En Occidente, la teología cristiana está perdiendo su dimensión contemplativa, espiritual y práctica. Hemos academizado la fe, hasta el punto que medimos el grado de madurez de un creyente por su conocimiento de los conceptos teológicos de la Sagrada Escritura y no tanto por su piedad o poder espiritual. Hemos dado lugar a un nuevo tipo de gnosticismo en la iglesia.
Muchos seminarios bíblicos y teológicos fomentan el ejercicio intelectual de sus estudiantes –lo cual, no me malinterpreten, es indispensable–, pero 5 a un segundo plano, cuando no lo olvidan por completo, el carácter práctico de la teología. De esta forma se engendran «cabezones teológicos», pero con corazones secos y faltos de poder espiritual.
No es extraño encontrar hoy a “teólogos” profesionales del discurso, que se envuelven en una retórica intelectual y hacen alarde de sus saberes. Como acertadamente señala Tripp: «Cosas malas suceden cuando la madurez se define más por saber que por ser». El resultado es un inevitable empobrecimiento de la teología y un enfriamiento de la iglesia.
Los teólogos no deben convertirse en profesionales del discurso carentes de unción espiritual. El quehacer teológico debería desarrollarse más en actitudes de adoración, contemplación y experiencia espiritual. Los seminarios deben abogar por una «teología arrodillada» y, no tanto, por una «teología sentada». Las iglesias no necesitan la aridez intelectual de los estudiantes, sino ministros de la Palabra sumergidos en el conocimiento de las Escrituras, pero que buscan la unción espiritual por encima de cualquier otra cosa.
Algo anda mal cuando puedes pasar horas de estudio alrededor del texto bíblico, pero su mensaje no te conmueve de manera personal y auténtica a cada momento. Siempre trato de recordarme a mí mismo el lema que había pegado en aquella pared de la clase, donde los estudiantes pasábamos horas diariamente estudiando teología. Decía algo así como: «Si tu teología no sirve para transformar tu carácter y hacerlo más semejante al de Jesucristo, tu teología no sirve para nada». Pues eso…
José Daniel Espinosa Contreras
No hay comentarios:
Publicar un comentario