Algunos cristianos son tristemente propensos a mirar el lado oscuro de todo y a detenerse más en lo que han pasado que en lo que Dios ha hecho por ellos.
Solicite su impresión de la vida cristiana y describirán sus continuos conflictos, sus profundas aflicciones, sus tristes adversidades y la pecaminosidad de sus corazones, sin apenas hacer alusión a la misericordia y la ayuda que Dios les ha dado. Pero un cristiano cuya alma está en un estado saludable, se presentará gozosamente y dirá: "Voy a hablar, no de mí mismo, sino de la gloria de mi Dios. Me sacó de un abismo horrible y de mi foso, puso mis pies sobre una roca, estableció mis pasos y puso un cántico nuevo en mi boca, alabanza a nuestro Dios. El Señor ha hecho grandes cosas por mí, de lo cual me alegro". Un resumen de experiencia como este es lo mejor que cualquier hijo de Dios puede presentar. Es cierto que soportamos los juicios, pero es igual de cierto que nos hemos liberado de ellos. Es cierto que tenemos nuestras corrupciones, y con tristeza lo sabemos, pero es tan cierto que tenemos un Salvador suficiente, que supera estas corrupciones y nos libra de su dominio. Al mirar hacia atrás, sería un error negar que hemos estado en el Valle de la Humillación, pero sería igualmente perverso olvidar que hemos pasado por ellos de manera segura y rentable; no hemos permanecido en ellos, gracias a nuestro Ayudante y Líder Todopoderoso, que nos ha llevado "a un lugar abundante". Cuanto más profundos son nuestros problemas, más nuestro agradecimiento a Dios, que nos ha guiado a través de todo y nos ha preservado hasta ahora. Nuestras penas no pueden estropear la melodía de nuestra alabanza: "Él ha hecho grandes cosas por nosotros, de lo cual nos alegramos".
Libro: Devocionales clasicos - C.H. Spurgeon
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