” en función del bienestar del otro. 🙌
¿Qué características tiene este amor? Cada una de estas características describe cómo debe ser nuestro amor por Dios y, por ende, lo que es adoración. 🙇♂️
a. Es incondicional. 💯 b. Es desinteresado. 🎁 c. Es permanente. 🕰️ d. Es sacrificial. 🐑 e. Es concreto, se demuestra en hechos. 📝 f. No es emocional. 😐
- Muchos de nosotros queremos a Dios pero no lo amamos. 😢
- PARA OTRO BOSQUEJO SOBRE AMAR A DIOS, CLICK EN EL ENLACE
II. EL OBJETO DEL AMOR: “…al Señor tu Dios” 🙏
A. ¿Quién es digno de este tipo de amor? El versículo 39 nos va a indicar que hay que amar así también a nuestro prójimo. Sin embargo, es claro en la Escritura que Dios debe ser el primero. 🥇
B. Lucas 14:26: odiar, aborrecer significa poner en segundo lugar, posponer en este caso la familia y a uno mismo, en el caso de que algún día estas dos lealtades se encuentren. La principal debe superar a la secundaria. 🚫
C. Nada más debe ser el objeto de esta manera de amar: 🚨
- Ni una persona, ni nuestra propia vida, ni las cosas materiales. 🙅♂️
- ¿Qué amas más que a Dios? (Gn 22:12) Piensa en qué cosas estarías dispuesto a entregar sobre un altar y cuáles no, allí tienes la respuesta. 🤔
- Todo aquello que se ame como solo Dios debe ser amado es un detestable ídolo. 😠
III. LA INTENSIDAD DEL AMOR: “…con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente…” 💥
A. La palabra que más se repite en este versículo es TODO, la intensidad con que se debe amar a Dios demandará de nosotros todo. 💯
- Corazón: emociones. 💓
- Mente: pensamientos. 🧠
- Fuerzas: cuerpo (Marcos 12:30). 💪
- Alma: vida. 🌟
B. Nunca se admite una lealtad a medias con Dios. Debes estar dispuesto al TODO O NADA, no hay un estado intermedio y esto se repite vez tras vez en la Escritura. 📖
- Jos 24:15: “Si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová”. 🏠
- Mateo 12:30: “El que no está conmigo, está contra mí”. ⚔️
- Sant 4:4: “¡Adúlteros! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios”. 🌎
- 1 Reyes 18:21: “Entonces Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo: --¿Hasta cuándo vacilaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra”. 🗣️
Conclusiones: 🎓
A. No implica ser perfecto pero sí un deseo y un anhelo de crecer y hacer la voluntad de Dios.
VERSIÓN LARGA
El amor que Dios demanda de sus hijos trasciende toda comprensión humana superficial. Cuando el Maestro responde al interrogante sobre el gran mandamiento, no ofrece una simple jerarquía religiosa, sino que revela el núcleo mismo de la existencia redimida: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente" (Mateo 22:37). Esta declaración, arraigada en la tradición deuteronómica (Deuteronomio 6:5), constituye el fundamento inconmovible de toda espiritualidad auténtica. El análisis exhaustivo de este mandamiento nos confronta con una realidad transformadora que exige una respuesta integral de todo nuestro ser.
En el lenguaje original del Nuevo Testamento, la elección del verbo "agapao" (ἀγαπάω) frente a "fileo" (φιλέω) o "eros" (ἔρως) no es casual ni intercambiable. Este término específico encierra una profundidad teológica que desafía nuestras concepciones contemporáneas sobre el amor. La etimología misma de "agapao" - compuesta por "ag" (yo) y "apao" (matar) - nos habla de un amor que esencialmente significa "la muerte del yo". Esta dimensión cruciforme del amor divino aparece como antítesis radical del amor egocéntrico predominante en la cultura actual. Las características distintivas de este amor agápico, según se revelan en las Escrituras, presentan un desafío existencial al creyente: es incondicional en su esencia (no sujeto a circunstancias), desinteresado en su motivación (busca el bien del Amado antes que el propio), permanente en su duración (no sujeto a cambios emocionales), sacrificial en su expresión (dispuesto al costo máximo), concreto en su manifestación (no se reduce a sentimientos) y sobrenatural en su origen (no depende de recursos humanos). La triste realidad que confrontamos es que muchos profesantes mantienen una relación de "fileo" (afecto emocional) con Dios mientras carecen del "agapao" que Él demanda.
El objeto exclusivo de este amor absoluto no admite competencia ni rivalidad. El texto establece claramente que este amor agápico debe dirigirse "al Señor tu Dios", fórmula que aparece más de 300 veces en el Antiguo Testamento, enfatizando la relación de pacto. Aunque el versículo 39 menciona el amor al prójimo como segundo mandamiento, la primacía absoluta pertenece al amor divino. La declaración de Jesús en Lucas 14:26, donde utiliza el lenguaje hiperbólico del "odio" hacia los lazos familiares más estrechos, no sugiere un afecto negativo literal, sino una prioridad radical donde toda relación humana debe quedar subordinada a la devoción a Dios. El episodio de Abraham e Isaac (Génesis 22) constituye el paradigma bíblico por excelencia de esta prueba de lealtad suprema, donde Dios demanda la renuncia a lo más preciado como demostración de que nada ocupa Su lugar. La Escritura identifica como idolatría toda devoción que iguale o supere la dedicación debida exclusivamente al Creador, incluyendo aspectos aparentemente legítimos como relaciones familiares, ambiciones personales o posesiones materiales.
La intensidad requerida en este amor se expresa mediante la triple repetición de "todo" (πᾶς en griego), abarcando las dimensiones fundamentales del ser humano. El "corazón" (καρδία) representa el centro unificador de la personalidad, sede de las emociones, la voluntad y la toma de decisiones. El "alma" (ψυχή) engloba la vida misma en su totalidad, incluyendo la conciencia de identidad y existencia. La "mente" (διάνοια) alude a los procesos cognitivos, intelectuales y reflexivos. La versión paralela en Marcos 12:30 añade "con todas tus fuerzas" (ἰσχύς), incorporando la dimensión física y de capacidad energética. Esta exigencia de totalidad excluye cualquier forma de devoción parcial o compartida. La Escritura presenta este principio de manera recurrente y enfática: Josué 24:15 plantea una disyuntiva excluyente entre servir a Yahvé o a los dioses paganos; Mateo 12:30 elimina cualquier posibilidad de neutralidad espiritual; Santiago 4:4 describe la amistad con el mundo como enemistad contra Dios; y el dramático desafío de Elías en 1 Reyes 18:21 confronta la vacilación entre dos alternativas irreconciliables. Estos pasajes convergen en un mensaje unívoco: la adoración verdadera exige una entrega sin reservas.
La implementación práctica de este mandamiento reconoce el proceso gradual de santificación. Como bien señala el autor, este ideal no implica la perfección instantánea, sino "un deseo y un anhelo de crecer y hacer la voluntad de Dios". La vida de David ilustra este principio: a pesar de sus graves fracasos, es reconocido como "varón conforme al corazón de Dios" (Hechos 13:22) por la orientación fundamental de su vida hacia la obediencia y el arrepentimiento genuino. El apóstol Pablo expresa esta tensión entre el ideal y la realidad presente en Romanos 7, donde describe la lucha entre la ley de Dios aceptada por la mente y la ley del pecado que opera en los miembros. La auténtica adoración no consiste en una impecabilidad absoluta, sino en una trayectoria de vida donde cada área - pensamientos, afectos, decisiones, recursos - se somete progresivamente al señorío de Cristo.
En el contexto contemporáneo, este mandamiento adquiere relevancia urgente. La sociedad actual, caracterizada por el pluralismo religioso, el relativismo moral y el consumismo materialista, presenta constantes desafíos a la exclusividad del amor a Dios. Los "ídolos modernos" adoptan formas más sutiles que los antiguos dioses paganos: el éxito profesional, la aprobación social, la comodidad material, las relaciones afectivas o incluso el activismo religioso pueden convertirse en sustitutos engañosos del culto verdadero. Jesús advirtió que "donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (Mateo 6:21), señalando que nuestros afectos siguen inevitablemente a nuestras inversiones de tiempo, energía y recursos. El discernimiento espiritual requiere examen constante para identificar estos competidores sutiles de nuestra devoción a Dios.
La tradición mística cristiana ha desarrollado valiosas herramientas prácticas para cultivar este amor total a Dios. Los ejercicios espirituales ignacianos, la oración contemplativa, el examen de conciencia diario y la práctica de la presencia de Dios (como propuso el hermano Lawrence) representan métodos probados para orientar toda la existencia hacia Dios. Los medios de gracia tradicionales - oración, estudio bíblico, participación sacramental, comunión fraterna y servicio - constituyen los cauces normativos mediante los cuales el Espíritu Santo conforma nuestros afectos a la imagen de Cristo. La historia de la espiritualidad cristiana atestigua que estos caminos de disciplina no son fines en sí mismos, sino medios para alcanzar el fin último: amar a Dios con todo el ser.
Las implicaciones eclesiológicas de este mandamiento son profundas. Una comunidad de creyentes que vive esta realidad se convierte en un contraste radical frente a la sociedad circundante. Como señaló Tertuliano en el siglo II, el testimonio de los primeros cristianos provocaba la admiración pagana: "¡Mirad cómo se aman!" Esta cualidad distintiva solo es posible cuando el amor a Dios ocupa el lugar preeminente, generando luego un amor al prójimo que fluye como consecuencia natural. La iglesia primitiva en Jerusalén (Hechos 2:42-47) demostró cómo la devoción exclusiva a Cristo produce una koinonía auténtica que trasciende las barreras sociales y económicas.
El aspecto escatológico de este mandamiento completa nuestra comprensión. La plenitud del amor a Dios solo se realizará completamente en la parusía, cuando lo veamos "cara a cara" (1 Corintios 13:12). Mientras tanto, vivimos en la tensión del "ya, pero todavía no", experimentando los primeros frutos del Espíritu mientras anhelamos la consumación final. Esta perspectiva escatológica sostiene la esperanza del creyente en medio de sus luchas y fracasos, sabiendo que el Dios que ha comenzado la buena obra en nosotros la perfeccionará hasta el día de Cristo (Filipenses 1:6).
En última instancia, el mandamiento de amar a Dios con todo nuestro ser encuentra su cumplimiento perfecto en Cristo mismo. Jesús no solo proclamó este principio, sino que lo encarnó plenamente en su vida, muerte y resurrección. Su obediencia perfecta al Padre (Juan 4:34; Hebreos 10:7) constituye el modelo definitivo de lo que significa amar a Dios sin reservas. La paradoja gloriosa es que este amor que Dios demanda, Él mismo lo provee a través de su Espíritu (Romanos 5:5), haciendo posible lo que por nuestras propias fuerzas sería inalcanzable. Como escribió Agustín de Hipona en sus Confesiones: "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti". Esta verdad eterna sigue interpelando a cada generación de creyentes, llamándonos a una adoración que impregne cada aspecto de nuestra existencia y redefina todas nuestras prioridades, valores y decisiones a la luz de la supremacía de Cristo.
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