✝️BOSQUEJO - ✝️SERMÓN - ✝️PREDICA: ✝️EL ALTAR DE JACOB Y DIOS✝️

BOSQUEJO

Tema: Génesis. Titulo: El altar de Jacob y Dios. Texto: Génesis  35: 1 – 7. Autor: Pastor Edwin guillermo Nuñez Ruiz.


Introducción: 

A. Después del suceso trágico de Dina y la posterior exterminación de todos los varones en Siquem Dios le ordena a Jacob que levante un altar en Betel (casa de Dios), Betel es el lugar donde aproximadamente 20 años antes Jacob había pernoctado, donde Dios se le había manifestado y donde el había hecho una promesa. Un altar era un lugar donde se ofrecían sacrificios o se quemaba incienso, era un lugar de encuentro con Dios, los altares eran montículos de tierra o mesas de piedra. 

B. Hoy día nuestro altar es el lugar del encuentro con Dios, allí donde tenemos comunión con el Señor, allí donde nos concentramos en orar, el altar de Dios es nuestro tiempo de oración y allí debe haber:

I   CONSAGRACIÓN (Ver 1 – 2, 4)


A. Como ya vimos Dios le ordena a Jacob ir a Betel (casa de Dios) que se encontraba aproximadamente a 40 km de Siquem y construir allí un altar, además le ordena quedarse allí y establecer este lugar como residencia. 

B. Antes de emprender el viaje a Betel Jacob ordena a su familia y a todos aquellos que estaban con él: “Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros,  limpiaos y mudad vuestros vestidos”. 

1. Quiten los dioses ajenos: estos son ídolos, tal vez los “terafines” que Raquel robo de su padre y que tal vez llevaban consigo otros miembros de su grupo.

2. Báñense y cámbiense de ropa: la costumbre nos señala el hecho de que para acercarse a Dios hay que estar limpios, la limpieza exterior seria una evidencia de la limpieza interior.

C. En efecto, ellos no solo entregaron los dioses sino también los aretes o zarcillos que eran usados como amuletos y en prácticas de hechicería, lo que hace Jacob con estos artículos es llamativo y es que los entierra.

D. El altar de Dios es un lugar al que venimos a consagrarnos, santificarnos, entregarnos:

1. Los ídolos: todo aquello que amenace con quitar o que ya halla quitado el primer lugar a Dios en nuestras vidas.

2. El pecado: (Col 3: 9 – 10) en este texto se nos manda a DESPOJARNOS del viejo hombre Y REVESTIRNOS del nuevo. Considere Rom 6: 11: CONSIDÉRESE muerto al pecado; Rom 6:12: NO REINE, el pecado; Rom 6: 13: NO PRESENTE su cuerpo  para pecar.

3. ¿Qué es necesario hacer son todo esto? ENTERRARLO.


II  AGRADECIMIENTO (Ver 3)

A. Jacob hará tal altar para agradecer a Dios por dos cosas:

1. Que Dios le respondió en el día de su angustia: Jacob recuerda la respuesta de Dios a sus oraciones en los días de angustia.

2. Que Dios ha sido su compañía todos estos años: Jacob recuerda aquí cada día de su pasado donde se supo respaldado y ayudado por Dios.

B. En el altar de Dios es un lugar donde debemos ser agradecidos, muy agradecidos con Dios (Salmo 103: 1 – 5; 107:8; 118: 19 – 22), tenemos aquí exhortación y ejemplos de personas agradecidas con Dios.

III COMUNIÓN (Ver 6 – 7)


A. Llegado a Betel, en efecto, Jacob levanta un altar y le da al lugar un nombre nuevo, ya no será únicamente Betel sino “el-bethel”, es decir, el Dios de Betel. Al construir el altar obviamente lo hizo para adorar a Dios ofreciendo incienso o sacrificios a Dios, ambos actos son actos de adoración. El incienso, por ejemplo representa la oración (Apocalipsis 8: 3 – 7). El sacrificio, representa a Cristo Jesús en la cruz.

B. Al altar de Dios venimos a tener comunión con Dios por medio de la oración. Sin embargo, no podríamos ofrecer este incienso en el altar sino es por que el sacrificio de Jesús nos abrió un camino a la comunión con Dios (Hebreos 10: 19 -22).


Conclusiones

El relato de Jacob y el altar en Betel nos invita a reflexionar sobre nuestra propia relación con Dios. Así como Jacob tuvo que despojarse de ídolos y prácticas ajenas para acercarse a lo sagrado, nosotros también debemos revisar nuestras vidas y eliminar todo lo que impida una genuina comunión con el Señor. El altar no solo representa un lugar físico, sino un espacio en nuestro corazón donde ofrecemos consagración, gratitud y buscamos una conexión verdadera con Dios. Cultivar un altar personal es esencial para fortalecer nuestra fe y experimentar la presencia divina en cada momento de nuestra vida.



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VERSION LARGA
El altar de Jacob y Dios  
Génesis 35: 1 – 7  


Introducción  

El relato de Jacob y el altar que levantó en Betel es un pasaje significativo que nos invita a considerar la importancia de establecer un lugar de encuentro con Dios en nuestras vidas. Después del trágico suceso que involucró a su hija Dina y la venganza que llevó a cabo en Siquem, Jacob recibe una orden divina de parte de Dios. Esta orden lo lleva a regresar a Betel, un lugar que había marcado su vida de manera profunda aproximadamente 20 años antes. En ese entonces, Jacob tuvo un sueño en el que vio una escalera que llegaba hasta el cielo, y allí Dios le hizo promesas que marcarían su destino. Ahora, después de haber enfrentado múltiples desafíos y haber experimentado la gracia de Dios en su vida, se le ordena a Jacob construir un altar en este lugar, que simboliza un compromiso renovado con su fe.

El altar, en la cultura bíblica, era un lugar sagrado dedicado a la adoración y el sacrificio. Se utilizaba para ofrecer ofrendas a Dios, ya sea en forma de animales, incienso o gratitud. En el contexto de Jacob, el altar se convierte en un símbolo de consagración y de un nuevo comienzo. Hoy en día, nuestro altar es el lugar donde nos encontramos con Dios, donde oramos, reflexionamos y buscamos su dirección. Es fundamental que en este espacio de encuentro con el Señor haya consagración, agradecimiento y comunión.

I. Consagración (Génesis 35: 1 – 2, 4)  

Dios le ordena a Jacob que se dirija a Betel y que construya un altar allí. Este viaje no es solo físico, sino también espiritual. Es un llamado a dejar atrás el pasado y a buscar la pureza en su vida y en la de su familia. Jacob, al recibir esta orden, toma medidas inmediatas. Antes de iniciar el viaje, se dirige a su familia y a todos los que están con él, diciéndoles: “Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, limpiaos y mudad vuestros vestidos”. Esta instrucción es muy reveladora y refleja la necesidad de consagración antes de acercarse a Dios.

La primera acción que Jacob les pide a los suyos es que quiten los dioses ajenos. Estos ídolos pueden ser considerados como símbolos de aquellas cosas que a menudo ocupan el lugar de Dios en nuestras vidas. En el caso de Jacob, estos ídolos podían incluir los terafines que su esposa Raquel había robado de su padre y que, por lo tanto, representaban una conexión con prácticas paganas. Por ello, es importante que Jacob busque un entorno limpio y puro antes de levantarse en adoración. Esta acción nos invita a reflexionar sobre qué ídolos y distracciones pueden estar presentes en nuestras propias vidas. ¿Qué cosas nos alejan de una verdadera relación con Dios? 

La segunda instrucción de Jacob es que se limpien y cambien de ropa. Esta acción simboliza la necesidad de estar espiritualmente limpios para acercarse a Dios. En la cultura de la época, la limpieza exterior representaba la limpieza interior. Así como Jacob instruyó a su familia a prepararse para su encuentro con Dios, nosotros también debemos evaluar nuestras vidas y despojarnos de aquello que no es agradable a Él. Pablo nos exhorta en Colosenses 3:9-10 a despojarnos del viejo hombre y revestirnos del nuevo. Esta transformación implica dejar atrás prácticas que nos alejan de Dios y abrazar una nueva vida en Cristo.

Jacob, al despojarse de los ídolos y de los amuletos que su familia había traído, se asegura de que todo lo que puede obstaculizar su comunión con Dios sea enterrado. Esta acción de enterrar los ídolos es simbólica de dejar atrás el pasado y de hacer un compromiso serio de vivir en santidad. El altar de Dios es un lugar donde venimos a consagrarnos, a entregarnos completamente al Señor. Para nosotros, esto puede significar renunciar a hábitos, actitudes o relaciones que nos apartan de la voluntad divina. El acto de enterrar lo viejo nos ayuda a recordar que debemos vivir una vida que glorifique a Dios en todo momento.

II. Agradecimiento (Génesis 35: 3)  

Una vez que Jacob ha preparado su corazón y el de su familia, se dirige a Betel para levantar el altar. En este lugar, Jacob tiene la intención de agradecer a Dios por dos cosas fundamentales. Primero, agradece a Dios por haberle respondido en el día de su angustia. Jacob recuerda el tiempo en que clamó a Dios por ayuda y cómo Dios le respondió en medio de sus dificultades. Es importante que en nuestra vida de oración y en nuestro altar personal, recordemos las veces en que Dios nos ha socorrido y nos ha dado la victoria. 

En segundo lugar, Jacob agradece a Dios por su compañía a lo largo de todos esos años. Este reconocimiento es crucial porque refleja una relación personal y continua con el Señor. Jacob recuerda cada momento en que Dios estuvo a su lado, guiándolo y protegiéndolo. En nuestra vida, es vital que tomemos tiempo para reflexionar sobre las bendiciones que hemos recibido y las experiencias en las que hemos visto la mano de Dios.

El altar de Dios es un lugar donde debemos ser agradecidos, donde nuestras oraciones pueden ser una expresión de gratitud. El Salmo 103 nos recuerda que debemos alabar al Señor por todas sus bondades. Al elevar nuestra voz en agradecimiento, recordamos que cada día es un regalo y que cada bendición proviene de Su mano. La gratitud es una actitud que transforma nuestro corazón y nos ayuda a ver la vida desde una perspectiva de fe. Al igual que Jacob, debemos ser agradecidos por las respuestas a nuestras oraciones y por la fidelidad de Dios en nuestra vida.

III. Comunión (Génesis 35: 6 – 7)  

Al llegar a Betel, Jacob no solo levanta un altar, sino que también le da un nuevo nombre al lugar. Ya no será solo Betel, que significa "casa de Dios", sino que lo llama “el-bethel”, que significa “el Dios de Betel”. Este cambio de nombre indica un reconocimiento del carácter personal de Dios. Jacob no solo está en un lugar, sino que está en comunión con el Dios que se reveló a él.

Al construir el altar, Jacob realiza actos de adoración, ofreciendo incienso y sacrificios a Dios. En la Escritura, el incienso representa nuestras oraciones y la adoración. Apocalipsis 8:3-4 nos habla del incienso como las oraciones de los santos que suben ante Dios. Al ofrecer incienso en el altar, Jacob está reconociendo la importancia de la oración en su relación con Dios. De la misma manera, nosotros venimos al altar a elevar nuestras oraciones, buscando la dirección de Dios y su presencia.

El sacrificio, por otro lado, representa a Cristo y su obra redentora en la cruz. Sin el sacrificio de Jesús, no tendríamos acceso a una relación íntima con el Padre. Es a través de Su sacrificio que se nos abre el camino a la comunión con Dios. Hebreos 10:19-22 nos recuerda que, gracias a la sangre de Cristo, podemos acercarnos con confianza al trono de la gracia. El altar es un lugar donde encontramos perdón, restauración y la oportunidad de cimentar nuestra relación con Dios.

Conclusiones  

El relato de Jacob y el altar en Betel nos invita a reflexionar sobre nuestra propia relación con Dios. Al igual que Jacob, debemos despojarnos de los ídolos y las distracciones que obstaculizan nuestra comunión con el Señor. La consagración es un paso esencial para acercarnos a lo sagrado. Nos desafía a evaluar nuestras vidas y a eliminar todo aquello que nos aleje de una relación genuina con Dios.

El altar no solo representa un lugar físico, sino que simboliza un espacio en nuestro corazón donde ofrecemos consagración, gratitud y buscamos una conexión verdadera con Dios. Cultivar un altar personal es esencial para fortalecer nuestra fe y experimentar la presencia divina en cada momento de nuestra vida. A medida que trabajamos en nuestras propias consagraciones, aprendemos a ser agradecidos por las bendiciones recibidas y a buscar una comunión más profunda con nuestro Creador.

En nuestro caminar diario, es vital recordar que el altar está siempre disponible para nosotros. Dios nos invita a acercarnos a Él con un corazón sincero, listos para ofrecer nuestras vidas como sacrificios vivos, santos y agradables a Él. Que cada encuentro en nuestro altar personal nos lleve a una experiencia más profunda de Su amor y gracia. Al igual que Jacob, que podamos levantar nuestros altares en momentos de adoración, agradeciendo a Dios y buscando Su presencia en nuestras vidas. Así, podremos ser transformados y guiados por Su Espíritu, impactando a quienes nos rodean con el amor y la verdad de Cristo.

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